Capítulo 4
Rojo...
Tenía que significar algo, algo importante.
Repasé las cosas que había visto en aquella imagen.
La sangre pide sangre.
No podía ser algo bueno, pero aún sentía que se me estaba escapando algo, un factor importante.
Volví a dejarme caer en la cama frustrada al no obtener respuestas.
Tenía que haber alguien en este condenado lugar que supiera que significaba aquello, no podía ser una mera coincidencia.
La puerta se abrió de golpe, asustándome.
—El Director quiere vernos —Miami parecía alterado. Él nunca se habría atrevido a entrar sin tocar a ninguna habitación, así que entendí que debía ser importante.
Corrí agarrándole de la mano.
Si nos llamaba el Director, debíamos darnos prisa.
Al llegar a la plaza todas las gradas estaban ocupadas por todas las secciones, menos la 1 y la mía.
Algo estaba mal.
¿La 1?
Al observar a mi alrededor pude observar a Júpiter quien me estaba advirtiendo con la mirada.
El Director me paró en medio de mi camino hacía mi sección.
—Bienvenida —me sonrió falsamente—. Roma —hizo énfasis en lo último.
Le indicó a Miami que se fuera con los demás sin dejar de mirarme.
—Dos años. Ese es el tiempo en el que has estado al servicio de tu sección. En esos 2 años has ocultado tu habilidad de todas las personas cercanas a ti —miró a mis amigos, quienes me miraban sorprendidos—. Excepto a una —miró a Chicago quien le sostuvo la mirada—. Ya es hora de que se la muestres al mundo.
Todos empezaron a mirarse entre ellos aterrados. Distinguí que Júpiter me miraba expectante como si también quisiera saber cuales eran mis habilidades.
—Traedlo —unos guardias arrastraron a un chaval de seguramente no más de 18 años. Era rubio y con los ojos verdes. Sentí un escalofrío cuando me observó—. Bien, deberás usar tus habilidades sobre este sujeto de la sección 1 —miró al niño—. Ven Azul.
Los guardias soltaron al chico y este me miró expectante pero tenso.
Le supliqué al Director con la mirada que no me hiciera hacerle eso a aquel crío, él me respondió mirando a Chicago.
Entendí que, o lo hacía, o algo le pasaría a Chicago.
Me paré frente al niño y le observé concentrada.
Percibí su pavor, sus miedos. Tantas emociones me abrumaban y sentía mucha presión. Traté de concentrarme en sus puntos débiles y sus lugares doloridos de cualquier entrenamiento. Cuando los encontré los intensifique.
De repente empezó a respirar con dificultad mientras se agarraba el pecho y de sus ojos caían lágrimas sin cesar.
Pude ver como el Director me indicaba que necesitaba más.
Me tensé e intensifiqué su dolor hasta el punto de retorcerse en el suelo. Azul no paraba de gritar y suplicar que parase, se podía ver en su rostro que estaba sufriendo de verdad y no estaba exagerando.
Sabía que si no paraba pronto, lo mataría.
Necesitaba una señal, una señal para que parara.
De mis ojos también salieron lágrimas. No entendía porque pero hacerle daño a ese niño me estaba destrozando.
Oí los gritos de espanto de todos los presentes cuando el tal "Azul" empezó a convulsionar, algunos apartaron la mirada, otros nos acompañaron en los sollozos y otros simplemente observaban.
Finalmente el Director levantó el brazo.
Y paré.
Azul volvió a respirar, aún con dificultad por lo sucedido.
Agaché mi mirada. No quería verlo, no quería ver el terror reflejado en las caras de los presentes, en las caras de mis amigos...
Sin decir nada más y escuchando los sollozos de las chicas de la sección 1 que lloraban junto a su amigo mientras decían que yo era un monstruo, corrí.
Corrí sin mirar atrás. No podía soportar ver todo el dolor que había creado.
Cuando llegué a una zona más abierta y al aire libre, me derrumbé en el suelo notando las lágrimas saladas recorrer mi rostro.
¿Esto era lo que era ahora?
¿Porqué me sentía débil?
Yo no era débil. Ni mucho menos lloraba. Esto estaba mal, yo no era así.
Me sequé las lágrimas y me levanté para dirigirme a las áreas de entrenamiento.
Para mi suerte, estaban vacías. Debían de seguir en aquella reunión.
Comencé a golpear el saco frustrada por mi vida.
Trataba de buscar en mi mente y no encontraba nada. Era frustrante no recordar nada de ti mismo, ninguna cara, ninguna emoción, nada.
Comencé a golpear con más fuerza mientras recordaba mi estancia en este internado.
—Solo queremos ayudarte.
—Es por tu bien.
—Estás a salvo ahora.
—Somos buenos.
—Bienvenida a tu nueva vida.
—Roma...
—Sabes qué es lo correcto.
El saco salió volando en el momento en el que lo pateé con más fuerza aún.
Me apoyé en un árbol respirando con dificultad, mientras todas esas frases de parte de aquella gente que decía ser buena aparecían en mi mente como ráfagas que desaparecían en menos de un segundo.
Oí una rama crujir y al segundo alcancé mi cuchillo para voltearme rápido, levantarme, girarme, agacharme, hacerle caer e inmovilizarlo.
Cuando ya estaba segura de que no podía levantarse le miré a la cara.
—Viena —me sorprendí—. ¿Qué haces aquí? —aparté el cuchillo.
—Vaya Rom, has mejorado la técnica —bromeó mientras tocaba donde estaba mi cuchillo anteriormente—. Solo quería ver como estabas, has dado un buen espectáculo —me sonrió con sorna.
—Ya... — le dí la espalda para caminar hacia el ring.
—Ha sido increíble.
Me giré de golpe sorprendiéndole y le miré extrañada.
—¿Increíble? —pregunté.
—Escucha Rom, si esperas un sermón te aviso de que esperes a Venecia, que te aseguro de que te lo dará —sonrió al decir lo último—. Pero yo no, mira, entiendo que nos lo ocultaras, ¿es lógico no?, no podemos reprocharte eso —hizo que nos sentaramos ambos y me agarró de las manos—. En cuanto a tu habilidad, que las demás secciones digan lo que quieran, ellos no saben la clase de vida que hemos tenido, no podrían entenderlo. ¿Somos monstruos para ellos?, Pues vale, genial, les aplaudo. El peor insulto que me pueden decir es "normal" y ese no me lo dicen —sonreí por lo último—. Envidia amiga mía, envidia. No dejes que te importe su opinión, solo la tuya.
Por primera vez en lo que recordaba abracé a una persona.
Viena se sorprendió de esto pero me abrazó también.
—Rom, Rom, Rom, prefiero esta faceta tuya —nos reímos.
—Al final acabarás siendo el listo, eh Viena —me miró ofendido mientras negaba rápido.
Nos quedamos ahí un rato más hablando. Se sentía bien estar así con Viena. Era raro y tenía un humor negro, pero siempre que tenías algún problema el te hacia olvidarlo solo con hablar de cualquier cosa.
Llegamos a la "sala común" de nuestra sección y nos sentamos frente a los demás, quienes nos observaban serios.
—Antes de que digáis algo... —empezó Viena.
—Calla, eso no importa ahora, mientras estabais fuera ha ocurrido algo —le cortó Arizona.
Viena y yo nos miramos confusos para luego mirarles a ellos.
—¿Qué ha pasado? —me alarmé.
—¿De verdad no habéis oído la alarma? —Chicago nos miró confundida.
Nosotros negamos.
—Ha habido un fallo en el sistema, se ha creado una especie de grieta —Venecia miró a los presentes para luego suspirar—. Alguien se ha llevado a la sección 4.
—Mierda —susurré.
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