"Mauricio, el cuervo solitario"

Mauricio era un cuervo
bastante solitario
Tenía un penthouse
a mitad de Montecarlo.
Se sentaba en la mañana
con un café en una mano,
y veía a las personas
caminando por el patio.

En la tarde trabajaba
vendiendo y comprando acciones,
y en la noche regresaba
sin tener más emociones.
Una vez que se detuvo
a observar por su ventana,
observó a un individuo
cabizbajo en la entrada.

Buscó entre su escritorio
una hoja de papel
y doblándola en mil partes
consiguió un avión tener.
Lo echó a volar con impulso,
y hasta a Allan Poe rezó,
y el avión voló y voló
hasta alcanzar al intruso.

Mauricio desde la ventana
vigilaba emocionado
y aquel rostro ensimismado
se veía más liviano.
El sujeto desde abajo
intentó al dueño buscar,
pero a Mauricio tan lejos
no se le podía notar.

Aun así nuestro cuervo
se sentía más completo,
al despertar en la mañana
parecía un cuervo nuevo.
Y trabajó sin descanso
en hacer cientos de aviones,
y cuando hubo terminado
se sentía muy cambiado.

Cada tarde que llegaba
Mauricio escogía un avión,
se sentaba en la ventana
esperando algún tristón.
Y siempre que llegaba alguno
con la cara afligida,
Mauricio apuntaba recto
y un avión les dirigía.

Y así continuó largo tiempo
alegrando a los extraños,
y la vida de aquel cuervo
nunca tuvo tanto encanto.
Y aunque muchos dijeran
que era tiempo perdido,
Mauricio el cuervo sabía
que aquel tiempo era divino.

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