"Julián el caimán"
A Julián el caimán no lo conocí de cerca,
pero una amiga mía me contó el problema.
Julián trabajaba en una agencia de finanzas,
de esas que tienen empleados y terraza,
de las bonitas en serio, en esta calle famosa,
conocida sobre todo por sus mujeres hermosas.
Y fue justo ese el principal problema,
una mujer que entonces trabajaba en la empresa.
Julián lo intentó y eso no lo dudo.
La invitó a un café y ahí fue que lo supo.
Julián no era feo, pero tenía defectos.
No había nariz, ni lengua. Nada de eso.
Buscó a un rinoceronte y concertó una rinoplastia,
y el asunto de la lengua, aún buscamos respuesta.
Pero al final del proceso, todo se había resuelto,
parecía alguien nuevo, se veía muy apuesto.
Pero claro en la vida casi nada es bueno,
y cuando llegó a la oficina, pobre Julián,
qué momento.
El jefe estaba de morros nada más y nada menos,
que con la zorra que Julián amó con tanto empeño.
Ya le decía su madre, cuando aún era pequeño:
hay animales que en serio, no se merecen un cuento.
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