5

Buenos Aires, Argentina

Barrio Privado

Supermercado La Privada

Una semana después...


Por increíble que era, Nieves decidió ese día hacer las compras del mes con un listado que su madre le había dado. Como siempre subida a sus tacones asesinos y revisando las góndolas del supermercado en busca de lo que decía la lista. Dio con el sector de las galletas dulces y con la parte de sus cajas favoritas, las galletitas dulces de limón. Había quedado una sola caja, así que aprovechó en tomarla, cuando vio una mano acercarse a la caja también. Sus ojos se direccionaron hacia el hombre.

―Eros...

―Nieves... No sabía que te gustaban estas galletas.

―Desde siempre.

―Son mis favoritas también.

―Toma la caja, preguntaré a algún repositor si hay más en el depósito.

―Mejor llévatela tú ―le acercó la caja.

―Gracias... guarro ―alzó una ceja con una sonrisita de lado.

Fifi... no pierdes tu encanto frío.

―Nunca.

Se separaron por unos minutos y volvieron a encontrarse en otro sector.

―Me parece que vamos a hacer las compras juntos ―contestó guiñándole un ojo.

―¿Eso pretendes? ―cuestionó sorprendida.

―¿Por qué no? El supermercado es público y podemos compartir las compras del mes.

―Okey... si eso quieres, te advierto que me tomo mi tiempo en buscar las cosas.

―¿O querrás decir que es la primera vez que vienes al supermercado? Porque en verdad es la primera vez que te veo por aquí, yo vengo todos los meses.

―Bueno, confieso que sí, es mi primera vez.

―Entonces afirmas que necesitas una persona que te guíe.

―Pues sí, y como te ofreciste, vas a aguantar mi lentitud.

―Solo con la condición que tú me aguantes en que yo compre mis cosas también.

―De acuerdo.

Así se pasaron tres horas llenando el carrito de compras y se dirigieron hacia el sector de las cajas registradoras. Y otro buen tiempo más tuvieron en pagar y salir del supermercado. Un cartel bastante grande apareció ante los ojos de los dos. Se encontraba frente al mercado.

―¿Qué te parece esa publicidad?

―Parece interesante pero no es para mí, seguro que a ti te vendría bien despejarte y oler otros aires.

―A los dos nos vendría bien un cambio de aire.

―Contigo a ninguna parte, guarro ―escupió ella.

―Te sacaré un sí antes que te des cuenta... Ahora que me acuerdo, eres como la canción que escuchaste hace una semana atrás desde tu balcón.

―¿Cuál canción? ―se hizo la tonta.

―La que canté. Cuando no dices nada. Muy acertada para ti, eres más linda cuando te quedas calladita.

Nieves apretó la boca disgustada.

―Si tan macho te haces... Iré yo a averiguar de ese retiro de fin de semana ―expresó molesta y caminó hacia el local.

Eros sonrió de costado levantando una ceja por haber cometido su propósito. La siguió enseguida y entró casi detrás de ella. Entre discusiones de los dos y las sugerencias del empleado que los atendía, llegaron a un disparatado arreglo. Pasar el tercer fin de semana del mes de mayo en un camping de Lobería.

―No puedo creer que hayas elegido con una carpa y un coche, ¿en qué piensas? ―preguntó ofuscada y enojada.

―En que necesitas aires nuevos, y una brisa de mar con lugar agreste.

―Eres un idiota ―apretó los dientes―. No encajo en esos lugares.

―Aprenderás, te enseñaré a armar una linda carpa, a dormir en una bolsa de dormir para camping. Serás una niña exploradora por un fin de semana ―rió.

―Iré con un arsenal de pastillas para el dolor de espalda.

―Te recomiendo que vayas con alpargatas, o bien botas con tacón bajo, nada de calzados con tacones asesinos. Tus pies te lo van a agradecer mucho. Sobre todo, pondrás en el bolso ropa muy cómoda y abrigada.

―¿Hará frío?

―Está cerca de la Costa Atlántica, hace frío en mayo. Si hace frío aquí, imagínate en un lugar lleno de árboles e inhóspito.

―¡Ay no! ―se quejó gritando y golpeando el pie furiosa.

―Aparte de fifi, eres caprichosa. Me gusta, vas a experimentar lo que es ser libre.

―¿Acaso no lo soy?

―Tu predilecto mundo no es el propio mundo que te creaste, en el que solo tú y la perfección conviven.

―Yo me siento libre.

―Te sentirás libre cuando salgas de tu zona de confort.

―Pues yo me siento muy segura de donde estoy.

―Sí... claro ―acotó dándole la razón de manera irónica.

Guarro... y grasiento ―replicó y le sacó la lengua.

―Hoy me bañé y huelo muy bien... Con respecto a la lengua que me mostraste, te la mordería ―expresó con tono divertido.

La argentina solo hizo un mohín con la boca y le mostró el dedo mayor. El mecánico se carcajeó y entró al coche, pronto ella hizo la mismo. Apenas llegó a su casa, y bajó de a poco las bolsas, su madre la ayudó a entrarlas.

―Tardaste mucho.

―Me encontré con el impresentable en el supermercado también.

―¿Y qué hicieron?

―Me acompañó a buscar las cosas de la lista y yo lo tuve que acompañar a él en sus compras.

―Me parece perfecto, es lo más lógico ―su madre le sonrió encantada.

Durante la tarde, el gesto que tuvo Nieves fue sorpresivo tanto para su madre que la veía envolver la mitad de las galletas de limón, como al hombre al que debía entregárselas.

―¿Por qué?

―Nos gustan a los dos y como tú no obtuviste la caja, pensé en que podíamos compartirlas.

―Te lo agradezco. No tenías porqué hacerlo pero en verdad me sorprendió tu gesto. ¿Te das cuenta que con un simple gesto como este puedes ser más agradable a los demás?

―No pretendo caerles bien a todo el mundo.

―No es cuestión de caerles bien, es por ti... serías más feliz.

―Soy feliz.

―¿En serio? Pues en el fin de semana de campamento te divertirás más ―sonrió sin mostrarle los dientes―. No te invito a merendar porque tengo que terminar de armar una moto.

―No te preocupes, solo he venido para darte las galletas.

―Gracias de nuevo.

―Disfrútalas.

―¿Serías tan amable de ponerme una en la boca? ―volvió a sonreír.

Fifi quedó petrificada e incómoda y le había costado procesar la pregunta.

«Descarado», pensó.

Abrió la bolsa, y el aroma a limón inundó el olfato de ambos, tomó una en sus manos y se la llevó a la boca del hombre, cuando empujó hacia dentro con el dedo índice, él unió los labios y terminó por chupar la primera falange.

En pocos minutos estaba regresando con las manos vacías y desconcertada con lo que había experimentado hacía poco tiempo atrás. Quedó aturdida, solo sentía la leve presión de su dedo dentro de la boca de Eros y lo peor era que no había nada sensual ni erótico.

«Este guarro me va a volver loca», reflexionó apretando los dientes y uniendo las cejas.

Pronto llegó a su casa y ayudó a su madre a preparar la cena. Morena la miró con los ojos entrecerrados porque algo le estaba pasando.

―¿Todo bien?

―Sí.

―¿No te ha invitado a merendar?

―No, tenía que terminar de armar una motocicleta.

―Ah ya... ya veo. ¿Contribuiste con tu prójimo?

―¿En darle las galletitas?

―Sí, a no ser que le hayas dado un besito ―contestó con gracia.

―Sí, se sorprendió por el gesto.

―¿Por el beso o por darle las galletitas? ―su madre se burló de ella.

―Obviamente que por las galletitas, a ese ni siquiera le apoyo mis labios en los suyos ―dijo con un rintintín y recordó su índice entre los labios de Eros y se ruborizó por entero.

―Yo casi me caigo de culo con el gesto.

Nieves ni siquiera le respondió, tan solo se limitó a continuar ayudándola.


•••


En la cena con sus padres, su hija les comentó lo que habían decidido el mecánico y ella, aunque fue más el primero que ella misma, en ir de campamento. Morena casi se carcajea cuando su hija se lo estaba diciendo.

―Me alegro que vayan juntos. Quizás sea una buena manera de que pongas los pies en la tierra.

―Ay mamá, por favor. Será un asco todo, sabes que no pongo el culo en cualquier parte.

―Con más razón, vas a tener que ensuciarte alguna vez y un campamento me gusta para ti con tu mecánico ―terminó por reírse.

―Papá, ¿no le vas a decir nada? ―preguntó perpleja.

―No veo que esté diciendo algo malo, puede que coincida con tu madre, tienes treinta años, es hora que te remangues los puños y hagas algo, aprendas cosas básicas, hacer fuego, armar una carpa, etc. Es posible que termines como toda una mujer exploradora ―él también se divirtió con su propio comentario.

―¿En serio papá? ―sus ojos más se agrandaron―. Solo sé que la pasaré fatal, odio los campings, y tener que compartir con otras personas los baños, las duchas.

―Se supone que así es, pero mantienen en buen estado todas las instalaciones ―dijo su padre―, ¿y cuándo se van?

―El tercer fin de semana de este mes.

―¿Y adónde?

―No lo sé, creo que ni quise verlo, fui, pregunté y le dije que me diera cualquier lugar para el camping, Eros fue el que decidió lo demás, solo sé que es en un lugar de Lobería.

―Es linda ciudad. Sé que la pasarás bien con él ―quedó por un momento en silencio y reanudó la plática―, ¿has dicho que se llama Eros?

―Sí.

―He escuchado de un corredor de motos en los rallys juveniles con el mismo nombre.

―No creo que ese tipo esté aquí con lo engrasado que está siempre el mecánico del barrio.

―Tú no lo sabes. Son pocos los hombres con ese nombre y si es quien creo que es, no sabes de lo que estás hablando ―rió su padre.

―¿Por qué lo dices? ―cuestionó muy curiosa entrecerrando sus ojos.

―Solo lo dije por curioso que soy, así como tú también, en algo nos parecemos, mi amor ―le sonrió mientras seguía comiendo―. Ve con él, sería bueno para tu estilo de vida.

Morena rió ante el comentario de su marido y él al mirarla rió también.

―Entonces, ¿no tienes problema en que vaya con él? No lo conoces, ni yo tampoco.

―Prácticamente te pasas las tardes en su taller o en su casa charlando un rato o bien merendando. Podrían pasarse sus números telefónicos para comunicarse más. Y lo conoces bastante en poco tiempo como para que vayas. No te pasará nada.

―Si hasta ahora no hizo algo, dudo que lo haga en un campamento ―acotó su madre.

―Tú no sabes lo que podría pasar en una carpa y a la noche.

―Nada que no quieras, fifi. ―Hasta Morena se burló de ella.

Nieves quedó de piedra al escuchar el apodo que le había dado.

Luego de cenar y acomodar todo, los tres subieron a sus habitaciones y la joven se preparaba para la cama cuando desde las puertas entreabiertas del balcón volvió a escuchar acordes de la guitarra del vecino. Con aquella melodía se quedó dormida y su perrita sobre la cama junto a ella.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top