16
Mes de Julio...
Nieves se estiró en la cama de Eros y lo despertó con besos en toda su cara. El mecánico abrió los ojos y sujetándola de las muñecas la puso debajo de él.
―¿Acaso te gusta el mañanero, Fifi?
―Nunca lo he probado... tú podrías enseñarme, ¿no Guarro? ―comentó entre risitas.
―Sí, reina ―dijo comiéndola a besos.
Media hora después él quedó dormido y ella bajó a la cocina para preparar el desayuno. Júpiter la siguió y se sentó a su lado esperando por algo más.
―Creo que tú quieres algo que anoche preparé, ¿o me equivoco? ―le preguntó con una sonrisa y acariciándole la cabeza―. Mi pompón blanco te extraña mucho, grandulón.
Nieves sacó del refrigerador una bandeja con pastelitos de limón y merengue para darle uno al perro que lo esperaba con ansias y moviendo su cola.
―Despacito como buen niño ―expresó acercándole la magdalena de limón al hocico y de a poco él fue comiéndolo de su mano―. Eres un buen chico ―acarició su cabeza y el perro sacaba la lengua y entrecerraba los ojos de deleite.
De a poco la mujer fue preparando el desayuno para dos dentro de una bandeja para desayunar en la cama. Una media hora después entraba al dormitorio cuando él estaba saliendo del mismo.
―Ups... traje el desayuno a la cama.
―Desayunemos y luego prepararé las cosas que tengo que empacar.
―¿No quieres que te acompañe? ―sonrió preguntándole.
―No, estarás mejor acá, y está de más decirte que te quedes aquí si quieres. Trae a tu pompón y lo que quieras.
―Pero tú no estás.
―Termina la competición y regresaré.
―¿Cuánto dura?
―Una semana.
―¿Y no quieres que te acompañe de verdad?
―Te aburrirás porque yo no voy a poder estar durante el día contigo.
―Me las arreglaré sola, sé el idioma por eso no te preocupes.
―No conoces la ciudad.
―Preguntaré, no tengo miedo, a no ser que solo me estés queriendo para que te cuide a Júpiter o tienes a alguien más en Cerdeña.
―No digas tonterías, si tendría otra mujer, no estaría en una relación seria contigo. No soy de esos y tampoco te quiero para que me cuides a Júpiter, de querer que viajes conmigo, le pediría a tus padres si me lo cuidan.
―¿Y por qué no haces eso? ―arqueó una ceja sin dejar de mirarlo.
―Porque no quiero que estés sola y aburrida en una ciudad que no conoces, yo no voy a tener tiempo para estar contigo.
―De acuerdo, no te insistiré más.
―Pasará rápido, ya verás que sí ―respondió con una sonrisa y la tomó de las mejillas para besarla y que no se enojara con él.
―No me convences mucho pero me la debo aguantar, ¿no?
―Sí. ―Rio.
Ambos desayunaron en la cama mientras Júpiter se había echado al lado de la cama del lado donde estaba ella. El perro desde que Nieves era habitual en la casa, no la dejaba de seguir ni a sol y ni a sombra. Los dos se tenían cariño.
•••
Tres días más tarde, fue Fifi quien llevó con su coche a Eros hasta el aeropuerto. En el trayecto casi ni hablaron.
―Sonará muy tonto pero siento que me abandonas.
―En una semana vuelvo, no puedes sentirte así.
―Lo sé, sé que es solo porque nunca he tenido novio antes y tampoco estuve tan apegada a una persona, ni siquiera conviví con ella.
―Yo creo que es por eso también pero debes estar tranquila, en una semana regreso.
―De acuerdo.
El mecánico intentó cambiar el tema de conversación para que ella no estuviera triste y así llegaron hasta el aeropuerto. Cuando se despidieron, él la sujetó de las mejillas para darle un último beso y entrar a la puerta de embarque.
Apenas llegó a su casa, la mujer se abrazó a su madre y Morena sorprendida la abrazó sin decirle una palabra.
―No debes ponerte así, él te dijo que volverá después de una semana, es solo su trabajo.
―Lo sé y me siento una tonta por estar así ―sollozó.
―¿Él no quiso que lo acompañaras?
―No. El otro día ya me dijo que no quería porque no iba a poder estar ningún día conmigo y no quería que estuviera sola en una ciudad que no conocía aparte de que podría aburrirme.
―Es lógico que te dijera eso.
―Pero yo quería acompañarlo, ni siquiera iba a estorbar.
―Nieves vas a tener que aprender a entender que no todo vas a poder hacer con él, su trabajo es así.
―Yo eso lo entiendo, solo quería estar con Eros, nada más. Sabía que tenía que quedarme sola, incluso me quedo sola cuando él está en el taller y yo en la casa con Júpiter las veces que voy pero parece que él no lo ve de esa manera.
―Tranquila, yo te comprendo y ya verás que la semana se pasará volando ―sonrió su madre acariciando una de sus mejillas.
―Eso espero porque estoy más que segura que arañaré las paredes.
―No seas exagerada ―comentó su madre riéndose y frotándole la espalda de forma cariñosa.
•••
Al día siguiente Eros la llamó por teléfono para avisarle que el vuelo había estado muy bien y que cuando pudiera volvería a llamarla o a enviarle un mensaje, porque debía volar a Cerdeña para preparar todo para la competición.
Nieves se levantó de la cama y fue directa al baño a orinar, durante casi toda la noche se despertó por el mismo motivo y estaba realmente extrañada por eso. Quizá porque hacía mucho frío.
Bajó a la cocina para prepararse el desayuno, estaba casi desesperada por un pastelito de limón y encontró la bandeja dentro del refrigerador. Se lo llevó a la boca mientras esperaba por el café a que se calentara y ponerle leche. Comió uno más casi devorándolo y diez minutos después tuvo que volver a orinar. Cuando Amador fue a trabajar, se quedaron las dos mujeres.
―Si quieres te puedo acompañar a comprarte un test de embarazo ―comentó su madre.
―¿Para qué lo querría?
―¿Hace cuánto que comes como desesperada y vas al baño a orinar cada media hora? ―quiso saber Morena.
―Desde antes de ayer que empece a notar eso. ¿Crees que lo estoy? ―tragó saliva con nerviosismo―, ¿qué dirá papá? Soy una idiota.
―No lo eres, tienes edad para estarlo. Y tu padre no te dirá nada, tranquila. Si lo estás, qué alegría ―sonrió muy contenta y feliz.
―Treinta años y sin trabajo. Dichosa de mí ―se frotó la frente con preocupación.
―Ya no te desesperes que no serías la única mujer que pasa por algo así.
―Lo sé pero, ¿y si él no quiere saber nada más conmigo? Quizás nunca pensó ser padre, ¿no es su momento o nunca quiere?
―No te pongas así Nieves, que un hijo no es una preocupación. Es una alegría.
―Sí, sí, lo entiendo.
Madre e hija se metieron al coche junto con Luna para ir a la farmacia y comprar una prueba de embarazo. Los nervios la estaban matando y esperaba que si en verdad estaba embarazada, Eros no le gritara y no se enojara con ella porque su relación había comenzado pocos meses.
Una hora más tarde, la argentina estaba saliendo del sanitario mientras su madre y la perrita estaban sentadas en la cama a la espera de la noticia.
―¿Y? ―se levantó.
―Ya tienes la etiqueta de futura abuela ―dijo sollozando.
Morena se acercó a ella y la abrazó con fuerza mientras lloraba de alegría.
―Esto es hermoso, Nieves.
―¿Tú crees?
―Sí. Lo es. Tu padre estará muy feliz por la noticia.
―Solo espero que Eros lo esté también.
―Deberías decírselo.
―No, cuando regrese lo haré, no quiero molestarlo con esa noticia y que después sea posible que se termine enojando o no haciendo bien su trabajo.
―De acuerdo. Si eso crees, me parece bien. Aunque no creo que se enoje por una noticia así. Eros me parece un hombre sensato y que se hará cargo porque será padre ―expresó con razonamiento.
―Es lo que quiero creer porque de otra manera no me habría metido con él.
―Hay que festejar, mi amor ―volvió a abrazarla y darle un beso en la mejilla.
―Primero quisiera sacarme un análisis para confirmarlo.
―De acuerdo, me parece bien.
Ambas junto con la perrita bajaron las escaleras hacia la cocina para preparar entre las dos una merienda para cuando llegara Amador. Cuando tuvieron todo listo, salieron hacia la guardia para el análisis.
•••
Cerdeña, Italia
Eros estaba terminando de ajustar la moto de competición para la estrella invitada que todavía no sabía de quien se trataba, solo sabía que era un piloto de carreras de monoplazas muy famoso e italiano también, que había batido récords el año anterior. Un alto hombre se acercó al mecánico para presentarse ante él.
―¿Ya casi está la moto? ―cuestionó con algo de alegría en su voz.
El hombre lo miró y se puso de pie para tenerlo frente a él.
―Sí, tengo que hacerle algunos ajustes, y estará lista para que la pruebes.
―Luka Cassiragghi ―extendió la mano para saludarlo y le sonrió.
―¿Eres el piloto de Mercurio? ―se sorprendió Eros aceptando su apretón.
―Sí, me invitaron a participar pero no competiré, lo mío no son las motos pero me gustan también. Así que aprovecho la oportunidad que me dan.
―Eres un genio en las pistas.
―Se hace lo que se puede ―dijo de brazos cruzados―. ¿Tu nombre?
―Eros Trento.
―¿Tú no competías también?
―Sí. Pero de eso hace unos años atrás, ya no. Me dedico a reparar y armar motos, y coches. Trabajo de manera independiente y de paso me llaman para este tipo de eventos.
―Eso es muy bueno ―comentó Luka.
―Supe el lío que se armó con el padre de tu pareja y lo que ella hizo.
―Fue una noticia tremenda y lo que hizo Fiorella fue audaz, creo que desde ese momento me enamoré de ella a pesar de no haberlo reconocido.
―¿Dónde está ahora? ¿Te ha acompañado?
―Tiene una pequeña galería de arte en Milán y continúa con los trabajos por encargo, le va realmente bien pero en estos momentos me acompaña en el evento. Seguro que está comprando algo que se le habrá ocurrido. Es fanática de los souvenirs de este tipo de competencias.
―Eso es muy bueno.
―¿Puedo preguntar por ti? Siento que te conozco, quizá porque compartimos el mismo mundo de las competencias.
―Sí, no hay problema. Estoy con alguien pero está en Buenos Aires.
―¿La tuya también es argentina? ―inquirió elocuente.
―Sí, deben tener algo interesante las latinas ―expresó Eros―. Quiso acompañarme pero yo no quise.
―Esta clase de viajes no son tan buenos hacerlos en solitario. Le habrías dicho que te acompañara, para que los dos se complementen.
―Quizás tengas razón, en fin... estoy encantado de haberte conocido en persona Luka. Si esperas unos minutos más, podrás probar la moto.
―Fantástico.
•••
Al otro lado del continente y amaneciendo se encontraba Nieves con vómitos y un malestar terrible. El teléfono móvil de ella comenzó a sonar y lo atendió desde el baño cuando se sentó para orinar, una vez más.
―Buenos días, Fifi.
―Hola pastelito de limón ―dijo con cariño.
―¿Cómo estás? Te noto incómoda o que te sucede algo.
―Estoy bien, ¿y tú? ¿Cómo va la competición?
―Bien, la carrera muy bien también, ¿a que no sabes a quién conocí? A Luka Cassiragghi.
―¿El piloto de carreras? ―preguntó abriendo los ojos y de manera sorprendida.
―Sí.
―¿Y qué hace ahí?
―Lo invitaron a correr un par de vueltas con la moto que ajusté para la marca con la cual mi hermano compite.
―¡Qué bueno! Me alegro mucho por ti, sé que estás feliz por estar ahí y me pone contenta eso.
―Gracias ―gritos se escucharon detrás de Eros que lo llamaban para que preparara la moto y diera su visto―. Me parece que me están llamando, hablaremos a la noche.
―Está bien. No te preocupes, escuché que te pegaron el grito ―rio.
―Sí, hablamos mi otra mitad de pastelito de limón.
―Un besito.
Él cortó la llamada y ella se echó a llorar.
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