15
Eran las nueve de la noche cuando los tres estaban listos y con la mesa servida, y fuera de la casa había un hombre indeciso por tocar el timbre o volver a su vivienda. Decidió que lo mejor era enfrentar la situación y con paso firme caminó hacia la entrada de la casa vecina.
Un solo timbrazo fue suficiente para asustar a Nieves.
―Ya ni los esperaba.
―¿Por qué no les abres mejor tú? Yo mientras sacaré la comida del horno.
―De acuerdo.
El taconeo que Eros escuchó detrás de la puerta, hizo que se pusiera nervioso. Solo la había visto por la tarde y sintiéndose así era como no haberla visto durante semanas. Ella puso a un lado la cortina de la ventana de entrada y quedó de piedra cuando lo vio. Él también clavó los ojos en ella. Quitando el cerrojo, abrió la puerta y su boca se quedó espesa.
―Hola, tu madre me invitó a cenar.
―No lo sabía, pasa ―admitió y lo invitó al interior.
Nieves estaba sorprendida y demasiado. Aquel hombre de pantalón de mezclilla, camiseta relativamente ajustada al cuerpo y blazer oscuro no era el mecánico. Quedó anonadada.
―¿Tus padres?
―En la cocina, vayamos allí.
Cuando él se dio vuelta, los ojos de Nieves quedaron fijos en el trasero bien trabajado del hombre y por error el pensamiento lo dijo en voz alta.
―Apurémonos a cenar que ya tenemos el pan dulce.
―Te hizo mal juntarte conmigo, Fifi ―emitió por lo bajo dándole una sonrisa de lado y volvió a guiñarle un ojo.
―Desfachatado ―rio tapándose la boca con la mano―. ¿Ese culo está hecho? Solo le falta hablar. Creo que me hizo mal acostarme contigo.
―Solo tiene ejercicios. Pero acepto que me lo toques, si sientes curiosidad ―levantó una ceja mientras la miraba con fijeza a los ojos.
―Descarado ―habló con falsa indignación pasando por su lado.
La joven presentó a los hombres y Eros le entregó la botella de vino tinto que había traído consigo.
―Es mi favorito, muchas gracias, lo beberemos esta noche.
―Qué bueno haber dado con el correcto.
―¿Y tu hermana? ―preguntó Morena.
―Dijo que tenía ganas de juntarse con una amiga que hace mucho no veía y hoy arreglaron para encontrarse.
―Qué lástima pero estoy segura que pronto habrá otra ocasión.
―Disculpa si te pareceré un metido, pero... ¿es posible que seas el Eros Trento que corría motocicletas en los Rallys juveniles?
―No se preocupe, no me molesta que pregunte... Sí, era el mismo. Dejé las carreras cuando me fracturé una pierna y terminé por dedicarme a la reparación de coches y motocicletas.
―Supe de esa noticia, fue terrible. Pero sigues estando en las carreras, ¿o ya no?
―Cuando me llaman, estoy. El mes que viene me toca ir de nuevo.
―Cerdeña, ¿verdad? ―preguntó su padre.
―Sí.
―¿Cuándo te vas? ―cuestionó sorprendida ella.
―A mediados de julio.
―Eso es bastante pronto.
―Más o menos, Fifi.
―Ya está la comida lista, ¿por qué no vamos al comedor? ―sugirió Morena, con la bandeja en las manos.
Durante la cena, Nieves quedó tan intrigada como encantada también. Y debió reconocer que aquel hombre frente a ella le gustaba demasiado. Estaba enamorada de él. Los cuatro conversaban muy animadamente y se reían también. Amador estaba muy amable con el joven hombre y más sabiendo que era un fanático de los coches y motos como él lo era también.
Cuando incluso terminaron de comer el postre, las dos mujeres se quedaron en la cocina hablando mientras acomodaban las cosas.
―Papá está muy amable con él, tengo miedo que lo esté haciendo de falsa manera.
―No digas pavadas, Nieves. Tu padre no es un mal hombre o que suele espantar a los demás, esa eres o eras tú ―manifestó y la joven casi se ríe por lo bajo―. Es divino, Nieves. Es la tercera vez que lo veo de frente, la primera vez la tarde que te di el tortazo. Querida, diste con tu media naranja y encima no tiene traje ―casi se carcajea.
―Ya me ha rechazado una vez, no creo que tenga intenciones de aceptarme ahora.
―Si decidió venir a cenar, fue por algo.
―De todas maneras, está el hecho de que dentro de muy poco se va de viaje por trabajo, y no sé si después de eso volverá ―comentó con angustia en su voz y las cejas bajas.
―¿Y no te gustaría ir con él? ―su madre sonrió de lado y le guiñó un ojo en complicidad.
―Quiero encontrar un trabajo y tener mi propio dinero.
―Yo te estoy hablando de él, no de conseguir trabajo. Yo sé que quieres buscar uno pero por ahora enfócate en quien te gusta, porque mi amor, el tren de la oportunidad pasa una sola vez en la vida y rara vez pasa una segunda vez.
―¿Qué hago? Siento que si le pido que hablemos me dirá que no.
―Le diré a tu padre que vayamos a dar una vuelta a pie por el barrio, no creo que sea tan tonto en decirme por cuál motivo o algún otro disparate.
―Gracias ―dijo abrazando a su madre por el cuello.
―Definitivamente ese mecánico te hace bien ―respondió entre risitas cuando se estaban abrazando.
Cuando la madre salió de la cocina, le pidió a su marido que la acompañara a dar una vuelta como todas las noches lo hacían, él ni siquiera le preguntó algo, solo se levantó de la silla, se disculpó con Eros y salieron de la casa. El hombre se levantó de la silla también y entró a la cocina.
―Acabo de comprobar que tus padres se fueron solo para dejarnos a solas.
―¿Eso crees?
―No hay otra lógica a algo tan repentino, ¿no te parece?
Ella no supo qué decirle.
―¿El hombre de hoy era el que tus padres querían que conocieras?
La joven asintió con la cabeza.
―¿Y qué pasó?
―No era lo que esperaba... Ya te lo dije la misma noche en que te dije que estaba enamorada de ti.
―¿Por qué no? La lista del hombre soñado se hizo realidad.
―Porque terminé enamorada de alguien más, de un guarro con cara de malicia, de un hombre que ni siquiera estaba en mis planes ni en mi vida de estirada y remilgada ―expresó apenada e incómoda también.
―Fifi... vas a tener que entender que no todos los hombres usan trajes, y que la perfección no existe, en ninguna parte. Y debes saber también que ya no me gustas ―dijo y el rostro de Nieves cambió drásticamente―, el príncipe azul también puede vestirse de manera informal y ser guarro ―rio ante esas palabras―, y principalmente, estar enamorado de ti también, Fifi.
―¿Por qué me echaste esa mañana?
―Por idiota, para darte un escarmiento, uno que me salió realmente mal.
―Diría que sí. ¿Ni siquiera pensaste en cómo me sentía cuando me echaste?
―Sí pero evité pensar más.
―Nunca me sucedió algo así y en verdad pensé que después de lo que pasó en tu cama íbamos a estar bien. Ya entendí que no quiero un hombre de traje, solo te quiero a ti.
Eros le tomó las manos con las suyas y la miró a los ojos. Apoyó su frente contra la suya y rozó la nariz con la femenina.
―Es una locura lo que te diré pero es lo que siento, ya sabes que estoy enamorado de ti pero no sabes que te amo también.
Nieves se puso en puntas de pie y lo abrazó por el cuello, luego le dio un beso en los labios.
―Te amo Eros, y no me parece para nada una locura lo que sientes. Busqué siempre por el hombre soñado y con traje, y di de frente con un mecánico rebelde que me conquistó con su manera de ser y su sonrisa. Conocí al hombre casi perfecto. Perfecto para mí ―sonrió derretida.
El timbre de la casa sonó y ella fue a abrir.
―Buenas noches, soy Caieta.
―La hermana de Eros.
―Exacto.
―Pasa por favor, me dijo tu hermano que te encontraste con una amiga, te esperábamos para cenar.
―Sí, hemos terminado rápido porque ella tenía que levantarse temprano. Encantada en conocerte.
―El gusto es mío también. Estábamos en la cocina, ven.
―Finalmente nos conocemos mejor. Eros me habló mucho de ti desde el día que llegué a visitarlo.
―Espero que dentro de todo lo que te ha comentado, algo bueno haya sido.
―Lo fue aunque me ha dicho que eras un poco difícil también ―admitió entre risitas.
―Lo he sido, reconozco que sí ―dijo riéndose también―. Había pensado en preparar una tarta de limón. ¿Me ayudas?
―¿A esta hora? ―inquirió él sorprendido.
―Sí, no es tan tarde. Y se hace rápido.
―Pensé que iba a ser para una merienda.
―Tarta de limón se puede hacer siempre.
Entre las dos mujeres prepararon la tarta mientras el hombre las veía cómo se reían entre ellas.
―No pensé que se iban a llevar tan bien, si parece que se conocen desde hace tiempo.
―Somos chicas ―le guiñó un ojo.
―Y cotorras ―rio.
―Es lo que hay, querido.
Pronto llegaron los padres de Nieves y escucharon risas desde la cocina, se acercaron y vieron que estaban los tres muy divertidos.
―Hola, estamos preparando tarta de limón, ¿comen también?
―Sí, claro que sí ―dijo su padre con una sonrisa.
Dos horas más tarde los cinco se sentaron alrededor de la mesa de la cocina para comer una porción de tarta de limón mientras conversaban.
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