14

El miércoles a pesar de no querer bajar a la cena, lo tuvo que hacer. Solo pensaba en Eros y la manera en cómo habían terminado las cosas con él. El hombre que tenía frente a su cara hablaba y hablaba, y no lo estaba escuchando. Era como si le hubiera apretado el botón del off y solo se veían los labios del tipo moverse.

Estaba ofuscada de tanta pavada junta que decía hasta que se levantó de la silla y le ladró.

Era un estirado al igual que lo era ella y se quedó pasmada con la asquerosidad en cómo decía las cosas, por lo que pidió disculpas y se retiró de allí dejando a los tres en la mesa.

―¿Adónde vas? ―quiso saber su padre.

―A un lugar donde esté más a gusto, no lo soporto.

―¿Me estás despreciando? ―preguntó indignado el invitado.

―Exacto. No te tolero. Así que lo mejor sería que te fueras ―escupió muy molesta.

Morena solo escuchaba y veía la escena, la sonrisa estaba enorme en su cara. Su hija la estirada, había visto frente a frente lo que era ser igual que ella o peor, y con eso, se dio cuenta que al único que quería era al Guarro del barrio. El mecánico.

―Que poca educación tienes.

―No lo pretendo ser contigo, un aburrido con traje ―acotó con asco.

Amador quedó perplejo y con los ojos muy abiertos, y las cejas levantadas.

Apenas le dijo eso, salió de la casa para encaminarse hacia la casa del vecino. Estaba decidida a decirle que estaba enamorada de él, no le importaba más nada ya. Sentía que tenía que decírselo porque con su confesión dependía todo.

Cuando se dirigió a la entrada para tocar el timbre, vio la puerta recién abierta y una mujer que lo abrazaba por el cuello. Miró a ambos y se quedó de piedra. Eros levantó la mirada al verla allí.

Fifi...

La mujer abrazada al hombre se separó y clavó la vista en la chica.

―Lo siento, he llegado en un mal momento ―admitió y se giró en sus talones volviendo a su casa.

Si pensaba que tenía alguna posibilidad con el mecánico estaba muy equivocada, agachando la cabeza caminó sin mirar atrás pero el grito de Eros hizo que girara su cabeza.

―No te esperaba.

―No te preocupes, quizá debí enviarte un mensaje. Quise venir porque necesitaba contarte algo, pero no es importante. La última vez que nos vimos las cosas no fueron bien entre nosotros.

―Si viniste es porque lo es.

―Ya no. Solo olvídalo.

―¿Es por la mujer? ―ella calló―, es mi hermana y acaba de llegar. ¿Acaso creíste que era una mujer que había conocido? ―Nieves volvió a callar, esta vez incómoda.

Eros estalló de la risa en plena calle.

―Pues sí, lo menos que una piensa es eso, ni se me cruzó por la cabeza que podría ser algún familiar tuyo. No seas así conmigo, vine solo para confesarte que me gustas, y que estoy enamorada de ti y tú parece que te lo tomas a risas ―manifestó molesta y refunfuñando―. Debería odiarte por lo que me hiciste la última vez pero ya se me pasó el enojo.

―¿Por qué lo estás?

―Por todo, ¿te basta eso? Eres libre, espontáneo, no te preocupas por nada, disfrutas de la vida y quiero lo mismo.

―Puedes ser así, sin necesidad de tenerme.

―Pero yo te quiero a ti.

―Crees quererme, crees estar enamorada de mí pero no.

―Acabo de salir de una cena aburrida porque me presentaron a alguien acorde a mi estilo de vida y a cómo soy, bostecé muchas veces y me parece un hombre aburrido, y sin ningún tema de conversación, solo criticó y me desvalorizó todo lo que le dije. No quiero a alguien así, que solo me tenga de trofeo.

―Querías eso, anhelabas a alguien así, ahora tienes a alguien, no lo desaproveches ―dijo algo enojado.

―Quería pero ya no. Cuando te conocí pusiste mi mundo rosita alterado. Mi vida era tranquila y monótoma, hasta que me sonreíste y te quedaste en mi corazón.

―Te tomaste tu tiempo y yo no voy a tu mismo ritmo ―intentó ignorarla pero ansiaba callarla con un beso.

Al no obtener una buena respuesta por su parte y en la acera en donde se encontraban ambos frente a frente y casi discutiendo, Nieves hizo el acto más bochornoso pero sincero que jamás pudo haber hecho. Se puso de costado, apoyó sus manos alrededor de su boca y gritó fuerte y claro que estaba enamorada del mecánico del barrio.

―¡Estoy enamorada del guarro y engrasado! ¡De ese estoy enamorada, del hombre que se la pasa diciendo indirectas para hacerme sonrojar, el de pocos modales y bruto! ―Exclamó sin vergüenza.

―¿Quieres que todos te escuchen?

―Me importa un culo si me escuchan ―respondió gritando también.

Eros no pudo evitar reírse. Pero así como rio también se puso serio.

―Ya deja eso y vuelve a tu casa. Una Fifi y un Guarro jamás pueden mezclarse, siempre habrá roces.

―La noche que me hiciste el amor no decías lo mismo ―recalcó y él se quedó de piedra.

―Regresa a tu casa.

Fifi quedó devastada porque supo que ni con eso, pudo convencerlo. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que parpadear un par de veces para despejar la vista. Se acercó a él y se puso en puntas de pie para tomarlo de las mejillas y besarlo. Aunque él correspondió el beso, la tomó de las muñecas y la separó de él.

―Vete. Será lo mejor.

Las lágrimas volvieron a instalarse en los ojos de Nieves y Eros la miró con atención. Agachó la cabeza y la apoyó contra su pecho.

―Soy una estúpida por no haberme dado cuenta antes... ―casi se ahoga con el llanto pero él escuchó cada palabra que había expresado.

Cuando regresó a su casa sin obtener nada, pasó delante de sus padres y subió las escaleras.

Solo quería desahogarse y quedarse refugiada en su dormitorio.

Una hora y media después, golpearon la puerta y ella le dijo que pasara. Era Morena, su madre.

―¿Me puedes explicar lo que pasó en el comedor? ―interrogó sentándose frente a ella.

―Me enamoré... de Eros ―respondió sin levantar la vista.

A la mujer se le iluminó la cara con una sonrisa, pero pronto la disimuló.

―Lo sé, esa lista es la indicada.

―Soy una estúpida, ¿no? Después de todas las pretensiones que tenía de querer al hombre soñado, termino enamorada del Guarro del barrio.

―¿Y qué pasó en la casa del mecánico?

―Ni llegué a su casa, tuvimos un altercado en medio de la acera. Me rechazó, me dijo que la Fifi y el Guarro no pueden mezclarse ―expresó con la voz quebrada―, me siento una tonta porque pensé que él me aceptaría en su vida.

―Lo siento, cariño ―acarició su pelo y la reconfortó con un beso en la frente―, si te hace sentir un poco mejor, tu padre no llegó a un arreglo con el hombre de esta noche, no coincidieron en muchas cosas, y terminó por declinar la oferta.

―Es un alivio.

―Trata de dormir un poco. Buenas noches.

―Hasta mañana.


•••


Dos días después, Nieves salió de la casa para caminar hacia el centro del barrio privado, y se encontró a una distancia prudencial con Eros junto a su hermana que iban caminando también por la acera yendo hacia su casa. La joven aún cuando quedó sorprendida de verlo, se armó de valor y pasó por el lado de ellos, dándoles los buenos días. Los dos le devolvieron el saludo.

Un coche frenó cerca de ella y el hombre se bajó del lado del conductor dirigiéndose a Nieves. La increpó a los gritos en la calle.

―¡Por tu puta culpa no hice el negocio con tu padre! ―exclamó enfrentándola.

―¡A mí no me gritas, idiota! ―levantó más la voz―. Me importa un bledo que mi padre haya rechazado tu negocio, será porque solo hablas sin pensar. Y déjame de molestar.

Eros y la chica, se mantenían al margen pero cerca de aquella discusión.

―Esa lengua que tienes deberían habértela cortado ―dijo furioso.

―Usas el traje solo por apariencia porque de lo que te sale de la boca solo es mierda.

Nieves se dio la vuelta para seguir su camino pero Alejandro le apretó el brazo para detenerla.

―Será mejor que entres al coche antes de que sigas montándome una escena ―escupió irritado y con los dientes apretados.

―No subiré y no me vas a obligar ―emitió intentando soltarse del agarre.

―Lo harás ―aprisionó más su brazo.

―Me estás lastimando.

―Te lo mereces, eres una remilgada y altiva que solo se cree que es más y mejor que un hombre ―dijo con asco en su voz.

Eros entró en escena sin poder evitarlo.

―Será mejor que dejes de molestarla, es un barrio tranquilo y no querrás que esto se ponga pesado.

―¿Y tú quien carajo eres para decirme que debo dejar de molestarla? ―cuestionó a los gritos enfrentándolo.

―Me conocen como el Guarro del barrio y no querrás meterte conmigo ―declaró con ironía.

―Sigue tu camino, idiota ―escupió tajante.

―La realidad es que no tengo ganas de seguir mi camino, así que tú vas a tener que irte de aquí, porque esto puede traer sangre. Y no vas a querer que te rompa la cara ―respondió desafiándolo y acercándose al hombre.

Alejandro ante las palabras serias y con una carga de convicción, soltó el brazo de Nieves y caminó hacia su coche para entrar e irse de allí.

―¿Te encuentras bien, Fifi?

―Sí, gracias.

Ante la falta de palabras, giró en sus talones y continuó su camino.

La chica que estaba al lado de Eros lo miró con atención.

―¿Es Nieves?

―Así es, la Fifi de la que te hablé.

―¿Por qué la rechazaste sabiendo bien que te gustaba también?

―Porque no puedo pretender una chica así.

―Si ella fue la que dio el paso, tú tendrías que haberla aceptado también, por lo menos se dio cuenta la clase de hombre que eres.

―Está el hecho de que no quiero que después se arrepienta.

―A mí me parece que tienes miedo de experimentar lo que podría pasar entre ustedes, tú siendo el arrebatado, ni siquiera tendrías que estar pensando en estas cosas ―expresó con honestidad su hermana.

―Supongo que tienes razón ―se lo pensó mejor―, desde hace un tiempo lo estuve pensando, y a veces me pregunto si en algún momento me reprochará algo, en el hipotético caso que seamos una pareja. Si en alguna ocasión me lo echa en cara, sería como haberse ido todo por la borda.

―Si no lo intentas jamás lo vas a saber.

―Ya nos hemos acostado.

―¿Y entonces?

―Fue hermoso pero cometí el error de que al día siguiente la eché de la casa.

―Eres un bruto. Qué poco tacto tuviste, ¿por qué la echaste?

―Para darle un escarmiento pero me salió terriblemente mal.

―Yo a veces a ustedes los hombres no los entiendo, tienen a quien quieren y la embarran hasta el fondo.

―Ustedes no se quedan atrás tampoco eh, la vecina es un ejemplo, pretendía al hombre soñado y terminó por enamorarse del hombre casi perfecto.

―¿Tú?

―Sí.

―¿Y no te parece hermoso que te haya considerado el hombre casi perfecto para ella?

―Supongo que sí.

Los hermanos entraron a la casa para continuar conversando.

Morena aprovechó para poder hablar y arreglar de alguna manera las cosas entre Eros y su hija. Sabía que debía hacerse a un lado pero sentía que debía intervenir en la futura relación y limar las asperezas de esos dos cabezaduras.


•••


Un par de golpecitos sonaron en la puerta de entrada y el hombre preguntó quién era. Se extrañó de verla allí.

―Hola, ¿tendrías unos minutos para hablar conmigo? Creerás que soy una entrometida pero no veo bien a Nieves.

La otra mujer salió de la cocina y Morena se sorprendió.

―Perdón, no sabía que estabas con alguien ―admitió incómoda.

―No se preocupe señora, soy su hermana. Yo me iré arriba así hablan tranquilos ―replicó con una gran sonrisa y se dirigió a las escaleras.

―Pasa.

La mujer entró y él cerró la puerta de entrada.

―Sé toda la situación en la que los dos están, sé que mi hija te confesó que te quería y que tú la rechazaste porque le dijiste que tú y ella jamás podrían tener algo juntos. Puede que te lo crea, pero no. Lo que le has dicho para mí no tiene sentido, solo fue una excusa. Hay muchas parejas diferentes, tanto en posiciones sociales como en cualquier otro ámbito. Hay muchos hombres con traje que terminan no siendo lo que aparentan ser frente a los demás.

―Ese cuento me lo dijeron muchas veces y ninguno salió como lo esperaba.

―Si eres más sincero con Nieves, podría decirte lo que ella misma piensa, pero si te empecinas en cerrarte, nada dará resultado... ¿La crié remilgada? Sí. ¿La crié altiva y ácida? También, pero no para que pise las cabezas de los demás, la crié así para que ningún hombre que no la valore la destruya y no para alguien como tú.

―Siempre quiso un hombre de traje y que tenga una billetera holgada. No tengo ninguna de las dos cosas.

―No creas que Alejandro...

―¿Alejandro? ¿El sujeto que me crucé hace unos minutos atrás? ―cuestionó intrigado.

―¿Ha venido aquí de nuevo? ―inquirió abriendo más los ojos y levantando las cejas sorprendiéndose.

―Si es el mismo del que hablamos sí, estuvo aquí hasta hace unos momentos atrás e increpó a Nieves.

―Ese hombre no es bueno para ella... y lo bueno es que lo rechazó porque si lo aceptaba su vida iba a ser un calvario, en todo el sentido de la palabra.

―A Fifi le gustaban esa clase de hombres.

―¿Fifi? ―preguntó curiosa.

―Nos apodamos Fifi y Guarro.

―Ya veo... Como te decía, no estoy tan de acuerdo contigo, yo sé que Nieves al principio soñaba con alguien así, al hombre trajeado y conozco a mi hija, cuando te conoció algo cambió en ella.

―¿Sabía que tenía hecha una lista del hombre soñado?

―Sí.

―Se la daré ahora, para que se la entregue y con esto finalizamos la conversación.

―Eros... si lo que hablamos te hizo pensar un poco, te espero esta noche en mi casa para cenar y de paso conocer a mi marido, y conversar con mi hija. Tu hermana por supuesto está invitada también. Te dejo tranquilo, gracias por escucharme. Que tengas buena tarde.

Durante el resto del día, Morena pasó gran parte de la tarde cocinando para dos personas que era posible jamás se presentarían allí. Un poco la ayudó su hija y su madre le dijo que vendrían a cenar una pareja de amigos de ellos que hacía mucho tiempo no se veían. Creyendo aquello, la joven subió las escaleras para ducharse con tranquilidad y luego vestirse.

Mientras tanto, dentro de la cocina, Amador y Morena hablaban, más él preguntaba.

―¿Me puedes explicar qué es todo esto? Vivo en esta casa y la verdad ya no entiendo más nada... siento que todo pasa frente a mis narices y no me doy cuenta de nada.

―¿Recuerdas la noche que te dije que Nieves había salido con alguien que había conocido en una red social?

―Sí, claro que me acuerdo y después me dijiste que era el vecino.

―Exacto, he invitado a cenar a él y a su hermana. Lo de Alejandro fue pésimo.

―No hice el negocio con él principalmente porque no me gustó la actitud que mostró en la mesa mientras cenábamos. ―La observó con atención―. Morena, no me importa si es un mecánico el que quiere nuestra hija. Lo único que quiero es que la trate bien, nada más y que sea trabajador. Mira... si es el Eros Trento que escuché, no es un simple mecánico de coches y motocicletas comunes y corrientes.

―Ya lo habías dicho una vez pero ni Nieves y menos yo sabemos de quien hablas.

―Un mecánico normal no vive aquí, ahora si fue acumulando triunfos y fue requerido por muchos, sí, puede vivir aquí. No te digo que es millonario pero tampoco es un tirado.

―No sé nada de eso, estoy como Nieves, ni ella sabe de sus cosas. Y si él acepta venir hoy junto con su hermana, puede que le cuente de su vida a la niña.

―Espero que vengan. Así podré conocerlo en persona yo también.

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