El regalo de navidad
¿Qué hago? Esa era la pregunta que invadía mis pensamientos. Estabas a mi lado, mirándome a los ojos con determinación y tu mano seguía apoyada en mi mejilla. De los nervios se me resbaló la lata de coca-cola de las manos y terminé ensuciándote todo el coche.
De todas las veces que me sentí nerviosa a tu lado, ese se había llevado el premio al momento más vergonzoso de mi existencia.
Comenzaste a reír y yo me paralicé al escucharte, te inclinaste para recoger mi desorden y me dijiste cuando estuvimos otra vez frente a frente.
—No tienes que corresponderme, yo solo contesté a tu pregunta. —La forma en la que me miraste, me derritió el alma (¡Siempre me pasa eso contigo!) No sé de dónde saqué el valor para acércame a ti y besarte, pero te aseguro que estaba más sorprendida que tú cuando nuestros labios se juntaron. Te inclinaste más hacia mí y tu mano volvió a tocar mi rostro, fue de los besos más dulces que nos dimos. Dejaste que saboreara tus labios e hiciste lo mismo con los míos. Poco a poco la pasión invadía nuestro cuerpo, la ternura con la que me besabas excitaba cada parte de mi piel. Siempre había pensado que los besos alocados eran más calientes, pero contigo nada tenía sentido. Ya estaba comenzando a perder el aliento cuando nos separamos. No tuve el valor de mirarte a los ojos, me moría de vergüenza, pero tú me obligaste a que encontrara tu mirada. Estabas sonrojado y no dejabas de acariciarme, me confesaste sin apartar la vista de mí.
—Desde que te vi por primera vez tenía ganas de hacer eso. —La pregunta de ¿por qué te gustaba? seguía en algún lugar de mi cabeza, pero ya no parecía importante, sobre todo cuando volviste a tocar mis labios y me susurraste al oído.
—Tienes la capacidad de hacer que todos mis sentidos cobren vida.
Eres un romántico de pies a cabeza y siempre lo supiste, pero me lo negabas cada vez que te lo insinuaba. No sabía qué decirte, me aterraba hasta donde pudiéramos llegar. No recuerdo habértelo confesado nunca, pero en ese momento, en algún lugar dentro de mí, me moría de ganas por comenzar hacer recuerdos contigo. Que yo no hablara nunca fue raro para ti, tú siempre supiste leer lo que decían mis ojos.
—No te romperé el corazón, te lo prometo.
Tus palabras bastaron para que en mi pecho algo enloqueciera y me diera cuenta que ya no solo eras el primero que había comprado mi libro, sino que también eras el primero en robarme el corazón.
Besarte se había convertido en lo que más me gustaba hacer en el mundo (aún me gusta) Recuerdo que me dejaste en casa una hora después ¿dormir? Ese día fue imposible que durmiera, tú me querías en tu vida y eso era mucho para mi pobre alma.
En la mañana estaba tan feliz, que ni el hecho de que olvidara ponerme gorro me molestó. Tarareaba en voz alta la canción One de Ed Sheeran, pasé por la taquilla y no me pude resistir a comprar un billete de lotería. Siempre te hizo gracia que gastara el poco dinero que tenía en la lotería, pero aunque no lo creas yo nunca lo hacía por el premio. Mi padre siempre decía que no lo comprábamos para probar nuestra suerte, sino para tener esperanza, de que nuestra vida podía cambiar en un instante. Por eso siempre que creo que las cosas pueden cambiar para mí, compro un billete de lotería... (compro esperanza)
El día de trabajo fue agotador, pero lo único que me motivaba a seguir era que te vería en unas pocas horas y cuando por fin te vi entrar al café, tuve que contenerme para no lanzarme a tus brazos.
Recuerdo perfectamente que llevabas un sobretodo negro super elegante y bajo este, el típico traje de oficina que te quedaba de maravilla. Tenías copos de nieve por todo el cabello y me pareció la imagen más linda que había visto de ti. Me sonreíste nada más verme y los nervios aparecieron de la nada, me besaste delante de todos y yo no pude evitar sonrojarme. Por instinto pasé la mano por tu cabello e hice que cayera la nieve que adornaba tu pelo.
—¡Feliz Navidad! —me besaste otra vez y de tu espalda sacaste una pequeña cajita envuelta en papel de regalo.
—Navidad no es hasta mañana. —te respondí algo despistada.
—Sí, pero tú la pasarás con tus padres y yo con los míos, así que quería darte el regalo antes. —seguías extendiendo tu mano hacia mí para que alcanzara la pequeña caja, pero yo no podía. No te había comprado nada, no quería aceptar tu regalo si no podía darte uno yo también.
—¿No lo vas a tomar? —Me preguntaste con voz ronca, creo que herí tus sentimientos cuando negué con la cabeza.
—Riley, por favor es para ti. —Definitivamente te dolió que no quisiera aceptar tu regalo, porque tu mano comenzó a temblar de los nervios y pusiste la cajita sobre la mesa.
No recuerdo por cuánto tiempo estuvimos mirándonos, pero fue el primer silencio incómodo que experimentamos entre nosotros.
—¿Tus padres viven en Oslo? —Pregunté para poder relajarnos un poco, pero tú solo asentiste con la cabeza.
—¿Quieres tomar algo? —Te negaste y miraste hacia la librería.
—Las luces del centro están preciosas ¿quieres ir a verlas más tarde? —Está vez demoraste en responder, pero asentiste y me preguntaste seguro.
—¿Por qué no quieres mi regalo? —Tenías esa mirada confusa de cuando algo te molesta y también te duele, no supe muy bien definir cómo te sentías.
—No tengo regalo para ti. —te respondí en voz baja y no tardaste ni un segundo en decirme.
—Yo no quiero que me des ningún regalo, yo solo quiero que aceptes este. —agarraste la cajita y esta vez me la diste en la mano.
Abrí el regalo con mucho cuidado, no quería ni romper el envoltorio. Me sorprendí cuando vi la delgada cadenita de plata acompañada de un colgante en forma de libro (Eres todo un detallista) Ni siquiera era muy cara, pero me parecía la cosa más linda del mundo. Cuando te volví a ver estabas mordiéndote el labio inferior de los nervios, te agradecí con un beso y te pedí que me ayudaras a ponérmela. Pensé en qué te podía dar yo para no sentirme tan mal por no haberte comprado nada. Rebusqué en mis bolsillos y encontré el billete de lotería.
—No tenía nada que regalarte, pero creo que te va a gustar. Toma, mi esperanza.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top