Prólogo

En las tierras lejanas, en un gran bosque, lleno de árboles, animales, pequeños lagos y arroyos, vivía un poderoso y solitario mago.

Él caminaba todos los días por el bosque, recolectando frutos de los árboles y arbustos, además de algunos ingredientes para sus pociones mágicas. Siempre ayudaba a los animales y revivía a cada planta que por una u otra razón se marchitaba.

En una de sus caminatas, se topó con una pequeña hada que estaba atrapada entre las espinas de un rosal. El mago se acercó a la pequeña criatura y la ayudó sin pensarlo, era lo que habitualmente hacia cuando encontraba algún ser vivo herido en aquél bosque. Con suma delicadeza, separó las espinas del rosal del diminuto cuerpo del hada.

Cuando ella fue liberada, quiso emprender vuelo para huir, pero no pudo hacerlo. Sus alas estaban heridas. El mago la tomó entre sus manos, la pequeña criatura temblaba.

Decidió llevarlo a su hogar, una pequeña cabaña hecha de madera y recubierto con musgo en lo más profundo del bosque. Cuando llegó, dejó a la pequeña hada encima de una mesa hecha de madera de caoba y fue en busca de una de sus pociones sanadoras.

Por otro lado, el hada miraba a su alrededor, no parecía un lugar de tortura como le habían dicho. Según los habitantes de su pequeña ciudad, los humanos eran personas malvadas que si llegaban a atraparlo lo encerrarían en un frasco de cristal y lo torturarían. Pero donde se encontraba no parecía tener objetos de torturas para hadas, de hecho era muy acogedor.

Cuando el mago volvió, se acercó a él y le dio de beber un liquido verdoso. El hada lo bebió desconfiado, si moría no importaba, había tenido una bonita vida.

Unos minutos más tarde, el dolor desapareció de su cuerpo, las heridas desaparecieron y sus alas volvieron a unirse. La criatura con una sonrisa en su rostro, le agradeció al mago que la había salvado.

—¡Muchas gracias, señor! Me siento mucho mejor —dijo él con emoción.

Emprendió vuelvo y se posicionó en el suelo. De un momento a otro, una luz lo rodeó y cuando esta desapareció, el hada había aumentado de tamaño. Frente al mago apareció un joven no muy alto, de tés blanca, cabello negro y ojos oscuros pero brillantes. Todo una belleza ante sus ojos. La criatura se acercó al mago y lo abrazó en un gesto de agradecimiento.

No muy seguro, correspondió al abrazo, no estaba acostumbrado a tales muestras de cariño.

—No hay de qué, me alegra que estés bien —dijo el mago.

El más bajo se alejó y lo miró con el rostro serio por unos segundos para luego sonreírle.

—¿Cómo se llama?

—Taehyung.

—¡Mucho gusto, Taehyung! Mi nombre es Jungkook.-Se presentó con emoción y una radiante sonrisa en su rostro.

Desde ese día, el hada iba todos los días a visitar al mago y él ya no se sentía tan solo como antes.

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