Capítulo 3: Nuevo mundo, nuevo cuerpo

Aquella mañana en la ciudad de Warfang llegó con un resplandor dorado, anunciando el comienzo de un nuevo día de trabajo y esperanza. Los primeros rayos del sol se filtraron a través de las grietas de las nubes, pintando el cielo con tonos cálidos y brillantes.

En las calles de Warfang, la vida retomaba su curso. Los habitantes, con una determinación inquebrantable, habían despertado temprano para sumergirse en las labores de reconstrucción. El eco de herramientas golpeando madera y piedra llenaba el aire, un ritmo constante de esfuerzo y renovación.

Las estructuras que habían sido dañadas en la lucha contra el ejército del Maestro Oscuro estaban siendo restauradas con meticulosa dedicación. Los dragones y topos trabajaban hombro a hombro, reparando edificios, levantando paredes y devolviendo la vida a su hogar maltrecho. La ciudad, que había sido testigo de tanto sufrimiento y valentía, se estaba recuperando paso a paso.

Entre todo el jaleo, una lucecilla iba entre la multitud, esquivando a los grandes dragones y volando por encima de los topos. Cazador, el guepardo guerrero y rastreador del valle de Avalar, notó aquello.

"¡Ey Sparx! ¿A dónde te diriges con tanta prisa?" le preguntó.

"¿Cazador?" preguntó la lucecilla, deteniéndose para revelar a la libélula que siempre acompañaba a Spyro, como dos hermanos unidos, "¿Has visto a Spyro o Cynder? ¡No los encuentro desde ayer!"

"Los guardianes me han informado que han salido a un paseo desde ayer. No te preocupes, si algo malo pasa, ten por seguro que puedo encontrarlos"

"Se fueron de paseo... ¡¿sin mí?!" se quejó Sparx, "¡No es justo! ¡Y pensé que Spyro era mi hermano! No sé por qué creo que esto es obra de Cynder..."

"No lo tomes como un secuestro, más bien es como un tiempo de calidad entre ambos" le corrigió Cazador, "Se lo merecen después de todo por lo que han pasado"

"Pero, ¡pudieron dejar una nota o algo!" volvió a indignarse la libélula, "Bueno, yo mismo se lo diré, ¿me ayudas a buscarles?

"Lo siento, pero tengo que terminar de ayudar en la reconstrucción el día de hoy para mañana regresar a Avalar"

"¡Todo el mundo está ocupado para el pequeño Sparx! Esta bien, les encontraré yo mismo"

"No salgas de la ciudad, ¡es muy peligroso para ti!"

Pero, a pesar de las advertencias de Cazador, Sparx salió de la ciudad entre todos los guardias en la entrada de la ciudad (al ser tan pequeño) y se dirigió por el camino que consideraba correcto. Más tarde, se arrepintió de no haber preguntado al menos por dónde habían ido Spyro y Cynder, pues al cabo de un rato se vio perdido.

"¡Rayos! Me habré confundido o doblado por donde no era" pensó al cabo de un rato de haber andado en círculos por el bosque, muy cerca del pantano.

Cada segundo a través del intrincado paisaje del pantano estaba envuelto en cautela. Cada vez que un sonido rasgaba el aire, sus alas se tensaban, buscando refugio entre la vegetación. Para él, cada crujido, cada susurro del viento, eran señales de peligro potencial, la amenaza de un depredador hambriento. A pesar de que se había demostrado valiente en varias ocasiones, aún tenía miedo a los depredadores naturales de su especie: las hierbiranas.

Con el corazón latiendo con rapidez, Sparx buscó cobertura detrás de un hongo gigante. Escuchó un gruñido cercano, un ruido gutural que resonó entre los árboles y las aguas oscuras. Instintivamente, Sparx se encojió. A medida que el gruñido se desvanecía, se aventuró a espiar con cautela desde su escondite.

Pero no había depredador a la vista. Solo el murmullo constante del pantano llenaba el aire. Sparx suspiró aliviado, al menos por el momento. El impulso de avanzar era fuerte, a pesar de los sonidos inquietantes. Sparx sabía que debía encontrar a Spyro y Cynder, pero cada paso era una danza delicada entre avanzar y esconderse. Se aferraba a la esperanza de que sus amigos estuvieran cerca y seguros en medio de este paisaje desafiante.

"Creo que debería regresar..." pensó Sparx, "Seguro que Spyro ya estará de regreso... ¿eh?"

De repente, otro ruido hizo que Sparx saltara. Esta vez, el sonido se acercaba, un crujido de hojas que parecía arrastrarse a través del suelo del pantano. Sparx se sumió más en su escondite, las alas temblándole levemente. El ruido se hizo más fuerte, más cercano.

Entonces, entre los arbustos y las sombras, Sparx vio una figura. Era un dragón, uno que yacía inmóvil en el suelo. Sparx salió cautelosamente de su escondite, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.

El dragón estaba desmayado, su cuerpo solo dormía. A simple vista, Sparx notó las características distintivas de su elemento: manchas de color rojo oscuro salpicaban su piel, y cuernos de color naranja claro se alzaban con gracia desde su cabeza. Espinas del mismo tono rojo oscuro descendían por su espalda, recordando las llamas en sus formas. Las alas, de un vibrante color rojo oscuro, ostentaban membranas de un naranja claro cálido. Pero lo que más llamó la atención fueron las marcas que adornaban su piel escamosa: patrones que se asemejaban a flamas danzantes, un símbolo inconfundible de su dominio sobre el elemento del fuego, algo parecido a lo que recordaba haber visto son en otro dragón: Ignitus.

Sparx se acercó con cautela, examinando al dragón. La curiosidad se mezclaba con la preocupación por su estado. No podía dejar de notar que era de una edad similar a la de Spyro. ¿Qué le habría sucedido? ¿Cómo había llegado hasta aquí?

Con sumo cuidado, Sparx tocó uno de los cuernos de color naranja claro del dragón de fuego, buscando despertarlo. Tenía el presentimiento que no parecía a un dragón malvado (pues aún recordaba cómo se veía Cynder cuando era malvada). Al no reaccionar, empezó a gritarle para despertarle.

(Pov de ???)

El mundo parecía una neblina borrosa, la realidad intermitente y distante. Sentía como si flotara en una especie de limbo entre sueño y vigilia. Mi mente luchaba por aferrarse a algo concreto, pero todo parecía deslizarse entre mis dedos. Intenté moverme, pero mi cuerpo parecía pesado, adormecido, como si no quisiera responder a mi voluntad.

"¿Amigo?", escuché una voz distante, un susurro que se abría camino a través de la bruma de mis pensamientos. La palabra resonó en mis oídos, extrañamente reconfortante. ¿Quién podría ser mi amigo en este extraño lugar?

La voz seguía llamándome, acercándose, acariciando mi mente con su suavidad. Mi corazón latía más rápido mientras la palabra "amigo" resonaba una y otra vez. Traté de responder, de decir algo, pero las palabras parecían haberse evaporado en el aire.

Poco a poco, la oscuridad que nublaba mis sentidos comenzó a disiparse. La niebla mental se desvanecía como un velo levantado por el viento. Mi consciencia regresaba a mí, aunque aún me sentía entumecido y desconectado de mi propio cuerpo.

Entonces, un sonido más claro rompió el silencio: un zumbido agudo, como el aleteo de alas. Abrí los ojos, y la imagen que se desplegó ante mí me dejó atónito.

Frente a mí, flotando en el aire, había una libélula. Pero esta no era una libélula ordinaria. Su tamaño era más grande de lo normal, y su brillo era inusualmente intenso. Sin embargo, lo que realmente me dejó sin palabras fue el hecho de que la libélula parecía estar hablándome. Las palabras resonaban en mi mente, claras y distintas.

"Amigo, ¿puedes oírme?" preguntó la libélula con un tono amigable.

Mis pensamientos se agitaron como hojas en un vendaval. Intenté asimilar lo que estaba sucediendo, pero me sentía como si estuviera sumergiéndome en un sueño extraño y confuso.

Finalmente, con una mezcla de sorpresa y desconcierto, logré articular una respuesta. "Sí, puedo oírte", dije con cautela, mis palabras emergiendo como un murmullo débil, "¿Quién eres?"

La libélula zumbó en el aire, y su brillo pareció intensificarse por un momento. "¡Eso es genial! Pensé que te habías desmayado por completo"

Mis ojos parpadearon ante la revelación de su nombre. Sparx, una libélula parlante. Esto era demasiado surrealista para comprenderlo plenamente.

"Woaaaaah" me expresé sin poder contener mi asombro.

"Genial, ¡por fin soy reconocido! Bueno era de esperarse, al fin y al cabo, soy muy guapo para que no se fijen en mí. Bueno dejando eso claro, ¿quién eres? ¿cómo te llamas?"

Traté un poco de moverme antes de responder, pero mis extremidades seguían sintiéndose extrañas, como si no pertenecieran a mí. Intenté moverme nuevamente, pero la coordinación me eludía, como si estuviera aprendiendo a usar mi cuerpo por primera vez.

Sparx revoloteó más cerca, su presencia reconfortante en medio de este mundo desconocido. Mis ojos se encontraron con los suyos, y por un instante, pareció como si la libélula y yo compartiéramos un entendimiento silencioso.

"¿Te sientes bien?" me preguntó.

"Me llamo Jhonny" respondí. Sinceramente, ese no era mi nombre, sino el apodo con el que mejor me conocían.

"Un placer que puedas conocer al gran Sparx, Jhonny. Aunque por cierto ese es un nombre raro para un dragón".

"Bueno, así me... espera, ¿cómo me llamaste?"

"¿Qué? ¿Algún problema por decirle dragón a un dragón? Eh, ¿qué te haces en la cara?"

El sonido de la palabra "dragón" reverberó en mi mente, y algo hizo clic en mi conciencia. Dragón. Miré a mi alrededor, tomando en cuenta la magnitud del espacio y las islas flotantes. Miré mis escamas, las marcas que parecían llamas en mi piel. Y entonces, la verdad se abrió paso en mi mente como un rayo de luz. 

El asombro se apoderó de mí mientras observaba mi propio cuerpo con ojos recién abiertos. Cada detalle parecía resaltar en una claridad asombrosa que no había experimentado antes. Mi piel estaba cubierta de escamas, iridiscentes y brillantes bajo la tenue luz del lugar. Me sentí tentado a tocarlas, a sentir su textura bajo mis dedos, pero mi nuevo cuerpo se sentía tan desconocido que dudé en moverme.

Las espinas que descendían por mi espalda se asemejaban a llamas congeladas en el tiempo, una exhibición de poder y energía. Las alas, extendidas con un aire majestuoso, eran una obra de arte en sí mismas. Las membranas que las conectaban brillaban con tonos naranja claro, como si estuvieran impregnadas de la misma intensidad del fuego que simbolizaban.

Mis garras se agarraban ligeramente al suelo, y mientras las miraba, me di cuenta de su firmeza y agudeza. Cada parte de mí parecía diseñada con un propósito específico, una función que iba más allá de lo que mi antiguo yo habría imaginado.

Mis ojos, cuando finalmente encontré su reflejo en una superficie cercana, brillaban con una intensidad cautivadora. Eran los ojos de un dragón, con una mezcla de curiosidad y destreza. El fuego que ardía dentro de ellos reflejaba la transformación que había tenido lugar, la metamorfosis que me había llevado de ser un humano a convertirme en esta criatura mística.

A medida que me movía con cautela, experimentando con cada nueva sensación y movimiento, me di cuenta de que no solo estaba asombrado por mi nuevo aspecto, sino también por la conexión que sentía con él. Cada músculo, cada escama, parecía parte de un todo perfectamente equilibrado. Era como si hubiera despertado en un cuerpo que resonaba con una vitalidad y energía completamente nuevas.

La realidad de lo que era ahora comenzó a hundirse profundamente en mi mente. No era solo una transformación física; era una transformación de mi identidad misma. Y mientras el asombro daba paso a la aceptación, una chispa de emoción comenzó a arder en mi interior. 

No podía creerlo. Al principio pensé que estaba soñando, pero luego me pellizqué y me di cuenta de que no era así; realmente me había convertido en un dragón. Aunque era inquietante, debía mantener la calma. Algo que impresionaba de verdad era de que, al mismo tiempo, me sentía rejuvenecido, como si tuviera el cuerpo de un dragón entre la juventud y adolescencia. Aparte de eso, no estaba en mi casa, y seguro tampoco en mi mundo, ¿qué era este lugar?

"Oye... Sparx, ¿verdad?, ¿me puedes decir dónde estoy?" pregunté tocándome la cabeza.

"¿Qué te pasa, te perdiste por golpearte muy fuerte en la cabezota? ¿O acaso te caíste de tu cama?" preguntó con un toque humorístico, su tono lleno de ligereza.

"Digamos que un poco de ambas", decidí seguir la corriente, permitiendo que su humor relajara la tensión que había estado sintiendo.

"Jajaja, me caes tan bien como Spyro cuando tenía sentido del humor. Bueno, estamos en el pantano y, a juzgar por los sonidos que se escuchan a lo lejos, no estamos muy lejos de una plaga de 'Hierbiranas'", explicó Sparx. "¿Qué tal si salimos de aquí? ¿Te puedo llevar a Warfang si te dirigías allí?"

Un recuerdo me golpeó en la cabeza. ¡Ahora sabía por qué el nombre de Sparx me sonaba tan familiar! ¿No era acaso el hermano de Spyro cuando fue criado por libélulas? Espera un momento, ¿Spyro? ¿Del juego que la noche anterior había jugado antes de acostarme? La conexión entre la realidad y la ficción se desentrañaba lentamente, y me quedé sin palabras ante la revelación que comenzaba a tomar forma.

"¿Hooooolaaaaaaaa? ¿Hay alguien en esa cabezota con cuernos?" preguntó Sparx, entonces volví de mis pensamientos y decidí centrarme en mi situación.

"Sí, lo siento, supongo que esta no es la primera vez que alguien termina en un lugar inesperado", respondí, tratando de ocultar mi sorpresa ante la extraña situación.

Sparx revoloteó cerca de mí, sus destellos iluminando el ambiente. "¡Exacto! ¡No te preocupes, Jhonny, estamos juntos en esto!"

"Gracias, Sparx", dije, asintiendo con gratitud hacia la libélula que ahora parecía ser mi compañera en esta misteriosa odisea. La ironía de haber entrado en un mundo que solía ser simplemente un juego comenzó a hundirse en mí, y aunque la lógica parecía eludirme, sabía que tenía que enfrentar esta nueva realidad con valentía y curiosidad.

¿Qué podía hacer? ¿quedarme sentado intentada descubrir qué me ha pasado, sabiendo que, si realmente estoy en ese mundo, habrá peligros? ¿o seguir a Sparx a la ciudad e intentar pensarlo mejor en un sitio más seguro? La respuesta se hizo bastante evidente.

"Entonces te sigo mi valiente y fuerte capitán" le dije en tono humorístico, aunque luego me arrepentí de haberlo hecho...

"Eso mismo le digo yo a Spyro, yo debería ser el capitán algún día, pero últimamente anda pensando en Cynder y ya algunas veces escucha mis comentarios..." y Sparx se puso a hablar mientras íbamos por el camino que él había tomado.

Aunque en un principio no era fácil, me acostumbré a seguir a cuatro patas, como todo un dragón. Había visto bastante veces a los perros y gatos moverse así, por lo tanto, había pillado el truco: Todo cuadrúpedo apoya la pata izquierda trasera y después la izquierda delantera. Luego apoyan la pata derecha trasera y luego la derecha delantera, y así sigue la secuencia, lo importante era, tener tres patas en el suelo para poder mantener la estabilidad, formando un triángulo.

(Mientras tanto, no muy lejos de allí...)

Spyro y Cynder ahora buscaban algunos frutos para llevar a Warfang, para los constructores que con tanto esfuerzo estaban trabajando en la reconstrucción de su hermosa ciudad. De igual manera, recolectaban unas cuantas gemas espirituales, ya que el contacto con estas recargaba las energías de los dragones, como si les otorgara espíritu y fuerza.

"Spyro, creo que con estos serán suficientes", dijo Cynder mientras ponía una buena provisión de bayas y cristales en su cesta.

"Yo también tengo suficientes, al menos para uno o dos días", respondió Spyro mientras colocaba los suyos. "Bueno, ya está. Regresemos."

"Si vamos cerca del pantano, seguro que llegaremos muy rápido", propuso Cynder.

"Gran idea, lo único peligroso por allí son las hierbiranas, y dos dragones son demasiado para ellas", coincidió Spyro.

Así que tomaron vuelo por el camino hacia el bosque del pantano. El viento susurraba a su alrededor mientras se preparaban para alzar el vuelo. Sus alas se extendieron, desplegando sus membranas de forma majestuosa en respuesta a su deseo de movimiento. El fresco aire de la mañana acariciaba sus escamas mientras se erguían en posición, listos para despegar.

Con un poderoso batir de alas, Spyro se elevó del suelo, sintiendo el tirón de la gravedad liberarse a medida que el mundo tomaba una nueva perspectiva desde lo alto. El sol brillaba sobre su lomo, derramando una luz dorada que hacía que sus escamas resplandecieran con intensidad. A su lado, Cynder seguía su ejemplo, uniéndose a él en el cielo con la gracia y la fuerza que siempre la habían caracterizado.

Juntos, volaron en formación, sus sombras danzando sobre el terreno mientras se dirigían hacia el bosque del pantano. La sensación de libertad llenaba sus corazones mientras cortaban el aire con movimientos precisos y coordinados. Cada aleteo era un recordatorio de su poder, de su capacidad para desafiar la adversidad y enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino.

A medida que avanzaban, el paisaje cambiaba a su alrededor. Los árboles del bosque del pantano se alzaban como guardianes antiguos, sus ramas retorcidas y llenas de vida, ofreciendo sombra y refugio a las criaturas que habitaban en el corazón del pantano. La brisa llevaba consigo el aroma de la vegetación y el agua, creando una atmósfera que era a la vez enigmática y acogedora.

Luego de unos minutos de vuelo, se encontraron sobrevolando el pantano y, de improviso, escucharon un grito muy familiar.

"Ese fue..." empezó a decir Cynder.

"¡Sparx!" exclamó Spyro y, girando abruptamente en el aire, se dirigió hacia donde provenía ese grito.

(Un poco antes...)

"Recuerdo que una vez estaba yo..." Sparx seguía hablando. "...eso me recuerda que en otra ocasión..."

Yo no estaba poniéndole mucha atención, sino que estaba acostumbrándome al cuerpo de dragón que ahora tenía. Se sentía muy raro tener cola, cuernos, alas, garras y escamas, sin olvidar los colmillos que ahora sentía en mi boca. Estaba siendo divertido aprender a moverlos.

"¡Ahhhhhhh!"

De improviso, Sparx fue atrapado por una larga lengua y luego tragado por una especie de... ¿planta? Era una criatura verde con lengua de rana y saltaba como una, pero tenía la boca de una planta y el cuerpo de otra. Tenía cuatro brazos con formas de garras. Eso inmediatamente me alertó.

"¡No otra vez! ¿Me puedes ayudar, amigo?" decía la voz de Sparx dentro de la criatura, al parecer todavía estaba vivo.

No sabía nada acerca de combatir como un dragón. Pero intenté recordar cómo Spyro solía pelear con estas cosas para salvar a su hermano. Además, en cuanto esa planta se tragó a Sparx, algo en mí surgió: algo como un instinto, algo propio de un animal.

Mis músculos se tensaron mientras dejaba que mi nuevo cuerpo guiara mis movimientos. Me lancé hacia adelante, mis garras extendidas, y con un rugido que resonó por el aire, atacé a la criatura de la planta. Las garras se hundieron en su carne, y sentí cómo la criatura se retorcía y soltaba un grito agudo. Con un poderoso movimiento, la lancé hacia un lado, liberando a Sparx de su agarre.

Sparx salió disparado, revoloteando a mi alrededor mientras se recuperaba de su experiencia traumática. "¡Vaya, amigo! Eso estuvo increíble. Parece que tienes el instinto de un verdadero dragón."

La criatura derrotada, se hundió en el suelo, no volviendo a salir otra vez. Yo estaba sorprendido de lo que había hecho. Mi mente todavía estaba procesando la situación, pero había sido como si una parte de mí se hubiera activado de repente, guiándome en la pelea.

"¿Estás bien, Sparx?" pregunté, tratando de desviar mi atención de mis propias reflexiones y enfocándome en mi pequeño compañero.

"¡Sí, estoy bien! Gracias a ti, amigo. ¡Parece que formamos un buen equipo!" exclamó Sparx, su voz llena de gratitud y emoción.

A pesar del desconcierto que sentía por la situación, una sonrisa se formó en mis labios. Parecía que, de alguna manera, estaba comenzando a abrazar mi nueva identidad como dragón y enfrentar los desafíos que este mundo presentaba.

""No fue nada. ¿Qué era esa cosa?" le pregunté a Sparx mientras lo observaba revoloteando a mi alrededor.

"Una hierbirana, una criatura grotesca que vive por aquí. Se alimenta de lo mejor que ve, o sea yo. Pero muchas gracias, peleaste muy bien", respondió Sparx, con una mezcla de alivio y agradecimiento en su voz.

"De nada. Aunque... tengo que confesar que nunca había luchado", le confesé, sintiéndome un poco avergonzado por mi inexperiencia.

"¿No habías luchado nunca? Pues parece que lo haces como si sí. Ey, eso me recuerda que no te había preguntado: ¿De dónde eres?" preguntó Sparx, con su característico entusiasmo.

"Pues..." comencé a responder, pero antes de que pudiera continuar, un batir de alas resonó en el aire. Levanté la vista junto con Sparx y vimos a dos dragones descendiendo hacia nosotros. Eran aproximadamente del mismo tamaño que lo que yo era ahora. Uno era negro y el otro púrpura, y ambos llevaban cestas en sus garras.

¡No podía creerlo! Realmente, son ellos...

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