Capítulo 18: Buscando la ayuda de un amigo
"Ven a verme, joven dragón..."
La voz de Ignitus resonaba en mi mente. ¿Estaba soñando otra vez? Traté de despertarme y, al abrir los ojos, me encontré en una habitación del templo.
"Vaya," dijo una voz familiar. "Por fin despiertas, rojito. Debemos dejar de vernos así."
Sparx estaba cerca, su brillo inconfundible. Noté que estaba echado en una cama de paja.
"¡Eh! ¡Ya se levantó!" gritó Sparx. Las puertas se abrieron y todos entraron apresurados: los guardianes, Flame, Ember, Spyro (todavía tambaleante), y mi equipo: Edel, Thorr y Ray. La primera en entrar fue Edel.
"¡Jhonny! ¡Menos mal que estás bien!" dijo aliviada, "¡Estaba tan preocu...!" Se detuvo, consciente de todas las miradas sobre ella.
"¿Preocupada?" completé su frase. Edel se sonrojó y los demás estallaron en carcajadas.
"Ah, amor joven," dijo Cyril con una sonrisa. "Me alegra que mi niña se haya enamorado."
"¡Papá!" exclamó Edel, aún más roja, y yo sentí el calor subiendo a mi rostro, aunque mis escamas probablemente lo disimularon.
"Chicos, ¿podríamos dejar el tema de la pareja para después?" intervino Ember. "Debemos rescatar a Cynder."
"¿Qué pasó?" pregunté, mientras me tocaba la cabeza, buscando algún chichón.
"Cuando estábamos peleando, te apresuraste a salvarnos a Cynder y a mí," explicó Spyro. "Lo lograste por un momento, pero Simian pasó a toda velocidad, golpeándonos a los dos, y se llevó a Cynder."
"Edel te sostuvo y yo ayudé a Spyro," añadió Thorr. "Pero eran demasiados. Por suerte, el equipo de Flame llegó a tiempo."
"Sí," intervino Flame. "Luchamos, pero se desvanecieron en una nube oscura, llevándose a Cynder. Me pregunto qué pretende Simian con ella."
"¿Quién es ese Simian?" preguntó Cynthia, quien acababa de entrar junto a Sybilla. "¿Por qué tuvo que llevarse a mi hija otra vez?"
"Lo siento," dije con la voz entrecortada, sintiéndome impotente. "No fui lo suficientemente fuerte."
Cynthia me miró con comprensión y, tras unos segundos, respondió: "Tranquilo, no estoy molesta contigo, jovencito, sino con ese Simian."
"En cualquier caso, debemos darnos prisa en encontrar a Cynder," dijo Sybilla. "¿Alguna idea de dónde podrían haberla llevado?"
"No estamos seguros," dijo Terrador. "Pero los guardianes estamos buscando rastros en el lugar de la batalla y sus alrededores."
"Las pruebas quedan pospuestas," añadió Volteer. "Continuaremos la búsqueda inmediatamente. Por ahora, jóvenes, descansen y recuperen fuerzas."
Nos dejaron dos canastas con gemas espirituales, algo de comida y botas con agua.
"Nos veremos luego. Cuídense," dijo Sybilla.
"Lo haremos, mamá," respondieron al unísono Flame y Spyro. Los guardianes, Sybilla y Cynthia salieron.
"Debe haber alguna manera de encontrar a Cynder," murmuró Spyro. "Ojalá hubiera aprendido a usar el estanque de las visiones."
"Esto me recuerda cuando ella se fue por su cuenta..." comentó Sparx.
"¿Cuándo fue eso?" pregunté, sintiéndome aún algo aturdido.
"Fue antes de la Noche Eterna," respondió Spyro. "Ella fue llevada a la Montaña de Malefor por los secuaces de Galu."
"¿Podría estar allí otra vez?" preguntó Ray.
"No lo sé," respondió Spyro. "Recuerdo que esas cuevas quedaron sepultadas después de nuestra última batalla, y más con los ataques del golem de las profundidades."
"¿Cómo supiste que estaba allí?" preguntó Edel, con evidente curiosidad.
"Primero tuve que ir a ver al Cronista," explicó Spyro. "Él me contó sobre los planes de Galu y dónde estaban él y Cynder."
"Sí, todo un viaje complicado," comentó Sparx con ironía.
Recordé las palabras que había escuchado estando inconsciente: "Ven a verme, joven dragón."
"Deberíamos ir a ver al Cronista," propuse, y todos me miraron con atención.
"¡Ay no, otra vez!" se quejó Sparx.
"Es una buena idea," dijo Spyro, ignorando el comentario.
"¿Entonces, realmente existe?" preguntó Thorr. "Pensé que era solo una leyenda."
"Muchos pensaban que el dragón púrpura también lo era..." dijo Flame. "Y Spyro está aquí. Además, tengo el presentimiento de que es real."
"Es lo mejor que podemos hacer por ahora," opinó Edel. "Pero, ¿dónde lo encontramos?"
"¿Ustedes también quieren venir?" les pregunté.
"Claro, somos un equipo," respondió Edel. "Lo haremos juntos."
Me sentí afortunado de tener amigos tan leales. Miré a Spyro y él asintió.
"Yo también quiero ir," dijo Ember. "No tendré poderes de guardián, pero no soy una debilucha."
"Entonces, yo también iré," dijo Flame, ahora más confiado. "Mi equipo ayudará a los guardianes en la búsqueda."
"Todos ustedes están deschavetados," comentó Sparx con sarcasmo. "Está bien, yo también voy."
"Gracias a todos," dijo Spyro. "Primero tomemos energía y luego partimos hacia la Isla Blanca."
Tuvimos una merienda para recuperar fuerzas, usando las gemas espirituales para reabastecer nuestra energía. Después, salimos del templo, guiados por Spyro, rumbo a la Isla Blanca.
El viaje estuvo lleno de vientos fuertes y un mar agitado por ellos, con olas que se alzaban amenazantes. Durante el trayecto, Edel se acercó a mí para hablar en privado.
"Jhonny, ¿estás bien?" me preguntó al ver mi rostro preocupado.
"Sí, Edel, solo que estoy un poco nervioso por hablar con el Cronista," admití, sabiendo que no debía seguir ocultándole la verdad. Tomé aire y añadí: "Verás, la verdad es que yo en realidad..."
"¿No eres un dragón?" completó ella, para mi sorpresa. Casi grité:
"¡¿Lo supiste todo este tiempo?!"
"Bueno..." dijo, con una ligera risa nerviosa. "Mi padre ha estado observándonos de lejos y habló conmigo. Me contó tu historia y, por un momento, me invadió la duda. Pero luego me dijo que eres alguien noble en tu interior, y ahora en el exterior también eres un dragón."
"Entonces, ¿me aceptas tal como soy?" le pregunté, algo avergonzado por haberle ocultado tanto.
"Sí," respondió con una sonrisa. "Mi padre dice que no debemos juzgar a nadie por su origen, sino por quién es en realidad. Y creo que eres alguien bueno, que quiere ayudar. Además... ¿recuerdas cómo derrotamos al centinela de piedra? Fue una idea grandiosa la tuya."
"No sé cómo lo hice," confesé, "nunca antes había sido tan valiente o inteligente. Siempre me sentí como un inútil cada vez que cometía errores."
"Tal vez solo necesitabas demostrarte a ti mismo de lo que eres capaz. A mí me gustas mucho tal y como eres, Jhonny."
"Gracias," dije, sintiendo un calor en el pecho. "Tú también me gustas mucho."
Nos sonreímos mutuamente, compartiendo un momento de complicidad.
"Par de tortolitos, estamos llegando," dijo Sparx, rompiendo la atmósfera y despertando mi ilusión. Rápidamente miramos al frente.
Allí estaba: una isla de un blanco radiante que destacaba entre los grises del cielo y del mar. La isla tenía varias rocas y salientes, un gran hoyo que parecía una cueva —la supuesta entrada—, arena blanca, hielo, formaciones rocosas, y plataformas flotantes repartidas por el lugar.
"Aquí estamos," dijo Spyro mientras aterrizábamos.
"¿Así que este es el hogar del Cronista?" comentó Ember, observando a su alrededor. "Parece un poco... desierto."
"Debe ser solo una fachada, para disuadir a los curiosos," sugirió Ray.
"Algo así," explicó Spyro. "Pero debo advertirles: dentro de las cuevas hay peligros. Piscinas de agua burbujeante, guerreros de piedra, orbes que se mueven y atacan, cuatro guerreros antiguos cada uno con un elemento diferente y, finalmente, una criatura similar a un dragón que domina los cuatro elementos."
"¡Ay, amigo!" exclamó Sparx, estremeciéndose. "Ese último es el peor de todos."
"No podemos rendirnos," dije con determinación. "Debemos encontrar al Cronista. Spyro, por favor guíanos para sortear los peligros."
"Bien," respondió Spyro. "Vamos."
Nos adentramos tras él, listos para enfrentar los desafíos que la Isla Blanca tenía preparados.
Durante casi una hora recorrimos las peligrosas cuevas, atentos a los peligros que Spyro y Sparx habían mencionado. Sin embargo, los únicos obstáculos con los que nos topamos fueron enormes hoyos y piscinas de agua burbujeante, pero nada de lo demás: ni guerreros de piedra, ni orbes con patas metálicas. Era extraño.
"Qué raro, ya deberíamos habernos encontrado algún enemigo, según lo que dijiste, Spyro," comentó Thorr, frunciendo el ceño. "¿Estás seguro de que vamos por el camino correcto?"
"Pues... eso creo," respondió Spyro, esforzándose por recordar. "Algo no encaja, debería haber peligros por aquí..."
"Pero, si los derrotaste la última vez, ¿no habrás dejado un camino seguro?" sugirió Ray.
"La verdad... no estoy muy seguro..." admitió Spyro, rascándose la cabeza.
A pesar de estar en constante alerta, no encontramos mayores complicaciones y llegamos a lo que parecía una gran puerta de madera. A cada lado de la puerta había dos estatuas de criaturas desconocidas, ambas con la mirada fija en sus pies. Debajo de cada estatua, cuatro orbes de cristal descansaban sobre pedestales decorados con símbolos extraños y colores diferentes: rojo, celeste, amarillo y verde.
"Para abrir esta puerta, debemos infundir los elementos: fuego, hielo, electricidad y tierra en los orbes," explicó Spyro. "Aunque... es raro. La última vez que Sparx y yo estuvimos aquí, estos orbes nos atacaron."
"¿Y quieres que vuelvan a hacerlo?" replicó Sparx, cruzando los brazos. "Deberíamos considerarnos afortunados de que están quietecitos."
"Creo que Sparx tiene razón esta vez, hermano," dijo Flame, con un tono cómplice.
"¡Lo ves! Hasta el rojito sabe que tengo razón," exclamó Sparx, para luego murmurar: "Espera, ¿cómo que 'esta vez'?"
"Bien, yo me encargaré de este orbe," dije, señalando al que tenía los símbolos rojos.
"Y yo de este," respondió Edel, señalando al orbe con símbolos celestes, a su lado.
Ray y Thorr encontraron los suyos también. Cada uno se colocó en posición y, al mismo tiempo, soltamos un chorro de fuego, una ventisca de hielo, una corriente eléctrica y un golpe de tierra sobre los orbes respectivos.
Funcionó. Los orbes brillaron con los colores correspondientes, iluminando las estatuas y, lentamente, la puerta se abrió. Entramos apresuradamente, temiendo más trampas o posibles enemigos. Tal como en mi sueño, nos encontramos en la misma sala del Cronista, con estanterías repletas de libros y el imponente reloj de arena en el centro.
Spyro parecía desconcertado.
"Esto es muy raro... Antes de llegar aquí, se tenían que superar las pruebas de los elementos contra los guerreros y la criatura que les mencioné."
"Simplemente quise darles la bienvenida de una forma más fácil y sin contratiempos, joven dragón," resonó una voz cálida y profunda. "Sé que han pasado por muchas dificultades."
Nos giramos al unísono para ver quién había hablado. Sparx estaba atónito, incapaz de procesar lo que veía. En cambio, Spyro, Flame y los demás se debatían entre la sorpresa, la felicidad y una profunda tristeza.
Ignitus, el nuevo Cronista de esta era, y padre de Spyro y Flame, estaba ante nosotros.
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