Capítulo 17: ¡Prueba de vuelo! ¡Una emboscada!

Los cinco grupos que habían superado la prueba del día anterior, entre ellos mi grupo, se estaban alineando para la segunda ronda. Desde la línea de salida, vi a Flame y Ember en un momento íntimo antes de que Flame se alejara, dejándola atrás con una mirada de determinación.

"¡Jhonny!" escuché un grito familiar; era Edel, quien me llamaba desde la línea con Thorr y Ray. Corrí hacia ellos, dándome cuenta de que ya era casi hora de empezar la segunda prueba.

"¡Por fin llegas!" se quejó Ray con su tono habitual, "Ya vamos a empezar".

"Lo importante es que estamos todos juntos," señaló Edel con una sonrisa tranquila.

"Entonces, hagamos nuestro mejor esfuerzo," afirmó Thorr, manteniendo su seriedad característica.

"Buena suerte, chicos," se despidió Spyro, acercándose para darnos ánimos. "Cynder y yo nos dirigiremos directamente al templo por otro camino. Los esperaremos allí."

"Gracias, Spyro, nos vemos allá," respondí mientras lo veía reunirse con Cynder y Sparx, quienes lo esperaban en una esquina. Ember, por su parte, ya había comenzado a moverse hacia el templo.

"¡Ahí viene el árbitro!" exclamó Ray, señalando hacia el frente.

Un pequeño topo, con unos lentes bastante graciosos, se acercó a todos los participantes y nos condujo hacia las puertas de la ciudad, que habían sido decoradas como si se tratara de una competencia de atletismo: banderas ondeando en lo alto, un gran letrero de "SALIDA", y un mapa inmenso mostrando la ruta.

Nos posicionamos en la línea de salida. Miré a un lado y pude ver al equipo de Flame preparándose también. El árbitro empezó a hablar, captando nuestra atención.

"Bueno, a los cinco grupos que todavía quedan, bienvenidos a la segunda prueba: vuelo. Como se les indicó ayer, los equipos deben volar hacia el sur, hasta una isla llamada Mileno. La reconocerán porque estará decorada como punto de parada. Allí, recibirán una bandera que deberán llevar al templo en dirección noreste. Consulten el mapa si tienen dudas."

Estudiamos el mapa brevemente: la ruta era directa al sur, sobrevolando una playa y el mar hasta la isla Mileno. Desde allí, teníamos que cambiar de dirección al noreste, cruzar el bosque encantado y finalmente llegar al templo.

"El objetivo de esta prueba no es la velocidad," continuó el árbitro, "sino el trabajo en equipo, igual que en la prueba anterior. Solo quedarán dos equipos al final. Recuerden: deben llegar todos los miembros de su equipo, de lo contrario, serán descalificados. Ahora, pónganse en posición de salida."

Todos se agazaparon como leones listos para saltar, y traté de imitar sus movimientos, pero estaba bastante nervioso.

"En sus marcas... listos... ¡YA!"

Con la señal, todos los equipos despegaron al unísono. La sensación de volar era increíble; desde que aprendí, se había convertido en mi actividad favorita. Sin embargo, no era momento de dejarse llevar y hacer piruetas en el aire. Estábamos en una competencia, y necesitábamos trabajar como un equipo.

Edel, Thorr y Ray volaban un poco más rápido que yo, probablemente debido a su experiencia. El equipo de Flame estaba ligeramente por delante de nosotros, mientras que los otros grupos comenzaban a quedarse atrás. Nos acercábamos al océano y, aunque la distancia parecía intimidante, me recordé a mí mismo que esto no era solo una prueba de resistencia, sino de unión.

Observé a mis compañeros; Edel lideraba con confianza, sus alas cortando el viento con elegancia. Ray la seguía de cerca, echando una rápida mirada atrás para asegurarse de que no nos separáramos. Thorr, por su parte, se mantenía firme y calculador, cuidando cada movimiento.

Apenas nos adentramos en el océano, una poderosa ventisca nos envolvió. Los grandes vientos oceánicos eran impredecibles y violentos, y cada ráfaga me golpeaba, tambaleándome en el aire como si fuera una hoja seca. Mis alas luchaban contra la presión del viento, que parecía arrastrarme hacia abajo. Miré alrededor, tratando de ubicar a mis compañeros, pero todo era confuso; las olas se alzaban y la brisa salada me nublaba la vista.

"¡Esto es una locura!" gritó Ray, su voz apenas perceptible entre el rugir del viento. "¡Tenemos que volar por encima de las nubes! Allí podríamos volar libremente."

Thorr, que mantenía un vuelo firme, asintió con la cabeza. "Es la mejor opción, no podemos avanzar de esta manera."

"¡De acuerdo!" agregó Edel, girando para mirarnos. "¡Vamos hacia arriba, chicos!"

Mientras Ray y Thorr empezaban a ascender, el miedo comenzó a apoderarse de mí. Nunca había volado tan alto, y el pánico me estrujaba el pecho. Mis alas temblaban y cada intento de batirlas me hacía sentir como si cayera en un vacío sin fin. La incertidumbre y la altura me paralizaban. Mis pensamientos se oscurecieron, y estaba a punto de rendirme.

"¡Jhonny!" Edel me llamó, notando mi angustia. Se acercó volando, su expresión era tranquila y decidida. "Confía en mí. Cierra los ojos y dame tu pata," me dijo con una voz serena que contrastaba con la tormenta.

Su mirada transmitía seguridad. Sin decir nada, asentí débilmente, cerré los ojos y extendí mi pata hacia ella. Sentí su calidez al tomarme firmemente, y juntos comenzamos a subir.

Mientras ascendíamos, el rugido del viento se hacía cada vez más distante. No sabía a qué altura estábamos, pero cada vez era menos difícil batir las alas. La sensación de pánico se disipaba poco a poco al concentrarme en mantenerme junto a Edel. Pude escuchar la voz de Ray y Thorr, quienes ya estaban más arriba. Entonces, la presión del viento se desvaneció por completo.

"Ya puedes abrir los ojos," susurró Edel, y con un poco de miedo, lo hice.

El escenario que se desplegó ante mí era indescriptible. Volábamos por encima de un mar de nubes que parecían de algodón, esponjosas y blancas como la nieve más pura. Sobre nosotros, el cielo estaba despejado y un cálido sol dorado iluminaba todo con una suavidad envolvente. Era como volar en un paraíso celestial.

Ray volaba de un lado a otro, riéndose mientras daba giros y piruetas, rozando las nubes con sus alas y dejando pequeños surcos de vapor en su camino. Thorr se movía con gracia y precisión, trazando cortes en las nubes, como si sus alas fueran espadas afiladas.

Edel se giró hacia mí con una gran sonrisa. "Vamos, ¿quieres intentarlo también?" me animó, sus ojos brillaban con entusiasmo.

La calidez del sol y la vista de mis compañeros divirtiéndose hicieron que mi ansiedad se desvaneciera. Asentí lentamente, y Edel me soltó. Estiré mis alas con cautela, batiéndolas con suavidad. Primero di un pequeño giro, tanteando el aire, y luego, al ver que me mantenía firme, me atreví a cortar una nube como Thorr. Sentí la resistencia del vapor al atravesarlo, y una risa escapó de mis labios.

Volvía a sentirme seguro. Junto a Edel, Ray y Thorr, disfruté del vuelo sobre las nubes, envuelto en esa calidez que hacía desaparecer mis miedos.

Después de unos momentos de diversión entre las nubes, Thorr se aclaró la garganta y nos llamó la atención con un tono firme, pero no carente de amabilidad.

"Chicos, no olviden que estamos en una competencia," dijo, su voz resonante pero calmada. "Tenemos que apresurarnos si queremos llegar a tiempo a la isla Mileno."

Todos volvimos a enfocarnos. Asentí con determinación, y juntos comenzamos a ganar velocidad. Sentí cómo mis alas respondían con más fuerza, impulsándome hacia adelante. La corriente de aire era suave y estable a esa altura, lo que nos permitió acelerar con mayor facilidad. Ray se adelantó un poco y se lanzó en picada hacia abajo, desapareciendo entre las nubes.

Edel me miró de reojo con una sonrisa. "Vas bien, Jhonny. Solo mantén el ritmo."

"¡No me quedaré atrás esta vez!" le respondí con una sonrisa, sintiendo cómo la adrenalina reemplazaba al miedo.

Unos momentos después, Ray emergió de nuevo de las nubes, volando hacia nosotros. Se le veía emocionado y jadeante por el esfuerzo, pero con los ojos llenos de emoción. "¡Chicos, ya estamos cerca de la isla!" nos informó. "Es momento de bajar."

Los cuatro descendimos juntos, atravesando las nubes con precisión. La sensación de romper esa capa espesa de vapor fue refrescante, y a medida que descendíamos, la vista de la isla Mileno se hizo cada vez más clara. Una extensión de arena dorada rodeada por un mar de aguas azules resplandecía con la luz del sol. Había banderas y estandartes marcando el punto de llegada, y en la distancia se podían ver los primeros equipos que comenzaban a aterrizar.

"¡Vamos, equipo!" animó Thorr, liderando el descenso.

Nos sincronizamos para la bajada, formando una línea mientras descendíamos en picada. El aire salado y fresco del océano se hizo más fuerte, y con una última ráfaga, todos tocamos tierra casi al mismo tiempo, causando una pequeña nube de arena que se disipó rápidamente.

Nos miramos entre nosotros, compartiendo una sonrisa de satisfacción. Habíamos superado la ventisca y llegado juntos, como un verdadero equipo. Pero esto solo era una parada; la competencia aún continuaba y debíamos mantenernos unidos hasta el final.

"¡Vamos!" dije. Estaba poniéndome emocionado por la competencia.

(Mientras tanto, unos minutos antes...)

Luego de que los equipos se hubieran marchado de Warfang, Spyro y Cynder se quedaron mirando el horizonte hasta que el último grupo desapareció del cielo. Esperaron un momento, calculando el tiempo necesario para encontrarse con los equipos en el siguiente destino.

"Es hora de irnos, Spyro," dijo Cynder finalmente, "debemos esperarlos en el templo."

Ambos tomaron vuelo en dirección al Templo del Dragón. A mitad de camino, mientras surcaban el aire entre las nubes, Cynder rompió el silencio.

"¿Sobre qué estaban hablando tú y Jhonny hace rato?" preguntó ella, con una curiosidad suave.

"Solo le estaba dando ánimos," respondió Spyro, manteniendo la vista al frente. "Dijo que no se sentía seguro porque nunca tuvo amigos como nosotros antes. Pero, a decir verdad, se siente igual que yo me sentía antes."

"¿Cómo?" Cynder ladeó la cabeza, intrigada.

"Se siente nervioso de hacer algo importante, como si no tuviera lo necesario para enfrentarlo. Quería esconderse de los demás en su mundo por temor a fracasar."

Cynder se quedó pensativa por un momento. "Pero tú no te escondiste del mundo..."

"No, pero creí que no sería capaz de soportar tanta responsabilidad cuando me di cuenta de lo que significaba ser un dragón," admitió Spyro, reflexionando. "Pensé que no podría ayudar a los demás, que fallaría. Pero todo cambió gracias a Ignitus, Terrador, Cyril, Volteer, Sparx... y tú."

Cynder sonrió al escuchar sus palabras, sintiendo un calor reconfortante en su corazón.

"Y de la misma manera," continuó Cynder, "todos ustedes me dieron un nuevo comienzo. Me enseñaron a perdonarme por mis errores..."

"Todos necesitamos algo nuevo," reflexionó Spyro, antes de cambiar el tono de su voz a uno más serio. "A propósito, Cynder... Hay algo que he querido preguntarte. En el momento en que todo parecía perdido, ¿fue tu voz la que escuché, verdad?"

"Bueno... yo..." murmuró Cynder, desviando la mirada mientras intentaba cambiar de tema, evidentemente incómoda con la conversación.

Sin embargo, antes de que pudiera responder, Spyro la empujó bruscamente hacia un lado. "¡Cuidado!"

De la nada, una gárgola irrumpió en el aire, casi chocando contra ellos a gran velocidad. Pero el problema no terminó ahí: la criatura estaba seguida por al menos dos docenas más, y sobre ellas iban figuras humanoides con armaduras.

"¡¿Simios?!" exclamó Cynder, entre sorprendida y alarmada. "¡Pensé que todos habían desaparecido!"

"Eso creía yo también," respondió Spyro con un tono preocupado.

Uno de los simios, vestido con una armadura oscura y reluciente, evidentemente el líder, se adelantó. Una sonrisa cruel se asomaba en su rostro bajo un casco amenazante.

"¡Jajaja! No todos fuimos destruidos, traidora. Somos los pocos que sobrevivimos," anunció con voz rasposa.

"¡No la llames así!" gritó Spyro furioso. "¡Estaba siendo controlada por tu amo! ¡Nunca fue parte de ustedes!"

"¿Controlada? ¿Parte de nosotros? Eso ya no importa," replicó el simio líder, despreciativo. "Lo único que interesa ahora es la venganza, y los necesitamos a ambos para nuestros planes."

"¿Qué planeas?" exigió Cynder. "¿Y quién eres tú?"

"¿No te acuerdas de mí? Tal vez esto te refresque la memoria... Me llamo Simian," declaró con voz gélida. "Servía como uno de tus guardianes, en lo que fue tu castillo. Me ordenaste detener al dragón púrpura, pero fracasamos. Cuando el maestro regresó, nos transformamos en meros espectros sin cuerpo, pero ahora hemos regresado a nuestra forma original."

"Cuando vencimos a Malefor, su maldición debió desaparecer," reflexionó Spyro, apretando los dientes.

"Ahora, basta de charlas," sentenció Simian con una sonrisa perversa. "Vengan con nosotros, o los llevaremos por la fuerza."

"¡Jamás!" gritó Spyro, desatando una oleada de fuego hacia Simian.

El simio líder no intentó esquivarla, y recibió el ataque de lleno. Sin embargo, para asombro de Spyro, la armadura absorbió completamente las llamas. Simian ni siquiera se inmutó.

"¿Qué...?" Spyro intentó lanzar otro ataque, esta vez un proyectil de tierra, pero el resultado fue el mismo. Hielo, electricidad... nada atravesaba la defensa del enemigo.

Cynder también lo intentó: veneno, sombra, viento, miedo; ninguno de sus poderes parecía afectar a Simian. La risa burlona del simio llenaba el aire.

"Jajaja, están desperdiciando su energía," dijo Simian, alzando la voz con arrogancia. "Esta armadura fue forjada con fragmentos de cristal oscuro de la montaña del maestro y el acero más resistente de la forja de las municiones." Con un movimiento teatral, desenvainó una espada de aspecto siniestro. "Y tal vez recuerden esto..."

"Esa es... ¡¿Una de las espadas de Galu?!" exclamó Spyro, atónito. "Se suponía que se había desintegrado."

"Recuperamos sus cenizas y las fusionamos con acero y cristales oscuros, restaurando su poder original," explicó Simian, alzando la espada. Sin previo aviso, lanzó una onda de fuerza oscura que golpeó a ambos dragones con fuerza atronadora.

(Al mismo tiempo...)

Habíamos dejado la isla atrás hacía un buen rato. Ray, siempre entusiasta, se ofreció a llevar nuestra bandera de color azul amarrada en su espalda mientras volábamos de nuevo por encima de las nubes. La sensación de libertad era tan reconfortante como la primera vez que cruzamos los cielos a esta altitud, sin miedo, disfrutando de la brisa y la inmensidad. Era mejor que pasar un día relajante en la orilla del mar.

"Parece que llegaremos en solo unos minutos," dijo Thorr, evaluando la distancia.

"Sí, eso parece..." respondí, pero de repente, un escalofrío recorrió mi cuerpo. "Brrrr, ¿qué fue eso?" exclamé, incapaz de disimular mi inquietud.

Todos nos detuvimos y comenzamos a temblar, incluso Edel parecía afectada.

"Parecía una onda de energía oscura," dijo ella, tratando de ocultar su nerviosismo. "Mi padre me habló sobre ellas, son tan heladas que afectan incluso a los dragones de hielo."

"¿Pero de dónde vino?" preguntó Ray, aún tembloroso.

"De allá abajo," señaló Thorr, mirando hacia el bosque debajo de las nubes. Los demás seguimos su mirada, y entre las hojas vimos destellos de luces naranjas y verdes que cortaban el aire. "Vamos a ver."

Descendimos en picado. Al atravesar la capa de nubes, la escena se desplegó ante nosotros: un ejército de simios montados en gárgolas estaba rodeando y atacando a dos dragones de colores brillantes.

"¡Son Spyro y Cynder!" grité, y todos nos lanzamos al rescate.

Lo siguiente fue un torbellino de caos y adrenalina. Me encontré peleando en el aire, lanzando bolas de fuego hacia las gárgolas para hacer caer a sus jinetes. Logré derribar a tres con maniobras rápidas, pero no tuve tiempo de descansar; cada ataque me exigía mantenerme en el aire por instinto. A un lado vi a Edel enfrentándose a cinco oponentes a la vez, avanzando decididamente para llegar hasta Spyro y Cynder, quienes esquivaban con dificultad los ataques de un simio con una armadura negra y una espada enorme. Ray estaba lidiando con al menos seis enemigos, mientras Thorr había derrotado a dos y se enfrentaba a cuatro más.

La batalla se sentía interminable; era un juego de resistencia y reflejos. Cada vez que derrotaba a uno, aparecían más. El aire estaba cargado de tensión y rugidos, y todo parecía desbordarse.

Sin embargo, no tuve tiempo de pensar en la situación porque, de repente, una poderosa onda de energía oscura, como la que sentimos antes, nos golpeó a todos.

Afortunadamente, logré alejarme lo suficiente para no quedar inconsciente, pero no todos tuvieron mi suerte. Vi a Spyro y Cynder siendo golpeados de lleno, perdiendo el control y cayendo en picado hacia el suelo. Un par de simios se lanzaron tras ellos, decididos a terminar el trabajo.

Sin pensarlo dos veces, me precipité en picado hacia ellos. Usé toda la fuerza que pude reunir y desaté un cometa de fuego, impactando a uno de los simios y sosteniendo a ambos dragones por un breve instante. Parecía que lo había logrado... hasta que sentí un golpe devastador que me dejó sin aliento. Todo se volvió negro mientras la conciencia se desvanecía.

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