Capítulo 10: Reuniones familiares

Spyro llegó al lago con Sparx volando a su lado. Ambos notaron a una majestuosa dragona descansando cerca de la orilla. Su piel era de un blanco puro que brillaba a la luz del sol, y su vientre dorado parecía relucir, muy similar al de Spyro. Su presencia era imponente pero serena, y ver a esa dragona ahí, durmiendo tranquilamente, hizo que Spyro sintiera un nudo en el estómago.

"Ahí está, hermano, ¡vamos! No tienes que esperar más", le animó Sparx, dándole un suave empujón en el aire. Pero Spyro se detuvo de golpe, sintiendo cómo la timidez lo invadía de repente.

"No sé qué decirle", murmuró, observando a la dragona con un nudo en la garganta. Aunque la deseaba conocer, la idea de enfrentarla, de hablar con ella después de tanto tiempo, lo abrumaba. Se acercó con cautela, sin querer despertarla.

Mientras sus patas rozaban suavemente el suelo, se detuvo a mitad de camino y miró a Sparx, buscando algún tipo de apoyo. Para su sorpresa, su hermano ya se había escondido detrás de un arbusto cercano, observando la escena con una mezcla de expectación y travesura.

Pero antes de que pudiera decidir qué hacer, sintió algo cálido que envolvía su pequeño cuerpo: unas alas suaves, maternales. Al girarse, su corazón dio un vuelco. La dragona estaba despierta, y su rostro irradiaba una mezcla de amabilidad y profunda alegría al verlo. Sus ojos dorados brillaban con una calidez que llenó a Spyro de una familiaridad reconfortante.

"Spyro..." su voz era suave, casi un susurro. "Me alegra verte... mi hijo".

Esas palabras fueron todo lo que Spyro necesitó. El nudo en su garganta se deshizo en lágrimas que no pudo contener. Se lanzó hacia ella, abrazando a su madre con fuerza, enterrando su cabeza en su pecho, mientras el llanto brotaba libremente. Sentía su cálido aliento y el suave latido de su corazón.

Sybilla lo rodeó con sus alas, devolviéndole el abrazo, y bajó la cabeza para rozar suavemente su mejilla con la de él. "Lo lamento tanto, mi pequeño", susurró, mientras Spyro lloraba. "Nunca dejé de pensar en ti, en cómo estarías. Te he extrañado tanto... pero sabía, siempre supe, que algún día volverías a mí".

El corazón de Spyro se llenó de amor y consuelo. Nunca había conocido a su madre, pero ahora, en ese instante, todo ese vacío que había sentido se desvaneció. "Yo también te extrañé, mamá", dijo entre sollozos. "Te he buscado... todo este tiempo".

Sybilla acarició suavemente la cabeza de Spyro con su hocico. "Has crecido tanto... Eres fuerte, noble, y todo lo que siempre supe que serías", le dijo con un amor incondicional en su voz. "Estoy tan orgullosa de ti".

Spyro cerró los ojos, sintiendo el calor de su madre, y en ese abrazo, todas las preocupaciones, todo el dolor del pasado, parecieron desaparecer. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completo.

Tras unos segundos en los cálidos brazos de su madre, Spyro, aún sintiendo el consuelo del abrazo, se dio cuenta de algo que lo inquietó. Se apartó ligeramente, lo suficiente para poder mirarla a los ojos.

"Mamá... ¿cómo es que sabías mi nombre?", preguntó, con una mezcla de curiosidad y sorpresa en su voz. "Mi nombre me lo dieron los padres que me criaron, las libélulas".

Sybilla lo miró con una sonrisa suave, sin perder ese brillo afectuoso en sus ojos. "Ah, lo sabía... sabía que te preguntarías eso tarde o temprano". Hizo una pausa, como si estuviera organizando sus pensamientos, y luego añadió: "Dime, Spyro, cuando conociste a Flame, ¿no notaste nada especial en él?"

Spyro frunció el ceño, desconcertado por la pregunta. Pensó por un momento y luego respondió: "Bueno, es un tipo agradable... pero muy comprometido con el deber. Siempre está preocupado por hacer lo correcto".

Sybilla soltó una risa suave y cariñosa. "Así es... Flame tiene un espíritu muy fuerte, y una actitud firme, muy parecida a la de su padre".

El joven dragón parpadeó, aún más confundido. "¿Por qué estamos hablando de Flame?", preguntó, mirando a su madre con curiosidad genuina. Había algo en la forma en que ella hablaba que le hacía sentir que había algo más profundo detrás de sus palabras.

Sybilla lo miró directamente a los ojos, con una mezcla de dulzura y seriedad. "Spyro... Flame no es solo otro dragón. Él... es tu hermano menor".

El mundo de Spyro pareció detenerse. El aire a su alrededor se hizo denso, y por un instante, no supo qué decir. La sorpresa lo invadió por completo, dejando su mente en blanco. "¿Flame... es mi hermano?", murmuró, incrédulo. Cómo era posible que no lo hubiera notado antes? ¿Y qué significaba eso para su relación con Flame? ¿Acaso Flame lo sabía también? ¿Y cómo se lo tomaría?

De repente, un fuerte grito interrumpió su cadena de pensamientos. "¡¿QUÉEEEEE?!"

Sparx, quien había estado escuchando la conversación desde las sombras, salió volando de su escondite en el arbusto cercano y, en un acto dramático, se desmayó en el aire, cayendo directamente al suelo con un sonoro "plaf".

Sybilla, sorprendida, levantó una ceja y miró al pequeño cuerpo inerte de la libélula en el suelo. "¿Y... quién es él?" preguntó, mirando a Spyro con una mezcla de confusión y diversión.

Spyro, aún con la revelación de Flame dando vueltas en su cabeza, no pudo evitar soltar una risita al ver la reacción de Sparx. Se acercó a su pequeño compañero, lo recogió con una pata y lo sostuvo frente a su madre.

"Él es Sparx... mi hermano adoptivo", explicó, con una sonrisa divertida. "Fue criado junto conmigo por mis padres libélulas".

Sybilla observó a la libélula desmayada y luego miró de nuevo a Spyro, divertida. "Veo que las sorpresas de hoy han afectado a más de uno", comentó con una suave risa. "No me imaginaba que tenías un hermano... libélula".

Spyro se encogió de hombros, mientras sacudía un poco a Sparx para intentar despertarlo. "Sí, Sparx es... especial", dijo con una sonrisa entre divertida y cariñosa. "Siempre ha estado a mi lado, para bien o para mal".

Sparx emitió un débil gemido mientras comenzaba a recobrar la conciencia. "Hermano... dragón... hermano libélula...", murmuraba, todavía en un estado semi-inconsciente. "Demasiados hermanos..."

Spyro y Sybilla no pudieron evitar soltar una risa mientras veían a Sparx recuperarse lentamente, todavía intentando procesar la noticia en su estado aturdido.

"Bueno, parece que las familias pueden ser de lo más variadas", dijo Sybilla, sonriendo con ternura. "Tienes una gran red de hermanos, Spyro, más de la que imaginabas".

Spyro asintió, sintiendo un cálido alivio en su pecho al darse cuenta de lo afortunado que era. "Sí... eso parece".

Sybilla miró a Spyro con una mezcla de ternura y nostalgia mientras Sparx seguía recuperándose del impacto. Su sonrisa se tornó más melancólica, y después de un profundo suspiro, comenzó a contar su historia.

"Spyro... hay algo que debes saber sobre tu nacimiento y lo que sucedió después", dijo suavemente, sentándose junto al lago y haciendo un gesto para que él la acompañara. "Cuando dejé tu huevo en la protección de los guardianes, no tenía idea de lo que vendría después. Pensé que estabas a salvo en sus manos, que te vería crecer como un gran dragón. Pero... algo sucedió."

Spyro asintió, escuchando con atención, mientras las palabras de su madre resonaban en su interior.

"No mucho tiempo después de dejar tu huevo, descubrí que estaba esperando otro hijo. Fue una sorpresa... Flame nació en ese entonces, aquí, en LunaVillage. Pero cuando me enteré del ataque al templo, donde los huevos estaban siendo custodiados, me sentí devastada. Lloré durante días, pensando que te había perdido para siempre." La voz de Sybilla se quebró ligeramente al recordar esos momentos. "Creí que jamás te vería... y fue muy doloroso. Pero tuve que seguir adelante, criar a Flame lo mejor que pude, a pesar de que el peso de tu pérdida siempre estaba conmigo."

Spyro sintió un nudo en su garganta mientras su madre hablaba. El dolor que había sentido en su ausencia era algo que ahora compartía con ella.

"Entonces, ocurrió lo más inesperado...", continuó Sybilla, levantando la mirada al cielo, como si recordara una visión lejana. "Después de que Flame naciera y tiempo después de la tragedia en el templo, tu padre... él también falleció. Su muerte me destrozó, Spyro. Perdí a mi compañero, y me quedé sola, criando a Flame en un mundo donde todo parecía incierto."

Spyro bajó la cabeza al escuchar sobre su padre, sintiendo una tristeza profunda por no haberlo conocido. "Lo siento mucho, madre", dijo con un tono de voz quebrado.

Sybilla lo miró, con un gesto de comprensión. "Pero, aunque su cuerpo se fue, su espíritu me visitó en sueños. Recuerdo claramente cómo me abrazó, triste por tener que despedirse, pero también lleno de esperanza. Me dijo que no debía perder la fe, porque nuestro hijo... aquel hijo que creíamos perdido... estaba vivo. Me dijo que, un día, lo vería de nuevo. Que tú regresarías a mí."

Spyro levantó la mirada, sorprendido y emocionado. "¿Dijo eso...?"

Sybilla asintió, con lágrimas en los ojos, y acarició el rostro de Spyro con ternura. "Y ahora, aquí estás. Lo que tu padre me dijo se ha hecho realidad."

Spyro sintió sus propios ojos llenarse de lágrimas mientras abrazaba a su madre nuevamente, más fuerte esta vez. Pero una nueva tristeza lo invadió. "Es una pena que no pueda conocerlo...", susurró con un hilo de voz. "Quería conocerlo... a mi padre."

Sybilla sonrió suavemente y le tomó el rostro entre sus patas, mirándolo a los ojos con un brillo cálido. "Oh, Spyro... pero ya lo conociste."

Él la miró, confundido. "¿Qué...?"

"Tu padre", continuó Sybilla, "nunca te dejó. Él volvió a encontrarte cuando más lo necesitabas. Fue él quien te enseñó tu primer elemento... fue él quien te protegió, quien se sacrificó para salvarte de las llamas. Spyro... tu padre es Ignitus."

El mundo de Spyro pareció detenerse. Su corazón dio un vuelco mientras el nombre de Ignitus resonaba en su mente, con todos los recuerdos y el respeto que siempre había sentido por su mentor.

"¿Ignitus... es mi padre?" murmuró, incrédulo.

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