Capítulo 10: Una bestia entre la tormenta

(Mientas tanto...)

Ray flotaba en el aire, rodeado de densas nubes cargadas de electricidad. El rugir de los truenos resonaba en sus oídos como un concierto caótico. No podía evitar admirar el espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos: relámpagos cayendo como ríos de luz que iluminaban la inmensidad del cielo oscuro.

"¡Vaya! Esto es impresionante. Hasta me gusta el lugar," pensó mientras su sonrisa despreocupada se mantenía intacta. Aterrizó suavemente en una pequeña meseta rocosa, sacudiéndose las alas para despejarse. Sin embargo, apenas dio unos pasos, un relámpago cayó cerca, impactando una roca a pocos metros de él y desintegrándola por completo.

"Eh... bueno, eso estuvo cerca," murmuró, retrocediendo un poco. Más rayos comenzaron a caer alrededor, cada uno más ruidoso y feroz que el anterior, sacudiendo el suelo bajo sus garras. "Ok, ok... ¡esto ya no es tan divertido!"

Buscando un refugio improvisado, Ray encontró un grupo de grandes rocas apiladas al borde de un acantilado. Se escabulló debajo de ellas, jadeando ligeramente mientras observaba cómo el caos se desataba afuera. Por primera vez en mucho tiempo, la chispa de confianza inquebrantable que siempre lo caracterizaba comenzó a tambalearse.

"¿Así que esta es mi prueba?" pensó, mirando al cielo. La tormenta parecía estar viva, y cada trueno resonaba como un desafío dirigido específicamente a él. "No hay manera de que pueda enfrentar esto con una actitud tan relajada. Necesito ponerme serio, como los demás..."

Cerró los ojos, intentando recordar los consejos de su familia, sobre enfrentar las dificultades. Pero en lugar de palabras alentadoras, lo único que podía escuchar eran las bromas de su familia en momentos tensos, comentarios que siempre lograban romper la tensión y hacerlo sentir mejor.

"Vamos, Ray. Deja de pensar en eso," se dijo a sí mismo, sacudiendo la cabeza. "Esto no es un juego, tengo que ser serio... ¿cierto?"

Mientras el cielo seguía rugiendo, Ray se acomodó bajo las rocas, observando cada relámpago que iluminaba el horizonte. 

"Pues veamos que se enciende por aquí..." bromeó ligeramente.

(Luego...)

Tras horas refugiándose de los implacables rayos que caían del cielo, Ray decidió que esconderse no lo llevaría a ningún lado. "No puedo quedarme aquí para siempre... ¡Vamos, Ray! Eres un dragón de la electricidad. Esto es tu terreno," murmuró para darse ánimos. Salió de su refugio y comenzó a explorar las montañas del Pico Tormenta, buscando algo, cualquier señal de cómo superar esta prueba.

El camino hacia la cima era complicado. Rocas resbaladizas por la humedad y grietas profundas lo obligaban a mantenerse atento, aunque su mirada distraída se perdía constantemente en los rayos que danzaban en el horizonte. Finalmente, después de un arduo ascenso, llegó a un terreno más despejado, muy cerca de la cima de la montaña.

Fue entonces cuando lo vio: un grupo de gemas gigantes, incrustadas en las paredes de la montaña y el suelo, brillaban con un amarillo resplandor que irradiaba una energía palpable. Cada vez que un rayo caía cerca, las gemas absorbían la electricidad y se iluminaban aún más, como si estuvieran vivas.

"¡Wow! ¿Qué son estas cosas?" Ray se acercó cautelosamente, su curiosidad despertando como siempre lo hacía ante algo desconocido. Extendió una garra hacia la gema más cercana, ansioso por sentir su energía.

Pero en cuanto sus garras tocaron la superficie brillante, una descarga de energía lo lanzó hacia atrás como un muñeco de trapo. "¡Agh!" gritó, aterrizando de espaldas sobre el suelo rocoso. Su cuerpo quedó entumecido por unos segundos mientras intentaba procesar lo que acababa de pasar.

"¿Qué fue eso?" preguntó en voz alta, reincorporándose y sacudiendo el polvo de sus escamas. Miró la gema con desconcierto. "Pero si soy un dragón de electricidad. ¿Por qué me rechazó?"

Sin rendirse, Ray decidió intentarlo de otra manera. Cerró los ojos, inhaló profundamente y, concentrando su energía, lanzó una descarga eléctrica hacia la gema.

El resultado fue inmediato... pero no el que esperaba. En lugar de absorber su electricidad, la gema reaccionó expulsando una poderosa descarga en su dirección. Un rayo de energía opuesta lo golpeó directamente, haciéndolo retroceder varios pasos hasta que cayó de rodillas.

"¡Esto no tiene sentido! ¿Por qué la electricidad me ataca si es mi propio elemento?" Ray golpeó el suelo con frustración, su confianza tambaleándose. Miró las gemas, buscando respuestas en su resplandor inquebrantable.

De repente, el aire a su alrededor cambió. Un rugido grave y electrizante resonó por la montaña, haciendo vibrar las rocas bajo sus pies. Una sombra enorme cubrió el terreno iluminado por el verde resplandor, y Ray levantó la mirada justo a tiempo para verlo.

Emergiendo entre las nubes, un majestuoso y aterrador dragón serpentino apareció, rodeado de rayos que parecían formar parte de su propio cuerpo. Su mirada brillante se fijó en Ray, como si lo estuviera evaluando. Este era el Volticon, una criatura legendaria, el guardián de estas montañas y maestro absoluto de la electricidad.

Ray tragó saliva, sin apartar la vista del ser que ahora flotaba frente a él. Cada movimiento del Volticon hacía que las gemas titilaran como si respondieran a su presencia.

"Así que... ¿tú eres el jefe de este lugar, eh?" murmuró Ray, intentando mantener la compostura, aunque sus patas temblaban. El Volticon no respondió con palabras, pero un rugido aún más fuerte, acompañado de un relámpago que cayó a pocos metros de Ray, le dejó claro que este no era un simple encuentro.

Aquella bestia guardián de las montañas era imponente, cada movimiento suyo parecía sincronizado con los truenos y relámpagos que iluminaban el cielo. Pero Ray no era de los que retrocedían ante un desafío.

"¡Bien! Veamos si eres tan rudo como aparentas," dijo con una sonrisa temblorosa, tratando de mantener su confianza intacta.

El Volticon rugió, y con un movimiento brusco, desató una serie de relámpagos que zigzaguearon hacia Ray. Sin dudarlo, Ray se lanzó a la acción, esquivando cada rayo con su velocidad característica, saltando entre las rocas y deslizándose por el suelo como un rayo viviente.

"¡Eso es todo lo que tienes! ¡Vamos!" gritó, intentando provocarlo.

Decidido a contraatacar, Ray concentró su energía en un rayo que lanzó directo al cuerpo del Volticon. Sin embargo, cuando la descarga impactó, apenas causó un chisporroteo en las escamas electrificadas del gigante. El Volticon ni siquiera parpadeó; si algo, parecía más molesto que herido.

"¿Qué?" Ray retrocedió, incrédulo. "¡No puede ser! ¡Eso debería haberlo aturdido al menos!"

El Volticon respondió con un rugido ensordecedor, lanzando otra serie de rayos que Ray apenas logró esquivar. "¡Está bien, bocón! Si no puedo dañarte con mis descargas... ¡vamos a ver qué tal te va en combate cuerpo a cuerpo!"

Decidido, Ray concentró toda la electricidad que pudo en sus garras, que comenzaron a brillar con una intensidad cegadora. Saltó hacia el Volticon, moviéndose con una velocidad que lo hacía difícil de seguir incluso para la gigantesca criatura. Esquivó las embestidas del guardián con ágiles movimientos, zigzagueando entre los rayos que se estrellaban contra el suelo.

Finalmente, Ray encontró su apertura. Con un grito de batalla, se lanzó contra el Volticon, golpeándolo directamente en su costado con sus garras electrificadas.

El impacto resonó como un trueno, pero lo que sucedió a continuación fue inesperado. El cuerpo del Volticon, al igual que las gemas, expulsó la electricidad de Ray de vuelta hacia él. La descarga fue tan fuerte que lo lanzó hacia atrás como si fuera un muñeco, haciéndolo rebotar varias veces contra el suelo antes de caer pesadamente.

"¡Agh!" Ray intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. Sus músculos temblaban incontrolablemente, descoordinados por la descarga. Sus patas cedían bajo su peso, y su visión se nublaba.

Antes de que pudiera reaccionar, el Volticon lanzó una descarga masiva desde lo alto. Ray, con todas sus fuerzas, rodó por el suelo para intentar esquivarla. Aunque el rayo no lo golpeó directamente, la onda expansiva lo alcanzó, arrojándolo colina abajo. Rodó y rodó, golpeándose contra rocas y raíces, hasta que finalmente quedó atrapado entre unos arbustos al pie de la ladera.

El Volticon, desde la cima, rugió una última vez, convencido de que había eliminado al intruso, y se dio la vuelta, regresando a su puesto como guardián.

Mientras tanto, Ray yacía entre los arbustos, jadeando. Su cuerpo estaba entumecido, y sus músculos apenas respondían. Pero al menos estaba vivo.

"Ugh... eso... no salió como esperaba," murmuró, intentando reírse de sí mismo, aunque el dolor lo obligó a detenerse. Se acomodó como pudo entre las hojas y ramas, cerrando los ojos para descansar. Sabía que necesitaría recuperar fuerzas y su coordinación antes de intentar algo más.

"Piensa, Ray... Piensa..." murmuró en voz baja, antes de quedarse en silencio, con las chispas de los rayos iluminando su agotado cuerpo.

La batalla no había terminado, pero ahora sabía una cosa con certeza: enfrentarse al Volticon requeriría más que fuerza bruta. Sin embargo, por el momento, necesitaba descansar

(A la mañana siguiente...)

Los primeros rayos de sol lograron filtrarse entre las nubes oscuras que cubrían las Montañas Tormentosas. Ray despertó con un leve quejido, sintiendo sus músculos mucho más ligeros. La coordinación de sus patas había vuelto, y aunque algunas magulladuras le dolían, no parecían graves.

Se puso de pie lentamente y estiró las alas. Su estómago gruñó con fuerza, recordándole que llevaba un buen tiempo sin comer. Movido por la necesidad, salió de su refugio y, con su velocidad característica, cazó un par de aves desprevenidas. También encontró unos frutos entre los arbustos cercanos y los recogió para complementar su comida.

Mientras devoraba su improvisado desayuno, su mente regresó a los eventos del día anterior: las gemas, el Volticon y esa descarga que lo había enviado rodando montaña abajo. Nada de lo que había intentado funcionó. No entendía por qué su propia electricidad parecía inútil en este lugar, o por qué era rechazado tan violentamente.

"¿Qué estoy haciendo mal?" murmuró para sí mismo mientras masticaba una baya.

De repente, un trueno rugió a lo lejos, y el sonido lo hizo detenerse. Sin saber por qué, esa vibración resonó en su memoria. Cerró los ojos y, como si la tormenta misma hubiera desenterrado algo olvidado, un recuerdo se abrió paso en su mente.

Era una noche tormentosa en Glowridge, su ciudad natal. Las lluvias torrenciales azotaban las calles, y los relámpagos iluminaban el cielo con una intensidad aterradora. Ray, aún joven, observaba todo desde la ventana de su hogar, con una mezcla de fascinación y miedo.

"¡Ray, aléjate de la ventana!" le había dicho su madre, preocupada. Pero Ray no podía apartar la vista del espectáculo.

Fue entonces cuando ocurrió: un rayo masivo descendió desde las nubes, directo hacia el centro de Glowridge. Las sombras de los edificios temblaron bajo su luz, y los gritos de los habitantes llenaron el aire. Ray sintió cómo su corazón se aceleraba.

Antes de que el rayo impactara, una figura dorada surgió entre las calles. Su padre, Zoltan, se elevó hacia el cielo con un rugido que hizo temblar el suelo. Ray observó, asombrado, cómo el rayo impactó directamente sobre él. Pero en lugar de caer, su padre canalizó la energía a través de su cuerpo. Sus escamas doradas resplandecieron como el sol, y, con un poderoso movimiento de sus alas, redirigió el rayo de vuelta hacia el cielo.

El trueno que siguió fue ensordecedor, pero la tormenta comenzó a disiparse. Las nubes se alejaron lentamente, dejando que las estrellas iluminaran el cielo despejado.

Zoltan descendió al suelo mientras los habitantes de Glowridge lo vitoreaban con admiración. Para Ray, su padre había sido un héroe esa noche, alguien que no solo había protegido a la ciudad, sino que había demostrado un dominio absoluto de su elemento.

Sin embargo, mientras observaba a su padre ser rodeado por la multitud, una pequeña chispa de duda nació en su interior.

"¿Y si nunca puedo hacer algo así?"

El recuerdo se desvaneció, y Ray volvió a la realidad. El eco del trueno aún resonaba en la montaña, como si los cielos quisieran recordarle algo importante.

Abrió los ojos lentamente, y su mirada se fijó en las nubes que cubrían la cima.

"Papá no luchó contra el rayo..." murmuró, reflexionando. "Él lo redirigió. No trató de vencerlo con fuerza bruta... usó su energía a su favor."

De repente, todo comenzó a encajar. Había estado enfrentándose al Volticon y a las gemas con la idea equivocada, intentando vencerlas con ataques directos. Pero la electricidad no era solo un arma; era algo que podía fluir, algo que podía canalizarse.

"Tal vez... no necesito ser como papá para superar esto. Pero puedo aprender de él," dijo, mientras una chispa de determinación iluminaba su mirada.

Con un nuevo enfoque en mente, Ray se puso de pie, estiró sus patas y flexionó las alas. No estaba seguro de cómo lo haría, pero sabía que esta vez no se enfrentaría al Volticon como antes. En su interior, una chispa de esperanza había comenzado a arder.

"Es hora de regresar," declaró con una sonrisa.

El joven dragón comenzó a ascender la montaña nuevamente.

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