Capítulo 7
Capítulo 7
(Narra Eric)
La princesa lucía un vaporoso vestido de seda de color verde claro; se peinó y se puso realmente hermosa, quería impresionar a ese príncipe para así poder tener alguna ventaja en la negociación.
—¿Qué negociación? —preguntó de nuevo el pequeño Pierre.
—Pues la que pensaba mantener con su pretendiente esa misma noche. La princesa era una mujer muy inteligente e instruida, sabía bien cómo negociar; sólo tendría que confiar en sí misma y esperar que su plan funcionase...
Cuando bajó las grandes escaleras que daban al salón el silencio se formó a medida que ella avanzaba. Estaba realmente hermosa.
Su padre sonrió orgulloso al verla, pues pensó que tal vez este pretendiente sí podría tener alguna oportunidad con su hija. En cambio Raluca hizo una mueca debido a los celos que la embargaron.
El príncipe Bogdan se limitó a observarla, sin retirar su mirada de ella hasta que se sentó a su lado en la mesa. Ese hombre era realmente intrigante, su semblante no cambió ni un ápice. En su mirada sólo había frialdad, pero al menos esta vez no había podido dejar de mirarla; había logrado su primer objetivo: captar su atención.
La princesa tomó asiento. Se sentía mareada... Quería impresionar, pero tal vez no hubiera sido tan buena idea: el príncipe no le quitaba ojo de encima, y a ella tanta atención por su parte le provocaba náuseas. Se alisó la falda del vestido y notó cómo sus manos no dejaban de temblar. Aquella cena iba a ser muy larga…
—¿Estás nerviosa? —preguntó el príncipe acercándose a mi oído para que nadie pudiera escucharlo.
—Inquieta —contesté altiva. Como siempre su falta de respeto al dirigirse hacia mí empezaba a irritarme.
—¿Te has vestido así para impresionarme, o para contentar a tu padre?
—¿Perdón? —contesté fingiendo no comprender lo que insinuaba…
—Estás hermosa.
—Gracias —susurré.
—Al concluir la velada pediré permiso a tu padre para dar un paseo contigo. Debes aceptar, pues he de hablar contigo cuanto antes sobre un asunto de enorme importancia.
«¡Por supuesto! Debo aceptar porque él así lo demanda…», exclamé irónica para mis adentros. Mi carácter estaba a punto de estallar, pero me mantuve callada y me limité a asentir. Si quería averiguar algo que pudiera jugar a mi favor necesitaba tener a Bogdan de mi parte.
La cena transcurrió tediosa, aunque parecía que mi padre y Raluca cada vez se divertían más: no paraban de conversar y reír ajenos al resto de comensales…
En cambio yo mantenía un silencio sepulcral. Apenas había podido probar bocado debido a la tensión que se había instalado entre Bogdan y yo. Éste tampoco hablaba, ni siquiera levantaba la vista de su plato.
Con la llegada de los postres el misterioso Bogdan al fin dejó de lado su mutismo.
—Majestad, me preguntaba si usted aprobaría que al finalizar esta cena la princesa pudiera acompañarme a dar un pequeño paseo por los jardines de palacio.
Mi padre me miró directamente a los ojos intentando averiguar mi opinión, y mesándose la barba con su mano derecha, respondió:
—No es únicamente mi beneplácito lo que debéis buscar, príncipe Bogdan, tendréis que preguntarle a mi hija. Si ella acepta, tenéis mi consentimiento.
—De acuerdo, su majestad. Princesa… —dijo volviéndose hacia mí— ¿Querría acompañarme a dar un paseo por los jardines al terminar la cena?
Su actitud me sorprendió: por vez primera se dirigía a mí con respeto, aunque era claramente sólo por guardar las apariencias ante mi padre. Algo me decía que Bogdan no tenía ningún tipo de interés en mí.
—Por supuesto, príncipe Bogdan. Será un placer acompañarle.
Miré a mi padre. Él se había quedado atónito ante mi servicial respuesta, y después de unos instantes de silencio, hizo su réplica:
—Muy bien. Pues como he dicho antes, Bogdan, tenéis mi permiso. Pero os acompañará Doina en todo momento, y a medianoche mi hija ha de estar en sus aposentos.
—Por supuesto, majestad. El príncipe Bogdan es un hombre recto y cabal, puede estar seguro de que nunca haría nada que pudiera entrañar algún mal para la princesa —interrumpió Raluca intercediendo por su señor.
—Estoy seguro de ello, querida Raluca... Pero todos hemos sido jóvenes, y el ímpetu de la juventud provoca en ocasiones que las cosas vayan demasiado deprisa… Creo que estaréis de acuerdo conmigo en tal afirmación.
—Le aseguro que ese no es mi caso majestad, y le agradezco el permiso que me ha concedido. No tiene de qué preocuparse, se lo aseguro —contestó Bogdan.
Mi padre le sonrió y me miró de nuevo. Esta vez tuve que bajar la mirada, pues me conocía muy bien, y podría ver en mis ojos que no creía una sola palabra de las que Bogdan acababa de pronunciar. Los postres pasaron relativamente rápido si tenemos en cuenta lo tediosa que fue la cena para mí, y en apenas quince minutos habíamos pasado de estar en el salón rodeados de gente a hallarnos saliendo del castillo seguidos de cerca por mi doncella Doina…
—Bueno, príncipe, ¿de qué quería hablarme? —dije sin poder dominar más la incertidumbre por saber qué quería proponerme.
—¿Siempre eres así de impaciente?
—¿Y tú siempre eres así de irreverente? Sólo me hablas con respeto en presencia de mi padre, ¿se puede saber por qué?
—Si quieres mi respeto tendrás que ganártelo —respondió él con prepotencia.
Yo ante dicha respuesta entorné los ojos y aceleré mi paso levemente. Ese presuntuoso príncipe sí que tendría que ganarse mi respeto…
Me alcanzó sin dificultad y prosiguió:
—Veo que no eres una mujer fácil de tratar... Pero eso no será un obstáculo para aquello que vengo a proponerte.
Mis pies pararon en el acto ante sus palabras, provocando que él tuviera que frenar en seco para no chocarse conmigo.
—¿Y bien? Habla, te escucho.
—He venido hasta aquí para casarme contigo.
—Eso ya lo sé.
—Pero no vengo para ofrecerte amor. No seré un marido ejemplar ni te colmaré de atenciones ni nada similar. De hecho nos veremos más bien poco.
—¿Y pretendes que tras decirme todo eso quiera casarme contigo?
—Déjame terminar... —dijo con gesto serio alzando su mano con la palma extendida hacia mí a modo de retención para que le permitiese continuar— Te ofrezco un trato, un acuerdo si prefieres llamarlo así: Cásate conmigo y te prometo que serás reina, tendrás posición, poder y dinero más que suficiente para el resto de tu vida. Pero tendrás que concederme libertad; nunca te amaré, nunca seré un esposo de verdad. Habrán muchas más mujeres en mi vida, pero todo esto ha de quedar en secreto… Nadie, ni siquiera tu doncella puede saberlo. Aparentaremos formar un matrimonio perfecto ante todos.
—Si no deseas casarte conmigo, ¿por qué estás aquí, Bogdan?
—Porque necesito una esposa cuanto antes. O mi hermano se hará con el trono que me corresponde por derecho de nacimiento.
—Vaya… De manera que soy la pieza clave para que puedas ser coronado rey…
—Si no eres tú será cualquier otra princesa.
—Tienes razón, podría ser cualquier otra... Pero has venido hasta aquí por algo más, ¿no es así?
—Mi padre siempre ha anhelado establecer una alianza con tu reino. Si contraigo matrimonio contigo me ganaré su favor.
—Ya veo… ¿Y me estás contando todo esto porque como mi futuro esposo quieres ser sincero conmigo? Porque bien podrías haber aguardado y decírmelo una vez nos hubieramos desposado. ¿Por qué arriesgarte a descubrir tu secreto precipitadamente?
—Ambos sabemos que has rechazado a todos los príncipes y pretendientes que han llegado hasta aquí para pedir tu mano. No deseas casarte, y algo me dice que no te interesa atarte a nadie. ¿De verdad me crees tan iluso como para pensar que llegaría yo, te volverías loca por mí y aceptarías mi propuesta? ¡Pues claro que no! Mi única opción para que te cases conmigo es que aceptes el trato que acabo de proponerte.
—Pero con ese trato sólo sales beneficiado tú. ¿Qué obtengo yo aparte de un marido infiel?
—El trono.
—Eso es algo que no me interesa.
—Pues dime qué es lo que te interesa y lo tendrás.
—Está bien, príncipe Bogdan... Si me disculpa, ya es muy tarde y estoy agotada. Meditaré sobre su propuesta y estudiaré si encaja con mis intereses, pronto tendrá una respuesta. Que tenga buena noche.
Di media vuelta sin mirarle ni darle tiempo de responder y avancé en dirección al castillo y hacia Doina. Nos encaminamos a paso ligero hacia mis aposentos, pues podía sentir su mirada incesante clavada en mi nuca.
Aquella proposición no me sorprendió, pues ya esperaba algo así, sin embargo su falta de tacto y su sinceridad me erizaron la piel... Con él no valía sólo con ser astuta, con él debería de ir un paso por delante si no quería salir perjudicada en tan delicada situación.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top