XXI

Tras la historia de Argos, el silencio reinó durante varios minutos en lo que Dimitri y Luna digerían las palabras que dijo su compañero; era una historia para no creer, pues eso suponía que él tenía un poco más de mil años viviendo, algo casi imposible, pero dejaban de lado su condición divina, lo que le permitía vivir de forma eterna. Dimitri se paró mientras se reía a carcajadas, pues pensaba que era completamente absurdo lo que les había dicho Argos.

–Debes de estar bromeando ¿verdad? –Seguía entre risas mientras hablaba, demostrando lo poco que creía esa historia.

–Dimitri, no te burles... –replicó Luna ante la acción de su amigo.

–¿Me vas a decir que tú le crees esa historia?

–Pues... –No sabía que responder ante sea pregunta, porque en realidad era algo difícil de creer.

–¿Qué necesitas para creer que lo que digo es real? –Argos se levantó de brazos abiertos retando a Dimitri, quien seguía con una sonrisa bufona en su rostro–. Intenta atacarme para que veas que no miento.

De repente, la mueca que tenía Dimitri en el rostro se transformó precipitadamente en un rostro serio, como si lo hubieran retado a un duelo; se paró de frente a él, con toda la distancia que les permitía tener la habitación, se preparó para atacar de un momento a otro una de sus dagas se encontraba encajada en el pecho de Argos, a la altura donde debería de estar el corazón. Los ojos de Luna se abrieron de par en par, pues quedo horrorizada por lo que estaba presenciando, Dimitri solo guardo tranquilo una respuesta de su objetivo, quien se quedó inmóvil, parado, en la misma posición. Sin pensarlo mucho, Argos tomó por el mango el cuchillo que le lanzó Dimitri y lo extrajo sin prisa, mostrando que su herida cicatrizaba rápidamente y no le salía sangre.

–Bueno, al menos sabemos que no mientes. –La resignación de Dimitri se hizo sentir en esas palabras–. Lo que ahora nos debe de importar es ¿qué vamos a hacer? Porque no creas que nos convencerás con eso de que no quiero que se involucre. Vamos a ayudarte.

–Si no te acuerdas de lo que te conté, solo un semidiós puede dañar a otro. ¿Cómo piensas dañar a un ser inmortal sin serlo?

Dimitri solo miró al suelo en busca de una respuesta, pero no encontraba una forma de solucionar ese inconveniente, pero no llegaba una solución a su cabeza; su desesperación era cada vez mayor, pues no tenían mucho tiempo, una solución rápida era ir en busca de Marcos para que les aconsejara, como hasta ese momento lo ha hecho, pero no era factible en las circunstancias que se encontraban. Como si fuera una salvadora, Luna habló para darles una idea, pero, como era común en ella, lo hacía con una voz baja.

–Creo que si hay una forma –dijo tímidamente. Sus dos amigos la voltearon a ver de forma precipitada, pues les intrigo que ella supiera algo de suma importancia. Se acercaron a ella apresurados, Dimitri la tomó de los hombros indicándole que continuara hablando–. Bueno, algo que leí en una novela de hace muchos años es que se puede uno transformar en un ser inmortal si podía consumir algo que fuera parte de un ser que tuviera esa condición.

Dimitri la soltó algo desilusionado, pues al escuchar que era parte de un libro pensaba que solo era algo que solo ocurría en los cuentos de hadas y ese tipo de coas. Furioso, volteó a ver a su compañera, esperando a que se retractara, pero ella solo bajó la mirada, pues la expresión de su compañero la hacía estremecerse.

Pensativo, Argos reflexionaba las palabras de su compañera, pues, aunque parecía una idea extraña, para no decir más, no miraba una

–Realmente tiene algo de sentido lo que dice Luna.

Dimitri incrédulo y Luna asombrada, miraron los serios ojos de Argos.

–¿Realmente crees eso? Parece algo infantil. Junto a eso, solo esta ese cuento para verificarlo. Nada nos indica que sea real y si funcione. Aparte que indica que debemos de comer una parte tuya, que no es necesario decir que está mal.

–Si algo me ha dejado de enseñanza vivir mucho tiempo es que la mayoría de cuentos y libros tienen una parte de realidad –se cruzó de brazos para contestarle a Dimitri, demostrando algo de soberbia en sus palabras–. Y eso de comer algo de mí no debe de ser tan literal.

–Entonces ¿qué propones Argos? –Luna miró dubitativa a su compañero.

–Unas gotas de sangre en un vaso de agua creo que bastaran. Ya luego veremos que sucede. ¿Qué dices Dimitri?

–Está bien. Hagámoslo –suspiró profundamente resignado a cambiar la opinión de sus compañeros, acepto hacerlo para no dejarlos solos.

Sirvieron dos vasos con agua para que Luna y Dimitri tomaran una para cada quien. Teniéndolos llenos, Argos tomó un cuchillo para formar una cortada en su mano y verter unas gotas de su sangre en el líquido de los vasos. El agua se tornó de un color rojizo, casi transparente, pues la sangre depositada no era demasiada para colorar fuertemente las bebidas. Con temor de lo que puede pasar, así como una sensación extraña en la boca, pues sabían que estaban por beber algo con la sangre de su amigo. De una sola pasada, se terminaron el agua para no dar tiempo de saborear aquel líquido por mucho tiempo; soltando los vasos ya vacíos en la mesa, respiraron agitados por la falta momentánea de aire para tomar el agua en un solo trago.

La primera impresión fue de desánimo, pues no sentían diferencia alguna en su estado, pensaron que aquello que hicieron de nada sirvió para algo en lo absoluto.

–Creo que esto no funciono. Tal vez Dimitri tenía razón, estas cosas solo ocurre en los cuentos para niños.

–Espera, creo que debemos de probar algo primero –Dimitri sacó una de sus dagas para encajarla en su mano y ver qué efecto tenía en él. La sangre brotó de inmediato conforme el filo de la navaja se deslizaba en su piel. De inmediato todos miraron como dejaba de brotar el líquido rojizo para mostrar una piel–. Creo que, si ha funcionado, pero, aun así, debo de saber si esto funcionara con el enemigo– se acercaba a Argos para poder hacerle un corte en la mano, para averiguar si también podía hacerle daño a otro semidiós. Por claras razones su compañero se apartaba de él para no ser dañado– quédate quieto.

Cuando pudo hacerle una rajada en la mano a Argos, Dimitri, Luna y el mismo herido contemplaron como lograron sacarle sangre con una sola cortada, alegres de saber que si podían hacerle daño a Dorian. Luna se apresuró a sacar una de sus piedras de mágicas, empezando por una azul, para activar un círculo mágico de agua, la cual funciono al primer intento; luego probó con una de fuego, consiguiendo el mismo resultado. Cuando, por accidente agarró una piedra morada fue que, como sí repeliera a Luna, salió volando el cristal, golpeando la pared de la habitación, el único que no se sorprendió fue Argos, pues ya le había ocurrido algo similar cuando fueron a la mina hace tiempo. Dimitri se aproximó a la piedra mágica para tomarla sin problemas.

–No sé por qué, pero no podemos agarrar una piedra de ese tipo. Desconozco la razón de eso, pero me sorprende que tú puedas agarrarla sin problemas, Dimitri.

–¿Algo tendrá que ver que la usé con anterioridad?

–Puede ser.

–Bueno, ¿ahora qué debemos hacer? –Luna preguntó.

–Ya es de mañana. Eso indica que nos quedan cuatro días para llegar a Belfast. Tenemos que prepararnos para llegar y pelear.

–Ya tenemos las armas, solo debemos de llegar y hacer nuestro trabajo. Solo queda eso.

Esperaron al día siguiente para embarcarse con destino a la Isla deBelfast, un territorio que ninguno de los reinos ha querido reclamar, pues notenía algo de interés, solo era un montón de tierra en medio del mar. Los pocosque has ido a ese lugar se topan con grandes árboles y enormes extensiones deterreno sin nada que pudieran aprovechar. Pero era un buen lugar paradistraerse y salir de lo cotidiano, así como estar en un lugar tranquilo yalejado de todo el mundo, pero para todos aquellos que querían ir a Belfastdebían de atravesar por el Reino del Sur, pues era el único que tenía el puertohacía aquel lugar.



Ya subidos en el barco. Con solo tres días para llegar a la Belfast, tomaron lugar en sus respectivos camarotes, ansiosos por llegar a su destino, esperando poder derrotar a Dorian, pues contaban con sus habilidades que habían entrenado y usado desde ya hace tiempo para encararlo y vencerlo sin muchos problemas. Desde el puerto del Reino del Sur hasta la isla era un trayecto de máximo dos un día, por lo que estaban a tiempo para llegar, descansar un poco y prepararse para su pelea.

Estando en medio del mar, el barco se mecía de un lado a otro por el efecto de las olas, Argos y Dimitri, que en algún momento de sus vidas han viajado en barco no sintieron ninguna molestia al estar en la nave; caso contrario al de Luna, quien ya estaba experimentando las náuseas por su primer viaje en el mar. Ella se encontraba recostada boca abajo en su cama mientras sus amigos estaban preocupados, mirándola parados a su lado.

–No me siento para nada bien –Luna sentía las náuseas cerca de su boca, por lo cual se cubrió la cara con las almohadas

–Vamos... No es tan malo ¿o sí? –Dimitri se reía un poco por la situación de Luna–. No llores, es normal que te sientas así si es la primera vez que subes a un barco.

–Por favor, mátenme, no puedo resistir esto –aunque su petición era una especie de mala broma, su malestar era tan fuerte que en un momento si lo pensó seriamente.

–Estaremos afuera en la proa del barco, cuando te sientas bien, puedes ir a buscarnos –Argos la animó con unas palmadas en el hombro recibiendo solo un gruñido de malestar de su amiga.

–Ya dejémosla sola Argos. Vámonos

Cuando salieron al estribor de la embarcación, el aire resoplo fuerte sobre sus caras, alborotando sus melenas a tal punto que tuvieron que agarrar momentáneamente su cabello con las manos para evitar que se hiciera aún más un desastre en su cabeza. La vista del mar era hermosa, el sol se reflejaba en la cristalina agua, había pocas nubes blancas en el cielo, el mismo viento les hacía sentir la brisa que dejaban las pequeñas olas que golpeaban al barco. Algo realmente espectacular. Solo pocas personas se encontraban afuera de sus camarotes, contemplando aquel panorama, pero eso no les molestaba a los dos aventureros, pues les agradaba pensar que son pocas las personas que viajaban a Belfast, por si las cosas se salían de control, no querrán involucrar a personas inocentes en su más grande aventura.

–Es interesante la paz que se vive en este lugar –Dimitri comenzó a hablar mientras se recargaba en la barandilla, mirando como las olas golpeaban el escudo del barco.

–Después de todo lo que hemos pasado, es raro pensar que hay tranquilidad en nuestras vidas –Argos se recargo de espaldas al lado de su amigo.

–Hace tiempo yo solo pensaba en llegar al Reino del Este y hacer una vida normal. Ahora, mírame, estoy viajando por el mar para pelear con un semidiós. A parte de eso tengo una vida inmortal. Esto se aleja por mucho de mi plan original.

–Bueno... no todo sucede como uno quiere. Hace casi mil años yo solo quería estar tranquilo en la casa de mis padres, pero ahora me encuentro aquí.

–Para mí nuestros destinos lo escribimos con las acciones que realizamos. Es imposible creer que lo que hacemos no repercute en nuestro futuro, porque al final, nuestro pasado nos alcanza.

–Eso fue muy profundo. Hasta pareces un filósofo.

–Es algo que he aprendido a lo largo de mi vida.

–No lo dudo.

Después de la plática, solo se dedicaron a apreciar el paisaje y contemplar como el sol descendía para ocultarse en el mar, las tonalidades claras se fueron tornando en tonalidades naranjas, el reflejo del astro rey se alargaba en el espejo del mar. Saliendo del camarote, Luna se detuvo en el marco que daba a la proa del barco, mirando a su alrededor para ver si lograba identificar a sus amigos, cuando volteó a su derecha logró ver como Argos y Dimitri se reían como viejos amigos, ambos recargados en la barandilla del barco, con pasos tambaleantes, pues aún no se recuperaba del todo de su malestar, pero se encontraba lo suficientemente bien para poder pararse y caminar un poco. Cuando logró estar cerca de ellos, recargo su cuerpo en el hombro de Dimitri para no perder el equilibrio.

–Veo que ya puedes levantarte, que bueno –fue Dimitri quien sintió primero la presencia de Luna, luego fue Argos.

–Creo que ya me acostumbré al movimiento del barco, solo me falta superar bien las náuseas.

–Mínimo ya es algo, pero te hubieras quedado en cama –le hizo la sugerencia Argos.

–Gracias, pero me siento bien.

Ambos se encogieron de hombros.

Los tres se recostaron en el piso de madera para contemplar el manto de estrellas que termino por aparecer al cabo de unos momentos de que Luna salió a buscarlos; uno de los trabajadores del barco se acercó para ofrecerles algo para comer, con mucho gustoso lo aceptaron. Dimitri contaba historias que habían escuchado en sus múltiples viajes; Luna los emocionaba con los cuentos que leyó en algún libro de los muchos que tenía; por su parte, Argos rememoraba algunas de sus hazañas cuando peleaba junto al ejército del sur. Fue una noche en la que se acercaron un poco más. Platicaron hasta donde pudieron, para luego caer dormido en el mismo lugar donde se sentaron. Los rayos del sol mañanero los despertaron, y conforme abrieron los ojos miraron como se acercaban al puerto. En los tres se mostraba una sonrisa leve, pues estaban cada vez más cerca de su objetivo.

A solo dos días de encontrarse con Dorian, se tomaron el tiempo para descubrir que es lo que había en aquella isla, pues era la primera vez, para todos ellos, que se encontraban en aquel lugar. Notaron que en la entrada del puerto había una pequeña ciudad, contrario a lo que pensaban, que era una isla sin ninguna persona que la habitara. Mientras caminaban por el pequeño mercado, Dimitri se atrevió a preguntar sobre la razón de que estaban asentados en ese lugar.

–Desde hace unos años que estamos aquí, pues el Reino del Sur nos apoyó para poblar solo esta parte, pues es un lugar muy visitado –comentó una de las vendedoras del sitio.

Pasando entre los distintos puestos, compraron fruta, comida y otras cosas para pasar los siguientes días en Belfast, contando también con el día donde se enfrentarán a Dorian. Así fue como transcurrió su primer día, mientras que el segundo estaba destinado a planear como se enfrentaran a su enemigo. En eso estaban en la habitación que rentaron en el puerto de la isla.

–Entonces, ¿cómo nos distribuiremos para atacar? –preguntó Dimitri sentado en el suelo apoyado con sus manos detrás de la espalda.

–Eso es algo que venía planeando hasta ahora –Argos se encontraba recargado en el marco de la ventana–. Una ventaja que tenemos es que su capacidad de percibir a los demás solo es a una distancia cercana, por lo que podemos hacer un ataque a larga distancia. Es en eso donde me pueden ayudar, ya seas tú o Luna quien genere un ataque a distancia.

–Será mejor un disparo de Dimitri, pues cabe la posibilidad de que, si el ataque es mío, puedas salir lastimado –comentó Luna.

–Lo mismo pienso –Dimitri complementó el comentario de Luna. De repente, volteó a ver a Argos–. Exactamente ¿a qué hora debemos de estar en el bosque de Belfast?

–Exactamente eso no me lo dijo, pero lo mejor sería llegar como al mediodía.

–Bueno, creo que es momento de descansar –indicó Dimitri quien en su experiencia sabe que deben de descansar antes de una gran misión–, ya casi anochece.

–Buenas noches –dijo Luna.

–Descansen –fue lo último que dijo Argos.

Fue una noche algo pesada, pues todos se tardaron en conciliar el sueñopor la preocupación de saber que les deparará el día de mañana; fue Argos quienmás tardó en dormirse, pues era quien más alterado se encontraba por esasituación, hace tiempo que no peleaba con Dorian, pues la última ocasión que lohizo fue hace casi mil años, aparte de que poco o nada sabía sobre lashabilidades de combate. Solo podía esperar a lo que ocurriera al siguiente día.



Las hojas de los árboles se sacudían violentamente por las rápidas ráfagas de viento que sacudían el bosque, el sol se encontraba cubierto por una espesa capa de nubes negras que daban la impresión de una noche con una fuerte iluminación. Ningún animal se escuchaba en los alrededores, parecía como si todo en aquel lugar; el ambiente tenía un olor a humedad, como si fuera a llover, pero ninguna gota cayó sobre el césped. Una montaña con la cima blanca por la nieve se notaba al fondo del campo donde ya esperaba, ansioso, Dorian; contaba con una armadura de metal, tan pulida que podía reflejarse todo a su alrededor, una capa roja adornaba su espalda, sostenida por botones dorados sobre las hombreras que portaba.

De brazos cruzados, veía como un destello dorado se acercaba desde la profundidad del bosque, poco a poco se notaba que Argos estaba caminando, con la mirada clavada sobre aquel que fuera en un momento su compañero, en su rostro no se reflejó ninguna expresión, su cara era tan inexpresiva que costaba saber en qué estaba pensando. Lo mismo sucedía con Dorian, su cara no reflejaba lo que estaba dentro de su cabeza. Cuando los dos estuvieron frente a frente, solo a unos pasos de distancia, sus ojos se miraban fijamente, la frialdad de esas miradas era irrompible, no había odio entre los dos, solo resentimiento. Lo que notó a primera vista era que Argos ya tenía puestos su escudo y espada, la cual sostenía con su mano aun enfundada, pero listo para defenderse.

–Así que te dignaste a venir. Pensé que tendría que buscarte de nuevo en otro lado. Lo bueno que me ahorraste el trabajo. Y bien, ¿ya reflexionaste lo que te dije?

–Para ser sinceros, estaba a punto de no venir, pero no quería hacerte esperar –la cara de Argos, al igual que la de Dorian, no cambiaron de expresión, tampoco desviaron la mirada–, y a lo que tu pregunta concierne, sigo con la firme idea que no estoy dispuesto a disculparme con ese Dios. –El disgusto de Argos hacia Taro se hizo evidente cuando pronunció la palabra Dios con un énfasis de desprecio.

–Lástima. Realmente estaba esperando que no fueras tan terco –agachó la mirada al suelo con una muy fingida decepción–, pero veo que deberé usar la violencia para llevarte. Ya sea vivo o muerto. –Chasqueó los dedos de la mano izquierda y, de repente, con un destello, aparecieron los otros tres semidioses, todos al lado de Dorian, cada uno con sus propias indumentarias, preparados para el ataque empuñando sus armas.

–Bueno... si a ese límite quieren llegar, yo no tengo ningún problema en contestar de la misma manera –así fue como Argos desenvaino su espada y la apuntó a Dorian. Sus oponentes sacaron una sonrisa burlona, pues pensaban que derrotarlo en una pelea cuatro contra uno sería sencillo.

Cuando vieron que Argos sacó su arma para pelear, Luna y Dimitri entendieron que esa era la señal para preparar su ataque sorpresa, pues antes de entrar al bosque se pusieron de acuerdo para saber en qué momento será oportuno atacas. En los planes originales no estaba previsto que fueran a aparecer otros tres contrincantes, pero eso no cambiaría la estrategia, pues seguiría siendo la misma, salvo unas leves modificaciones. Dimitri tomó dos flechas y, postrándolas sobre su arco, les prendió fuego en las puntas para hacer más daño; por su parte, Luna conjuró en su mano una bola de fuego con la ayuda de una piedra roja. Lanzaron los ataques a los tres nuevos oponentes: las flechas en llamas fueron a los dos que aparecieron a la derecha de Dorian; por su parte, Luna dirigió su ataque contra el tercero que estaba a la izquierda del oponente de Argos.

Si bien las flechas que disparó Dimitri fueron esquivadas por sus objetivos, Luna logro acertar a su destino. Esto no fue por la gran puntería de Luna, que en realidad mejoro bastante, la realidad es que el otro semidiós se confió tanto de que el ataque no le afectaría en lo absoluto, al punto de que, con alta soberbia, detuvo el ataque con su cara. Pero su arrogancia le costó muy caro, tanto a él como a sus compañeros; pues aquel ataque de fuego lo tumbó al suelo, dejándolo gravemente herido e inhabilitado para pelear, pues el dolor no le permitió ni parase. El asombro y horror se apoderaron de los cuerpo y mentes de los semidioses que planeaban atacar a Argos, pues no comprendían como un ataque que no era de uno de ellos pudiera dañarlos. Con uno menos, aún estaban dispuestos a pelear, sin saber contra que otras personas estaban a punto de pelear.

Entre los árboles, como si los hubiera escupido el bosque, se encontraban parados Luna y Dimitri, cada uno ya tenía en sus manos las armas con las cuales pensaban combatir en adelante. Apresurado, el asesino tomó de vuelta su arco para lanzar la estocada final al semidiós caído, para que finalmente muriera y no tener más obstáculos durante el combate; el oponente aún estaba retorciéndose de dolor por la quemadura en la cara, pero con las tres flechas encajadas en el corazón su vida desapareció por completo. Ahora era un parejo tres contra tres.

El odio se mostraba en la cara de los tres oponentes restantes, Dorian solohizo un movimiento con la cabeza para indicarles a sus compañeros que atacarana los dos oponentes que acaban de aparecer. Rápidamente, los dos secuaces loobedecieron y salieron corriendo a toda velocidad, dejando a Argos solo contraDorian, pues entendían que era el quien debía derrotar y entregar al supuestotraidor. De forma inmediata, el ataque empezó con un oponente con espada contraDimitri y el otro atacante estaba desarmado, peleando a puño limpio contraLuna. De esa forma comenzó el combate.



Para detener la embestida de tu atacante, Dimitri cruzó sus dagas para detener, de forma momentánea, el golpe con la espada que estaban a punto de darle; cuando logró retener a su adversario, comenzó a lanzar patadas en contra de su abdomen, los cuales fueron hábilmente contenidos con las piernas del agresor. Al sentir que ya no podía aguantar más con la fuerza de su oponente, empujó hacia arriba la espada, el deslice del filo de las armas provocó que salieran chispas. Separados, Dimitri usó velocidad máxima para distraer a su contrincante, rodeándolo en un círculo con su rapidez, le lanzaba ataques de fuego con la intención de distraerlo para que no viera sus próximos ataques; conforme más se acercaba, más llamaradas le lanzaba. Estando tan cerca de él, Dimitri apuntaba su daga al semidiós al cuello, pero de forma sorpresiva, este logró detener su ataque antes de que lograra arremeter contra su vida; sin pensarlo más, continuaba con su técnica de velocidad máxima lanzando bolas de fuego, pero en esta ocasión lo combino con sigilo, para tener más posibilidades de no ser capturado. La percepción sobre Dimitri por poco y desaparece, pero solo dejó un pequeño rastro, por lo cual el amigo de Dorian se quedó esperando el ataque, pero lo que no esperó fue un ataque frontal con su última daga al cuello. Preparando su espada para recibir el golpe, solo miró como como de un momento a otro le llegaba una bola de fuego que iba directo a la cara, lo tapó con un brazo y, cuando logró percibir de nuevo a Dimitri, este ya estaba debajo de el con la daga encajada en su abdomen. Suavemente, tomó la espada de su oponente, pues no quería qué, por un descuido, al soltarla el semidiós, cayera sobre él. Con el semidiós sacando sangre de su boca, decidió quitarle la vida con un certero corte hasta el corazón. Su vida fue desapareciendo conforme estaba su cuerpo caía al suelo.

Luna no se comprometió tanto a atacar, pues su experiencia en el combate cuerpo a cuerpo no era muy grande, pues su entrenamiento solo era lo básico para soportar lo suficiente y aguantar hasta que uno de sus compañeros la ayudara; pero en ese preciso momento podía tener un poco de ventaja, pues su oponente solo contaba con sus puños para atacar. Pero eso no significaba que tendría un combate sencillo. Cubriéndose con sus brazos, Luna soportó el primer puñetazo que iba dirigido al estómago, la fuerza del impacto la hizo retroceder unos cuantos pasos, pero logro mantenerse de pie, lista para recibir los siguientes embates. Lanzando golpes y patadas con una velocidad tal, que solo podía competir con la de Dimitri, fue como empezó a tratar a la otrora princesa, la cual hizo uso de lo aprendido en los entrenamientos que había tenido con el asesino, pues fue con él que ella logro esquivar y retener golpes con una gran destreza, claro que aquello era un simple entrenamiento y esto es un combate real, donde las equivocaciones salen caras. Sumado a eso, está el hecho de que podía sentir los movimientos de su enemigo, lo cual también le daba un sentimiento de superioridad, eso mismo le orilló a cometer un pequeño error; estando un poco separada de su contrincante, Luna realizó un hechizo de fuego para ganar un poco de ventaja. Por desgracia su oponente esquivó su ataque y, en el momento que estaba recuperando su postura, él logro acercarse lo suficiente y tomarla por el cuello.

Aquel semidiós levantó a Luna, haciendo que sus pies se despegaran del suelo y privándola de aire, provocando que sufriera con mucha agonía y dolor, mientras él solo seguía apretando con más fuerza, logrando que se escucharan unos espantosos crujidos del interior de Luna. Intentaba gritar, pero le era imposible, de su boca no salía ningún sonido, su vista se nublaba con cada segundo que pasaba en esa posición. Cuando su combate terminó, Dimitri decidió mirar cómo le estaba yendo a su compañera, solo para toparse con una escena que le hizo recordar lo vivido en el Castillo Imperial; furioso, logró deslizar de su manga una pequeña piedra mágica que no pensaba en utilizar, no otra vez, la presionó fuertemente para liberar su poder y, como la primera vez, su cuerpo se llenaba de una inmensa cantidad de fuerza, un aura negra lo rodeo, provocando que poco a poco perdiera sus sentidos, pero ahora todo era diferente, pues tenía dentro de él una fuerza divina, que le impedía dejarse manipular por esos sentimientos de rabia e ira. Usando velocidad máxima, se puso detrás de quien estaba dañando a Luna para acuchillarlo por la espalda, pero este enemigo lo detuvo con su mano libre, tocando la daga de Dimitri, pero no se quedó solo en eso, usando la misma técnica que con su oponente, soltó su arma y comenzó a disparar bolas de fuego contra el semidiós desde diferentes posiciones. Los primeros ataques fueron retenidos por quien tenía a Luna por el cuello, pero al notar que esos encantamientos lo dañaban más de lo normar, prefirió esquivarlos. Llego al punto que Dimitri se acercó para tomarlo por el brazo con el cual sostenía a la princesa, su simple toque bastó para que sufriera un poco por la magia oscura que portaba. Cuando logro que soltara a Luna, se lazó directo contra él, para así quitarle la vida con una serie de golpes que no tuvieron resistencia, y acabaron por dejar el tercer caído aquel día.

Jadeando por el cansancio que le provocó el usar la fuerza de la piedramágica, poco a poco se fue liberando de sus efectos. Cuando logró quitarse todoel poder, Luna lo empezó a curar para aliviarlo; ya más tranquilos se dedicarona ver como su amigo se dedicaba a combatir contra su antagonista, pues esa erauna lucha personal que solo él debería terminar.



Después de mandar al ataque a sus compañeros, Dorian se mostró tranquilo de saber solo tenía a Argos frente a él, se dio el pequeño descaro de sonreír frente a él, aun cuando estaba siendo amenazado por la espada de quien, hace ya varios años, consiguió derrotar al ejército imperial. Dorian tomó de su espalda su espada, para hacer el primer contacto de golpe contra Argos. El impacto produjo que de la zona de contacto salieran chispas; posterior a ese embate, continuaron una serie de ataques por parte de ambos donde colisionaron sus armas para impedir que el golpe del otro los dañara. Entre golpes de puños, detenidos con los brazos; espadazos que eran repelidos con el mismo blandir de sus armas, o en el caso de Argos, retenerlos con su escudo; esquivando los ataques de distintas formas posibles para no salir lastimados o heridos. La batalla fue alargándose debido a la insistencia de no ceder ninguna oportunidad para generar un daño.

Las habilidades de clarividencia resultaban tanto una ventaja como un inconveniente, pues al momento de lanzar un ataque, el contrario sabría a donde dirigir su atención y viceversa; por lo cual, de un momento a otro, la pelea se convertirá en una batalla de aguante. Todo se podría definir al ver quien lograba resistir más tiempo los golpes del adversario.

En el momento en que Argos no pudo dirigir bien un ataque con su espada, Dorian aprovechó para golpearlo con el mango de su arma para doblarlo y con eso hacer un movimiento con la pierna para tumbarlo bocabajo en el suelo. El golpe que hizo Dorian provocó que también cayera de rodillas por el esfuerzo que hizo durante el combate, cuando se recuperó, alzó su espada, tomándola por el mango con ambas manos, apuntando hacia abajo con la hoja del arma, dispuesto terminar con la vida de Argos, todo estaba listo para que hasta ese momento terminara la batalla, pero no fue así, desde su posición, Dimitri lanzó un ataque de fuego para evitar la tragedia, logrando que Dorian esquivara su ataque y alejara su espada de Argos.

–Maldito, ¿también quieres morir? –gritó Dorian con furia.

–No. Solo quería ganar algo de tiempo.

–¿Qué?

Unas cuantas risas salieron de la boca de Argos, quien se empezó a incorporar poco a poco, portando en el puño una piedra mágica de color verde, él creía que nunca tendría que utilizar una de esas cosas en algún punto de su vida, pero se alegra de que Dimitri lo obligara a portarla para aquella pelea.

–Realmente es interesante utilizar estas cosas –dijo mientras se erguía de forma lenta–, siempre me negué a usarlas, pero ahora... creo que le sacare mucho provecho a esto –de su boca salió una pequeña mueca. Era raro verlo así de arrogante, pero la emoción de terminar con Dorian lo invadió por un momento.

Se fue acercando poco a poco con la espada colgando en su mano izquierda, apretó el puño para levantar su espada para continuar el combate. Dorian se veía cada vez más agotado, no lograba seguir el ritmo de Argos, pues su cuerpo se notaba pesado, sin energía, sus brazos apenas podían con su espada y no lograba contestar de forma oportuna los ataques de su oponente. Cada vez su cuerpo se llenaba de cortes provocados por la espada de Argos; su cuerpo no resistió más, derrumbándose frente al guerrero del ejército del sur, quien solo se le quedó mirando, su mirada no reflejaba odio, ni coraje o desprecio, era más bien una expresión de alivio. Con la punta de su espada, Argos toco ligeramente el cuello de Dorian, deteniéndose cerca de la barbilla.

–¿Te arrepientes de lo que hiciste? ¿Te arrepientes de matar a mis padres? –los recuerdos de Argos le dolían, tanto que por sus mejillas rodaron unas cuantas lágrimas al revivir en su memoria lo ocurrido a su familia.

Tal vez el miedo, o el no saber que responder, provocó que Dorian no contestara.

Argos estaba concentrando toda su energía en su espada mientras la levantaba sobre su cabeza, un gran brillo invadió el filo, la luz llegaba a ser cegadora para Dimitri y Luna, quienes se taparon los ojos para no lastimar su vista. Sus compañeros ya sabían que ataque utilizaría, el mismo que aplicó cuando pelearon contra los Veras en la ciudad de Sedra; cuando Argos utilizó Daño Crítico contra Dorian, una cortina de polvo se fue levantando, era tan espesa que sus amigos no lo lograran ver por varios minutos. Fue cuestión de minutos que, al disiparse toda la tierra que flotaba en el área, cuando miraron a un cuerpo caminar tambaleante hacia su dirección. Dimitri y Luna no lo podían creer, Argos no solo derroto a Dorian, lo elimino del mundo de una forma literal, pues no quedó rastro de él por ningún lugar.

Argos se empezaba a caer, por lo cual Dimitri fue en su auxilio para servirle de apoyo. Luna corrió hacia ellos para curar a su compañero, pues ella lo miró maltrecho después de utilizar su ataque.

–Me sorprendo de no haber muerto en esa arremetida –Argos se notaba con una sonrisa de satisfacción en la cara, apoyado en el hombro de Dimitri, solo esperó a que Luna lo curara para poder levantarse.

–Creo que eso fue lo más loco que te vi hacer –le dijo Dimitri entre risas.

–Nos preocupaste. Pensamos –Luna aún estaba preocupada mientras lo curaba, pero su temor se fue disipando poco a poco.

–Al menos todo se terminé. O eso es lo que pienso. –Argos miraba al frente como si intentara adivinar que habrá del otro lado de los árboles–. Bueno, lo que queda saber ahora es ¿de aquí que sigue? –Miró a los dos de reojo.

–No lo sé. Solo queda esperar al futuro –le respondió Dimitri.

–No te preocupes Argos –continuó Luna–, solo hay que descansar y, como dice Dimitri, solo nos queda esperar.

Los tres aventureros salieron de aquel lugar con rumbo a la pequeñaciudad para esperar al barco que los llevara de vuelta al Reino del Sur, donde esperaríana lo que la vida les depara.

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