VIII
En las cercanías de Sedra, se puede visualizar las puntas de las torres del castillo del Reino del Este, esta es la ciudad que se encuentra entre Kudra y el Reino, por ciertas razones que nadie conoce, esta ciudad no cuenta con un gremio de aventureros, por lo cual para los encargos se les encomienda a los aventureros de ciudades cercanas. Sedra está bien defendida por los militares que, en su mayoría, habían participado en varios combates para proteger a la ciudad de ataques enemigos de otras ciudades que solo buscaban derrotar al reino y quedarse con sus territorios; por desgracia, los soldados que custodian la ciudad no contaban con experiencia para atacar a las bestias que pudiesen atacar a la ciudad.
Solo pasaron dos días del ataque de los Veras a la ciudad de Sedra hasta que se publicó el aviso en el gremio de aventureros de Kudra, con la esperanza de que alguien los ayudara derrotando a las bestias.
Los Veras son criaturas voladoras, más grandes que un ave normal, de color café oscuro con una cabeza desproporcionadamente pequeña para su inmensurable cuerpo. Su aspecto era terrorífico, de cuerpo delgado, casi esquelético, pero duro como una roca. Su cuerpo no presenta ninguna pluma, por lo cual todo aquel que lo mira se pregunta cómo puede este monstruo volar.
Unos soldados que custodiaban la entrada a Sedra, miraron a tres personas montadas en caballos acercándose rápidamente a la ciudad. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, los detuvieron para increparlos sobre sus motivos para estar en aquel lugar.
–Lamentamos llegar de esta forma –se disculpó Argos–, pero vimos esto en el gremio de Kudra y decidimos llegar para ayudar – sacó de su bolsillo el contrato que pedía ayuda para Sedra por los ataques de Veras.
–¡Por fin llego ayuda a esta ciudad! –decía un soldado con exagerado alivio el militar– esta ciudad a esperado por tres largos días la ayuda de aventureros para derrotar a las bestias que han atacado nuestro hogar. Por favor pasen para que reciban el informe.
Los tres aventureros fueron escoltados por tres soldados por la ciudad que, a primera vista y a sorpresa de ellos, tenía varios daños en diferentes lugares, producto, al parecer, de los Veras. Dejando a sus caballos en la entrada de la ciudad, se dirigían a la estación de guardia donde se encontraba un sargento que estaba comisionado para dirigir a los soldados en aquella ciudad. Entrando al despacho de aquel sargento, lo miraron preocupado observando un mapa de la ciudad en el cual reposaban varias figuras que indicaban las posiciones de los militares a su cargo.
Saliendo del mundo de su cabeza, el sargento miro a los aventureros que entraban a sus aposentos acompañados por el militar que los recibió. Al ver esto, el superior se levantó enojado dirigiéndose a su subordinado.
–¿Me puede explicar que es esto? No estoy para bromas soldado –el superior estaba molesto por la intromisión a su oficina.
–Lamento la intromisión señor –poniéndose firme y saludando poniendo su puño derecho en el pecho– pero la razón de que estemos aquí es que estas tres personas son aventureros enviados desde Kudra para auxiliarnos contra las bestias– terminando de hablar, dejo de saludar y se puso firme de nuevo.
–Finalmente llegaron –cambiando su expresión a un alivio moderado– en vista de esto, puede retirarse soldado, déjenos a solas.
El militar solo saludo y, al momento de salir de la oficina de su superior, cerró la puerta para que los aventureros y el sargento hablaran cómodamente.
–Qué bueno que llegaron, estamos desesperados por esta situación que he tenido que pedir refuerzos del Reino del Este para cuidar la ciudad.
–Y ¿cuál ha sido el resultado? –se preocupó por las acciones del oficial.
–Por desgracia no hemos recibido dicha ayuda. Pero logramos repeler, en la medida de lo posible, el ataque de las bestias, ya que nuestra prioridad es salvar a las personas de esta ciudad y evitar que los Veras lleguen al reino. Pues al igual que nosotros, sus soldados no se han enfrentado a bestias –dijo mientras ponía las manos sobre su escritorio mirando, desesperado, el mapa que estaba desplegado.
–Y... sobre ese mapa... ¿Qué significa cada una de esas figuras en el mapa? –dijo Luna con timidez de que se enojara por no comprender que eran dichas figuras.
–Esto, señorita, son las posiciones de mis soldados y de las bestias. Los de azul, mis hombres, los tengo vigilando desde el exterior en grupos de siete hombres alrededor de la ciudad y cambiando los grupos cada seis horas para evitar que se cansen. Mientras que en rojo son las bestias que nos han atacado –señalando en el mapa las posiciones de las figuras–. Las bestias nos han atacado mayormente a las puertas de la ciudad, pero, por su capacidad para volar, han logrado atacar adentro de la ciudad, por fortuna no hay ninguna víctima mortal en estos ataques.
–Veo que ha logrado poner a sus hombres de tal forma en que logren mirar si los Veras atacan de cualquier lado, evitando las sorpresas –comentó Dimitri al ver la planificación del militar.
–Así es.
–Yo propongo que nos quedemos cerca de la entrada de la ciudad y, como la mayoría de los ataques son por esa parte, que los militares lleguen a esta posición –sugirió Argos moviendo las figuras del mapa hasta la altura de la puerta–. Cuando empiecen el ataque y se preparen para desalojar a las personas. Y que unos cuantos nos ayuden a contener a las bestias para poder atacarlos sin muchos problemas.
–Pero... ¿Qué haría yo? –dijo Luna sin entender que es lo que mueven en el mapa.
–Tu puedes ayudarnos poniéndote en esta torre de vigilancia cercana a la puerta –señaló Dimitri el punto en el mapa– así, puedes dirigir tu magia en esta área –trazó un círculo alrededor de la posición que tomará Luna– nos ayudaras sin tener que arriesgarte a un ataque.
–Perdone –habló el oficial dirigiéndose a Dimitri –pero eso parece más peligroso que encontrarse en tierra.
–Yo me quedare con ella atacando con mis flechas, y como ella tiene piedras mágicas, me será más fácil poder atacar si trabajamos en equipo.
–Yo estaré junto a los militares con el desalojo de los habitantes –comentó Argos–. Cuando estén la mayoría a salvo, me uniré al ataque.
–¿Ustedes creen que funcione? –preguntó Luna tímidamente.
–Claro, pero si pongo a soldados que manejen arcos en esta zona del muro –decía el soldado poniendo más piezas cerca de la zona donde estarán Dimitri y Luna– les daremos ayuda en su ataque contra los Veras.
–Solo queda esperar a que lleguen de nuevo las bestias para ver si funciona –se atrevió a decir Argos.
–Bueno, en ese caso, los llevare a donde pueden ocupar sus posiciones.
Saliendo de su oficina, el oficial llamo a dos soldados que estaban en el destacamento y, por órdenes de su superior, llevaron a los aventureros a la zona donde tendrían que subir para estar junto a los centinelas en la sima del muro, mientras que Argos debería de esperar junto a los militares para conocer cuál es la ruta que toman para proteger a los ciudadanos.
–Díganme, ¿cuál es la ruta que toman para desalojar a las personas?
–Claro. Nosotros usamos toda la calle principal hasta llegar a la herrería –señalando con el dedo la ruta en el mapa que tenían ahí los soldados–, después tomamos una vuelta a la derecha y llegamos a esta parte de la ciudad cercana el muro, donde tenemos un escondite subterráneo que nos permite proteger a todos los ciudadanos.
–Me parece bien que tengan un lugar así. Entiendo que tomen la calle principal, pero, ¿no sería mejor tomar una ruta con mayores lugares con techo? Para poder protegerlos.
–También pensamos en eso, pero dichos lugares son muy estrechos, así que decidimos tomar esta ruta que es más rápida, en cambio, por una ruta como usted dice, tardaríamos más en lo que la gente se acomoda para pasar.
–De acuerdo. Entonces solo queda esperar. ¿No?
–Así es.
El tiempo pasaba lentamente, el sol llegaba a su punto más alto del día, los habitantes de Sedra se encontraban caminando libremente por las calles de la ciudad sin miedo. De momento. Los soldados se encontraban en guardia en espera de que algún Vera se presentara para atacar la ciudad. En la parte superior de muro, varios centinelas habían sido postrados para apoyar el ataque en contra de las bestias. En la parte inferior, varios soldados se encontraban listos para guiar a las personas el lugar subterráneo donde se protegerían del posible ataque. Luna estaba junto con Dimitri en la parte superior del muro en espera de que las bestias llegaran para derrotarlas; por su parte, Argos estaba junto a los soldados que cuidarían de los habitantes para socorrerlos en caso de ser necesario.
Los minutos pasaron y los militares se desesperaban, querían terminar con esto lo antes posible, pero para eso necesitaban que los Veras aparecieran.
Cuando el sargento Paul se dispuso a revisar, por cuarta vez en el día, la condición de sus tropas, se escuchó a lo lejos un grito que espanto a todos los soldados, ya que eso significaba que los Veras estaban por llegar a la ciudad. Rápidamente, los centinelas estaban atentos a ver de qué parte estarían llegando las bestias para preparar el ataque. Con la gente espantada, los soldados encargados de movilizar a la gente, se postraron frente a la puerta haciendo que los pobladores caminaran de forma ordenada por la calle principal de la ciudad, pero con la intención de llegar rápido al lugar indicado para protegerse; ante el movimiento de los militares, Argos se preparó para apoyar desde la retaguardia para defender a las personas en caso del ataque de un Vera. Luna, al escuchar aquel espantoso ruido, se estremeció al punto de ponerse en cuclillas, poner las rodillas contra su pecho y agarrar fuertemente el bastón que usa para dirigir sus hechizos con ambas manos; al presenciar esta acción Dimitri, que estaba a solo unos pasos de ella, se agacho para tomarla, y agarrándola de los hombros la levantó para hablarle.
–No es el momento de tener miedo –le mostro a la gente caminando en la calle principal–, ¿ves a todas esas personas? Ellos dependen de nosotros para protegerlas. Así que no tengas miedo ¿de acuerdo?
Luna solo pudo asentir, el miedo que le invadía no le permitió hablar.
Tomándola de la mano, se dispuso a correr junto con ella para dirigirse a la zona donde los militares habían divisado a las bestias. Cuando Dimitri y Luna llegaron a dicho punto, los centinelas los miraron en espera de que les diera alguna indicación de cómo debían de proceder con el ataque. Pensativo, Dimitri se fijó en su compañera.
–¿Puedes generar un ataque de fuego? Necesito que utilices dicha habilidad para empezar –a sabiendas que Luna tenía miedo, Dimitri esperó que ella diera lo mejor de ella en aquel momento–. Sé que puedo confiar en ti en este momento –le dijo para que tuviera más confianza.
Luna se acercó al oído derecho de Dimitri para poder responder
–Hare lo mejor que pueda... –con su característica voz tímida le respondió a Dimitri.
–¡De acuerdo, escuchen! –se dirigía a los centinelas– Cuando ella termine con su ataque, ustedes empezaran a disparar en contra de los Veras ¿entendido?
–Entendido –contestaron al unísono todos los centinelas al terminar de hablar Dimitri.
Todo estaba preparado. Con los pobladores dirigiéndose al refugio escoltados por los soldados y Argos; los militares del exterior empezaron a replegarse a la entrada de la ciudad y se dividieron en dos grupos; el primero se dirigió a auxiliar en el resguardo de los habitantes, ya que, en caso de que un Vera atacase hacia el interior de la ciudad, serían de mucha ayuda para repeler el ataque. El segundo grupo esperaba en la entrada con espadas en caso de que alguno de los Veras decidiera bajar para atacar.
No tardo mucho para que las bestias empezaran a llegar. Y en efecto, en cuestión de segundos, una manada de cinco Veras se miró llegar en frente de la ciudad. Con las bestias a la vista, Dimitri miro a Luna con la esperanza de que no se cohibiera por el miedo de ver a las bestias voladoras. Con la mirada de su compañero y de los centinelas sobre ella, Luna tomo un gran respiro y, al exhalar, tomo una piedra de fuego, colocándola en su bastón concentro su maná y, cuando los Veras estuvieron en cierto punto, invoco un círculo de magia en el terreno, en el cual, tras unos segundos, una lluvia de fuego empezó a caer sobre la zona donde se apreció el círculo de invocación producido por Luna.
El ataque de fuego logró dañar gravemente a una de las bestias haciendo que callera al suelo. Tomando esta oportunidad, los soldados que estaban postrados en el umbral de la puerta de Sedra, corrieron lo más rápido que podían con la intención de matar a la bestia. Después de varios minutos de generar y esquivar ataques, los soldados pudieron dar muerte a aquella bestia. Mientras tanto, los centinelas disparaban sus flechas en contra de los Veras que aún estaban volando con dirección a la ciudad. Con este ataque lograron que algunos frenaran su vuelo para poder defenderse de los disparos que les dirigían. Por desgracia, uno de ellos paso volando sobre el muro provocando que los soldados y los dos aventureros se cubrieran tirándose al suelo, durante esta acción, Dimitri cubrió a Luna para que no le sucediera algo durante el paso del Vera sobre ellos.
Cuando los habitantes, quienes estaban caminando sobre la calle principal para llegar al refugio, miraron que el Vera estaba sobre ellos, el alboroto empezó, los ruidos y gritos de las personas, provocadas por el miedo de ser matados por aquella temible bestia, lograron que el Vera lanzara un grito descomunal, tras esto, empezó a caer en picada. Argos, que se encontraba mirando cómo la gente se desesperaba, empezó a correr para estar a la par del tumulto de personas. Mientras el Vera se acercaba a la gente, Argos usó clarividencia, se volteó a ver a la bestia y, tomando su espada con ambas manos, la lanzó apuntando a la cabeza de su objetivo; como si se tratara de una gracia divina, la espada logro no solo encajarse en la bestia, sino que atravesó la cabeza desde la mandíbula inferior, hasta la parte superior de la cabeza, provocando que callera estrepitosamente en el suelo, como la fuerza de caída venía con el impulso del vuelo, la bestia se arrastró por un momento en la calle, provocando daños a varias viviendas y comercios, con el fin de detener el avance de cadáver del Vera, Argos usó fortaleza para detener en seco su avance, logrando así que se salvaran los habitantes.
Con solo tres Veras restantes, Dimitri les pidió a los centinelas que no cesaran en su ataque contra las bestias; se dirigió hacia Luna para pedirle su ayuda en el próximo ataque. Tomando una piedra de fuego, hablo con ella.
–Necesito que te concentres, quiero que me ayudes usando vitalidad en mí para atacar a los Veras.
–Tengo miedo... no quiero salir –decía tímida mientras recordaba como una de esas bestias volaba sobre ella.
–No es momento de tener miedo –se notaba en su voz el enojo que tenía por la actitud de Luna–, necesito que te pongas firme ante esta situación. Mírame –la tomó de los hombros con brusquedad y la obligó a mirarlo a los ojos– si no lo logramos, todas las personas aquí podrían morir –su tono de voz bajo un poco en comparación de cuando inició a hablar.
Soltó a Luna y se dispuso a seguir ayudando a los centinelas en el ataque a los Veras.
Luna, conmocionada por las palabras de Dimitri, recordaba algunas partes de su niñez que le provocaban algo de miedo, pero conforme avanzaba en sus pensamientos tomo algo de valor y se paró del suelo. Empuñando con fuerza su bastón, dirigió la vista hacia su compañero y empezó a usar su habilidad de vitalidad para reforzar el ataque de Dimitir. Cuando éste logro percibir como su maná se fortalecía, tomo tres flechas, y usando puntería para acertar sus tiros, activo la piedra de fuego que tomo del bolso de Luna, sus flechas empezaron a generar llamas, y estando seguro de su tiro, soltó el disparo y miro como las flechas se alejaban para impactar en sus objetivos. Dos de ellas lograron atravesar la cabeza de dos Veras en medio de los ojos provocando su muerte instantánea; por desgracia, uno de sus disparos solo impacto en el estómago de la bestia, provocando su ira y que soltara otro de sus desgarradores aullidos, logrando que todos se estremecieran de nuevo.
Dimitri esperaba a que Luna restablezca su maná con una piedra blanca, debido a que gasto lo que tenía para que el pudiera disparar con mayor acierto. Cuando pensó que el Vera restante iba a atacar, dirigió su mirada hacia el cielo en con su mente en espera de que un milagro pasara. Cuando de repente, una sombra paso sobre él y los centinelas, cuando logro fijar mejor su vista, comprobó que aquella visión era Argos que, terminando de resguardar a los habitantes, se apresuró a subir el muro, y dirigiéndose a donde se encontraba el Vera, salto lo más que pudo, y usando daño crítico, impacto contra su objetivo logrando que los dos cayeran al suelo provocando la muerte de la última bestia.
Con la escena de los cinco Veras muertos y los habitantes a salvo del ataque, los militares gritaron de alegría al saber que ya no estarán asediados por las bestias. Dimitri se dirigió hacia Luna para bajar del muro e ir a donde se encontraba Argos. Mientras se recuperaba del impacto provocado por la caída, el portador de la armadura dorada se levantó para salir del cráter que provoco el impacto de la bestia al ser golpeada por su espada con daño crítico. Estando ya fuera del hoyo, el cual aún levantaba polvo, Luna se lanzó a abrazarlo para felicitarlo por aquella hazaña, mientras usaba una piedra verde para restaurar su salud, ya que pensó que podría haberse dañado con la caída. Dimitri solo le estrecho la mano con una gran sonrisa.
–Me sorprende que lograras hacer eso –lo decía con preocupación de que su amigo pudiera haber salido gravemente lastimado–, te felicito.
–Se siente raro viniendo de ti, pero gracias –era normal su reacción de asombro, ya que no era común que Dimitri los elogiara.
–Qué bueno que esto terminó. Podemos irnos en paz –la sonrisa que reflejaba muestra toques de preocupación, ya que aún tenía la sensación de miedo por lo ocurrido.
–Ya no estés preocupada –Argos estaba adivinando sus sentimientos– todo termino.
Mientras los amigos charlaban, el Sto. Paul se acercó para felicitarlos por lograr derrotar a las bestias que los habían estado atacando por unos días.
–Me permito en expresarles nuestro profundo agradecimiento por ayudarnos en estos momentos que más lo necesitábamos – mientras decía esto, la gente de la ciudad salía para mirar a los héroes que los salvaron – espero que puedan ayudarnos más adelante cuando sea necesario. Hablaremos de ustedes con el resto de ciudades del reino para que puedan obtener más encargos que les favorezcan.
A la par que el Sto. Paul lo hacía, el resto de los militares que estaban detrás de él, pusieron su puño derecho en el pecho como muestra de respeto a los aventureros.
–Gracias por su oferta –dijo Dimitri–, cuente con nosotros para próximos encargos.
–Gracias por confiar en nosotros, esperamos vernos en otra ocasión –comentó Argos.
Luna, por los nervios, solo asintió con la cabeza en señal de agradecimiento.
Cuando se dirigieron a tomar sus caballos para regresar a Kudra, pasaron por el grupo compuesto entre militares y ciudadanos que les aplaudían y vitoreaban para agradecer el haberlos salvado del ataque de los Veras. Estando ya arriba de los caballos, el Sto. Paul les entrego un papel mientras les comentaba que eso deberían de entregarlo en el gremio para constatar que cumplieron con el encargo. Argos tomo el documento estrechando la mano del sargento.
Con todo lo necesario para irse, galoparon directo a Kudra para reclamar la recompensa del encargo. Estando ya en camino, Argos comentó.
–Vaya inicio que tuvimos como aventureros ¿no?
Al escuchar esto, todos soltaron una carcajada por la ironía del comentario.
Y así fue como los tres iniciaron de nuevo con su vida de aventureros.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top