CAPÍTULO 32: EL FUEGO Y LA TIERRA
Kakarot y Arcadis bajaron, asustados y vieron a Mike con varias heridas en la cara y con el rostro tenso:
-Rápido Kakarot, los Butans se han enterado de tu hazaña y no les parece nada heroica, además dicen que Amtirux y la espada les pertenecen, sin contar con la espada del agua, están locos no recuerdan que somos de su bando, les mueve el orgullo, nos atacaron en el bosque, eran esos seres encapuchados yo luché contra uno al que se le había caído la capucha, ten cuidado, te abriremos camino hasta el pilar del fuego y de la tierra, rápido corre, Arcadis y yo te protegeremos, corre todo recto.
Kakarot desenvainó su espada y avanzó hasta el otro lado del pilar de los vientos, las figuras encapuchadas se abalanzaban hacía él, cómo el día anterior en el bosque, pero el niño oyó al lobo blanco de Arcadis desgarrando carne y a Mike que gritaba:
-¡Púas de captus!
Los enemigos cayeron aturdidos al suelo y él no se paró a mirar lo que había pasado, siguió adelante, pero pronto tuvo que pararse ya que los encapuchados habían tirado una roca que obstruía el camino, no tuvo más remedio que combatir:
-Danos la espada, bribón- gritaban.
Desgraciadamente eran demasiados y tuvo que agacharse para evitar bastantes golpes, podía haber atacado, pero algo le decía que no atacase a esos seres insensatos. Cuando ya parecía que el Butan de enfrente de él le iba a degollar, alguien gritó:
-Congelación.
De entre las ramas salió el rostro rubio de Gladius:
-Todos estamos contigo, rompe esa roca y avanza sin miedo, sólo así podrás coger las espadas.
Kakarot, sin mirar atrás avanzó, le hizo un Tuken a la piedra que se rompió en mil pedazos.
Avanzó por el bosque verde, hasta llegar al borde de un río, del agua salieron una especie de perros que le obstruían el camino, nada podía hacer pero de repente el turbante de Says salió del agua. Los perros se pararon ante su atadura del agua:
-No te preocupes por mi avanza sin miedo.
El niño lleno de dolor y de pena saltó el río y subió una pendiente, estaba ya muy cansado, pero no cesó en su empeño, iba a coger esas espadas les gustara o no a esas criaturas nada ni nadie le podría parar. Los enemigos insensatos seguían apareciendo de todos lados, pero no podían detener al pequeño que corría como un bólido, pronto llegó a lo alto de la pendiente y ante su frustración se encontró un acantilado, no podía hacer ya nada, la batalla estaba perdida pero un trueno cayó del cielo, cortando un árbol y haciendo un puente.
Kakarot levantó la vista y se encontró con Bruno:
-Sigue, el fin de André se acerca sigue por Luminex.
El niño lo hizo y cuando este cruzó, Bruno rompió el puente, estaba atrapado, todos estaban dando su vida por la suya, no podía verlo más y continuó, esta vez bajo y bajo hasta caer rodando a un lugar amplio con césped de color rojo, parecía que no iba a pasar nada y el niño avanzó, pero del suelo apareció un gigante verde que le cogió del pelo y lo lanzó a un árbol, el niño dolorido miró hacia arriba y vio arena, fina arena que estaba reteniendo al monstruo, a su lado estaba Jessica, con rostro serio:
-Nunca te has parado y no lo vas a hacer ahora, tú eres nuestro destino, continua.
El niño, medio llorando, continuó, ya era demasiado, más sacrificios no, eran inútiles, solo para defenderle a él, un simple niño idiota.
Kakarot avanzó más rápido todavía, fue por el camino, los Butans le insultaban, pero a él le daba igual, que le maldijeran lo que quisieran, pero pronto tuvo que parar, unas aves azuladas avanzaban hacia él por la espalda emitiendo grandes graznidos, pero varias bolas de fuego le dieron de lleno, un cohete de fuego peleaba con uno en el cielo eran Fox, Flame, Fany y Falco.
-Hay que volver.-canturreaba Fox.
-Corre.-ordenó Flame.
-De prisa-suplicaba Falco en los cielos.
-Si no vas tú, nadie irá.-le dijo Fany con el rostro sudoroso.
Todos le estaban ayudando con sus vidas, no les iba a decepcionar, saltó por unas rocas y entró en una cueva, salió por el otro extremo sin más percances, llegó a un lugar alto por el cual se veían ya los dos pilares con sus dos espadas, pero una explosión muy cercana a él lo alertó miro hacia arriba y vio una especie de cañón con alas, le había cortado el paso y ya nada podía hacer, pero ante su asombro Oberá le lanzó un hechizo y lo detuvo en el aire mientras Adoking le clavaba su espada:
-Tú puedes-animó Oberá.
-Eres el elegido- le recordó Adoking.
Salió por debajo del cañón y fue corriendo y corriendo la pena embargaba su corazón, todos estaban luchando por él, un simple niño que llevaba un espada, le parecía absurdo.
No tardó en llegar al pilar del fuego, sabía lo que tenía que hacer y así lo hizo, empezó a subir hasta arriba, llegó y cuando iba a subir, un Butan con dos espadas y con alas se abalanzó hacia él. Ya no había esperanza todos habían dado su vida por él, cerró los ojos para asimilar la muerte, pero no sintió nada. Cuando los volvió a abrir vio a Ragnarog que paraba al Butan:
-No te pares ahora sigue, algún día lo comprenderán, comprenderán que tu eres un héroe.
Kakarot avanzó al altar donde estaba la espada y la sacó, un brillo rojo le rodeó y no oyó la voz de Luminex, sino la de Fany:
-Mi espada ya te ha sido entregada.
Dijo esas palabras Kakarot lleno de pena fue hacia el otro pilar, guardó su espada del fuego cerca de dónde tenía el escudo, llegó al pilar pero no tardó en verse rodeado de Butans armados hasta los dientes apuntándole al cuello, Kakarot no lo podía soportar más y gritó:
-Si queréis matarme, matadme pero estaréis matando a un inocente que sólo quiere derrotar a André, que la culpa de este crimen caiga sobre su conciencia.
Los Butans al fin comprendieron la locura de sus actos y bajaron las armas, Kakarot miró al suelo y le inundó la alegría, todos sus amigos rodeaban el pilar mirándole, no les iba a defraudar, se acercó a la espada marrón y la levantó, de ella salió una luz marrón y Kakarot oyó la voz de Luminex:
-Lleva estas espadas a Tasmina busca en tu interior y hallarás respuesta.
Kakarot se guardó la espada y todos sus amigos le aclamaron incluso los Butans, pero, de repente, se oyó un estruendo al otro lado de los pilares.
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