❄ 18. Último día de viaje.
Un nuevo día amaneció en el mundo. En uno de muchos de sus rincones, otras vidas acechaban tras los tesoros que este ofrecía. Vidas más brillantes, otras más oscuras...
En la penumbra de una umbría cámara, dentro de un armario y olvidado por mucho tiempo, un artilugio de alquimia mágica refulgió con destellos multicolores e intermitentes, mientras emitía la imperceptible señal que atraería irremediablemente la atención de su dueña.
No tardó en llegar a la estancia una esbelta figura femenina, toda vestida de elegante negro, que con premura y sin ningún miramiento abrió los batentes del mueble donde se encontraba el artilugio.
Los ojos de la mujer refulgieron con alivio y alegría al fijar su mirada en el orbe, aunque felicidad no era lo que transmitían, sino más bien deseo por lo que aquel suceso significaba. Sus manos parcialmente enguantadas en negras blondas tomaron la joya esférica que al instante bajó la intensidad de sus brillos, acomodando su interior a unas imágenes al principio desdibujadas, poco a poco tomando forma.
Al adivinar su contenido la mujer sonrió, cada vez más desquiciada si cabe, por lo que aquello significaba.
—Madre, ¿que ocurre?— preguntó su hijo tras ella, un alto mozo de piel clara chispeada y cabellos negro azabache, rasgos iguales a ella.
—Adivina que ha aparecido en el mundo después de mucho tiempo desaparecido.— quiso jugar un poco ella, de tan contenta que estaba, pero no esperó a que él contestara. —Por fin todo empieza a ir a nuestro favor. Ve a buscar a Leia: a llegado el momento de actuar.
Su hijo sonrió y fue en busca de la demandada "dama de compañía", aunque en realidad no era tal cosa, sino más bien su mano derecha, su persona de confianza, una espía consumada.
La suerte por fin les sonreía. Ansiosa, depositó la esfera en un pedestal y empezó a actuar sobre ella. Necesitaba saber donde se encontraba aquello que le mostraba, en que situación estaba, si sería fácil o no recuperarlo. A la primera pregunta pronto le fue revelada su respuesta, justo en el momento en que Leia y su hijo entraban y se acercaban a su lado.
—¿Y pues?— cuestionó la sigilosa joven de castaña melena recogida en un moño trenzado.
—Ssssht.— la mandó a callar el chico. Y con razón, ya que ella en ese momento no podía hablar. Su concentración estaba en la tarea de mantener la sincronización con el orbe para sacarle toda la información posible.
En sus entrañas cristalinas pronto se dió paso a una nueva imagen. Tres viajeros, un hombre, un guerrero y una mujer con un bebé, avanzaban por un camino bajando unos valles. La imagen se centró más en ellos, mostrando que el guerrero en realidad era una guerrera, pero seguían sin tener la evidencia de que fueran los portadores de la tan esperada pieza. Por eso profundizó en la concentración, forzando al orbe a concretar mejor su búsqueda.
La respuesta la dejó atónita. ¡Los tres eran portadores de objetos mágicos! Amuletos y talismanes abundaban en esas tres personas, incluso en el bebé, pero eso no era tan extraño pues era habitual que la gente acarreara tales cosas sobretodo si salían de viaje.
Ese era el caso de la guerrera y el bebé, que portaban amuletos de protección y una espada emblemática, cosa que acrecentó el interés del joven y la chica, pero no era el caso de los otros dos. La mujer del vestido, por ejemplo, era como una bomba de relojería en si misma. Oraciones de protección grabadas de forma invisible en su piel, joyas disimuladas como baratijas pero de alto poder, un Cetro Real (algo poderoso pero que no era relevante para ellos), y un aura brillante que le dolía en la parte más trasera de su cerebro. El hombre, otro tanto, pero de otra forma. Su persona no denotaba ningún poder, pero sí sus bártulos acomodados en su bolso. Entre estos, lo que ellos buscaban.
—¡Él es quien lo tiene!— exclamó entusiasmada. — Quedaos con su cara, pues él es nuestro objetivo.
Y miradas de complicidad se entrecruzaron entre ellos.
***
Tras levantarse tarde debido a la comodidad de la cueva donde pernoctaron y caminar todo el día sin apenas pausa, y esta vez sin incidentes, la comitiva formada por Vic, Jezz, Toran y el pequeño Axel arribó por fin al hogar familiar de la guerrera, hacia al final del atardecer.
Sus padres vivían en una aldea cercana a la capital, en un caserío a las lindes del poblado conformado por tres edificaciones las cuales no eran demasiado grandes pero sí lo suficiente como para albergar una familia completa. Además de la casa y un granero, el conjunto contenía una gran herrería con un enorme almacén contiguo, lugar donde se hubicaba el taller del señor Lawrence, padre de Vic, que era inventor, una profesión que no era muy respetada en el mundo alquimista pero que era la pasión de su progenitor, según les contó la soldado.
Los padres de Vic los acogieron con facilidad a pesar de la sorpresa, y fue evidente que pronto se corrió la voz de su llegada, a juzgar por la repentina visita del abuelo materno de la chica al cabo de un rato; el cual, por cierto, no lucía de muy buen humor.
—¿¿DÓNDE ESTÁ ESA NIÑA?? ¡JURO POR TODOS LOS DIOSES QUE ESTA VEZ PASARÉ CUENTAS CON ELLA!!
El hombre de gran envergadura, pelirrojo cano, ocupaba toda la puerta y más, mientras buscaba con la mirada a la susodicha, la cual por suerte estaba en las recámaras instalando a sus invitados. Cuando lo oyó, se encogió por instinto. Su abuelo era muy intimidador con ese carácter desaforado que tenía.
Quina, la madre de Vic, salió corriendo de la cocina al oír el estruendo.
—¡Papá, por favor! ¿Crees que estas son maneras??
La menuda y regordeta mujer apenas le llegaba al pecho a su progenitor, pero eso le no impedía erguirse con todo el talante del que disponía para proteger a su cachorra, sabiendo que a él le podía debido a su parecido con su propia madre, la bisabuela.
Como era de esperar, ante su presencia el hombre se calmó un poco.
—¿¡Donde está mi armadura?!— bramó, esta vez con menos intensidad.
Oh, la armadura. ¿Porqué le costaba tanto dejársela? Total, él no la necesitaba ya.
—¿Por eso estás montando este pollo?? ¿La niña vuelve del viaje de iniciación y a ti sólo se te ocurre venir a gritar?? ¡¡Victoria, devuélvele a tu abuelo la maldita armadura!! ¡A ver si así se calla de una vez!
Al cabo de una densa espera, una temerosa Vic apareció lentamente por el pasillo, a cautelosos pasos de hormiga, cargada con la armadura que había estado vistiendo por todo un mes y que le iba como al pelo. No era femenina, apenas tenía adornos, pero aun así adoraba esa vieja y cómoda armadura. Al llegar al vestíbulo, la descargó con cuidado a los pies de su abuelo y, dando un paso atrás, ganó de nuevo distancia.
El hombre observó las piezas. Obviamente estaba contando que estuviera todo.
—¿Estás contento? Está todo, ¿no?— lo increpó su hija. —Yo misma he visto que estaba entera, pues la niña la traía toda puesta. Lo que no entiendo es tanto revuelo por una armadura que hace décadas que no te puedes poner porqué te va pequeña...— refunfuñó dirigiéndose a la cocina para seguir preparando la cuantiosa cena, pues ahora eran el triple de comensales en la mesa, o más si el abuelo decidía quedarse un rato, lo cual le recordó que mejor era preguntarle. —¿Te quedarás a cenar??
—¡No! Y ya sabes que es mi primera armadura y le tengo cariño. Me la regaló mi maestro.— gruñó el hombre como respuesta. Luego volvió a mirar a su nieta, que se mantenía en un rincón cerca del pasillo tratando de no hacerse notar, pero era imposible. —El escudo y la espada.— le exigió aun irado a la temerosa muchacha.
—E-Están en el taller, abu. No quería devolverte la espada sin afilarla primero, abu, y... Alexis no está en este momento para hacerlo.
El hombretón frunció el ceño con una mirada reprobatoria.
—¿CÓMO TE TENGO QUE DECIR QUE NO ME LLAMES "ABU"?!?
—¡Lo siento, abu! ...Digo... ¡Abuelo!
—Está bien. Dile a tu hermano que me traiga las dos cosas cuando la tenga lista, así lo podré ver. Desde que está de Maestre en la herrería de palacio que casi no sé de él.— dijo más calmado. Luego recogió la armadura del suelo y se giró hacia la puerta. —Buenas noches.— se despidió antes de salir.
Vic lo observó irse y, tras cerrarse la puerta, suspiró.
Su abuelo nunca bajaría del burro. Él seguía prefiriendo a su hermano Alexis, seguro que por su parecido físico con él y a pesar de no ser un guerrero, ya que él había salido alquimista como papá, aunque lo hacía contento que fuera herrero y no inventor. También prefería seguir ignorando que ella lo admirara hasta el punto de ser la única de la familia que había seguido sus pasos. Su abuelo había sobresalido de forma más que notable por decadas como soldado real, recibiendo cuantiosas condecoraciones por sus servicios. Su fama era tan sólida que habría aplanado el éxito de Vic como soldado hasta lo más alto, pero ella nunca quiso aprovecharse de ello, sino que prefirió construir su propio camino.
Pero algo había cambiado. Al menos su abu esta vez no se había enfadado tanto como las otras veces por tomar su emblemática armadura de juventud, pensó sonriéndose para si misma. Esta vez, parecía que por fin el hombre aceptaba su elección, ya que tampoco en ningún momento profirió su pesado discurso de porqué ella debería haber seguido los pasos de su madre y de su abuela, en cuanto a profesión, y eso la alegró mucho.
Con una sonrisa ahora visible se volvió de nuevo hacia las habitaciones a seguir con lo que estaba haciendo.
Tras la cena, que dejó a todos gratamente satisfechos, vino la inenudible sobremesa, y más habiendo invitados. Su papá gustaba de las tertulias para adquirir nuevos conocimientos, conceptos y puntos de vista de otras personas. No tardó en surgir el principal tema que más le llamó la atención cuando llegaron a la casa: los objetos de poder.
—¿Porqué no vais a la sala a seguir hablando? Me gustaría recoger todo esto antes de ir a dormir.— sugirió Quina, su mamá.
—Yo te ayudo.— se ofreció Vic.
—No, hija. Mejor atiende a tus amigos, que con tu padre nunca se sabe. Yo ya me arreglo.
Vic tuvo que acceder. El caso es que su madre tenía algo de razón. Su padre era un poco despistado y encima a veces se podía poner algo pesado con sus pasiones. Era como un niño grande que nunca había perdido la ilusión por el mundo. No era algo malo; al contrario, eso lo hacía prosperar muy bien en su oficio, pero era necesario procurar por él para que no se le olvidara comer y dormir, porque fácilmente sus investigaciones lo dominaban.
Así que se trasladaron a un gran salón que hacía las veces de biblioteca, auque no era el único lugar de la casa donde había libros. Al señor Lawrence le encantaban los libros con desmesura, por lo que adquiría todos los que pasaban por sus manos, para desagrado de su mujer, ya que eso había provocado la invasión de estos más allá del espacio del despacho del inventor y también del salón. No había estancia en la casa que no contuviera libros.
Allí buscaron con su ayuda información sobre los objetos mientras el padre de Vic los invitaba a un aguardiente de su fabricación, un fuerte orujo que Jezz dejó entero, Toran tragó de golpe y Vic tomó con calma al saber ya a lo que se enfrentaba. Pero, aparte de lo que ya sabían, poca luz nueva se arrojó sobre ellos.
—Quizás deberíamos buscar en mi despacho.— sugirió Lawrence animado. —O en el taller. Allí tengo el compendio de claves de Bowen para abrir sus artilugios.
—Es una buena idea, pero eso no hace falta. De hecho ya pensaba hacerlo yo mismo cuando llegara al gremio en Ávalon, donde gozaré de más probabilidades.— mintió Toran. Ya había demostrado que podía abrir el cofre sin ayuda, pero por alguna razón no quería que nadie más viera su contenido, a parte de ellas. Incluso con una mirada las avisó de que no dijeran nada.
—Bueno, en todo caso podemos seguir buscando.— no se rindió Lawrence en ayudarlos.
Los dos se encaminaron al despacho seguidos de Vic, pero Jezz la paró tomándola del brazo.
—Vic, estoy muy cansada y el niño me pesa. ¿Os importaría si voy a dormir ya?
Era comprensible, y en verdad se la veía desfallecida, aunque no era la única.
—No hay problema. De hecho, yo también estoy deseando pillar el catre, por lo que te acompaño.
Y tras avisar a Toran, se despidieron ante la parsimonia de esos dos forofos de la ciencia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top