🔑 15. ¡No me quiero quedar solo otra vez!

El estruendoso y sorprendente ruido tomó a Toran tan por sorpresa que sólo atinó a sostener a Axel en sus brazos, protegiendolo con su cuerpo, para dirigirse luego corriendo hacia un lugar seguro tal como, por ejemplo, "¡a fuera cagando leches!". Pero no fue hasta entonces que se dió cuenta de que, al hacerlo, se alejaba del foco del problema, tanto por el sonido como por el hecho de que no había temblores, y, hacia la entrada, todo permanecía estable.

Sabiendo que algo no encajaba, frenó en seco, y se dió la vuelta con sus peores augurios.

Las chicas. Eso era. Venía de la caverna de las chicas.

En ese preciso instante, el estruendo cesó. A continuación, oyó el sonido del agua escurriendose y, poco después, goteando. Toran esperó unos segundos más con la esperanza de ver aparecer a las valerosas damas, pero eso no ocurrió.

El silencio sólo roto por el sonido del agua empezó a intranquilizarlo, llenándole el pensamiento de dudas. Pero no podía permanecer más tiempo sin saber qué había ocurrido. Por eso, armándose de valor, fue hacia la parte donde ellas estaban (aun corriendo el riesgo de ser dilapidado por pervertido, cuando en realidad sólo lo hacía movido por la preocupación; ¡en serio!) para comprobar el estado de la situación.

Con sumo cuidado, asomó su nariz en la caverna contigua, y entonces fue que lo vió.

El espectáculo era dantesco y escalofriante: allí donde antes había un estanque, ahora todo eran escombros ruinosos y un enorme vacío, y de las chicas no había ni rastro.

Hiperventiló. ¿Las habría perdido? ¿¿Estarían muertas?? ...No es que le preocupara quedarse sólo de nuevo (bueno, un poco sí), pero le habría sabido mal que a ellas les hubiera pasado algo malo.

Pero entonces alguien exclamó:

-¡Vic! ¡Vic!! ¡Dónde estás!?!

Toran respiró; sus esperanzas habían vuelto "ipso facto". Era Jezzabell, y su voz salía del hoyo.

La buscó y vió unas pequeñas manos aferradas al borde de la roca, y se dirigió directo hacia allí. En cuanto se asomó, de pronto deseó no haberlo hecho (pero también lo agradeció mucho, todo por partes iguales, ¡qué contradicción!), porqué lo que vió fue a Jezzabel colgando de una cornisa y, claro, ¡lo hacía desnuda! ¡Y Dios, qué vista!

Fue rápido en apartar su vista, pero su rostro ya se acaloró y un sudor frío lo invadió, todo a la vez, al darse cuenta de lo que aquello implicaba.

...¿¿Cual sería el precio a pagar por ello???

Bueno, tampoco había visto mucho, el largo pelo de la mujer tapaba buena parte, pero lo más importante sí lo vió: el contorno de esos pechos...

-¡Toran! ¡¿Te piensas que no te he visto?!?- se desgañitó Jezz.

Ohvayaohvayaohvaya... Por instinto, Toran empezó a buscar un lugar donde esconderse. ¡Iba a matarlo!

-¡¡...Ayúdame ya!!- le exigió con desespero la mujer, sacándolo del inoportuno "modo huida". Obviamente Jezz no se había percatado de la situación, pues le urgía más que la ayudaran. Mejor para él.

Pero había un problema.

-¿¡Y cómo...!?- se exasperó Toran. -¿Cómo voy a hacer eso...??? ¡E... e... estás desnuda!- no quería acercarse de nuevo a ella y volver a caer en la tentación. Pero tampoco podía dejarla así; ¡se caería!

-¿¡...Y eso qué importa ahora?!?- lo amonestó la mujer. -¡Ven a sacarme de aquí!!

Decidido, debía entrar en acción de alguna forma. Como aun llevaba el bebé en brazos, limitándole los movimientos, lo primero era ponerlo en un lugar seguro. Miró alrededor y divisó la mullida y bien plegada ropa de Jezzabell. La colocó en el suelo cerca de la pared haciendo un nido y puso al niño ahí, bien protegido. Luego, tomó valor y se encaminó hacia donde estaba la sacerdotisa.

Des-nu-da.

A medio metro de ella se paró, mirando hacia arriba.

-¡Maldita sea, se me están cansando los brazos!!! ¿¡Porqué tardas tanto...??!- le gritó ella.

Tomó aire, cerró los ojos y se agachó. Entonces buscó a tientas las manos de Jezzabell, y, cuando las encontró, la asió por las muñecas.

-¡¿Qué diablos haces con los ojos cerrados?!?- exclamó ella al verlo, alarmada.

-¡Es para no verte, maldita sea!

-¡Ábrelos! ¡Me estás poniendo nerviosa!!

-¡No!

-¡Pero es que no ves lo que estás hanciendo! ¡Y debemos darnos prisa! ¡Tenemos... tenemos que buscar a Vic! ¡Ella... ella...!- Jezz empezó a sollozar aun intentando hablar, pero ya no le salía.

¿Vic no estaba?? ¿Había que buscarla?? ¿Qué... quería decir con ello?

-¿Qué le ha pasado a Vic??

-¡El agua... El agua... se la llevó!

¡Por todas las alquimias! ¿Porqué siempre se tenía que complicar la cosa??

-Yo... Estoy bien...- Ruido de escombros desplazándose siguieron a eso. -...Al menos todo lo bien que se puede estar después de esto.- se quejó la guerrera. Su voz sonaba lejana, algo ensordecida. Debía estar hacia lo más hondo, pensó Toran aun con los ojos cerrados.

-¡Vic, estás viva!- se alegró Jezz.

Más ruidos de escombros. Bajo él, Jezz no paraba de retorcerse, probablemente intentando ver a Vic.

-Por favor, ¡para de moverte! ¡Así no puedo izarte...!- se quejó Toran.

-¡Ni siquiera sabes lo que estás haciendo! ¡Si no quieres ver no es mi culpa!

Unos pasos se acercaron a ellos por el lecho del lago ahora seco.

-Pero bueno... ¿No véis que esta no es situación para discutir?- los riñó Vic. -Venga Jezz, suéltate ya.

-¡Qué?!? ¡No voy a hacer eso!- protestó la mujer. -¿¡Quieres que me mate?!?

-Estás a tres dedos de un saliente.- dijo la voz paciente de la guerrera.

La sacerdotisa dejó de retorcerse al oír eso.

-¡Oh...!- exclamó Jezz tras estirar un pié hacia abajo y notarlo. -Suéltame, Toran.- le pidió.

Él no dudó en dejar deslizar las delicadas manos de la mujer desde las muñecas, pero no respiró hasta que notó la veracidad de lo dicho por Vic, al perder el peso de la sacerdotisa y no oír ningún "aterrizaje" forzado. Entonces, se incorporó y abrió de nuevo los ojos, dirigiéndolos a la pared.

-¿Qué hace? ¿Por alguna razón se ha vuelto ciego...?- preguntó extrañada Vic desde abajo.

-No, pasa que no nos quiere mirar porqué sabe que estamos desnudas.

Se hizo un silencio momentaneo.

-Ops. Claro.

-Iría bien algo de ropa. Empiezo a tener frío...- la voz de Jezz tiritó levemente.

- Ejem. Oye Toran... ¿Ves por ahí nuestra ropa?

Toran echó un vistazo.

-Sólo hay la de Jezz, y la estoy usando de cuna para el bebé... y tus armas.

-Oh, espera.- dijo la guerrera de pronto moviéndose hacia el lado donde estaba el montón de armas. -Mi ropa está colgando en este otro lado. Bueno, parte de mi ropa. Qué bien, veo mis dos botas. Jezz, ¿quieres mi capa? Está relativamente seca, aunque no del todo entera.

-Bueno, es mejor que nada. ¡Toran, pásame los zapatatos, porfa!

-¿Y un cinturón?- siguió diciendo Vic.

-Me servirá.

Ruido de ropas llenó el ambiente junto a un pesado silencio verbal, mientras Toran dejaba caer las finas botas de la sacerdotisa en el estanque vacio.

-¿Cómo estás, Vic?- preguntó de pronto el hombre rompiendo esa monotonía. Aun procuraba mirar a cualquier parte menos abajo, hacia ellas, disimulando como quien examina los daños en el entorno. -¿Qué ha pasado...?

-Se hundió el suelo del estanque. Y maldita sea, estoy más sucia ahora que antes del baño.

-¿Cómo has...?- preguntó Jezz en tono inverosímil.

-¿...sobrevivido?- la atajó Vic. -Aun no lo sé... Debo tener la suerte de mi lado, porqué encontré un saliente al que agarrarme en el fondo y eso impidió que fuera succionada hacia donde sea que haya ido el agua. Y menos mal que tengo buen aguante con la respiración.

Todos dirigieron su mirada hacia el fondo del agujero. Toran, tarde pensó en que no debía hacerlo, pero para su suerte las damas ya estaban casi vestidas.

Jezzabell se había puesto con gracia la capa roja pasándola bajo la axila, sujetándola del otro hombro con su propia sujeción y cerrando la tela por la cintura con el cinturón. Vic se había liado varias telas echas jirones al cuerpo de forma mínima, de manera que no le estorbaran para moverse, supuso Toran, pero que hacía más que evidente su trabajado cuerpo sacándole los colores al hombre. Sólo las botas hasta las rodillas podían considerarse vestimenta normal.

La guerrera se acercó al agujero, estudiándolo, sin mostrar ningún pudor.

-Me pregunto a qué es debido que se rompiera el suelo...- se preguntó.

-Es obvio: tus monerías provocaron una grieta, seguro.- la amonestó Jezz.

-Creo que deberíamos echar un vistazo. -siguió diciendo Vic haciendo oídos sordos. -Iría bien una antorcha.

Jezz suspiró al ver que la ignoraba.

-Puedo hacer luz, si es necesario, pero me cansa un poco.

-Tranquila, no será por un tiempo prolongado. O eso creo.

-Pienso que es absurdo querer bajar ahí.- observó Toran. -¿No será peligroso?

-Tengo una buena razón para hacerlo.- dijo Vic. -Mira.

Agachándose, cogió algo del suelo. Era dorado y brillante, y cuando la alzó los otros dos vieron que se trataba de una copa.

-¿De dónde has sacado eso?- exclamó el alquimista.

-¿Es de oro??-se sorprendió Jezz.

-De aquí abajo, y no lo sé. ¿Lo parece?- Vic le mostró más de cerca la copa a Toran.

Él la cogió colgándose del borde y la examinó.

-Lo es.

Vic sonrió ampliamente.

-Decidido, pues. Vamos ha hacer una inspección. Acompañame, Jezz.

Las dos se dirigieron hacia un bajante de escombros que les facilitaba el camino.

-¿Y yo qué hago?- preguntó contrariado Toran.

-Tú cuida del nene.- le contestó la sacerdotisa. Al oírla, Toran bufó, por lo que Jezz le explicó. -No es buena idea arriesgarse a bajarlo aquí, y nosotras ya estamos con el camino medio hecho.

Y sin decir más, la sacerdotisa murmuró uno de sus hechizos y dos bolas de luz emergieron de sus manos, empezando a orbitar alrededor de las mujeres en cuanto se pusieron en movimiento.

Toran las observó hasta que desaparecieron. Luego suspiró.

Bueno, quizás era mejor así. Él se mantendría limpio.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top