🔥11. ¡Bandidos!

—Oh, vaya. ¿Otra vez vosotros...?

Como en un duelo, tras esas palabras las seis figuras permanecieron por unos largos segundos inmóviles en el camino. Vic, Jezz y Toran en un lado; los tres asaltantes en el otro.

El ambiente andaba algo confuso. Especialmente porqué Vic parecía conocer a esos tipos y no les mostraba ningún tipo de miedo. Sólo fastidio. Y los tres hombres la miraban a ella con extrañeza, como si la vieran por primera vez en su vida.

—No sé a qué te refieres, mujer. No te conozco de nada. Y ya te digo que una cara tan bonita la recordaría si la hubiera visto antes.— habló por fin el que parecía ser el líder, que se encontraba en medio de los otros dos.

Jezz y Toran miraron de forma interrogante a Vic.

—¿En verdad los conoces...?— le preguntó Toran.

Vic se encogió de hombros haciendo una mueca.

—Me acuerdo de ellos. Me los encontré hace un par semanas atrás y les pegué una buena paliza.

—¿Seguro? Ellos no parecen recordarlo.

—Bueno, recibieron fuerte. Quizás tienen amnesia.

—¿Los tres?

Vic volvió a encogerse de hombros.

—Y yo que sé. Todo es posible.

—¡Eh! ¡Eeeeeh!! ¡¿Se puede saber que hacéis??? ¡Dejad de hablar entre vosotros!— reclamó el lider de la banda.

—Mmm... Parad ya, lo estáis poniendo nervioso.— les sugirió Jezzabell poniéndose tras ellos dos. El bebé yacía en sus brazos, afortunadamente dormido.

Toran y Vic volvieron a mirar el trío. Vic avanzó un paso con el semblante mosqueado.

—Yo de vosotros me piraría ahora mismo de aquí.— les dijo.

Los hombres la miraron primero con incredulidad; luego, tras mirarse unos a otros, se rieron en su cara.

—¿Y porqué deberíamos hacer tal cosa? Eres una mujercita muy pretenciosa... ¿Piensas que tu amigo nos da miedo? Yo soy más grande que él, igual que mis amigos.— Eso era verdad: los tres eran tipos enormes, musculados como armarios. —Además, somos tres contra uno.— dijo el hombre señalando a Toran, evidentemente ignorándola totalmente a ella, y eso la mosqueó aun más.

Pero no debía dejarse llevar por la rabia... Aun no. Empezaba a entrever el problema que tenían esos hombres para reconocerla: dos semanas atrás hacía más frío y ella iba más tapada y toda uniformada, casco incluido; no como ahora. Probablemente los pobres diablos solo se quedaron con esa imagen, la de un guerrero que los puso en su sitio, y no relacionaban a esta "mujercita" con ese guerrero. Por eso, decidió que esta sería una buena ocasión para divertirse de nuevo.

Pero no tuvo tiempo de pensar su próximo paso, por que el líder de los asalta-caminos se acercó a ella tomándola del mentón, levantándoselo.

—Aunque creo que ya sé lo que vamos a hacer. Chicos, matad al hombre. Estas preciosuras no tienen desperdicio alguno y él nos estorba. Además, no parecen poseer mucho. Después de usarlas, podemos sacar un buen precio por ellas en cualquier parte.

Vale. Esto ya era demasiado. Que la ignoraran como guerrero por ser mujer era molesto, pero que la trataran de mercancia... eso no tenía nombre. A la mierda con la paciencia.

Entonces Vic se agachó ligeramente como si intentara apartarse del hombre. Como ya sabía, este creyó que lo hacía por miedo, pero nada más lejos de la realidad: ese movimiento iba destinado a un idóneo posicionamiento para lo que venía a continuación:

Girando su cuerpo hasta quedar de lado respecto al hombre, Vic lanzó de pronto su brazo de abajo hacia arriba con su puño cerrado, golpeando con su dorso la mandíbula del hombre. Este movimiento era comúnmente llamado"martillazo". Tal fue la fuerza de inercia de ese ataque que el hombre fue arrancado de su posición haciéndolo caer al suelo a un metro de ella, espacio que Vic aprovechó para lanzarse contra el sorprendido compañero del caído, que estaba justo detrás y que acababa de apartarse justo hacia atrás para no ser atropellado por su líder en su caída.

Sin perder tiempo, Vic estampó su mano con la palma abierta contra la cara de este segundo hombre, encajando la nariz de este entre sus abiertos pulgar e índice. Con la mano en esta posición, ella tenía el absoluto control del centro de equilibrio del hombre, al cual tomó por sorpresa esa invasión de su dominio impidiendo que atinara a reaccionar a tiempo. Aunque en realidad tampoco hubiera podido hacer nada: ante la mirada incrédula de todos los demás, siguiendo esa misma trayectoria Vic aplicó su bien entrenada fuerza sobre ese punto hacia abajo y atrás, casi en vertical, estampando el craneo del hombre en el suelo.

Aun y lo aparatoso del aterrizamiento, Vic sabía que no le había hecho un gran daño al hombre a no ser que hubiera acertado alguna piedra, como mucho lo había aturdido, pero eso le daba tiempo más que suficiente para su siguiente movimiento. Aunque primeramente, debía volver a levantarse antes que alguno de los otros dos reaccionara contra ella.

Por suerte, Toran había interceptado al tercer hombre cuando este al final salió de su estupefacción y atinó a atacar, y debía reconocer que para ser sólo un alquimista se defendía bien. Toran estaba "jugando" al intercambio de golpes con su contrincante. Al ser más ligero esquivaba ágilmente los puños del otro, pero a la hora de pegar le faltaba fuerza para conseguir un buen K.O. a pesar de ser preciso en sus golpes, y más teniendo en cuenta que el otro se veía mas fuerte y resistente. Quizás por eso el alquimista empezó a alejarse obligando al hombre a seguirlo. ¿Iba a usar la táctica de cansarlo? Seguro que sí. O quizás los sorprendería con algo no previsto: Toran como guerrero no era ortodoxo.

Un gruñido la alertó. El líder de la banda, tras reponerse de la sorpresa y el dolor (porque sí, un martillazo de esos dolía como los mil demonios mientras que para ella no había sido nada dar ese golpe, ya que el dorso de la mano era más acolchado que un nudillo y menos sensible), el fastidioso hombre explotó en ira contra ella. Sin dudarlo, al verlo venir ella también se lanzó contra él: la mejor defensa en estos casos era un ataque frontal, y ella sabía que a la distancia de "agarre" los golpes del hombre disminuirían en fuerza, y que su propia mayor flexibilidad le daría ventaja sobre él. Eso sin contar que ella era buena en esa distancia y él probablemente no. Lo malo era que el tipo de ataque de agarre no confería tanto daño como el de media distancia... por lo que debería ingeniárselas para anular al hombre.

Por eso al lanzarse contra él lo hizo de cabeza, con esta protegida por sus brazos pegados a ella, con los antebrazos en vertical y pegados a su cara. Esta era una forma de entrar a la distancia corta, como con un "escudo", que debido a su velocidad y entrada repentina y la resultante corta distancia anulaba cualquier patada u otro ataque de largo alcance, incluido habiendo armas de por medio.

Al chocar contra el duro cuerpo del líder de las sabandijas a la altura de su pecho y cuello, en diagonal, desenvolvió sus brazos los cuales se encontraban ahora en la posición correcta para atraparlo por la nuca y bajar su cabeza. Puesto así, pudo estamparle un rodillazo en la parte interior del muslo mandando un doloroso calambre cerca de la ingle, obligándolo a mantenerse en esa posición "docilmente". Acto seguido, subió su brazo más cercano al cuello de su adversario rozándolo por su lateral hasta clavarle el codo en otro punto crítico y doloroso, obligándolo a doblarse de nuevo, y luego le propinó con el otro brazo el golpe de gracia haciéndole perder la consciencia: un martillazo en puño contra la nuca que lo derrumbó al suelo.

Mientras verificaba que el líder ya no se movía, vió que el que ella había estampado primero contra el suelo se había recuperado y ya estaba casi de pié. En un giro rápido, se agachó lanzándose contra las piernas del susodicho hasta pasar su brazo más adelantado entre estas, sorprendiendo de nuevo al rival, y atrapando su cadera. Posicionada de esta forma, con las piernas replegadas y una más adelantada que la otra, mientras su hombro se encajaba en la ingle del hombre, empujó hacia arriba y, debido a la ley de la palanca, lo levantó de golpe lanzándolo al aire.

Esta vez la caída fue más tremenda que la anterior y algo crujió, probablemente el homoplato del tipo por cómo el desgraciado se retorcía y se quejaba después. Pero bueno, tampoco era nada grave. Podría haber sido peor: podría haberse roto la nuca.

Todo esto había ocurrido en menos de veinte segundos, desde el momento en que Vic hizo su primer movimiento.

Satisfecha, volteó para revisar la situación a su alrededor. Sólo faltaban Toran y su contrincante, pero antes vió a Jezz asomada tras el tronco de un árbol. Miraba atentamente a algo, más allá de ella. Se giró para descubrir a Toran haciendo un mata-león al asaltante, una llave especial para ahogar. Bueno, era obvio que podía cuidarse de si mismo, pensó Vic con cierto orgullo ajeno y una sonrisa.

- Puedes parar. Empieza a estar azul. - le dijo chistosa.

- Na' na'. A dormir. - respondió Toran con una sonrisa fría.

Por un momento Vic se preocupó. ¿Y si él no sabía cuando parar...? Pero en el mismo momento en que ella vió como el cuerpo del hombre se relajaba inconsciente por la falta de aire, Toran lo soltó. En el punto preciso.

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