Palabras que causan dudas

Cuando su príncipe partió su corazón quedó herido profundamente, pero la promesa hecha le daba la esperanza de volverlo a ver.

Pasaron los días uno tras otro, así los meses pasaron de igual manera al punto que empezaron a transcurrir años. El no regreso, la espera se hizo insoportable y el dolor de la soledad le hizo ir por él.

Princesa, y si regresa y no la encuentra? — Sol de noche, miro con desespero a su ama — él creerá que se olvidó de su promesa y se irá — insistió al no ver intensión de su princesa de detenerse —

Han pasado cinco años, sol de noche, tal vez está en peligro o algo impidió su regreso. No quiero quedarme sentada mientras él busca la solución para mi mal — respondió con decisión —

Mi tiempo se termina, pero sé que luna de día tampoco aprobará esto — le gruño antes de ver al cielo antes negro ahora teñirse de azul era momento de que se fuera —

Princesa? — luna de día miro con curiosidad lo que hacía la joven —

Me canse de esperar por él — la tigresa la miro con pánico — iré por él, ya he esperado mucho — luna de día respiro más tranquila para luego asentir —

Bien, empecemos el camino entonces — fue la respuesta de apoyo por parte de su amiga —

Había recorrido grandes territorios de civilizaciones tan distintas de la que la vio crecer, y por ningún lado logro encontrar más que rumores de un valiente príncipe que buscaba romper un hechizo.

Pequeña niña — había caminado por largo tiempo bajo el sol quemante, que su cuerpo no lo soporto más — tranquila solo quiero ayudar — la anciana trato de apaciguar la molestia que la tigresa mostraba, que en su desesperación de ver a su princesa caer, en vanos intentos quiso ayudar — vez, no le era nada — la mujer acerco un poco de agua a los labios de la joven — despierta, niña, bebe... — la meció levemente buscando despertarla —

Lu... — la tigresa se acercó al escuchar el murmullo de su princesa —

Ten niña, bebe — la joven abrió levemente sus labios para beber el agradable líquido, que a pesar de las condiciones se encontraba fresca — vamos, te ayudare a... — lo que sea que la mujer dijera no logro escuchar pues la inconciencia se apodero de ella —

***M***

No dejaremos que esa bruja le ponga sus manos encima — ambos tigres gruñeron al escuchar el nombre de Atenea —

Más respeto para la diosa de este santuario — la mirada severa de Camus no amedrento a los felinos —

No nos importa que sea su diosa. Ella no volverá a engañarnos con su falsa bondad — la voz de la tigresa sonó dolida, lo cual llamo la atención de más de un caballero —

Que hizo Atenea? — cuestiono Shura con el ceño fruncido —

Ella mintió. Ella me alejo de mi princesa y me encerró. Ella no evito que se encontraran — declaro luna de día con molestia — ella fingió ayudar a mi princesa y cuando baje la guardia, ya no estaba más a su lado — hablo con desesperación como si solo recordar ello le trajera el dolor antes vivido —

Atenea, jamás haría algo así — contradijo el español, seguro de sus palabras —

Entonces no conocen tan bien, como creen, a su diosa — les gruño sol de noche —

No dejare... — Aioros se interpuso entre su hermano y los felinos —

Que fue lo que pasó? — pregunto con sincero interés —

Pues... — luna de día miro al castaño mayor —

***F***

Dijo que la ayudaría — gruño la tigresa al ver a su princesa desmayarse —

Y lo hare, su cuerpo está agotado. Necesita descansar — expreso la anciana, sorprendiendo a luna de día al ver como alguien que no fuera su princesa le entendiera —

Cómo? Quien eres...? — mostro sus colmillos de manera amenazante —

Te dije que te calmaras — la felino sintió su cuerpo pesado tras escuchar a la mujer hablar con molestia — no creas que estas al nivel de un dios, como para cuestionarlo — agrego con molestia haciendo que su cuerpo se sintiera aún más pesado —

Que dios? — cuestiono con dolor, que empezaba a causarle el poder ejercido en ella —

Atenea — fue lo último que escucho la tigresa antes de caer inconsciente —

***M***

Fueron siglos después que despertaría, y me encontraría con que mi princesa jamás se reunió con el príncipe, y que Atenea lo convirtió en su eterno sirviente — les mostro los colmillos amenazante —

Esto debe tener un explicación — Shion hablo con calma — no creo que Atenea... — pensó en la diosa que les hacía pasar por cada cosa, por sus ocurrencias — que pasó con sol de noche? — Era mejor que cambiara de tema —

Luna de día y yo estamos conectados. Para yo poder regresar en la noche, luna debe desaparecer al terminar el día, y para que luna regrese yo debo desaparecer al terminar la noche — explico — pero al ser encerrada ella, yo no pude retornar más — agregó al recordar el encierro que pasó durante siglos por culpa de la nombrada diosa de la sabiduría —

Entonces como explican el que ahora estén juntos? — interrogo Kanon con la ceja levantada. Algo en toda esa historia no terminaba de convencerle —

Los dioses gemelos rompieron el hechizo — explico rápidamente la tigresa al ver la duda en los caballeros — por eso debemos llevar a nuestra princesa para que ellos la ayuden — expreso para luego acercarse a Mu que aún estaba inconsciente sobre su cama —

No les dejaremos llevarlo, no hasta que Atenea regrese y aclare el asunto — la voz de Shaka se dejó escuchar en la habitación — no me convence todo su parloteo — dijo refiriéndose a lo narrado por los tigres —

Tu no pue... — sol de noche iba a refutar lo determinado por el rubio, cuando luna de día lo interrumpió —

¡Eres tú! — para los caballeros presentes no pasó desapercibido la rabia que invadido a la tigresa — tu que lanzaste la maldición a mi princesa — si Shaka estuviese presente y no solo hubiese hablado por cosmos, todos podían asegurar que la tigresa se hubiese lanzado ya sobre el rubio — como pudo Atenea ponerla nuevamente en peligro — ahora entendía porque la voz que escuchó del guardián de virgo le parecía conocida —

De que hablas? — Aioria cuestión con el ceño fruncido —

Esa voz es la del hechicero que condeno a mi princesa con esa maldición — explico sol de noche mientras imitaba a su compañera —

Imposible, Shaka jamás me dañaría — ambos tigres así como los caballeros y patriarca presentes se fijaron en la voz débil de Mu, que había despertado y había escuchado, en parte, lo hablado por lo tigres —

Pero... — quiso insistir sol de noche —

No, no puedo creer en que Shaka me dañe — negó y los presentes fueron conscientes de la lágrima que rodo por la mejilla del lemuriano menor — 

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