La mujer que no podía amar

Lexie, joven de cabello castaño siempre recogido en una coleta alta y ojos oscuros ocultos tras lentes de contacto que los volvían grises, llevaba mucho tiempo queriendo hacer un viaje por carretera con sus mejores amigas: Arish -Ari para los cercanos- y Mia. La idea se fue dejando de lado cuando ellas dos comenzaron a salir juntas, y aunque Lexie se alegraba por ellas pues eran perfectas la una para la otra, temía que las cosas cambiaran en demasía.

—Ari, cuando se me ocurrió hacer un viaje por carretera no me imaginé que nuestro destino sería la casa de la abuela de una de ustedes —dijo mientras cerraba el maletero luego de meter la última mochila.

—Ni yo pero la abuela de Mia quiere conocerme oficialmente y yo me rehúso a tener más problemas familiares por lo menos hasta nuestro tercer o cuarto año juntas —respondió la joven al volante. Lleva tenis negros, un pantalón azul, un tope blanco, una camisa de mezclilla de manga corta y una gorra. Sus ojos azules oscilaban entre el interior del auto y la entrada de la casa hasta que se detuvieron en el retrovisor cuando su amiga entró al auto. —Además, pasaremos esta noche en Janora, donde los universitarios acampan. Con suerte nos topamos con una fiesta o mínimo haremos una fogata y podrás aterrorizarnos con historias de terror en venganza.

Lexie sonrió. Su amiga sabía que no se resistiría a la tentadora oferta.

—Recuerda tus palabras cuando lleguemos. Hay muchas leyendas inspiradas en ese lugar, precisamente por ser el destino de jóvenes en busca de diversión desenfrenada. Encontramos historias tenebrosas en cada cabaña, tras cada árbol del bosque y en lo profundo del río.

Arish puso los ojos en blanco. Le parecía poco sana la obsesión de su amiga con las leyendas locales, pero igualmente disfrutaba escuchándola.

—Sí, sí. Tú solo relájate y disfruta.

—Me relajaré en cuanto tu novia salga. ¿Qué tanto hace ahí dentro?

—Se despide de sus peluches. ¿Yo qué sé? —responde Ari y toca el claxon repetidas veces. —¡Mia! ¡A éste paso los cachorros de tu abuela serán perros enormes cuando lleguemos!

—¡Ya oí! Ya oí! —grita la susodicha al salir de casa. Viste una camiseta blanca, un pantalón azul alto y tenis negros. Unas gafas de sol cubren sus ojos cafés. Lexie se percata del parecido en los atuendos.

—Niñas, cuando decidieron teñirse el cabello del mismo color excepto por las mechas -Mia en azul y Ari en verde- lo vi tierno. Que se vistan tan combinadas me parece demasiado. Vais por la calle y la gente no sabe si sois pareja, gemelas o mejores amigas por siempre. Y aunque sus caras de confusión me resulten graciosas, es excesivo.

—Siento la demora pero debía indicarle a mi hermana el cuidado de Semper —se disculpa Mia y ocupa el asiento junto al conductor.

—Solo tu podías ponerle un nombre en latín a un periquito —se burla Ari y arranca el coche.

—¿Puedes repetirme por qué se llama así? —pide Lexie hincando los codos en los asientos delanteros.

—Pues, semper significa siempre y como el periquito me lo regaló Ari y siempre vamos a estar juntas así le puse.

—Mi cielo, te amo —le dice la conductora a su novia poniéndole tiernamente la mano sobre el muslo.

—Y yo a ti —responde Mia entrelazando los dedos con los suyos.

—Planean matarme de un subidón de azúcar para librarse de mí pero no les funcionará. Regresaré de la muerte y además de abrir y cerrar ventanas y mordisquearles los dedos de los pies mientras duermen, les quemaré todos los modelitos que tenéis iguales, exceptuando un par de vestidos que me llevare al más allá como suvenires.

—¿En este viaje intentarás romper el record de cuántas tonterías puedes decir en un minuto? —replica Mia.

—Tal vez —responde Lexie con gesto divertido.

—Pues que bien que yo tengo la opción de echarme una siesta.

***
Caía la noche cuando las tres amigas llegaron a Janora. El lugar contaba con tres puntos importantes: la recepción y el parqueo, las cabañas y la llanura cuyos límites eran el río y el bosque. Ideal para un fin de semana. Más si buscas diversión o un lugar plagado de secretos. Luego de registrarse, las chicas montan la tienda de campaña cerca de los restos de una hoguera rodeada de rocas y lejos de cualquier grupo de personas.

—¿De veras no podíamos quedarnos en una cabañita? —se queja Mia.

—Tranquila, yo te protegeré de todo lo que emerja del bosque —dice su novia y le da un pico antes de preparar la fogata.

—Me preocupa más el grupo de chicos de miradas lascivas que pasamos poco antes de llegar acá.

—Pues también te protegeré de ellos.

—Y en una cabañita yo no podría contarles una leyenda local junto al fuego bajo la luna llena. —Lexie mira hacia el cielo. —Bueno, bajo las nubes que no me permiten ver la luna —se corrige.

—No podemos hablar de cosas divertidas o retarnos a hacer trastadas, no, tenemos que escuchar una historia de terror. ¿Es absolutamente necesario? —replica Mia colocando mantas sobre las rocas.

—No tengo la culpa de que vosotras seáis mis únicas amigas. O tal vez sí, pero ese no es el punto. Con alguien debo explotar este talento.

—Conocer leyendas locales y contar historias aterradoras no es un talento, es una rareza, causa y consecuencia de tu pobre vida social.

—Te aguantas. Tu novia me permitió contar una en compensación por tu demora.

—¡Cielo! —se queja la de las mechas azules y hace un puchero lo suficientemente dramático como para que su novia le preste atención.

Ari acababa de encender la fogata y comenzó a fumarse un canuto antes de responder a su chica.

—Dijo en compensación por tu demora, por tanto la principal culpable eres tú. Y cuanto antes la dejes narrar lo que quiera, antes terminará y podremos darnos un chapuzón en el río.

—Prefiero que Lexie cuente todas las leyendas que se sepa de Janora antes que meterme ahí a esta hora. Está demasiado oscuro.

—He escuchado que ahí habitan cosas más temibles que cocodrilos —molesta Lexie, divertida.

—Tú, eres una reprimida y tú, deja de asustarla —las regaña Arisha en tono demandante. —Y como sigamos aburridas me iré con el grupo de chicos de miradas lascivas.

—No tiene gracia —reprende Mia.

—Como sigan retrasando lo inevitable contaré dos historias y de las que terminan en "basado en hechos reales" que inquietan más.

Ari y Mia se sientan en las rocas y pestañean de forma adorable dejando claro que ya están atentas.

—Te escuchamos.

Lexie sonríe cual niño al que le acaban de conceder un deseo y ya planea una nueva maldad. Su voz es dulce y susurrante, natural de las buenas narraciones de terror. Comienza:

—Esta es la leyenda de una mujer que no podía amar y un hombre que enloqueció por ella. Y estamos en el lugar indicado para que la conozcan pues la mujer vivía por aquí y es tradición que se cuente su historia en noches de luna llena, donde su espíritu puede sentarse a escuchar. Cuando era pequeña, su madre necesitó un trasplante de corazón y utilizaron el suyo. Lo lógico sería que la niña hubiese muerto, pero no fue así. La verdad es que sus padres la querían mucho así que la cirugía la realizaron con un doctor que tenía fama de hechicero, de hacer tratos con demonios y practicar la magia negra. El lugar donde residía estaba lleno de velas y símbolos inentendibles para extraños, las paredes reunían escrituras en latín y griego. Lo único humano para los ojos era una repisa con fotos de las personas que ese hombre, supuestamente, había salvado. Más que una cirugía parecía un ritual satánico, y puede que realmente fuera eso. La niña murió por unos minutos, los mismos que se demoró el doctor en colocarle su corazón a la madre y en comerse el de ésta entre cánticos y bailes. La niña creció con un agujero en su pecho: sin corazón, sin sentimientos, sin la capacidad de amar genuinamente. Sus padres estaban contentos de aún tenerla consigo, hasta que se percataron de ésto y cuando tuvo edad suficiente la echaron de la casa. No solo por creerla un monstruo, sino por la culpa que les apretaba las entrañas cada vez que la veían: ellos lo habían permitido, ellos la habían hecho así. La chica se convirtió en una mujer guapa, misteriosa y enigmática. Su actitud fría atraía a muchos, pero ninguno podía quedarse, siquiera intentarlo. Hubo un hombre que sí persistió. El típico picaflor que nunca se había enamorado, que usaba y tiraba sin remordimientos, como ella, solo que ella no tenía nada con qué sentir, él sí, solo que no lo hacía. El desdichado no conocía la maldición que llevaba ella o la que caería sobre él. Se enamoró perdidamente de la única que no podía corresponderle. Algunos lo llaman ironía trágica, otros, simplemente karma. Para ella, más que entretenido, era una molestia. Le exigía cosas que no podría darle, que ni siquiera sabía por qué no podría darle, aumentó el desconocimiento sobre sí misma y algo parecido a la decepción. No importaba las veces que huyera, él siempre la encontraba. La mente del enamorado llegó a un punto en el que no aguantó más decir "te amo" a unos ojos carentes de expresión. El hombre enloqueció. No se sabe de su paradero. La leyenda cuenta que ella lo mató, o que lo internó en un psiquiátrico donde hacen experimentos con él. Sus últimas palabras conocidas fueron: "te he amado solo a ti". Ella, por otro lado, cansada de vivir sin sentir nada, se suicidó. Unos dicen que se lanzó a un río con aguas tan frías como el hueco en su pecho, quizás ese que vemos bordeando esta llanura, otros creen que cayó a un pozo vacío y se ahogó en sus propias lágrimas, y algunos chistosos piensan que la primera vez que lloró se deshidrato.

—Ninguna es verdadera.

Todas se sobresaltan por la voz de una extraña que emergió del bosque. Lleva un vestido que quizás era blanco pero ahora está demacrado. Camina descalza sobre la hierba húmeda y su cabello largo se entrega a la voluntad de la brisa.

—¡Puta madre! —espeta Ari.

—Lexie, la historia estaba bien sin efectos especiales, no había necesidad —dice Mia agitando manos y piernas del susto.

—No es cosa mía, yo no la conozco. Estoy tan patidifusa como ustedes.

—Es verdad. No tengo nada que ver con ella. Pasaba y escuché la historia. Y siento entrometerme y parecer impertinente pero no es así. Si me permiten sentarme se la puedo contar.

Las chicas intercambian miradas, angustiadas.

—¡Venga, pues! Creo que vas a arrebatarle a mi amiga el único talento que dice tener y será interesante.

—¡Cállate, Ari! —resopla Lexie.

—No me parece buena idea —habla Mia. —No te ofendas —se dirige a la extraña —pero no te conocemos.

—No pasa nada, solo es una historia —dice Ari. —Toma asiento, extraña. ¿Te apetece? —le ofrece una calada del porro, la forastera niega. —Cuando quieras, entonces.

La extraña comienza:

—Efectivamente, ésta es la leyenda de una mujer que no podía amar y un hombre que enloqueció por ella. Cuando era pequeña su madre murió durante una cirugía y su padre cayo en el alcohol. Había sido muy independiente desde niña. Tenía el concepto del amor muy idealizado pues veía tierno que su padre se perdiera en sí mismo por haber perdido al amor de su vida. Ella esperaba algo para toda la vida también. Se enamoró por primera y única vez en la juventud. Fue correspondida y vivió una relación hermosa, al principio. El hombre la traicionó en repetidas ocasiones, pero ella seguía amándolo. Cuando quedó embarazada él la abandonó. Nunca pudo recuperarse de esa decepción pero tampoco pudo olvidarlo. Quiso tener a la criatura ya que sería lo único que le quedaría del amor de su vida, además de sus recuerdos y del corazón roto. Desgraciadamente el niño nació muerto. Ella cayó en una depresión que la llevó a vagar de noche por las calles, a merced de todo lo que pudiera pasarle. Le daba igual, no sentía nada. Al poco tiempo un hombre se interesó por ella. Uno de estos a los que ninguna se le resiste. Fue la primera vez que él se enamoró, pero ella no podía amarlo. Él enloqueció. Nadie está seguro si por amor o por orgullo. Lo encerraron en un psiquiátrico. Ella no lo amaba pero si le tenía cariño así que lo visitó varias veces. Durante esos encuentros él solo repetía: "Estoy loco por ti", "Te he amado solo a ti". Ella, llena de tristeza y de culpa y sin nada más que sentir, se suicidó tirándose a un pozo.

Cuando la desconocida termina, se produce un silencio sepulcral, interrumpido solo por el sonido de las hojas arrastradas por el viento.

—Okey, lo admito, muy buena historia —dice Lexie finalmente y sus amigas asienten en señal de aprobación.

—Es real —refuta la extraña.

—Ya. ¿Y tú como lo sabes?

—Porque la mujer de la leyenda soy yo y el pozo por el que me tiré está en este bosque a pocos metros de aquí.

Las nubes se dispersan permitiendo que la luz de la luna llena ilumine las caras de espanto de las tres amigas.

Fin

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top