XXII
En alguna parte de la región Kishune…
Avep continuaba guiando al trío por el camino que ella veía más rápido y conveniente, haciéndolos cruzar por esta región, la región Kishune, la cuál es un poco seca y rocosa, haciéndoles el viaje más difícil. Ya habían pasado dos días desde que se fueron de Yirdigan, y han estado caminando sin parar, o bueno, al menos así lo sentía Santiago, ya que solo se detuvieron en la madrugada a descansar 3 horas.
—¿Cuánto falta? Los callos me empiezan a matar —se quejó Santiago con cansancio.
—Bueno, entonces, ¿Por qué no vuelas y nos cargas a todos para llegar más rápido? —preguntó Kevin con un tono burlón.
—¡Sácate! Están bien pesados. Sobre todo tú, mastodonte —respondió.
—Me salió llevadito el muchacho —comentó.
A la distancia, se podía observar varias montañas, las cuáles Avep estaba decidida a cruzar.
Transcurría el tiempo, y el sol cada vez hacía más agotador el viaje, y para hacerlo peor, casi no habían árboles qué ofrecieran sombra. Los chicos cada vez se cansaban más, y los recursos empezaban a agotarse. Si seguían de esa manera, no tardarían en desplomarse a medio camino.
Finalmente llegaron a la falda de una montaña, la cuál se encontraba en medio de otras más grandes. Los chicos empezaron a subir la montaña con esfuerzo, pero ese esfuerzo empezaba a pasar factura.
—Kevin… ¿podemos sentarnos un momento a comer? —preguntó Raúl mientras jadeaba por el cansancio.
—Me gustaría a mi también eso, pero alguien se tragó toda la comida —respondió Kevin con molestia, mirando fijamente a Santiago.
—No me vean así, nadie comía nada y yo quería aprovechar —se excusó Santiago.
—¡Eres un maldito egoísta! ¡Se supone que la comida tenía que durar todo el viaje! —reclamó Raúl con coraje, ya que se sentía muy hambriento.
—¡¿Egoísta?! ¡No soy egoísta! —reprendió Santiago.
—Tiene razón —comentó Kevin.
—Gracias, Kevin.
—Es un idiota.
—Eso. Espera, ¡¿Qué dijiste?! —Santiago se acercó a Kevin con coraje, dispuesto a golpearlo por la ofensa.
—¡Haz una tontería y verás como te va! —amenazó.
—¡Cállense! —gritó la robot —No puedo creer que después de lo que vivieron sigan comportándose así.
—¡Ellos empezaron! Yo solo me defendía —dijo Santiago.
—Quisieras —dijo Kevin.
Avep dio un suspiro y continuo caminando, dejando que discutieran. Luego de unos minutos de caminar cuesta arriba, finalmente llegaron a la cima de la montaña. Raúl no lo pensó dos veces y cayó en el suelo, tratando de descansar el cuerpo. Los demás también se sentaron para descansar, pero sin nada que comer y sin nada que beber, era muy difícil. Luego de varios minutos retomaron la caminata.
La cima de la montaña no era tan plana, tenía partes altas y bajas, las cuales tenían que subir y bajar.
—De todas las rutas posibles, ¿tenías que elegir esta? —preguntó Santiago.
—Era la única que era rápida y directa —respondió Avep.
Continuaron caminando durante un buen rato, hasta que…
—¿Y eso de allá? —preguntó Kevin al ver lo que parecía ser una gran estructura a la distancia. Todos corrieron más adelante para ver de que se trataba.
—¿Es un espejismo? —preguntó Santiago.
—No, yo lo veo también —reafirmó Avep.
—¿Entonces que es? —preguntó Raúl.
Todos se detuvieron cuando la montaña ya iba cuesta abajo, logrando tener una vista amplia de lo que les esperaba más adelante, y cuando lograron ver lo que Kevin había visto, no lo podían creer, era una gran ciudad con un enorme castillo en medio. Algo totalmente extraño para ellos.
—¡¿Un castillo?! —preguntó Raúl con asombro.
—Eso parece. Nunca creí que todavía existieran esos —comentó Avep.
—No pues se nota que Razay es muy egocéntrico —dijo Santiago.
—Eso no es Razay —corrigió Kevin, dejando a todos sorprendidos y ahora con más dudas —Tengo la sospecha de que lo que tenemos enfrente es el reino Nikervam —añadió.
—¿Y eso con que se come? —preguntó Santiago.
—Síguele de chistosito. Hasta dónde tengo entendido, Nikervam es el reino Naurico. El único lugar en el que Razay no se atrevió a meter las manos.
—¿Y eso? ¿Llegaron a un tipo de convenio? —preguntó Avep.
—No. La razón por la que Razay no les hizo nada fue por que los Nauricos son personas extremadamente poderosas, con poderes más allá de la comprensión humana, o al menos para el resto de las razas.
—Espera, ¡si no están dominados por Razay y son extremadamente poderosos, ¿Por qué no vienen y nos dan una mano?! —preguntó Raúl con mucha molestia.
—Son muy orgullosos… y muy miquispikis. Nos ven al resto de razas como razas inferiores e impuras, es por eso que no nos ayudan —respondió Kevin.
—¿Entonces son personas desagradables? —preguntó Santiago.
—Eso lo veremos, por que si no nos ayudan a detener a Razay, mínimo deben de ayudarnos de otra manera. Pasaremos la noche ahí —dijo Kevin para luego empezar a caminar con decisión.
Los demás también empezaron a caminar, pero Raúl estaba sumergido en sus pensamientos. ¿Cómo era posible que los Nauricos fueran así de egoístas? Era algo que no podía entender, pero aún así, esperaba que los aceptaran en el reino y les dieran un lugar dónde descansar.
Iban caminando con tranquilidad, pero hubo algo que los sorprendió un poco, y es que el sol parecía hacerse cada vez más oscuro. Todos alzaban la vista de vez en cuando hacia el cielo, y podían observar cómo se formaban nubes muy grises, como si fuera por arte de magia, lo cuál los hizo dudar de si era buena idea llegar a Nikervam.
—Muy bien, déjenme hablar a mí —dijo Kevin mientras se mantenía en la cabeza del grupo.
Cuanto más se acercaban a la entrada del reino, podían sentir como el ambiente se ponía más denso, y como las nubes seguían apareciendo. Prácticamente en un abrir y cerrar de ojos, el día soleado pasó a ser un día nublado. Todos empezaron a bajar el ritmo del paso, caminando con más cautela. Ya más adelante, ya se podía ver la entrada de Nikervam, la cuál tenía una enorme puerta que cortaba el acceso al reino. Había guardias encima de las murallas y en las torres de vigilancia, alertas a cualquier amenaza que pudiera presentarse.
Los guardias tenían armaduras de oro, y portaban enormes lanzas como arma. Uno de los guardias que estaban en una torre al lado de la puerta, logró ver al grupo de chicos caminando hacia ellos, lo cuál hizo que se pusiera en alerta —Viene alguien —dijo con una voz profunda y sin emoción, haciendo que los demás guardias corrieran la voz.
La mayoría de guardias se colocaron cerca de la puerta encima de las murallas, para luego con sus manos formar un arco con sus poderes y apuntar al grupo.
Kevin se detuvo al ver a los guardias apuntarlos con los arcos de energía, pero mantenía una postura firme. Raúl solo retrocedió unos pasos y levantó los brazos para evitar que le disparan, mientras los demás solo se detuvieron. Kevin logró ver cómo Raúl levantaba los brazos y le hizo una seña para que los bajara, que no había necesidad de eso. Raúl bajó los brazos con cautela, pues con los antecedentes que le habían dado y luego la actitud que tenían, no se sentía seguro.
Luego de unos momentos, la gran puerta se abrió un poco, solo lo suficiente para que el capitán del área pudiera salir. Este llevaba la misma armadura dorada, pero tenía el añadido de una capa azul oscuro, dándole un toque más imponente. Este se acercó unos paso más al grupo de jóvenes, con una mirada bastante penetrante —¿Quiénes son y que hacen aquí? —preguntó con voz profunda y firme.
Kevin caminó unos pasos hacia el capitán —Somos un grupo de viajeros y vamos camino a un nuevo hogar, ya que Razay logró adueñarse de nuestra antigua casa —respondió Kevin, tratando de sonar lo más realista posible.
—Aquí no aceptamos gentes de otras razas. Esta es una ciudad pura y no permitiremos que se contamine, así que váyanse —dijo el capitán.
—Señor, yo entiendo eso. Y es justo por ello que no venimos a vivir aquí. Verá, el viaje que tenemos que hacer es bastante largo y ya no contamos con recursos suficientes para proseguir el viaje, además de que parece que pronto va a llover. Así que solo le pedimos una noche de estancia y su permiso para poder reabastecer nuestros recursos para nuestro viaje, no causaremos problemas —dijo Kevin seguro de si mismo, pero en el fondo tenía miedo de que lo fueran a rechazar.
El capitán se quedó callado durante un momento, analizando la situación y la petición de Kevin —No habría problema, si es solo para eso —Kevin mostró una expresión de alivio al oírlo —Sin embargo, hay algo que no me convence del todo —dijo el capitán, haciendo que Kevin se preocupara todavía más. El capitán se acercó a Santiago y lo examinó de pies a cabeza, y gracias a la energía que podía sentir de él pudo deducir qué era un Pachengeke, luego observó a la robot con atención, para finalmente quedar frente a frente a Raúl, mirándolo fijamente —Este sujeto posee una energía diferente a la suya. No parece ser Matilab y tampoco Pachengeke, mucho menos Naurico. ¿Qué eres? —preguntó.
—Y-yo soy un Neutro —respondió Raúl con voz temblorosa, se le notaban los nervios.
El capitán entrecerró los ojos, analizando al chico, ya que nunca había oído de esa raza —Con esa información no puedo conceder su petición. Pero puedo llevarlos personalmente con la reina y platicar al respecto. Síganme —dijo el capitán, para luego caminar hacia la entrada.
Santiago, Kevin, Avep y Raúl se miraron entre sí, sobre todo mirando a Raúl, ya que se les hacía raro que por culpa de él no estuvieran seguros de conceder su petición. Pero sin hacer más preguntas, siguieron al capitán, entrando finalmente al reino de Nikervam.
Cruzaron la gran puerta, mientras los guardias los seguían observando con atención, haciendo que el grupo se sintiera incómodo, pues sus miradas eran tan penetradoras que podías sentir como si vieran más allá de tu alma. Un poco más adentro, el clima cambió a uno mucho más frío, y el ambiente se sentía denso y pesado. Todos lograron sentirlo, pero el que más lo sintió fue Raúl, dando pequeños suspiros por el miedo y la ansiedad que le causaba el lugar.
Luego de un largo pasillo, finalmente salen de las murallas, entrando a la ciudadela de Nikervam. Las casas eran considerablemente grandes, pero tenían una arquitectura que daba la sensación de que era un lugar antiguo. Los chicos miraban alrededor con asombro, les parecía increíble ver estructuras así. Ya un poco más adentro de la ciudadela, ya había Nauricos caminando por las anchas calles de la ciudadela, conversando y trabajando. Sin embargo, cuando vieron al grupo de forasteros caminar en dichas calles, todos los empezaron a ver con un rostro de asco, parecía que los repudiaban demasiado.
—¿Por qué nos miran así? Esta bien que no me haya bañado en tres días pero tampoco apesto —comentó Santiago.
—¿Recuerdas lo que te mencioné allá afuera? Pues aquí tienes las pruebas. Nos ven como razas inferiores, impuras y que solo causan problemas —respondió Kevin.
—Su amigo Matilabdiano tiene razón, aquí normalmente no aceptamos forasteros, para evitar que el reino de Nikervam se llene de la impureza de las demás razas. Así que, les deseo suerte para que la reina acepte su petición —comentó el capitán, sin siquiera voltear a mirarlos.
Raúl solo sintió más coraje hacia los Nauricos, y tenía razones para sentir eso, pero mejor solo se quedaba callado y tratar de tragarse el coraje que sentía.
Luego de cruzar varias calles y de soportar las miradas incómodas de los Nauricos, finalmente llegaron a la entrada del castillo, quien también estaba rodeado por murallas y vigilado por más guardias.
—Este lugar me sorprende cada vez más —comentó Avep.
Cuando cruzaron las murallas del castillo, los recibió unas escaleras bastante largas qué conducían a la entrada del castillo. Entre más se acercaban, más grande se veía el castillo, causando un sentimiento de impotencia tan solo estar frente a él. Raúl no podía evitar sentir como el aire le pesaba cada vez más y más. Era como si el lugar lo estuviera afectando directamente a él.
—Muy bien, solo hablen cuando se les solicite —ordenó el capitán para luego, acercarse a la puerta del castillo y entrar en este junto con el grupo de chicos.
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