Capítulo 9: Lo pienso, y lo digo



El sol que se filtraba por la ventana me obligó a entrecerrar los ojos mientras despertaba.

Mi cabeza pesaba más de lo normal, y al intentar moverme, sentí la tela suave de una pijama que definitivamente no era mía. Me tomó un par de segundos recordar dónde estaba.

Me senté en la cama sintiendo el mareo residual de la resaca y pasé una mano por mi cabello, notándolo completamente alborotado. Solté un suspiro, tratando de juntar las piezas en mi cabeza. Lo último que recordaba con claridad era estar con Melodie... y luego todo se volvía borroso.

Con algo de esfuerzo me levanté, encontrando mis lentes de contacto en la mesita de noche. Me los puse con cuidado y me dirigí al baño del cuarto para lavarme la cara. El agua fría me ayudó a despejarme un poco, pero la sensación de confusión seguía ahí.

Al salir de la habitación y bajar las escaleras, un aroma dulce me recibió. Cuando llegué a la cocina, la vi. Melodie estaba sentada en la mesa con Draco a su lado, conversando con la naturalidad de siempre.

Pero lo que realmente llamó mi atención fueron los pastelitos de fresa sobre la mesa, decorados con pequeños corazones. Algo en mi mente hizo clic de inmediato. No podía recordar con claridad los detalles de anoche, pero de repente, me vinieron imágenes de Draco y Buzz cantando juntos, sus letras sonando como indirectas, como si tuvieran un mensaje oculto que solo yo podía notar.

El metalero levantó la vista y me vio primero. Su saludo fue casual, con esa misma actitud relajada que siempre tenía.

—Oh, buenos días, Lawrie. ¿Dormiste bien?—preguntó con su tono amigable.

Mi mandíbula se tensó por instinto, pero logré fingir calma y le devolví el saludo con un simple:

—Sí... buenos días.

Caminé hasta la mesa y tomé asiento frente a ellos, aunque mi mirada se fijó en los pastelitos por un segundo más de lo necesario. Melodie parecía de buen humor, y Draco... Él actuaba como si nada, como si todo estuviera perfectamente bien.

Pero yo no podía sacudirme esa sensación molesta en el pecho. Me obligué a respirar hondo y no dejar que la incomodidad se notara demasiado.

Él se levantó de su asiento después de terminar su café y se despidió con su típica actitud relajada.

—Nos vemos luego, Melodie. Lawrie. —Dijo mi nombre con un asentimiento ligero antes de girarse hacia la puerta.

Pero justo antes de salir, le lanzó un guiño.

Ella soltó una risa corta, como si no supiera muy bien qué pensar al respecto.

—¿Desde cuándo hace eso? —preguntó en voz baja para sí misma.

Yo no dije nada al instante, pero mi expresión se endureció. Algo en mí simplemente no podía ignorar la manera en que Draco se comportaba últimamente.

—¿Y por qué te trajo eso? —pregunté señalando los pastelitos de fresa en la mesa. Mi tono fue más serio de lo que pretendía.

Melodie ladeó un poco la cabeza.

—No estoy muy segura —admitió mientras tomaba uno de los pastelitos y le daba un mordisco.

Pero entonces, de la nada, levantó la vista con una expresión sospechosamente juguetona.

—¿Será que quiere volver a conquistarme ese caballero?

Mi cuerpo se tensó de inmediato.

Su tono tenía un matiz que no pude descifrar del todo, pero algo en mí se encendió. No recordaba mucho de anoche, pero por alguna razón, escuchar eso me molestó más de lo que debería.

—¿Ah, sí? —respondí tratando de sonar indiferente mientras apartaba la mirada.

Ella solo sonrió con diversión, pero no dijo nada más, como si esperara a ver cómo reaccionaba.

Yo en cambio, sentí un nudo en el estómago.

Melodie continuó con su jueguito, disfrutando cada pequeña reacción que lograba sacarme.

—No sé, Lawrie, ¿tú qué opinas? ¿Draco sigue siendo un caballero o ahora es más bien un príncipe encantador?— preguntó con fingida inocencia mientras tomaba otro pastelito.

Solté una risa seca, fingiendo estar de acuerdo con su broma.

—Sí, claro. Todo un romántico. ¿Qué sigue? ¿Cartas de amor? —dije sin mirarla directamente.

—Oh, eso sería lindo, ¿no? —respondió ella con una sonrisa traviesa.

Por dentro me estaba comiendo la rabia. Algo en su tono, en la forma en la que hablaba de él, me hacía sentir cada vez más incómodo.

Hasta que, sin poder evitarlo, solté con un tono más frío de lo que pretendía:
—No entiendo por qué te cautivaría tanto alguien que tú misma dejaste.

El ambiente cambió al instante. Su sonrisa se redujo un poco y ladeó la cabeza.

—No dije que me cautive —respondió, ahora con un tono más neutral.

Yo solo me crucé de brazos, sin saber si estaba más molesto con ella, con Draco o conmigo mismo por dejar que esto me afectara tanto.

Pero entonces, como si una pieza de rompecabezas encajara de golpe en mi mente, murmuré sin pensarlo mucho:
—Seguro Buzz está detrás de esto.

Melodie parpadeó, sorprendida.

—¿Buzz? Eh, ¿Por qué dices eso?

Me encogí de hombros, aunque por dentro estaba convencido de que no era solo una idea al azar.

—No lo sé... solo tengo el presentimiento de que esto no es pura casualidad.

Melodie me miró con escepticismo, como si estuviera tratando de descifrar si hablaba en serio o si solo estaba buscando excusas para desquitarme con él.

—Lawrie, no sé qué tienes contra él— dijo cruzándose de brazos —A mí nunca me ha tratado mal... No entiendo por qué lo pintas como si fuera el villano de la historia.

Bufé, intentando mantener la calma.

—Porque no lo conoces como yo— respondí con firmeza —No has visto cómo trata a los demás cuando no está intentando quedar bien contigo.

Ella frunció el ceño, claramente molesta.

—¿Y qué? ¿Te molesta que se lleve bien conmigo? ¿O te cae mal solo porque no eres como él? No sé, Lawrie, anoche te negaste a bailar y parecías todo serio... hasta Draco se animó más que tú.

La miré, incrédulo.

—¿En serio crees que mi problema con ese idiota es porque es menos serio? —pregunté con una risa seca —No, Melodie... Mi problema es que Draco no debería ser su marioneta.

Ella abrió la boca para responder, pero me adelanté.

—Dime que no parece manipulación— solté, mirándola a los ojos —Ellos son graaandes amigos, sí, pero ¿no te parece sospechoso que de la nada Draco empiece a "querer recuperarte" justo después de pasar más tiempo con él?

El silencio se hizo presente. Vi su expresión cambiar como si estuviera considerando mis palabras.

—Mira, no digo que Draco sea un mal tipo— agregué, bajando un poco la voz —Pero he visto cómo es Buzz con otros, y no me sorprendería si le estuviera metiendo ideas en la cabeza, tú sabes seguramente que él es bueno convenciendo a la gente.

Melodie bajó la mirada por un segundo, pensativa. Parecía que algo encajaba en su mente... como si ya supiera algo, pero no quisiera decírmelo.

Y entonces, en vez de responder a mi acusación, me soltó de la nada:
—Lawrie... ¿estás celoso de Draco?

Mi corazón se saltó un latido.

Sentí mi cara arder de inmediato, mi mente buscando desesperadamente qué responder, pero no encontraba palabras.

—¿Q-quién, yo? —mi tono nervioso me delató.

Alzó una ceja como si estuviera esperando que lo admitiera. Yo desvié la mirada, intentando ocultar mi vergüenza, pero no había manera de esconder lo rojo que estaba.

El silencio se hizo más pesado. Sentía su mirada clavada en mí, esperando mi respuesta. Mi pulso estaba acelerado y mi mente era un desastre.

No podía seguir evadiéndolo... No después de todo esto.

—Sí...— solté al fin, sin poder mirarla directamente —Sí, estoy celoso. Y sí... estoy enamorado de ti.

No sabía qué reacción esperar, pero el verla abrir los ojos levemente con sorpresa solo me puso más nervioso.

—¿En serio creías que no lo notaría?— dijo con una sonrisa de lado —Lawrie, eres un poco predecible a veces.

Eso me hizo alzar la vista hacia ella, confundido.

—¿Qué?
—Vamos— continuó ella, dándome un pequeño empujón en el brazo —Siempre te pones como tomate cuando te digo algo bonito, te tensas cuando Draco está cerca de mí, y no sabes cómo reaccionar cuando me acerco demasiado.

No supe qué decir, ah, me sentía demasiado expuesto.

—Y... — bajó un poco la voz, pareciendo más sincera esta vez —siendo honesta, esperaba pasar más tiempo contigo en la fiesta...

Eso me tomó desprevenido.

—¿En serio?

Ella asintió, su expresión más suave ahora.

—Me gusta divertirme, sí, pero... también me gusta estar contigo.

Su mirada era genuina, y sentí que mi corazón latía con más fuerza.

—Eres alguien más calmado y reservado, pero eso no significa que seas aburrido. Me gusta que a veces eres tierno sin darte cuenta, adoro que seas caballeroso. Y... me gusta que me proteges no solo porque es tu trabajo, sino porque te importo.

Me quedé en shock. ¿Lo decía en verdad?

—¿Te gusto...? —pregunté, como si necesitara confirmarlo.

Melodie rió suavemente.

—Sí, Lawrie, me gustas.

Mi cara se puso completamente roja, el nudo en mi estómago se apretó más, esta vez no era por celos ni frustración. Algo en mi pecho se sentía... en paz.

Ella estaba segura de lo que sentía como yo.

No sabíamos qué hacer después de todo lo que acabamos de decir. Era como... si nos hubiéramos lanzado a un vacío sin saber qué había abajo.

Yo carraspeé, tratando de volver a la normalidad.
—Voy... Tengo que cambiarme, porque debo ir a la base en un rato para entregar mi reporte a Shelly.

—Sí, claro...— dijo, y que tampoco sabía muy bien cómo seguir la conversación.

Subí a eso, todavía sintiendo el calor en mi rostro. Me puse una sudadera y encima mi chaqueta negra de siempre con los pantalones del día anterior.

Melodie me miró de arriba abajo cuando bajé por las escaleras, y su sonrisa coqueta apareció de inmediato.

—Hmm... no te queda nada mal. Me gustan los chicos que visten de negro— dijo con ese tono juguetón que ya conocía a la perfección.

La miré de reojo, fingiendo desinterés, pero por dentro ya tenía mi jugada planeada. Esta vez no iba a dejar que me pusiera nervioso sin consecuencias.

Me acerqué despacio, dejando que la tensión creciera.

—¿Ah, sí?— murmuré con voz baja, lo suficiente como para que solo ella pudiera oírme.

Me incliné ligeramente, pareciendo que fuera a confesarle un secreto —Bueno... yo siempre he tenido una debilidad por las chicas con una voz tan hermosa que podrían volverme loco con solo una palabra...

Ella parpadeó, su sonrisa se congeló por un segundo.

—Y por las que son tan hermosas que a veces me pregunto cómo demonios puedo seguir respirando con ellas tan cerca— añadí, dejando que mi voz se volviera apenas un susurro.

Vi cómo su seguridad se resquebrajaba poco a poco. Sus mejillas se tiñeron de un color durazno, y por primera vez, parecía ser ella la que no sabía cómo reaccionar.

Pero yo no terminé ahí.

Tomé suavemente su mano, la levanté con delicadeza y, sin apartar la mirada de la suya, dejé un beso ligero sobre su piel.

—Si no fuera por tanta gente idiota a nuestro alrededor... —murmuré contra su mano antes de soltarla —ya te habría hecho mía hace mucho.

Melodie se quedó completamente en silencio. Sus labios se entreabrieron, pero no salió ninguna palabra.

Me separé con una leve sonrisa, disfrutando de esta escena.

—Nos vemos después, estrella— dije con toda la calma del mundo antes de girarme y dirigirme a la puerta.

—Oye...— escuché su voz detrás de mí, pero esta vez era ella quien sonaba nerviosa.

Sonreí para mí mismo.

Venganza cumplida.

___________________________

Cuando llegué a la base, todo estaba en calma. Los pasillos tenían el mismo aroma a metal y pólvora de siempre, y el sonido de botas contra el suelo retumbaba con el eco de la actividad cotidiana.

Me dirigí directo a la oficina de Shelly, donde ella revisaba algunos informes con su característico ceño fruncido.

—Vaya, pensé que te habías olvidado de mí, Lawrie, jaja— Alzó una ceja sin apartar la vista de los papeles, pero en su tono se notaba cierta diversión.

—He estado ocupado, ya sabes cómo es...— respondí con naturalidad, sentándome en la silla frente a su escritorio y dejando el informe en la mesa.

Finalmente, Shelly levantó la vista y me miró con detenimiento.
—¿Y cómo ha estado todo con Melodie?

—Bien— dije sin dudar, no tenía razón para ocultarlo —Han habido algunas salidas, mucha gente alrededor... lo típico. La fiesta de la otra noche fue un desastre, pero sobrevivimos.

—¿Un desastre? —preguntó con una pizca de interés.
—Mucho alcohol, mucha gente, demasiado drama— resumí, encogiéndome de hombros —Pero estoy bien. De hecho... me siento increíble.

Ella dejó el informe a un lado y entrecerró los ojos, como si estuviera analizándome.

—Eso sí que es raro viniendo de ti, heh...— dijo, ladeando la cabeza —Siempre eres tan serio en tu trabajo, Lennox.

No respondí enseguida. En parte porque ni yo mismo terminaba de procesarlo del todo.

—Solo diré que las cosas van... perfectas.

Ella arqueó una ceja.
—"Perfectas", ¿eh?— Se cruzó de brazos —No sé si deba preocuparme o felicitarte.

Sonreí un poco y simplemente empujé el informe hacia ella.

—Aquí está el reporte completo, todos los detalles sobre su seguridad, salidas y eventos recientes. Si tienes preguntas, puedes llamarme.

Tomó los papeles, no dejó de mirarme con esa expresión de quien sabe más de lo que dice.

—Lo haré... Pero algo me dice que lo que más me interesaría saber no está en este informe.

No respondí a eso, así que me puse de pie y me dirigí a la puerta.

—Nos vemos, Shelly.
—Nos vemos, Romeo —bromeó antes de que saliera.

Rodé los ojos, no pude evitar sonreír. Además, tenía el resto del día libre, y eso significaba que era momento de hacer otra cosa importante: ver a nuestro padre.

_______________________

El viaje hasta su casa fue tranquilo. Larry y yo no hablamos mucho en el camino, pero la música en la radio llenaba el silencio de manera cómoda.

Yo por mi parte, estaba pensando en cómo se daría esta conversación. Habían pasado años desde que nos alejamos de él, y aunque ya había dado el primer paso en reencontrarnos, aún quedaban cosas que sanar.

Cuando llegamos, él ya nos estaba esperando en la puerta. Era un hombre de mirada fuerte pero ahora cálida, con un porte que todavía reflejaba su pasado como policía.

—Larry, Lawrie— nos saludó con un gesto de cabeza antes de darnos un abrazo breve pero firme a cada uno —Me alegra verlos.

Entramos a su casa, que tenía un aire acogedor, muy distinto al pasado. Se notaba que había cambiado en más de un sentido.

Nos ofreció café y nos sentamos en la sala donde finalmente se tomó un momento para mirarnos con seriedad.

—Sé que esto ha tomado mucho tiempo... pero quiero decirlo claramente. Lamento todo lo que pasó en el pasado. Lamento mis errores con ustedes.

No había excusas en su voz, ni rodeos. Solo arrepentimiento genuino.

Lo miré en silencio por un momento antes de suspirar y asentir.

—Te perdono— dije con honestidad.

Mi gemelo estando a mi lado, sonrió levemente, relajándose también.

Papá exhaló, como si una inmensa carga se hubiera aligerado de sus hombros.

—Gracias, hijo.

Luego de ese momento, la conversación fluyó más natural. Hablamos sobre nuestras vidas en el presente, de cómo habíamos crecido.

—¿Y tú en qué has estado, Lawrie?— preguntó con interés.

Me apoyé en el respaldo del sofá, pensando por dónde empezar...

—Estuve en varias misiones, la mayoría fueron sobre el rescate a infantes y personas en peligro... Ya sabes, tráfico humano... Y ahora mi trabajo es distinto.

—¿Ah sí?— alzó una ceja —¿A qué te dedicas ahora?
—Soy guardaespaldas de una celebridad.

Papá pareció impresionado.

La conversación continuó con calma. Fue extraño pero se sintió bien, por fin podíamos sentarnos y hablar como familia sin el peso del pasado encima.

Después de un rato, él tomó un sorbo de su café y nos miró con una expresión curiosa.

—¿Y qué hay de su situación amorosa? ¿Tienen pareja?

Larry sonrió con cierta confianza.

—Sí, llevo un tiempo con Pearl.

Y él arqueó una ceja, divertido.
—¿La chica de lentes?
—Esa misma— respondió Larry, encogiéndose de hombros—Las cosas cambian, he pensado en pedirle la mano.

Papá soltó una leve risa y luego me miró a mí.
—¿Y tú, Lawrie?

Sentí una punzada de nervios, pero no me molesté en ocultarlo demasiado.

—Es... complicado.

Papá entrecerró los ojos con interés.

—¿Complicado cómo?

Mi hermano ya tenía una sonrisa burlona en el rostro, esperando mi respuesta.

Suspiré y, después de un momento, solté:
—Mi situación amorosa es con...

El silencio en la sala fue instantáneo. Larry me miraba con intriga, aún seguramente asumiendo de quién se trataba.

Tragué saliva y, con un poco más de seguridad, respondí:
—Melodie.

Larry casi derrama su café y me miró como si acabara de decir la locura más grande del mundo.

—¡¿TÚ Y MELODIE?! ¿¡DE QUÉ ME PERDÍ?!

Mi padre me observó con sorpresa, procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Es la misma que proteges? ¿Es la cantante coreana?

Asentí.
—Sí, ella.

Papá parpadeó un par de veces antes de soltar una risa baja y sorprendida.

—Bueno... eso sí que no lo vi venir.

Larry me miró con una mezcla de incredulidad y diversión.
—¡Y aquí el serio resultó ser el que más se mete en líos románticos!

El mayor sonrió de lado, mirándonos a ambos.

—Vaya, así que los dos tienen pareja.
—No es exactamente así... — intenté decir, pero papá solo rió.
—Bueno, bueno... Solo digo que ya espero conocer a mis dos nueras.

Larry se cruzó de brazos con una sonrisa divertida, mientras yo suspiraba y me pasaba la mano por el cabello sabiendo que este tema no iba a morir tan fácil.

Pero dentro de mí... no me molestaba en absoluto.

___________________________

Más tarde, nos dirigimos a una joyería, pues alguien ya estaba decidido en comprar su objetivo.

Larry observaba los anillos con una concentración casi quirúrgica, como si su vida dependiera de elegir el correcto.

Yo por otro lado, me mantenía con las manos en los bolsillos, observándolo en silencio mientras fingía que no me divertía verlo tan nervioso.

—¿Qué opinas de este?— preguntó, mostrándome un anillo de oro blanco con un pequeño diamante en el centro.

Le di un vistazo rápido y encogí los hombros.

—Está bonito, pero... ¿no crees que algo con una perla quedaría mejor? Ya sabes, por su nombre...

Larry me miró con una mezcla de risa y desesperación.

—No voy a ser TAN literal, idiota.

Me encogí de hombros con una leve sonrisa.

—Solo digo, podría ser un detalle simbólico.

Larry suspiró, pero aún tenía una leve sonrisa en el rostro mientras seguía revisando. Después de un rato, finalmente encontró uno que parecía convencerlo. Era un anillo delicado, con un pequeño rubí rojo incrustado en el centro y detalles en oro pálido.

—Este es el indicado —murmuró para sí mismo, con una sonrisa más calmada.

Lo observé por un momento y asentí.

—Le va a encantar.

Larry tomó el anillo con seguridad y se dirigió a pagarlo. Mientras lo hacía, lo miré de reojo.

A pesar de ser mi gemelo, la verdad es que somos tan diferentes. Pero en este momento, vi en él a alguien seguro de su decisión, alguien que realmente amaba a su pareja y quería dar el siguiente paso.

Y en el fondo aunque no lo dijera en voz alta, eso me hizo preguntarme si yo algún día tendría la misma seguridad con Melodie.

La siguiente parada era su tienda de dulces favorita: Candyland.

Mientras él terminaba de pedir algo, yo observaba a mi alrededor, notando el ambiente cálido y dulce del lugar.

Me causó algo de ternura ver al joven bufón Chester ayudando a su novia Mandy con los pedidos, con su energía siempre animada y su amor por los dulces reflejado en cada cosa que hacía.

Mi hermano estaba nervioso pero decidido.

Solo que apenas sacó su billetera para pagar, la caja del anillo se le cayó de las manos, abriéndose en el proceso y dejando que la joya saliera rodando por el suelo.

—¡Mierda!— soltó mi hermano, agachándose rápido para recogerlo.

Pero antes de que pudiera alcanzarlo, un gato saltó desde debajo de uno de los estantes y atrapó la caja con sus patas.

—Espera... ¿Kit?— pregunté en voz alta, reconociendo de inmediato al felino.

Larry y yo nos miramos confundidos. Kit era la mascota de Shelly, ¿qué hacía aquí?

—Ay... Kit, por alguna razón el día de ayer cuando regresaba con Mandy a mi casa, estaba dentro! No sabíamos por qué estaba ahí, y fue algo difícil calmarlo y hasta me rasguñó en toda la cara...— dijo Chester con una risa torpe y mostrando las vendas pequeñas puestas por su rostro a causa de los rasguños.

Antes de que pudiéramos cuestionarlo más, alguien entró por la puerta: Colt, otro oficial de la base, casado con nuestra jefa, y el hermano mayor de Pearl.

—Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí—el oficial sonrió, cruzándose de brazos.

Mi hermano se tensó al instante, y peor aún, Colt notó el anillo en el suelo.

—¿Así que ya es oficial?— dijo, arqueando una ceja con sorpresa y diversión.

—Ehm... sí...— tragó saliva, recogiendo el anillo rápidamente y guardándolo como si su vida dependiera de ello.
—No te pongas tan nervioso, sabes que tienes mi apoyo, bro— Colt le dio una palmada en el hombro con una sonrisa sincera.

Mientras ellos hablaban, yo levanté a Kit en brazos y lo observé. El gato solo maulló con aire inocente, como si no hubiera hecho nada.

—Supongo que debemos llevarlo de vuelta a Shelly antes de que se dé cuenta de que falta.

Colt asintió.

—Vayan ustedes, yo tengo que pedir unas cosas por aquí.

Así que nos despedimos, llevando a Kit con nosotros de regreso.

Cuando ya íbamos en camino, Larry me miró de reojo con una expresión curiosa mientras manejaba.

—Oye, ¿cómo fue eso de que tú y Melodie ya tienen algo?

—No somos pareja—respondí con simpleza.

Y frunció el ceño.

—¿Cómo que no? ¿No habías dicho que ya se habían confesado?

Suspiré.

—Sí... pero quedó inconcluso.

Se quejó en voz alta.

—¿Cómo que inconcluso? ¡Lawrie, no puedes dejar algo así a medias! Tienes que estar para ella también.

No respondí de inmediato. La verdad, ya lo había pensado. Me sentía increíble cuando estaba con ella, pero al mismo tiempo, había tantas cosas en juego...

—Lo sé— dije al final —Pero aún hay cosas que debo resolver en mi cabeza.

Larry suspiró, y me dio una palmada en la espalda.

—Solo no lo dejes ir, ¿sí? Si la quieres, haz algo al respecto.

No dije nada, pero en mi mente, sus palabras se quedaron resonando.

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