Capítulo 10: Solo contigo
Esa noche, antes de irme a dormir, revisé mi teléfono y vi unos mensajes de Melodie.
"Te extrañé todo el día... espero que vuelvas a cuidar de mí. Ya quiero verte mañana 💖".
Me quedé observando la pantalla por un momento, sintiendo cómo una suave sonrisa tonta se me formaba en los labios. Sus palabras me hacían sentir bien... demasiado bien.
Le respondí con un mensaje corto, pero con el toque justo de coqueteo:
"¿Tan pronto? Si me sigues diciendo esas cosas, empezaré a pensar que no es solo por el trabajo que me quieres cerca. Nos vemos mañana, mi Melodie <3".
No tardó en aparecer el doble check, y unos segundos después, vi que estaba escribiendo, charlamos un rato.
Sonreí para mí mismo antes de bloquear el teléfono y dejarlo sobre la mesa de noche. No quería parecer desesperado... pero la verdad, me encantaba esa sensación.
Aunque en el fondo ese pensamiento seguía ahí. ¿Cómo reaccionaría la gente si se enterara de lo nuestro? ¿Si es que realmente había un "nosotros"?
Suspiré y me acomodé en la cama, dejando que el sueño me ganara lentamente.
Al día siguiente, tenía que llevar a Melodie a su set de grabación, así que decidí pasar por su casa más temprano de lo usual. Como siempre fui en mi moto, disfrutando del aire fresco de la mañana.
Cuando llegué, ella ya estaba lista y arreglada con ese toque elegante y a la vez relajado que siempre llevaba. No tuvimos mucho tiempo para hablar, pero al menos logramos intercambiar algunas palabras antes de que llegara Larry.
—¿Estás segura de esto?— le pregunté, mirándola con cierta seriedad.
Melodie me sostuvo la mirada y sonrió con dulzura.
—Sí— asintió sin dudar —Estoy segura.
Me relajé un poco al escuchar eso, charlamos de cómo mantener esto como algo especial, antes de ser una pareja formal, ir probando con cuidado.
Antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió y Larry apareció con su típica energía matutina.
—¡Listos para irnos!— exclamó con una sonrisa, pero luego notó el ambiente raro entre nosotros —Oh... ¿interrumpo algo?
Melodie y yo nos miramos, pero ninguno dijo nada.
—No, vámonos ya— dije al final, quitándole importancia.
Nos subimos al auto y emprendimos camino al set de grabación. Yo iba sentado al lado de ella en el asiento trasero, y aunque la conversación quedó inconclusa, la miré de reojo varias veces.
Antes de irnos, ella aparte me dijo algo que de verdad me gustaría que pasara en algún momento: "Quiero hablar con Draco sobre su amistad con Buzz, que sea sincero conmigo, porque yo sé que él no es así de insistente".
Y es que él le preguntó por mensaje si estaba disponible esta semana para salir, algo no común en Draco, él disfruta más de la compañía grupal, no a solas al menos que fuese pareja.
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El día fue atareado. Melodie estuvo de un lado a otro entre grabaciones, entrevistas y reuniones. Apenas hubieron momentos de descanso, pero yo siempre estuve cerca, siguiéndola con discreción, asegurándome de que todo estuviera bajo control.
A mitad de la tarde, Larry se separó de nosotros para recoger su pedido de pasteles para Pearl, pero cuando llegó a la tienda, descubrió que alguien había arruinado varios postres, incluyendo el suyo. Se quedó en la tienda tratando de solucionar el problema con los empleados, lo cual lo dejó fuera de nuestro plan original.
Así que al final me quedé a solas con ella.
Sabía que si nos quedábamos más tiempo en el estudio, podríamos atraer demasiada atención, así que decidí sacarla de ahí.
—¿Quieres ir a cenar algo? —le pregunté mientras conducía.
—Me encanta la idea —respondió con una sonrisa—¿A dónde vamos?
Pensé por un momento y se me ocurrió el sitio perfecto.
—Conozco un buffet de comida coreana no muy lejos de aquí. ¿Te apetece?
Ella abrió los ojos con emoción.
—¡¿Hablas en serio?! ¡Sí, claro!
Sonreí al verla tan feliz. Pocas veces tenía un respiro de su ajetreada agenda, y si puedo darle un momento agradable, lo haré con gusto.
Al llegar al local, se notaba que era un lugar tradicional, con farolillos rojos y dorados adornando la entrada. Apenas bajamos del auto, Melodie, conmovida por el gesto, se acercó y me dio un beso en la mejilla, sin importar que estuviéramos en público.
Me quedé hecho piedra.
No era solo el beso en sí, sino el hecho de que es en un ambiente donde seguramente había gente que la reconocería. Varias miradas se dirigieron hacia nosotros de inmediato. Algunos susurraban entre sí, y otros sacaban el teléfono.
—Vaya, ahora sí llamamos la atención...— dije en voz baja, sintiendo mi rostro tibio.
Melodie solo rió divertida.
—Déjalos, solo vamos a cenar.
Sí, claro, "Solo vamos a cenar"... Como si no fuéramos dos personas con cámaras acechándonos en cada esquina.
Aun así me relajé un poco y la seguí adentro.
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Mientras buscábamos mesa, mis ojos se detuvieron en algo—o mejor dicho, en alguien—que definitivamente no quería ver en este momento.
Buzz.
Genial.
Y, para variar, no estaba solo. Esta vez lo acompañaba un tipo que me resultaba vagamente familiar. Un hombre de piel morena, con un afro fucsia oscuro atado en forma de cebolla, y un estilo playero relajado.
Me tomó unos segundos recordar de dónde lo conocía: Doug, el tipo que tiene un puesto de hot dogs bastante popular en la ciudad.
Parecía mucho más agradable que su acompañante, que como siempre tenía esa cara de ego inflado.
Preferí ignorarlos, no iba a arruinar la noche por él.
—Ven, vamos a servirnos algo— me dijo jalándome de la muñeca con entusiasmo.
En efecto, era un buffet de comida coreana, y ella estaba emocionada de ver qué platos familiares había. Yo en cambio, no estaba muy seguro de qué elegir.
—Dime, ¿qué te gusta más? —preguntó mientras recorría con la mirada la variedad de platillos.
—Soy más de cosas saladas cuando se trata del plato fuerte —le respondí.
—Perfecto, yo te elijo algo.
La observé mientras escogía con confianza un par de platillos para mí, como si ya supiera exactamente qué me gustaría, se trataba del kimchi, al parecer una comida típica de allá. Luego eligió los suyos con la misma emoción de siempre.
Nos sentamos a comer, y en pocos minutos nos trajeron nuestras bebidas: copas de soju.
—¿Brindamos?— sugirió Melodie, alzando su copa con una sonrisa.
La miré con una media sonrisa y choqué mi copa con la suya.
—Por esta noche —dije.
—Por esta noche —repitió.
Bebimos.
No dejé de mirarla. Y en ese instante, mientras ella sonreía y disfrutaba su comida sin preocupaciones, pensé en lo mucho que me gusta esto... Lo mucho que ella me gusta.
Y también en lo mucho que me molestaba que el idiota estuviera en el mismo lugar que nosotros.
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La conversación entre nosotros fluía con naturalidad. Le conté sobre la reconciliación con mi padre y cómo después de tantos años de distancia finalmente todo estaba relativamente bien entre nosotros.
—Me alegra mucho que pudieran arreglar las cosas— dijo con una sonrisa sincera —Entiendo que no fue fácil, pero al menos ahora tienes esa paz.
—Sí... supongo que sí— asentí, sorprendido de lo ligero que se sentía decirlo.
Después de un par de platillos más, llegó el turno de los postres. Ella con su entusiasmo característico, me empezó a contar sobre un juego coreano que solía jugar con los niños de su vecindario cuando era pequeña.
—Se llama ddakji— mencionó aquello con una chispa en los ojos —Es un juego de papel, básicamente tienes que golpear la ficha del oponente para voltearla, y aunque parece fácil, se necesita estrategia y fuerza en el movimiento.
Me gustaba escucharla hablar de su infancia. Era buena narrando; cada palabra, cada gesto, eso me hacía imaginarla como una niña risueña en las calles de su barrio, retando a los demás con esa competitividad que aún conservaba.
Mientras hablaba, hizo una pausa para darle un mordisco a su postre. Yo la observé un momento, luego se me ocurrió algo.
Se manchó un poco al lado de su labio inferior, pasé una servilleta y con suavidad le limpié.
—Te ves hermosa hoy— solté, con un tono más bajo y deliberado.
Ella me miró sorprendida por un segundo antes de esbozar una sonrisa.
—Gracias... —murmuró, algo tímida pero riendo.
El comentario la había tomado desprevenida, y eso me gustó. Me acostumbré a verla tan segura y coqueta que ver esa pequeña reacción nerviosa de su parte me dio cierto orgullo.
Me concentré en ella, en su aroma dulce que flotaba entre nosotros, en la forma en que la luz del restaurante la realzaba.
Analicé cada detalle de ella.
Su cabello liso y brillante que enmarcaba su rostro con elegancia.
Sus ojos rasgados, con una mirada intensa, como si siempre estuviera desafiando al mundo.
Sus labios, levemente pequeños, pero con el volumen justo para hacerlos tentadores, en forma de arco de cupido.
Sus facciones finas, la forma en que sostenía los cubiertos con gracia, como si todo lo que hiciera estuviera marcado por una naturalidad elegante.
Sin pensarlo, tomé su mano con delicadeza.
Ella me miró encantada, sus dedos se entrelazaron levemente con los míos. Pero antes de que pudiera decir algo, noté que a lo lejos, Buzz también nos observaba con una expresión difícil de leer.
Solté su mano.
Frunció el ceño, confundida por mi reacción repentina.
—Deberíamos irnos— dije intentando evitar mi incomodidad —De todas formas, ya dejé el pago y la propina.
Asintió sin decir nada y nos levantamos para salir del restaurante.
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Para hacerla olvidar ese momento confuso, pensé en llevarla a algún lado. Ella iba en el asiento copiloto, mirándome con curiosidad.
—¿A dónde me llevarás ahora?
—Ya verás.
El camino estuvo envuelto en un silencio cómodo, con música de fondo de toque romántico.
La ciudad iluminada pasaba a nuestro alrededor mientras conducía sin un destino en mente, solo disfrutando su presencia a merced.
De vez en cuando, ella volteaba a verme con una sonrisa pequeña, como si estuviera esperando a que dijera algo, pero lo único que hacía era seguir adelante, con los dedos tamborileando levemente el volante.
—¿De verdad idea de a dónde vamos? —preguntó con tono juguetón.
—No realmente —admití —Solo... me gusta manejar contigo aquí.
Ella rió por lo bajo y se acomodó en su asiento, dejando caer su mirada en el paisaje nocturno.
Al final, terminamos en una colina desde donde se podía ver toda la ciudad de Brawltopia.
A lo lejos, las luces del parque Starr Park brillaban con un sinfín de colores vibrantes. Todo lucía tranquilo, casi como si estuviéramos en un mundo aparte, lejos del bullicio de la gente y de los problemas del día a día.
Nos quedamos en el auto por un momento, simplemente contemplando la vista. Melodie se cruzó de piernas y apoyó la cabeza contra la ventana, observando el panorama con una expresión serena.
—Es hermoso... —susurró.
—Sí... —respondí, aunque en ese momento no estaba viendo la ciudad. La estaba viendo a ella.
De ahí, ambos salimos para tener una mejor vista del paisaje. El viento era fresco y suave, lo suficiente para hacerla acomodarse un poco mejor su chaqueta.
El sonido de los grillos y algunas aves nocturnas rompía el silencio, dando al lugar una sensación de tranquilidad difícil de encontrar en la ciudad.
Me le acerqué y le tendí una mano para ayudarla a subir a la parte delantera del auto.
Apenas mis manos se posaron en su cintura, sentí un cosquilleo recorrerme la espalda. Su calidez, la cercanía, el aroma dulce que parecía envolverla... Me puse un poco nervioso, pero no solté el agarre hasta que estuvo bien sentada.
Melodie notó mi reacción y sonrió, como si se divirtiera viendo mis intentos por mantenerme sereno.
Yo también me subí a su lado, apoyando los codos sobre mis rodillas mientras mirábamos juntos el horizonte iluminado por la ciudad.
Y ahí me tomó de la mano, entrelazándola.
El calor de su mano hizo que mi pecho se sintiera más pesado, parecía que mi propio corazón estuviera golpeando con fuerza en su intento de salir.
—Aquí nadie nos va a molestar— dijo con una sonrisa cómplice, acariciando mi mano con la yema de sus dedos —Si hay algo que quieras hacer... hazlo.
No sabía si lo decía de manera intencional o si solo quería ponerme nervioso, pero funcionó.
Ni siquiera cuando estábamos a solas en su casa me sentía así, al menos allí había cierta familiaridad, pero por este lugar... No había nadie más, ni siquiera R-T vigilando desde alguna cámara oculta.
Bueno... salvo por las del auto.
Instintivamente, miré hacia el tablero, pensando cómo desactivar cualquier grabación, pero ella pareció leer mi mente.
—Relájate, dudo que R-T diga algo.
Eso no ayudó demasiado a calmarme, pero sí me hizo soltar un suspiro y reír un poco.
Traté de enfocarme en lo que realmente importaba: en su tacto, en el sonido tranquilo de la noche y en la manera en la que sus ojos oscuros brillaban con la tenue luz de la ciudad.
Aún sujetando su mano, me animé en hablar.
—Me siento increíble cuando estoy contigo.
Ella no dijo nada, solo dejó que tomara la iniciativa.
Mi pulgar acarició su mejilla mientras acercaba mi rostro al suyo, y, con un último respiro profundo, dejé que mis labios se unieran a los de ella.
Era como besar algo hecho de terciopelo.
El contacto me hizo estremecer, una corriente me recorrió de pies a cabeza, como si mi cuerpo apenas estuviera entendiendo lo que hacía.
Y con algo de timidez, la besé suavemente, disfrutando del calor de su boca, del sutil sabor a dulce que quedaba en ella tras la cena.
Melodie llevó sus manos a mi nuca, y el roce de sus dedos hizo que mi piel se erizara. Con delicadeza, bajé las mías hasta su cintura, sintiendo cómo su cuerpo se acomodaba más al mío.
El resto del mundo dejó de existir. El calor de su mano en la mía hizo que mi pecho se sintiera más pesado, como si mi propio corazón estuviera golpeando con fuerza en su intento de salir.
Melodie me jaló más hacia ella, y en ese instante supe que estaba perdido.
Sentí su cuerpo contra el mío, su calidez se filtraba a través de nuestras ropas, y eso solo me hizo rendirme más a ella. Seguí besándola con la misma suavidad y gentileza, como si temiera romper este momento si me apresuraba demasiado.
Por un instante nos separamos apenas unos centímetros, lo suficiente para vernos a los ojos con la respiración entrecortada.
Mis labios aún ardían por el contacto, y la idea de que después de tanto por fin la estaba besando, me dejó en un estado de incredulidad.
Me sonrió dulcemente, y sentí como si algo en el aire se hubiera roto. Toda esa tensión entre nosotros se había disipado... al menos por ahora.
Sabíamos que cuando estuviéramos rodeados de más personas, tendríamos que mantener esto en secreto, fingir que nada había pasado y dejar que solo fueran rumores.
Pero en este momento, ella era solo mía.
Tomé su mano y la llevé hasta mis labios, dejando un beso en su palma con ternura.
Ella rió encantada.
—Eres todo un caballero...— dijo, y el brillo en sus ojos me dejó claro que lo decía en serio —Me encanta cómo eres, Lawrie.
No pude evitar sonreír, sintiendo mi rostro calentarse. Siempre era así con ella, con su forma de decir las cosas, con la manera en la que me miraba.
No me dejó pensar demasiado, porque comenzó a repartir besos por mi mejilla antes de volver a jalarme hacia sus labios. Y yo, sin ninguna resistencia, me dejé llevar otra vez.
Estaba completamente derretido por ella.
Hasta que el sonido de su celular rompió el momento.
Se separó con un leve sobresalto, y yo sentí que mi cuerpo temblaba un poco, aún atrapado en la sensación de lo que acabábamos de hacer.
Ella tomó su teléfono y lo vio con rapidez.
—Es mi manager— murmuró, suspirando antes de responder.
Yo me quedé quieto tratando de ordenar mis pensamientos mientras ella hablaba.
—¿Todo bien?— preguntó su manager del otro lado de la línea.
—Sí, todo bien...— respondió ella, su voz era tranquila, pero su expresión seguía un poco alterada.
—¿Dónde estás?
Ella dudó un segundo antes de contestar.
—Estoy con Lawrie, yendo por la ciudad— mintió sin titubear.
No pude evitar arquear una ceja antes de que cortara la llamada.
Sentí el rastro de su labial en mis labios, una sensación que no sabía si quería borrar tan pronto. No fue hasta que vi su sonrisa traviesa que entendí la razón.
—¿Qué?— pregunté, confundido.
Ella se mordió el labio, tratando de no reír demasiado.
—Tienes la cara llena de marcas de besos— dijo finalmente, divertida.
Mis ojos se abrieron un poco más y de inmediato busqué algo para verme. Ella, todavía sonriendo, me pasó un mini espejo que llevaba en su bolso.
Apenas me vi, sentí cómo el calor me subía hasta las orejas. No solo tenía los labios algo rosados, mis mejillas estaban restregadas de aquello.
Me cubrí el rostro con una mano y solté un suspiro resignado antes de reír un poco.
—Dios... esto es tu culpa.
—No escuché ninguna queja cuando te los di —respondió con el mismo tono juguetón mientras carcajeaba leve.
Me pasé una mano por la nuca, todavía algo avergonzado, y fui a buscar una toalla en el auto.
No podía ir así por la calle, mucho menos con la posibilidad de que alguien nos reconociera.
Cuando volví con la toalla, ella aún tenía esa sonrisa satisfecha en los labios. Le lancé una mirada con fingido reproche mientras me limpiaba el rostro.
—¿Sabes? Quizá esto se vuelva una adicción— murmuré sin pensar demasiado.
Ella arqueó una ceja, encantada con mi comentario.
—¿A qué te refieres?
—A... esto. A tenerte así, a solas— admití, bajando la mirada por un momento antes de volver a encontrarme con sus ojos.
Ella no respondió de inmediato, solo me miró con esa expresión dulce y traviesa a la vez, como si le gustara saber lo que provocaba en mí.
El viaje de regreso fue tranquilo, pero esa sensación de querer detener el tiempo, de querer robarle más momentos así, no se me iba. Cuando llegamos a su casa, ella me miró antes de salir del auto.
—Gracias por la noche.
—Cuando quieras— respondí sin pensarlo.
Estaba a punto de inclinarme un poco más hacia ella cuando la voz distorsionada y chillona de R-T sonó por los altavoces.
—No voy a decir nada, no soy taaaaan chismoso. Osea.. los vi, pero no me quedé mirando, no es lo mismo.
Mi cuerpo se tensó y sentí cómo otra vez el calor me subía de nuevo al rostro.
Melodie por su parte, soltó una risa nerviosa y le dio las gracias con los dientes apretados.
Genial, tengo un amigo chismoso.
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