Quinto acto: Principio fundamental de la dinámica
Antes que nada... ¡Feliz año nuevo a todos mis lectores! Me disculpo por no cumplir mi promesa de actualizar en navidad, la verdad, le di prioridad a otra historia que de no haber escrito en su momento probablemente hubiese acabado en el fondo de mi lista de proyectos y no quería eso. De cualquier forma, esta historia continuará con más fuerza que nunca.
Finalmente, dejamos atrás la primera Ley de Newton y nos adentramos en la segunda, a partir de aquí las cosas cobrarán más sentido y se probablemente se compliquen más de lo que deben. Debo resaltar el hecho de que escribir este capítulo fue todo un desafío, nunca había tenido la oportunidad de hacer que mis personajes lidiaran con emociones de este tipo, pero creo que salió bastante bien. Bueno, no quiero distraerlos más, disfruten la lectura.
∫Minisang dx = Love + C
.
.
.
De acuerdo a la segunda Ley de Newton, en un segundo movimiento la física responde de la siguiente forma:
- Lex II
"Mutarionem motus proportionalem ese vi motrici impressa, & fieri secundum lineam rectam qua vis illa imprimitur."
Lo cual se traduce como: Ley II "El cambio de movimiento es directamente proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime."
◦☼◦
Quién diría que para conseguir lo que ambicionaba, estaría bajo la obligación de hacer tanto sacrificio.
En aquel momento pensamientos similares se acumulaban en su mente, siendo que las decepciones y errores eran, cuanto mucho lo único que visualizaba con claridad; cualquier punto más lejano a dos pasos delante de él se difuminaba a los límites de un semi-inducido desmayo. No obstante, aunque lo hubiese intentado no podía controlar lo que a su alrededor acontecía y el repudio que le profesaba.
Hacía ya hora y media que se encontraba allí en el vestíbulo en compañía de los mellizos y de su moreno hermano, vistiendo sus mejores galas para recibir a la nobleza de la provincia del Norte que.
Bajo ninguna circunstancia la inadvertida visita había sido para con él algo de lo cual pudiera sacar provecho, pero tanto Serim como Wonjin horas antes al presentar su sólido reclamo, le habrían apaciguado con la falsa promesa, de que sus familiares se esfumarían de su morada antes de que pudiera darse cuenta.
"Más piedras en el camino, solo eso."
Sentenció para sí mismo.
El Rey de la provincia del Norte, Park Woohyun Quinto, para ser más específicos... su tío. Aquel hombre lo habría visto dos veces en su corta vida, lo cual a criterio propio, era una dicha. Las malas lenguas relataban cosas nefastas sobre el yugo que resultaba su reinado para con los límites de aquel imperio. Todavía, era contraproducente que su tío hubiese resultado ser de esa manera, dado que su amada madre, es decir, su hermana había sido por mucho la mujer más bondadosa en la tierra.
Entendía muy poco del porqué de aquella visita, siendo que sus hermanos mayores Woobin y Jungmo, como embajadores de la corona estarían dando vueltas por el mundo, por ende los visitantes pertenecientes a la nobleza no se veían en la obligación de llegar a sus tierras. Sin embargo, Taeyoung les había sorprendido el día anterior con la espantosa noticia de la visita de su primo. Sólo Dios era partícipe de lo mucho que detestaba a su primo, Hwanwoong Tercero. Los demás podían llenarse la boca con falsedades, más, él era lo suficientemente astuto como para saber que aquel muchacho de veintiocho años era todo un diablillo, digno descendiente de la corrupta alma de su padre; bendita fuese su tía por soportar el calvario de vivir junto a ese par.
A pesar de estar por descubrir los motivos reales de tan improvisado acontecimiento, sin ahondar mucho en el tema suponía que era algo de carácter de urgencia, si acaso algo importante que para los efectos, de seguro, no le concernía.
"Tantos modales, tanto protocolo despilfarrado para una persona que no es merecedora."
Se quejó una vez más, sus extrañas contorsionándose de manera dolorosa dentro de su cuerpo, haciéndole estar más irritado.
A razón de sus múltiples infortunios y, a pesar de ser una idea si acaso masoquista, prefería estar bajo el confinamiento de sus reproches internos. Indistintamente de si requerían o no de su presencia en ese preciso momento y lugar.
Y es que poco después de haberse revelado a Taeyoung en aquel cuarto, aquella noche, habría caído en cuenta del gigantesco error que había cometido, de lo inútil que había sido confesarse delante de él implorando auxilio, puesto que tal minúsculo pedacillo de información que su hermano le hubo proporcionado, bien podría haberlo obtenido si hubiese sido más observador, más paciente.
Paciencia, su mayor y desgastada virtud, algo que sin lugar a dudas les faltaba a los mellizos que delante de él no paraban de caminar de un lado a otro, luciendo cada vez más exasperados al tener que seguir esperando al mayor de todos sus hermanos. Wonjin y Allen, por otro lado estarían terminando de supervisar los preparativos para la llegada de los nobles a la fortaleza; al menos los últimos dos estaría ocupándose en algo que merecía la pena.
-Taeyoung, ¿cuánto más van a tardar?
-Seongmin, no seas impertinente.
Indicó su hermano, un castigo pendiendo de su advertencia.
Como resultado, el chiquillo cerraría la boca sin agregar nada. Entonces, el silencio sepulcral se instalaría una vez más en el recinto ni siquiera sus pesadas respiraciones harían el papel de sordina en la tan aturdidora sinfonía. Seguidamente, volvió a refugiarse a la penumbra de sus pesares.
A los efectos de su sandez, su mente continuó reprochándole sus errores a cada hora, a cada minuto, a cada segundo... y es que si lo pensaba, resultaba incuestionable la catástrofe que había acontecido a razón de su adelanto, porque si bien antes estaría bajo la lupa de Serim (y los demás), ahora Taeyoung seguiría sus pasos con el ojo crítico de un halcón.
Él, Kang Minhee, sin que a nadie pudiera importar, se consideraba una persona sencilla, y como tal, no le gustaba depender de las personas, peor aún, el que otros dependieran de él. Tampoco le gustaba deberles a los demás. No obstante, para su desgracia, se encontraría justamente protagonizando ese último escenario, no sólo junto a Taeyoung, sino también con Serim. Aún no olvidaba la deuda, el arreglo tácito al cual habían llegado aquella tarde en la enfermería, el cual debía solventar para librar a su hermano de un sombrío cargo de conciencia; ese último pormenor aunque relevante, no alcanzaba si quiera a removerle lo suficiente como para actuar en pro de absolver a su hermano de su pecado, estaba cegado por su egoísmo, pero esta vez sería por una razón más trascendental, algo incontrolable, como si de una necesidad fisiológica se tratase.
"¡Todo lo que consigo son problemas!"
Desde su plática con Taeyoung habían pasado dos días. Desde ese fatídico momento en el que había arrojado todo por la borda, habían pasado aproximadamente cuarenta y ocho horas, dos mil ochocientos ochenta minutos, y siento setenta y dos mil ochocientos segundos de pura agonía.
Ciertamente, aquel testimonio podía ser un tanto exagerado de su parte, más, qué otra palabra sino esa iba para con él relatar lo que estaba viviendo, si es que padecer de ansiedad desde siempre habría sido uno de los tormentos predilectos de la humanidad. Porque además de lo obvio, con cada segundo que pasaba, la manzana, el escarlata que mantenía su cordura, y que con tanto esmero intentaba cuidar en el escondrijo dentro de sus aposentos... con cada hora, minuto y segundo que pasada se entregaba lentamente a su naturaleza, aproximándose al inminente final de su ciclo de vida usual.
La masa desagradable y agria en la cual se había convertido su preciado tesoro, con el paso del tiempo perdía sus efectos, transformándose en algo abominable, inservible.
Sin importar lo que hiciera se sentía estancado en un solo lugar advirtiendo la incipiente necesidad de moverse, de actuar. Debía volver al claro cuanto antes, es decir, si antes pensaba que su regreso era indispensable, la vida le habría dado señales para entender que ahora eso, era cuestión de vida o muerte. Pero seguía teniendo el problema de siempre... todo lo que para con él significaba su mundo habitual no le otorgaba si quiera un atisbo de esperanza a poder volver a ese lugar.
-Pero... no es justo que tarden tanto en llegar.
Escuchó a Hyeongjun lamentarse. El niño alargando las palabras al hablarla mientras las ansias se desbordaba de su pequeña humanidad tal como el agua de una fuente.
Conocía a los gemelos y el inexistente interés que estos tenían por las ceremonias y los protocolos que estas comprendían, es decir, eran niños después de todo. Aun así, sus hermanos menores lucían esplendidos en su ropilla, Hyeongjun de púrpura y Seongmin de azul, ambos con zapatillas de charol hechas a medida; igualmente, los rizos castaños del primero habrían sido estilizados en un peinado similar al que lucía el de cabellos azabaches, Seongmin. Sorprendentemente, la indumentaria de los infantes combinaba con la de su moreno hermano, el jubón de este siendo cuando mucho lo más llamativo de todo el recinto.
-Dios mío, se los advierto, ¡no me hagan exasperar!... ya no deben tardar más en llegar. Recuerden que esto es un asunto muy im-...
-Importante, sí. Ya lo has repetido al menos diez veces en la última hora, Taeyoung.
Interrumpió a su hermano, importándole poco si aquella acción habría sido o no algo descortés de su parte. A criterio propio una mala contestación era cualquier cosa en comparación a dejar en espera a alguien; sin importar que Serim fuese el Rey y Hwanwoong un príncipe, la puntualidad era una propiedad fundamental para personas de la alta alcurnia como ellos.
Entonces, sí. Estaría indignado por la hora y media que habría pasado en el vestíbulo de pie a la espera de su hermano y de los dichosos visitantes que vendrían con él, pero... he allí la excusa perfecta, una salvedad con la cual podría desligarse de las consecuencias que acarreaban el uso inadecuado de su fuerza, y la amargura que pudiera expedir a través de sus palabras.
-No tienes por qué hablarme en ese tono, Minhee. Probablemente el retraso se deba a la llegada de los nobles, venir desde tan lejos tan sólo para atender asuntos en nuestro reino... en fin, tenemos suerte de que hayan sido ellos los que se ofrecieran a dar la visita, no estamos en una situación precisamente cómoda como para que Serim deje nuestras tierras.
No supo en su momento porqué el moreno hubo dicho aquello para bajarle de la nube a la cual se habría ido creyéndose impune a las consecuencias de sus actos, por el simple hecho de estar en medio de un embrollo; pero a juzgar por la preocupación que colgaba en labios del otro, podía apostar de que eso sería sólo un monólogo. De cualquier manera, acabó rondando los ojos y mordiéndose la lengua antes de salir con otra mala respuesta. Todavía, el desasosiego de su hermano y sus palabras no harían peso en su alma.
Aunque sabía debía mostrarse estoico tan pronto llegara su primo, en lo profundo de su ser advertía la posibilidad de que resultase lo contrario, pues, su aún no conseguía hacer reaccionar a su conciencia, que la misma reparase en la necesidad que tenía para con ese momento congeniar con la idea de redimir a su persona por tan solo un instante.
"Paciencia, Minhee. Paciencia..."
Se repitió una y otra vez, sus manos hechas puños a los costados de su cuerpo al tiempo que sus uñas se clavaban dolorosamente en la carne de sus palmas. Hacía un calor insufrible dentro de su jubón y, a razón de ello sentiría su frente perlarse con transpiración. Estaba seguro que de verse en un espejo en ese momento le daría un infarto a razón de su desaliñado estado.
Sin darse cuenta estaría a punto de ebullición. Todo dentro de sí indicando la cuenta regresiva para dar inicio a la catástrofe. Resolvió, entonces, estar a pocos pasos de un desmayo, el declive emocional más fuerte de su vida, incluso peor que el que habría suscitado su huida hacía tan solo unos días atrás.
"¿Por qué será que a nadie le importa?, ¿por qué será que nadie lo nota?"
Pensó, la voz en su cabeza sonando ahora más angustiosa al recordar que a los dos días, las cuarenta y ocho horas, los dos mil ochocientos ochenta minutos, y los siento setenta y dos mil ochocientos segundos se les seguía sumando más tiempo que jamás podría recuperar.
-Estoy muy cansado, ¡no es justo que Serim nos haga esperar tanto!
Sentenció Seongmin al cruzarse de brazos, yendo hasta uno de los banquillos próximos a la puerta para tomar asiento. El infante al igual que todos los presentes ignorando por completo el temblor en su cuerpo.
-Me temo que van a tener que aguantar hasta que lleguen y finalice la cena antes de poder des-...
-¡Están aquí!, ¡Taeyoung, prepara a los mellizos!
Escuchó decir a Wonjin, su manifiesto tan potente que ayudó a resarcir un poco el efecto de su angustia.
-¡Oh, finalmente!... Hyeongjun, Seongmin, vengan conmigo.
Dijo moreno, el alivio notándose en su voz. Acto seguido los infantes correrían hasta su hermano, sujetándose cada uno a las manos de este de forma obediente. Al menos los chiquillos lucirían más tranquilos al ver que por fin la larga espera habría llegado a su fin. Por su parte, no diría lo mismo, puesto que ya sus ansias le habrían quemado tanto por dentro que el daño sería irreversible.
-Minhee, ¿te encuentras bien?
Escuchó decir a Allen, recién advirtiendo la presencia del otro a su derecha. Asintió con la cabeza, más, al ver que el otro no había prestado atención al gesto juntó fuerzas para hablar.
-S-sí... sí, estoy bien.
Logró decir esforzándose para que su voz no titubease demasiado.
Su hermano, por otro lado, no lució del todo convencido con su respuesta, más, estaría obligado a hacer caso omiso para atender a lo que ahora ocurría delante de ellos.
Con la finura característica de los de su clase, los guardias abrieron las gigantescas puertas del castillo, dejando ver la silueta de sus familiares: a la derecha un sonriente Serim se inclinó dando prioridad a un hombre de baja estatura y a otro tan alto como una torre. A sus espaldas más guardias reales esperarían a por las órdenes de sus autoridades.
Sin que nadie lo notase, buscó en sus bolsillos el pañuelo de algodón que siempre llevaba consigo para rápidamente secarse el sudor de la frente, tras completar la labor respiró profundo tres veces. No se sentía en condiciones de recibir visitas, si quiera se sentía en condiciones de estar de pie. La verdad... es que ni siquiera se sentía, pero aquel era su deber.
Bajo el marco de la puerta la imagen de su primo y su acompañante se tornaría borrosa; no obstante, poco después sería capaz de identificar sus rostros, así como advertir el color y apariencia de sus vestiduras, ambos detalles tan característicos del clima gélido del Norte. Esperaba que los pobres guardias tras ellos fuesen capaces de soportar el calor de las tierras medias, porque de solo ver toda la parafernalia que cargaban encima advertía la fatiga volver a su cuerpo, ¡y es que hasta las empuñaduras de las espadas de los guardias estaban adonadas!
-¡Bienvenido sea a nuestro reino, Príncipe Park Hwanwoong Tercero de la provincia del Norte! y su alteza real, El Duque Park Keonhee Primero. Es un honor para mí y mis hermanos recibirles en nuestro humilde hogar.
Habló Wonjin a su izquierda, una sonrisa auténtica bordada en sus labios tras pronunciar a viva voz las palabras que resaltaban la magnificencia de los dos nuevos inquilinos. Inmediato al saludo de Wonjin, daría una laboriosa reverencia junto a sus hermanos, el simple acto provocándole una puntada de dolor en el estómago. Acto seguido, con el pañuelo aún en mano, se lo llevó a la altura de la boca previniendo las arcadas que suponía tendría a continuación. Aunque aquella acción hubiese sido bastante discreta de su parte, no pasó desapercibida a los ojos de Allen y Taeyoung.
-Dejemos las formalidades de lado, primo Wonjin. En ausencia de mi padre no hay necesidad de destacar lo que bien se sabe.
Dijo un alegre Hwanwoong, su primo siendo la personificación del júbilo y el mal carácter en tan solo un metro y sesenta y ocho centímetros de estatura.
El sol a esa hora jugaría a favor del susodicho, proyectando sus rayos en la dirección de este, creando un halo en torno al Príncipe de rubios cabellos y labios de corazón.
-Veo que el tiempo no te ha cambiado en lo absoluto, primo. Por dentro y por fuera sigues siendo el mismo.
Respondió Allen al unirse a los otros, tras haber finalizado el protocolo.
-Es un enorme placer tenerte de regreso en nuestro hogar después de tanto tiempo, Hwanwoong. Igualmente a usted, Keonhee. La última vez que nos vimos estaríamos todos de la misma estatura.
Resolvió decir Taeyoung al acercarse a los recién llegados.
El Duque ante el reconocimiento de su hermano mostró una simpática sonrisa, la cual, sin lugar a dudas hacía juego con su impecable apariencia. Su cabello castaño claro, sus ojos rasgados, pómulos pronunciados, mentón fino, labios delgados... aquel muchacho de veinticinco años (según lo que le había dicho Taeyoung), era uno de los nobles con mayor número de pretendientes en la corte real del Norte. No era para menos, dada estatura y la esbeltez de su cuerpo envuelto en aquella túnica le hacían lucir como la vivida descripción de un sueño. Todavía, Hwanwoong guardaría mayor encanto en la falsa inocencia de su rostro de porcelana y sus manitas manchadas.
-¿Por qué han tardado tanto, Serim? Empezaba a pensar que habría pasado algo malo de camino acá.
Preguntó Wonjin, la curiosidad asomándose por el rabillo de sus ojos.
-Nada malo aconteció en el trayecto hasta acá, solo tuvimos un pequeño retraso debido a que... nuestro primo aquí presente, deseaba pasar primero por la dulcería del pueblo.
Contestó Serim restándole importancia a lo sucedido.
-¿Podría alguien culparme? Hacía tanto que mi paladar no degustaba los manjares de las tierras medias... culpo a mi padre por tal castigo, de no ser por él las importaciones al reino habrían seguido su camino.
La añoranza desbordando en el tono de voz de su primo.
Por otro lado, Serim no prestó atención a su primo o a las tonterías que hubieron salido de su boca, puesto que su mirada prontamente se dirigió a los mellizos que, bastante cohibidos ante la presencia de los recién llegados, se escondía detrás de la capa de su hermano mayor.
-Mis niños, no hay que temer. Este pequeño gnomo de jardín no les hará daño.
Sentenció Serim de forma burlona, ganándose las risas de todos.
-¡Qué osadía la vuestra, Serim! He de notar que el título de Rey te ha echado a perder la cabeza. Cómo sea, mis pequeños primos... no tengan miedo, venid a mí. Aquí el único que muerde es Keonhee.
Seguidamente, los infantes acudirían encantados a los recién llegados, a los efectos del interés demostrado, presentándose ambos con elegancia innata.
En cualquier otro momento se habría sentido orgullo de ellos, dado que él les había enseñado a ser tan educados. No obstante, toda su fuerza de voluntad y autocontrol estarían a la par, luchando por contener la tempestad que amenazaba con acabar con su ser.
-¡Bien! Supongo que el viaje ha de tenerlos exhaustos, será mejor que les mostremos sus habitaciones a lo que terminan de preparar la cena.
Exclamó un enérgico Wonjin, guiando a los recién llegados por entre los pasillos de la fortaleza, hacia el ala este donde se encontraban las habitaciones para los huéspedes.
-No hará falta demasiado preparativos, primo Wonjin. De camino hasta acá le comentaba a Serim que con una habitación era más que suficiente para mí y Keonhee.
Oyó decir al recién llegado Príncipe, su acompañante, Keonhee, ruborizándose como consecuencia de las palabras de su superior.
-Lo que les resulte más cómodo. Si ustedes son felices, yo también lo seré.
Agregó Wonjin, su alegre voz perdiéndose junto a las risas y el sonido de las pisadas de todos al final de los pasillos. Seguidamente, los guardias continuaron el mismo recorrido cargando entre varios los baúles con las pertenencias de los recién llegados.
Dadas las circunstancias poco le importó el hecho de haber parecido invisible a los ojos de sus familiares, más bien, agradeció el hecho de que todos se vieran más entretenidos con la llegada de los nuevos inquilinos, pues al irse a la delantera le dieron tiempo de sobra para recostarse e intentar recuperar el aliento.
Siendo honesto consigo mismo, sabía la razón de su malestar, lo que todavía no concebía aclarar era el porqué de tal reacción, es decir, si había pasado 15 años de su vida sin tener conocimiento alguno del claro y de Eunsang, por qué ahora tendría que pasar por esa situación, por qué ahora, por qué no antes.
"No sé cuánto más pueda continuar de esta manera..."
De solo pensar en su anhelo el cuerpo se le retorcía en dolorosos espasmos y, como resultado acabaría cayendo de rodillas al suelo, sus manos haciendo un esfuerzo sobrehumano al mantenerle de pie junto a la pared. De nueva cuenta, con el pañuelo contra su boca contendría las náuseas tosiendo cada vez más fuerte, con más desespero, su espalda doliendo ante la fuerza que sus pulmones hacían al contraerse en su diafragma.
-¡Príncipe Minhee!
Escuchó decir a una criada al verle, dejando caer las sábanas que llevaba consigo. La muchacha alarmada, al verle en un estado tan deplorable acudió de inmediato a su lado para socorrerle. Todavía, la mujer en sus veintitantos siendo partícipe de tal desventura esperó a por una indicación antes de siquiera llevar a cabo cualquier acción, respetando así sus principios; detalle que agradeció en demasía porque por alguna razón sentía que moriría si alguien le ponía un dedo encima.
-P-príncipe Minhee, ¿se encuentra usted bien?, ¿d-debería llamar al rey...?
Buscó apoyarse de la pared más cercana antes de alzar su cabeza, sacudiendo la misma en señal de negación como respuesta a sus preguntas. Inmediatamente, el cuerpo le reprochó aquel descuidado movimiento haciéndole sentir punzada tras punzada en su cabeza, como si aquella parte quisiera imitar la labor de su corazón.
-No. Me encuentro perfectamente, tan solo ha sido un pequeño mareo, no hay necesidad de causar un revuelvo... menos teniendo visitas presentes.
Al oír su sentencia la muchacha bajaría la mirada, haciendo ante él una leve reverencia. A juzgar por el resplandor de preocupación en los ojos de la mujer, suponía que esta estaba en desacuerdo con su manifiesto, más, no tendría de otra sino acatar a sus órdenes.
-Estamos a su servicio, alteza.
A continuación, la muchacha un tanto inquieta se retiró del lugar. Desde su posición le vio recoger las olvidadas sábanas para llevárselas devuelta a la lavandería, y sólo entonces se percató de la soledad que le rodeada, el vestíbulo antes lleno ahora brillaba por la ausencia de sus hermanos y de los guardias.
Teniendo eso a su favor, se olvidó de la posibilidad de que sus hermanos pudieran remediar de nueva cuenta en la gravedad de su aflicción, pero... por cuánto tiempo podría mantenerse de pie antes de estallar, qué se suponía que pasaría sin llegaba al límite, ¿acaso iba a morir?...
No estaba dispuesto a dejarse a merced de la muerte, no sin antes dar batalla a su enemigo, pero más que ir en contra de la naturaleza, contradictoriamente esperaba volver a ella. Quería, debía, tenía que volver a ver a Eunsang una vez más. Debía ser capaz de soportar aquel tormento con tal de verle sonreír otra vez, allí a la sombra del manzano en el claro.
"Puedo con esto... no dejaré que acabe conmigo."
Se dio unas palabras de aliento antes de intentar apartarse de su punto de soporte, de forma inmediata sus piernas harían cual fideos pasados por agua, tambaleándose hasta recuperar la postura.
Alcanzaría a sus hermanos y actuaría como de costumbre, se tragaría el nudo en su garganta y haría caso omiso de su malestar por su bien y por el bien de los demás.
◦
Tras haber solucionado el pequeño desliz ocurrido en el vestíbulo, milagrosamente habría encontrado fuerzas para seguir adelante tal como se lo había propuesto. Para el momento, estaría entonces a la mesa junto a sus hermanos en compañía de los dos invitados; de a ratos lanzaría una mirada a sus semejantes y, del mismo modo escucharía retazos de las conversaciones que sin esfuerzo fluían concatenadas unas a otras.
Enmudecer en su caso, resolvió sería la mejor opción para no agravar sus problemas, peor aún, que sus complicaciones pusieran en riesgo la integridad de sus hermanos. Con apenas una hebra de cordura, mantenía sujeta a la tempestad que amenazaba con desatar su furia y, a causa del esfuerzo titánico que estaría aconteciendo dentro de su cuerpo ni siquiera había hecho el intento de comer, lo cual, era una pena porque justo ese día se habrían tomado la molestia de preparar su comida preferida.
Guardando sus modales a la mesa tampoco alzaría el tenedor sobre su plato, ante todo debía postrarse como el vivo ejemplo de los de su clase, por lo que, jugar con la comida no sería bien visto; sin embargo, de haber hecho eso habría conseguido despistar a más de uno, específicamente Allen y Taeyoung, quienes desde hacía rato parecían haber dilucidado su comportamiento más extraño de lo usual.
Desde su lugar, con la espalda perfectamente erguida al respaldar de la silla pasearía su mirada del plato a la mesa y viceversa, de vez en cuando se atreverió a alzar su copa entre sus temblorosas manos para así dar un sorbo al néctar que llenaba la misma, el sabor de la bebida siendo cuando mucho algo que solo deleitaría el paladar de los mellizos.
-¡Válgame Dios! Sí... la última vez que estuve en este castillo Hyeongjun y Seongmin estarían a punto de nacer. Cómo pasa el tiempo, ¿no es así, Keonhee?
-En efecto, su majestad. Ha pasado ya mucho desde entonces, no obstante, es evidente que el Rey Serim ha hecho un buen trabajo manteniendo la calidez en el lugar.
-Oh, mi querido Keonhee...
Al referirse a su acompañante, la mirada del Príncipe rubio se tornaría empalagosa, al mismo tiempo el mismo alzó su mano para acariciar con el dorso la mejilla del nombrado. Los cortos dedos del muchacho envueltos en variedad de gemas preciosas, detalle que se le antojaba excesivo, tal como el mimo que el susodicho hubo dejado sobre el rostro del abochornado Duque.
"Qué clase de modales... de cosas... les enseñarán a los del norte."
Se preguntó al tiempo que el mencionado Príncipe volvía a tomar la palabra.
-¡Hasta cuándo con los formalismos!, estamos en familia. Nada de títulos, es una orden.
Por un lado, sus hermanos se limitaron a reír, por otro, estaría Keonhee manteniéndose al margen acabó por resignarse a las excentricidades de su superior.
A parte del pormenor que sería la desaliñada presencia de Hwanwoong a la mesa, el resto de las cosas ocurrían tal como debían, es decir, las conversaciones en los reencuentros familiares distaban mucho de ser diferentes. Siempre los mismos temas para ponerse al día, siempre las mismas preguntas relacionadas con aquel pariente lejano del que nunca se volvió a escuchar, la misma añoranza al pasado, y el típico - "Recuerdo cuando..."- que indistintamente de los labios de los cuales fuera a soltarse, la frase por sí sola acababa por robarle un suspiro a más de uno. Todavía, le resultaba absurda la forma como sus mayores habrían de emplearlas, como si dos palabras exaltaran un nivel de madurez, una edad avanzada que para nada correspondía a la juventud que le rodeaba.
Ciertamente, todo el asunto se le antojaba insípido por el simple hecho de que nunca se había llevado bien con su primo Hwanwoong. El príncipe a pesar de solo ser un año mayor que su hermano siempre había sido distinguido por un carácter de cuidado, con aires de grandeza. Aquel muchacho, su primo, era la viva imagen de las apariencias engañosas. A razón de su rostro de porcelana, sus ojos rasgados y su boca soñadora, la palidez de su inmaculada piel... todo cuanto pudiera encarnar a una persona de los picos nevados del Norte; aún, Hwanwoong sería el epítome de la corrupción, de la altanería que, iba incluida en cada una de sus sonrisas.
Por lo que a simple vista había podido observar desde pequeño, aunque sus hermanos mostrasen una actitud positiva para con una persona tan impertinente, él no habría querido desarrollar ni por asomo algún vínculo emocional con el muchacho, mucho menos con su acompañante, Keonhee.
A decir verdad, no podía entender cómo una persona tan íntegra como Keonhee podía pasar tanto tiempo al lado del enano malvado de Hwanwoong. Conocía la naturaleza virtuosa del joven, las condecoraciones que había recibido de parte de la corona; sin embargo, aquel apuesto muchacho continuaba bajo cuenta propia atado a un infierno andante. Por esa razón, a pesar de compartir similitudes en cuanto a elegancia, costumbres e intereses personales con este último, Hwanwoong marcaba el límite que los dividía.
-Pero... ¡Keonhee tiene razón!, sí que has sabido arreglártelas en este lugar, primo Serim.
-Bueno, Hwanwoong... por más que me halaguen tus palabras y las de Keonhee, sería incorrecto de mi parte atribuirme todos los méritos, dado que mis hermanos han sido de gran ayuda en todo este tiempo.
Al oír a Serim hablar de ellos, inmediatamente su mirada se posaría en el mayor. La gratitud implícita en la sonrisa de su hermano haciendo que por una milésima de segundo su corazón dejase de doler. Sin embargo, la fastidiosa voz de Hwanwoong prontamente desafinó en la melodía que laboriosamente su alma intentó entonar.
-¡Por supuesto! No olvido lo importante que han sido el resto de mis primos para contigo llevar las riendas de este imperio. Sin embargo... quizá con una mujer a tu lado podrías, incluso, haber llegado más lejos.
Tan pronto Hwanwoong hubo terminado de hablar, la armoniosa plática que vendrían llevando daría un giro inesperado, arrojándose al abismo de un silencio sepulcral. Sintiéndose incrédulo a la idea de que su pariente hubiese tenido la osadía de sugerir algo como aquello, parpadeó un par de veces, respiró y, todavía, esperó con paciencia a que el otro se retractase de lo que había dicho.
Sin caer en cuenta de los estragos que habrían hecho esas palabras a su vulnerable estado, esperó a por una reacción de parte de sus mayores, alguna objeción; sin embargo, tal respuesta siguió brillando por su ausencia.
Finalmente, tras morderse la lengua todo el rato se daría cuenta que cuando mucho sería el único cuerdo entre la multitud, porque a pesar de padecer un enorme malestar, la fuerza de sus abatimientos no sería suficiente para enmascarar lo obvio. Echando una rápida mirada a los presentes, les vería lucir expresiones incómodas, si acaso acongojadas pero no les percibió ni la mínima intención de poner una objeción. A los efectos de tal deslealtad, toda su ira y dolor se les agregaría el peso de la indignación que sus hermanos le habrían causado al no responder por su mayor.
Ignorando la fuerza con la que estrujó la servilleta en su regazo, apartó la mirada de los presentes antes de perder los estribos, al mismo tiempo de forma inesperada alguien resolvería refutar las palabras de Hwanwoong y, para su sorpresa, ese alguien sería nada más y nada menos que Keonhee.
-Su majes-... Hwanwoong, no creo que ese sea precisamente el tema más indicado para hablar a la mesa.
Comentó Keonhee, luciendo tan o más ofuscado por las palabras del Príncipe que sus propios hermanos. En ese momento ni siquiera se atrevió a ver la cara de Serim, pues estaba seguro de que su adverso tendría la expresión de haber visto un fantasma, y es que, ese tema en particular estaba vetado de cuanto pudiesen hablar.
-Por Dios, Keonhee... no he dicho nada malo. Aunque yo mismo me haya mantenido hasta la fecha sin contraer matrimonio, Serim, por su parte ha de asumir más responsabilidades, es decir, una nación no se levanta sólo con su Rey. Además, una figura "materna" les vendría de maravilla a los menores.
Inaudito, lo que acaba de salir de aquel muchacho se le antojaba inaudito. Simplemente, la gota que rebalsó el vaso. No obstante, más insólito sería el hecho que de nueva cuenta sus mayores no pusieran un límite a la altanería de su primo.
A decir verdad, no es como si esa resultara ser la primera vez que entraba una persona llegaba a su hogar con la intención de pasarse de listo con Serim. Por supuesto que no lo era. Es decir, podría contar con los dedos de las dos manos las veces que en esos cuatro años tras la partida de sus padres hombres y mujeres del más puro linaje se habrían sentado justo en el lugar que ahora ocupaba Hwanwoong, solo con el propósito de insinuar o sugerir alguna acción que pudiera traer "beneficios" a su partido, valiéndose de cualquier pretexto que aludiera situaciones tan delicadas dentro de su círculo familiar. Es decir, sin que nadie pidiera su opinión, él era lo suficientemente inteligente para saber que ningún foráneo tenía el derecho de venir a su hogar a herir el orgullo de su hermano diciendo que este era insuficiente para su pueblo, peor aún, para su familia.
Aquello ya no era una simple regla de etiqueta que debían seguir de acuerdo a sus atributos. Oh... por supuesto que no, eso era una evidente declaración de guerra.
Como si fuera poco, la sonrisa petulante de Hwanwoong habría de cruzarle los apellidos haciendo que lo poco o nada de autocontrol que restaban en su cuerpo se fuera por el mismo precipicio por el que se habrían ido las voces de sus hermanos. Poco importaba el hecho de que esa no fuese a ser la última vez que algo así pasara en su hogar. Todavía, no se quedaría de brazos cruzados viendo como un cualquiera se contoneaba faltándole el respeto a su familia.
Sin meditar lo que pudiera acontecer después, en su interior resolvió tomar una drástica decisión. Se convertiría en el respaldo que necesitaba Serim, valiéndose de su iracundo estado para poner en su lugar a su primo, quien sabiendo lo que había hecho todavía tendría la osadía de seguir comiendo, actuando como si nada. Cuánto cinismo podía caber en tan pequeña humanidad, cómo sea, estaría a punto de descubrirlo, porque él más allá de querer jugar al héroe no estaba para soportar más injusticias.
-Disculpa, Hwanwoong. Con todo el respeto, no recuerdo siquiera que alguien hubiese pedido su opinión al respecto.
Tras decir aquello, se armó de valor para sostenerle la mirada al susodicho, su sonrisa ladina transformándose en una mueca enfermiza. Sentía esos ojos pardos tratando de leer dentro de sí, más, no permitiría que el otro le viese flaquear.
Se hacía la vaga idea de que en ese preciso momento todos estarían conteniendo la respiración, demasiado asombrados porque su primera intervención en toda la velada fuese precisamente esa.
-Qué sorpresa... me alegra saber que sí tienes voz, Minhee. Ahora, yo tampoco recuerdo haber pedido tu opinión respecto al tema, más bien, me resulta inoportuno el hecho de que te entrometas en asuntos que no te competen debido a tu edad.
Era tal como si la ironía y la soberbia hubiesen copulado para con su pecado concebir a Hwanwoong. Con el ceño fruncido y las manos hechas puños sobre su regazo, contó hasta diez al tratar de amansar a la bestia que intentaba anteponerse a su ser.
-El único en la mesa que no debería meter las narices en asuntos que no le competen eres tú. El que mi hermano no haya decidido contraer matrimonio aún, no es de tu incumbencia.
Masculló con amargura, las facciones de su rostro tan tensas como el resto de su cuerpo, como el ambiente en el recinto.
-Cómo osas a hablarme así, mocoso insolente.
-¡No te atrevas a llamarme de ese modo! Si acaso soy el único que tiene el valor de decirte las cosas de frente.
-¡Minhee, basta!
De pronto sería Taeyoung el primero en interrumpir la acalorada conversación que tenía con Hwanwoong. A los efectos de aquel llamado, pasó la mirada por entre los presentes, notando el estado de perplejidad en el que habrían quedado. Todavía, se consideraba tan o más cobarde que sus hermanos por no poder encontrar la mirada de Serim en la multitud; todo cuanto pudiera encontrar en aquellos ojos en ese momento, le aterraba en demasía.
No obstante, no tuvo que enfrentarse a su peor miedo, puesto que lo último que vio antes de desvanecerse entre los pasillos fue la apetitosa carne de cerdo junto al puré de patatas que yacía intacto en su plato. Ni cuenta se habría dado del momento en el que Taeyoung le hubo jalado a la fuerza del brazo arrastrándolo consigo, tan sólo advirtió la ira que poco tiempo después se condensaría en sus ojos lloviendo sin consuelo sobre su rostro.
A esas alturas del partido poco le hubo afectado el motivo por el cual Taeyoung le hizo caminar tan de prisa, mucho menos el lugar a donde este le llevaría, más bien, resolvió que tan pronto su cuerpo encontrase algo de calma, buscaría la manera de agradecer a su hermano por sacarle de aquel encuentro infernal.
La escapada de ambos había sido tan rápida que ni siquiera había alcanzado a escuchar las disculpas que laboriosamente se vertieron de los labios del resto de sus hermanos y, menos mal no las había escuchado, quién sabe qué cosa habría dicho a partir de ellas para alegar que él único que debía rogar por su perdón era el infame de Hwanwoong. Aún, no tendría que temerle a lo que hubiese podido pasar, a razón del reto que debía superar a continuación: la severidad que encerraba el amoroso Taeyoung en su interior.
Tan pronto su hermano le hubo empujado dentro de su habitación, cerró la puerta de una patada. Acto seguido, le estampó de espaldas contra la fría superficie haciendo que de sus labios saliera un siseo de dolor. Para colmo, durante todo el rato su estómago habría estado dando incómodos vuelcos de un lado a otro; las náuseas volviendo en oleadas más potentes junto al punzante dolor de cabeza.
-¡Qué demonios te ocurre, Minhee!, ¿¡qué ha sido todo eso!?
Soltó su hermano al exigir una explicación.
-¿¡Acaso no te das cuenta de lo que has hecho!?... has puesto en ridículo el nombre de nuestra familia, el nombre de Serim, ¡por amor a Dios, Minhee!
Aunque deseaba sentir empatía por lo que su hermano manifestaba, tales palabras no calarían muy profundo en su alma, es decir, por supuesto que el otro le estaría punzando en los costados pero su corazón ya estaba siendo atormentado; su núcleo si acaso ahora sería incapaz de solventar alguna otra cosa que no fuesen sus propias complicaciones.
Sin siquiera sostenerle la mirada a su moreno hermano, percibió la pesada respiración de este, así como sus gritos arrojarse a su semblante cabizbajo. Recién entonces apreció los escalofríos que corrían por su espina y el temblor en sus sudorosas manos. En conclusión, se concebía como la presa acorralada entre las garras de su depredador.
El doloroso cierre de su garganta también le hizo enmudecer en contra de su voluntad siendo incapaz hasta de sollozar; aunque igual, sus lágrimas se despidieran arrojándose impávidas al precipicio por el cual también deseaba dejarse llevar. Se sentía si acaso no desdichado, pero si arruinado y, con suerte si su hermano llevaba todavía consigo un poco de compasión, este terminaría por apiadarse de su alma.
-Minhee... Minhee por favor, ¿por qué estás actuando de esta manera?, ¡Tú no eres así!, ¿qué te ocurre?
Supuso que su hermano estaría desesperado por obtener alguna respuesta de su parte, pues tras haber hablado le sujetó con fuerza de los brazos sacudiéndole contra la puerta, como si a fuerza bruta fuese a reaccionar, soltar las verdades que no podía dar. No obstante, tan pronto su hermano le hubo tocado largando un alarido desgarrador, su piel quemando justo en los lugares donde el otro le tocaba. Inmediatamente, el sorprendido moreno le soltó haciéndole caer de rodillas al suelo.
De no ser por sus sollozos el codicioso silencio hubiese gobernado sobre ellos. Todavía, los lamentos se desbordaban uno tras otro de sus labios, al tiempo que saboreaba el salado de las lágrimas que hasta ellos llegaban.
-¿M-minhee?, ¿qué pasa?, y-yo no...
Escuchó decir a Taeyoung, su voz en un auténtico estado de confusión. Por su parte, se mantuvo en su posición, abrazándose a sí mismo, como si con eso fuese suficiente para resarcir el daño inexplicable que le habría hecho su hermano sin querer.
-N-necesito ir... necesito i-ir allí...
Logró decir entre hipidos, su cuerpo contrayéndose a la angustia, el malestar, la necesidad de estar en aquel lugar, con aquella persona... Eunsang.
-¿Allí?... ¿¡A dónde, Minhee!?
-A-al claro...
Respondió con dificultad, su voz quebrándose al final de la irritación de su semejante.
-¿El claro?... ¿El Bosque?... ¿Pero por qué necesitas ir allí?, ¿¡por qué sales nuevamente con esto!?... ¿Qué es lo que hay allí que te obsesiona tanto, Minhee?
Sin agregar nada más, cogió impulso para tratar de incorporarse y así correr a donde le llevasen sus pies. Prontamente se vio a las faldas del mueble donde guardaba su última porción de estabilidad, y sin remediar en las consecuencias de sus actos, sin importarle cuán ilógico pudiera ser todo el asunto a los ojos del moreno, de forma apresurada descubrió ante los ojos de su mayor el escarlata de aquella manzana. Seguidamente, un jadeo escapó de su garganta y, a pesar de que el efecto tranquilizador del fruto ya no fuese tan rápido, de a poco su cuerpo dejó de retorcerse. La incipiente agonía arrastrándose no muy lejos de él, quizá acechándolo a la penumbra bajo su cama.
La magullada fruta entre sus manos distaba mucho de ser apetecible, no obstante, la resguardaría con recelo entre sus brazos contra su pecho, haciéndose un ovillo contra el mueble.
De a poco se dispersaba la espesa bruma en su mente haciéndole recobrar la consciencia y para cuando estuvo a un segundo de poder respirar con normalidad, se atrevió a alzar la mirada siendo partícipe de la estupefacción que tendría congelado al moreno, allí al centro de su modesta habitación.
-Necesito volver al bosque, Taeyoung... n-no sé qué es lo que me pasa, pero necesito volver allí.
Comentó apresurado en un tono de súplica. Por fin podría hablar con coherencia, por fin se sentía más lúcido, pero por cuánto... cuánto más resistiría en esa condición. Estaba negado a perder la cordura, peor aún, a morir.
"¡No quiero morir!"
Gritó con desespero para sus adentros, exasperado por el hecho de que su opuesto no dijera o hiciera nada al respecto; paradójicamente los papeles se habrían invertido.
-Y-yo... no entiendo. No entiendo qué está pasando, Minhee.
No culpaba a su hermano por estar tan confundido, es decir, era la reacción más lógica que el moreno pudiera manifestar ante sus acciones irracionales, inclusive habiendo hablado vagamente del tema con anterioridad; aun así, su desespero no le permitió ser tan condescendiente.
Tenía que tomar una decisión ahora, era el sacrificarlo todo para conseguir lo que deseaba o tratar de convencer a sus hermanos de que todo habría sido una broma pesada. No obstante, aunque ninguna de las dos alternativas le fuese atractiva, decir la verdad al fin y al cabo le traería menos dolores de cabeza, inclusive podría intentar llegar a un verdadero acuerdo con Taeyoung, pues, su presente ya no era más un juego. Así que, estando tan alterado por la primicia de ver la luz al final del túnel, por primera vez en mucho tiempo le sería verdaderamente fiel a sus principios.
-C-cuando escapé el otro día... en el bosque, yo... conocí a una persona y... necesito volver a verle, Taeyoung. No es mero capricho, no sé qué pasa, yo sólo... por favor, hermano. Te lo suplico...
Sin entrar en detalles dejó a través de Dios su corazón, a continuación pusiera en su boca las palabras que le diría a su hermano. Contemplaba la idea de que para los efectos, aquello no fuese suficiente y, que tarde o temprano tendría que confesarse por completo, pero al menos estaría haciéndolo delante de alguien en quien podía depositar plenamente su confianza.
Confundido, su hermano frunció el ceño al oírle, siendo quizá demasiadas las preguntas y las emociones que le habría evocado como para resaltar tan sólo una de ellas.
-Pero... Minhee qué tiene que ver todo esto contigo, es decir, qué tiene esta persona y-...
-¡No lo sé!... l-lo siento, lo siento... no lo sé, Taeyoung. No sé por qué estoy actuando de esta manera, sólo me siendo desahuciado con la recurrente necesidad de verle, de estar con él en ese lugar.
Ahora que finalmente habría dejado al descubierto su gran secreto no le preocuparían demasiado las preguntas que el mayor tuviera para hacerle, empezaría entonces a entregarse a la idea de que el otro pudiera ayudarle a ponerle fin a su agonía.
Sin embargo, antes de que cualquiera de los dos pudiera acotar algo más a la conversación alguien tocó a su puerta con cierta prisa, haciendo que ambos voltearan a ver al lugar. Acto seguido, Taeyoung fue el primero en moverse para abrir la misma descubriendo a un nervioso Allen. Por su parte, sin querer involucrar a nadie más en esa situación, resolvió devolver la manzana a su lugar, permaneciendo cerca del mueble de modo que esta siguiese surtiendo efecto sanador en su persona.
-¡Allen!, ¿qué ha ocurrido?
-Eso quisiera saber yo, Taeyoung.
Respondió el mayor de los tres, luciendo liado ante la extraña actitud despreocupada que habría adoptado Taeyoung de repente, como si nunca hubiese acontecido el altercado de antes en la mesa.
-¡Oh!, sí. Minhee no se ha estado sintiendo bien. Ha sido mi culpa todo esto, debí advertirle a Serim. Por eso no tocó su cena, el pobre estuvo tanto tiempo aguantándose sus dolencias que terminó por estallar, a cualquiera le pudo pasar.
Desde su posición, Allen parecía reacio a creer en la historia de Taeyoung; sin embargo, el otro habría jugado sus cartas a la perfección al atar los cabos sueltos para dar con una respuesta que tanto él como Allen encontraron irrefutable. No obstante, tal contestación le confirmaría el hecho de que, en efecto, su moreno hermano habría estado vigiándole todo ese tiempo.
-Es esa la cuestión... de cualquier manera, Serim no está feliz por lo ocurrido, mucho menos Wonjin. He logrado convencer a ambos de ser yo quien hablara con ustedes dos, pero mañana a primera hora Minhee deberá estar en la biblioteca para hablar con Serim y Hwanwoong.
Ciertamente, se esperó que algo como eso tuviese que ocurrir, aun así, había conseguido salir mejor de lo que esperaba gracias a la intervención de Allen y Taeyoung.
Sin querer deber más a ninguno de los dos, tomó la palabra para expresar su gratitud a ambos.
-Mis disculpas, yo... gracias... gracias, a ambos. Les estoy solemnemente agradecido por su ayuda, hermanos.
-Somos tu familia, Minhee. Aunque hayas conseguido difamar nuestro nombre delante del primogénito de nuestra más fuerte alianza... todavía, la valentía de tus actos es reflejo del compromiso y tu fidelidad para con nosotros.
Las palabras de Allen ayudaron a que su maltrecho corazón latiera un poco más a gusto en su encierro. Sin esperarlo, recibió una sonrisa tranquilizadora de parte del mayor y así mismo, antes de partir por donde había venido, agregó.
-Antes de que se me olvide... necesito hablar contigo Taeyoung. Estaré esperando por ti en el conservatorio. Buenas noches, Minhee. Espero... que el día de mañana ya no te encuentres indispuesto.
Tras cerrar la puerta y escuchar los pasos de Allen alejarse por el pasillo, su hermano y él soltaron la tensión acumulada en una pesada exhalación de alivio.
-Bien, pudo haber sido peor. Pudo haber sido, en definitiva, mucho peor. Con suerte sólo tendrás que disculparte ante el pretencioso de Hwanwoong el día de mañana y todo volverá a la normalidad. Por otro lado...
Escuchó a su hermano hablar, nuevamente sin saber si el otro estaría refiriéndose a él o a su persona, dado que en todo el rato seguiría viendo hacia la puerta hasta finalmente caminar hasta su lugar. Teniéndole de frente, a pesar de sentirse aún un tanto acongojado por lo sucedido, se atrevió a sostenerle la mirada a su adverso, encontrándose con la blanda gentileza de siempre.
-Hay muchas cosas que se escapan de mi entendimiento, Minhee... y eso es algo que no es del todo de mi agrado. Sin embargo, hay algo que me causa incluso más dolor y es ver a mis hermanos sufrir. Buscaré la manera de ayudarte, siempre y cuando pongas de tu parte.
Al oír tales palabras se arrojó a los brazos de su hermano, incapaz de contener por un segundo más las ganas que tendría de recibir un abrazo, de una simple demostración de afecto fraternal. Esta vez el contacto del otro no le haría daño, lo cual supuso confundió a su adverso, pero más que ponerse a pensar en el porqué de ello, ambos resolvieron disfrutar de aquel consuelo.
Quién diría que para conseguir lo que quería estaría bajo la obligación de hacer tanto sacrificio. Cuando menos ahora tendría la habilidad de reconocer que, realmente nunca había sido el único en hacer dichos sacrificios, puesto que sus hermanos los harían sin siquiera él reparar en el asunto, mucho menos que él se los pidiera. Quizá... después de todo, no habría sido una mala decisión contarle las cosas a Taeyoung.
.
.
.
En otras palabras, el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz aplicada (aceleración) y tiene lugar en la dirección de la recta según la cual se aplica la fuerza.
Como verán, hice una adición de dos nuevos personajes, Hwanwoong y Keonhee. En un principio, tal como lo expuse en las aclaraciones, no era mi idea incluir más personajes que fueran idols real, pero al final me pareció buena idea integrar a este dúo, en los próximos capítulos verán la importancia de los mismos, solo les digo que, como siempre presten atención a los pequeños detalles.
Muchas gracias por seguir apoyando esta historia, les deseo una feliz semana. Cuídense mucho y tomen agua.
Nos vemos a la próxima ʕ灬→ᴥ←灬ʔ
♥ Ingenierodepeluche
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top