Trozos de una canción

Desde la ventana de su habitación, Aidan vio un par de relámpagos dibujarse en el horizonte. Llovería, la naturaleza lo anunciaba. 

 El sonido de los truenos, como el choque de las bolas criollas. Fue una extraña invitación a bajar a la playa.

En las escaleras se encontró a su padre. Andrés le sonrió, casi arrastrándose para ir a su habitación.

—¡No te vayas a mojar, campeón! 

Aidan sonrió, levantando su mano. Tendría cuidado de no mojarse, y para ello haría uso de la Neutrinidad. Al principio no se había dado cuenta de lo especial que era este don, sobre todo cuando solo él lo podía dominar a placer.

El viento soplaba con mucha fuerza, sus rubios mechones se movían descontrolados de un lado a otro, azotados por la fuerte brisa marina, mientras que el mar embravecido, lanzaba advertencias a los que quisieran acercarse. Aidan supo que más que una simple lluvia, se acercaba una tormenta. No era normal que lloviera comenzando mayo, de hecho ya había olvidado cuando había llovido por última vez.

—Culpa de "La Niña" —se dijo, al recordar la clases de Geografía en donde le obligaron a aprender que en Venezuela solo se puede hablar de tiempo de sequía y de invierno, pues la primavera y el otoño son una falacia, aunque algunos árboles cubrían sus pies con hermosas alfombras de colores en el mes de abril, y otros mudaban sus hojas en octubre—. ¡Este país es a veces un lío hasta con la naturaleza! —pensó. Sin embargo, lo amaba. Amaba su país.

En la punta de su nariz golpeó la primera gota, que en cuestión de segundos comenzó a multiplicarse. Justo cuando su cuerpo se hizo neutrinos, el agua contenida en el cielo se desparramó, y el joven no hizo más que sonreír al comparar el sonido de la lluvia con aquel instrumento indígena llamado "palo 'e agua". Definitivamente, aquello era un palo de agua.

Pero no estaba allí porque quisiera escuchar la lluvia caer, tampoco lo estaba para mojarse, tenía frío y no le gustaba el frío. Si había bajado a la playa era por el sueño de la noche anterior. Deseaba que aquello fuese una especie de deja vu, pero ningún joven con gresgüescos se formó de la arena, ni estelas de fuego surcaron por debajo de su piel, ni un montículo de arena había en sus pies. Aquel solo había sido un sueño, sin sentido pero muy vivido.

Se sintió un poco decepcionado. Se estaba comportando como un idiota al pensar que algo extraordinario ocurriría, pues no sería así. 

Era mejor que regresara a casa y durmiera un poco, mañana sería viernes y tendría que ir al complejo de Aurum a practicar.

La experiencia del campamento había sido tan exitosa que Zulimar y Gregorio planificaron con otros Clanes reunir a los jóvenes de Costa Azul todos los fines de semana para entrenar un poco. Les darían la opción de quedarse o volver a su casa, pero de seguro nadie regresaría a su hogar hasta el domingo al mediodía, debido a que ese fin de semana celebrarían el cumpleaños de Dominick.

—Quince de mayo —dijo en voz alta—. El mocoso de Dominick dejará de ser un carajito. —Sonrió.

Miró por última vez a la playa. Sintió el calor de su Sello propagarse por su brazo, entonces quiso intentarlo por última vez. Se agachó, colocando la palma de su mano en la arena, y repitió las palabras que se habían quedado grabadas en su memoria.

—Y yo sé que tú también me quieres, yo lo sé. Jamás me rendiré, ni te dejaré.

El mar siguió embravecido, la lluvia continuó cayendo. 

Nada había cambiado... Nada pasó.

Las gotas de lluvia se estrellaban contra los cristales de la ventana. 

Acostada en su cama con los ojos cerrados, deseando su invidencia, Amina reconoció el sonido de la naturaleza. 

Aquella lluvia no era común, se avecina una tormenta, pero no se preocupaba. Nadie en el país morirá por veinticuatro horas de lluvia, ni las olas se tragarían la tierra, aunque en ese momento deseaba que se la tragara a ella.

Desde que llegó a casa no había dejado de pensar en las palabras de Eugenia. 

Por primera vez en su vida quiso golpear a una persona por un motivo diferente al que siempre había tenido: luchar por la justicia.

Eugenia estaba llegando a fastidiarla, mucho más de lo que lo hizo Irina y hasta la misma Natalia, quizás porque aquellas tenían un "no sé que", que no la terminaban de convencer, pero Eugenia se había echado a todo el mundo en los bolsillos, a todos menos a Ignacio, porque a su primo no le interesaba nadie, salvo su familia.

Sin embargo, no podía culparla completamente de la situación con Aidan. La joven había actuado con cautela, haciendo lo que consideraba correcto para proteger a su Primogénito y a su Clan. 

No podía culparla. Ella en su posición habría hecho lo mismo, aunque estaba la premisa de su amor por Aidan.

Y, probablemente, ese era el motivo por él que la aborrecía. ¿Por qué no lo dejó ir? ¿No es algo enfermo andar buscando a alguien que despreciaste tres años atrás? Entonces, recordó que ella estaba en una situación semejante, no con tres años de distancia, sino un mes. 

La diferencia entre Eugenia y ella no solo radicaba en el tiempo, sino en su procedencia. Eugenia era una Ardere, y ella... Ella no tenía ni la menor idea de a qué Clan pertenecía. Quizá, solo era una maldición, como se lo habían asegurado Ackley y luego, Eugenia.

Las palabras de Ackley fueron muy duras. Él la había culpado de destruir su Clan, como si ya no estuviera pasando por mucho. Pensó en tomarse esa revelación como una simple pesadilla que la hizo convulsionar y por poco muere, de no haber sido por Aidan.

Aidan.

¿Cómo hacía para desaparecerlo de su vida, si estaba obligada a trabajar a su lado? Debió dejar que su padre cambiara de ciudad. Irse a San Cristóbal no era una mala opción, aunque probablemente su padre la hubiese arrastrado hasta Colón, aunque allí habría comido todo tipo de pan, ¡el mejor pan del país!, pese a que jamás sabría lo que es un pan francés o como el vulgo lo suele llamar "pan sala'o".

Pero, pensar en panes, en climas frescos y cambios que pudieron haberse hecho, no iba a mejorar su situación actual, no la exculparían por haberlo rechazado. A fin de cuentas, fue ella quien le echó de su lado, quién lo humilló al decirle que había pasado la noche con él porque necesitaba despedirse.

En su mente seguía viendo sus verdes pupilas cargadas de dolor. Sabía que lo había herido, tanto como ella lo estaba, pero quería alejarlo, no deseaba para él los castigos que su cuerpo recibió. 

No podría dormir pensando que Aidan estaba siendo torturado, humillado, vejado, solo porque la quería, solo porque era incapaz de renunciar a ella. Con uno solo era suficiente, y ella ya había sido ofrecida como víctima.

Las lágrimas escocieron sus ojos, cayendo frías por sus ardientes mejillas. ¡A quién quería engañar! Lo quería. Lo amaba con todas las pobres fuerzas que quedaban en su vida mas, aun con la remota posibilidad de que Aidan recuperara sus recuerdos, de que no enloqueciera, ni muriera, cuando descubriera todo lo que ella estaba por hacer la aborrecería.

Amina refugió su rostro entre sus rodillas, llorando con amargura, dejando salir aquellas lágrimas que habría reprimido por cuatro semanas, que había soltado una vez a migajas y que quería tragarse y desaparecerlas. 

Era el momento de dejarlas salir, pues en su futuro solo había muerte y nada más.

La lluvia caía con más fuerza. En la cama de la joven reposaba la carta que Aidan le hizo llegar por medio de su Prima junto a la del Abssolute Officium, aquella carta escrita en Brailler que Gonzalo, muy inteligentemente supo que eran para ella, estaba abierta con su contenido develado en la oscuridad.

«No soy bueno escribiendo, jamás haré un diario tan estupendo como el de Ackley, mi talento no me ayuda a tanto, ¡soy tan inútil para ciertas cosas! Pero nunca he dejado de pensarte... Creo que nunca dejaré de amarte... Así que en estas líneas te expreso lo que algún día espero que puedas escuchar de mi propia voz».

Las palabras se sucedían una a otras. Amina ya había aceptado hacer el ritual con él, antes de que sus manos descubriera que las palabras que Aidan solo llamaba canción, eran versos cargados del más profundo amor: « Y yo sé que también tu me quieres, yo lo sé. 

Aunque es pecado nuestra unión, lucharé por tu corazón.

La gente va a oponerse, eso lo sé muy bien.

Sin embargo, perderte no lo asimilaré.

Ser de Clanes distintos

no lo planifiqué,

pero ser solo amigos

nunca lo aceptaré».

Ella tampoco lo aceptaba, pero ¿qué más podrían hacer?»

Si Amina hubiese levantado su vista solo una vez habría observado los esbozos de un corazón que se negaba a olvidar. En las blancas paredes de su oscuro cuarto, líneas de un rojo vibrante dibujaban todas aquellas escenas que Aidan tenía reprimidas en algún lugar de su subconsciente, escenas donde se reflejaba el amor por ella.

Cada una se dibujaba al lado de la otra, como una secuencia perfecta de su historia de amor, pero solo duraban medio minuto, poco más quizás.

Y es que cuando Aidan puso su mano sobre la arena, buscando ver a la pareja de sus sueños, solo había proyectado su poder y deseo hacia el tesoro en donde secretamente tenía escondido su corazón: no eran para él, porque su corazón solo anhelaba comunicarse con ella.

***

¡Holaaaaaa!

El breve fragmento de la canción que está en este capítulo no lo escribí yo, es de un amigo quien la hizo para Amina y Aidan. Lastimosamente, la grabación se la llevó el ladrón que me dejó sin celular, pero espero que algún día, mi amigo la vuelva a grabar.

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