Solsticio de Verano

Ignacio bajó acomodándose la negra corbata, único accesorio que no relucía de blancura en su atuendo. Gonzalo levantó una de las comisuras de sus labios.

—Conque no asistirás vestido de santero.

—El Sr. Jung dice que su gente vestía de blanco en las ceremonias fúnebres.

—Sí, pero esto es cuestión de Solsticio —respondió Gonzalo, cruzando una de sus piernas.

—Hermano —dijo Ignacio, bajando su rostro, para meter sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir—. Podemos salir un momento... hay algo que quiero contarte.

Accediendo a la invitación, Gonzalo acompañó a su hermano al jardín. En silencio caminó detrás de Ignacio, cruzando el puentecito de madera rodeado de piedras de granito y superficies donde se reflejaba el agua. Su madre había sido la encargada de diseñar aquel espacio de meditación al mejor estilo japonés.

—¿Qué ocurre, Iñaki? —preguntó, sintiéndose incómodo ante el prolongado silencio del joven. 

—Sé que soy muy directo para decir las cosas...

—¿Acaso esto tiene que ver con Mane?

Ignacio asintió. No tenía que decir nada más. Gonzalo comprendió a la perfección de que el Solem había escogido un Primogénito para el enigmático Clan y que, una vez más, se había saltado las líneas de sangre.

—¡Ah! ¡Hasta que los conseguí! —exclamó su madre desde la puerta—. Gonzalo, cariño, toma tus pañuelos, y tú, mi pequeñín —dijo refiriéndose a Ignacio—, déjame acomodarte la corbata.

Sonriendo, Ignacio dejó que Gema enderezara aún más el nudo de su corbata.

«—¿Está cuando crees que me dirá "pequeñín"?».

«—Hasta que te mueras... supongo»,

El protocolo funerario para los Primogénitos distaba de lo contemplado para los Prima y el Populo, quienes eran sepultados en cementerios privados con una sencilla ceremonio de despedida en donde recibían la bendición del Solem por medio del frío y la nieve.

Los Primogénitos debían ser incinerados, cual reyes antiguos, en un lugar especial cuya ubicación era solo conocida por los familiares directos —padres, esposos e hijos; a los hermanos se les permitía participar solo si eran los únicos sobrevivientes— y un miembro del Prima de cada Clan, escogidos por la familia del fallecido, estos eran los acompañantes de duelo y testigos del prodigio que realizaría el Solem para honrar a quien había sido su escogido.

El cuerpo de Aidan yacía sobre una pira esperando ser consumido por el fuego del Solem, el cual descendería después de que los Primogénitos restantes llevaran a cabo los rituales póstumos para honrarle. 

El joven fallecido era el único que no vestía con los colores del Solsticio pues ya no lo regían las leyes de este mundo, y debía ser incinerado para evitar que los non desiderabilias pudieran, en algún momento, hacerse con los restos del Primogénito, utilizándolos luego como instrumento de consagración al Harusdragum para recibir más poder.

Las cenizas de Aidan reposarían en una cripta del Clan Ardere, cuya puerta solo podía ser abierta a través de los Sellos del Primado, en donde descansaría eternamente. Sin embargo, estas cenizas debían ser entregadas a los familiares del Primogénito para ser trasladados a su respectivo nicho después de concluido el novenario, tiempo durante el cual estas permanecían en una capilla ardiente en el corazón de la Coetum, fuertemente custodiadas.

En el pequeño valle, oculto en la Cordillera Central de Venezuela, cerca a la Colonia Tovar, se encontraban reunidos Andrés Aigner, junto a su afligida esposa Elizabeth, Susana Pérez del Clan Lumen, Elías Zambrano de Aurum, el Sr. Jung de Ignis Fatuus y Mane, Sara Monzón por Astrum, Kevin Gómez de Sidus y el Dr. Montero, encargado por la Coetum para recolectar y guardar las cenizas del Primogénito de Ardere, a la espera del tributo que rendirían el resto de la Fraternitatem Solem.

Las costas del Caribe venezolano sería el lugar en donde los Primogénitos darían el último adiós a Aidan Aigner.

Su amor al surf y a las playas del país fueron características esenciales de la personalidad del Primogénito que se tomaron en cuenta al momento de escoger el lugar donde se llevaría a cabo el tributo al nuevo héroe de la Hermandad.

Aurum facilitó el traslado a el Cayo Playa Azul a través de su Donum Maiorum.

Seis góndolas blancas zarparon, cada una ocupada por un Primogénito —solo en la de Ignis Fatuus iban dos Primogénitos, debido a que Mane aún no era reconocido como un Clan de manera oficial—, los cuales iban dirigidos hacia la pequeña isla flotante de flores que, previamente, Ardere había preparado para la ceremonia. Estos eran seguidos por el Populo, quienes estaban ubicados en pequeñas barcas familiares.

En la góndola de Ardere, adornada con guirnaldas de rosas amarillas, se encontraba Dafne Aigner, en compañía de la familia Santos. Su fiel amiga Celeste y el Oráculo de Ardere, Eugenia, sostenían los brazos de la nueva Primogénita.

Dafne lucía más pálida de lo habitual. Exhibía un rostro compungido y lavado, marcado por el dolor y la pena. Su silueta delgada, sus lisos y dorados cabellos mecidos por la brisa marina, y sus pérdidas iris ambarino, llenas de una triste serenidad, le daban una peculiar apariencia de diosa antigua. La blanca falda de su vestido dibujaba suave orlas. En sus delgadas y trémulas manos llevaba la delicada corona de rosas amarillas que dejaría en el mar como despedida después de que se efectuara la ofrenda al Solem en agradecimiento por la vida de su hermano.

A su lado se encontraba Sidus, con sus guirnaldas de rosas rosadas. Allí, Ibrahim iba acompañado de sus padres y su primo Jan.

Por las mejillas del silente Primogénito se deslizaban las lágrimas del recuerdo. Para él, el mar no volvería a ser un lugar de encuentro y diversión, sino que se transformaría en un pasado distante, de memorias felices que traerían matices de alegría en su vida. Ya no vería más a Aidan Sael nadar contracorriente, queriendo ahogarse camino a la boya, mientras intentaba sofocar las heridas de su corazón, ni tendría más tardes en las que, sentados en la arena, discutían sobre la vida y el futuro, aderezando sus conversaciones con un poco de buena música.

—No se vale, bro —pensó, sin dejar de contemplar el mar—. Me prometiste más días siendo mi amigo y que la muerte nos sorprendería siendo ya viejos. Ahora te has ido y me has dejado solo... ¡Duele tanto saber que ya no te podré ver! —Llevándose la mano al corazón, se aferró a este, en un intento de contener el terrible dolor que le afligía.

Con la mirada fija en el horizonte, Saskia esperaba compungida la aparición de la isla floral. Se negaba a aceptar la partido de su compañero de armas. ¿Cómo habían cambiado sus vidas en unos solos días? ¿Por qué ahora que todos podían estar juntos e intentar ser felices, Aidan se había ido?

Desde que los Sellos aparecieron, una nube de tragedias se cernió sobre ellos. ¿Por qué no merecían una muerte dichosa?

Y entre tanto dolor, lo que más le perturbó fue la pronta designación mística de una nueva Primogénita. ¿Acaso ellos eran tan fáciles de desechar? ¿Tan sencillos de reemplazar?

Esto no quería decir que no apoyara a Dafne, por el contrario, durante los últimos dos días había estado ayudándola a dominar su reciente Donum junto con Itzel y lo hizo con el mejor de los ánimos y todo el cariño, pero es que, simplemente, para ella era difícil aceptar que Aidan se hubiese ido, que su existencia se extinguiera solo para darle un poco más de vida a la Hermandad.

Aferrada a su delicada corona de rosas anaranjadas, la cual reposaba en su nívea falda, la Primogénita de Lumen meditaba sobre la vida y la muerte. Para ella, tan transcendentales acontecimientos debían marcar un antes y un después en la historia de cada persona.

En su amigo, la necesidad de proteger a Amina y el sacrificio de su abuelo señalaron el camino que, gustosamente recorrería, muy a pesar del dolor, la decepción y las renuncias que en dicho itinerario tuvo que hacer y padecer.

Pero, ¿es que acaso no siempre fue así?

Lo recordó en el recreo de la escuela, cuando estaban en tercer grado, con tan solo nueve años. Ella, sentada en una jardinera de ladrillos de terracota lloraba desconsolada. Aidan se acercó, ofreciéndole la mitad de su quesillo(1), y se quedó junto a ella hasta que dejó de llorar y la vio sonreír.

—Está bueno, ¿verdad? —dijo con una encantadora sonrisa y sus verdes ojos rebosantes de vida—. Lo hizo mi abuelo. —Y acto seguido, extendió su mano hacia la niña—. Aidan Sael Aigner Fuentes, ese es mi nombre —reafirmó en cuanto ella sostuvo su mano.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Itzel al rememorar aquel instante de sus jóvenes vidas. Bajó el rostro mientras su risa se transformaba en un llanto silencioso.

—Siempre fuiste así... atento, tan sensible a las necesidades de otros —se dijo—. Ni siquiera cuando encontraste a quién amar dejaste de preocuparte por las vicisitudes de los demás... ¡Tú sabías cómo ser amigo! —De repente, subió su rostro sorprendida por un único y deleitable detalle que no había tomado en cuenta—. ¡Hey! ¿Por qué siempre me estabas alimentando? —Sonrió—. Pues déjame decirte que jamás ibas a engordarme, en mi familia todos somos delgados —aseguró en su imaginaria conversación, justo cuando la tristeza la golpeó nuevamente—. Me encantó que fueras mi compañero de viaje... ¡Pervertido! —Volvió a sonreír—. Te voy a extrañar... Te prometo que jamás te olvidaré, mi querido amigo, jamás... —Silenció su propio monólogo entre las lágrimas, contemplando la isla de flores cerca de ellos.

En su góndola de guirnaldas de rosas blancas, Aurum seguía en silencio la triste y penosa procesión.

De entre todos, era precisamente Dominick quien menos había tenido afinidad con el chico. Para él, Aidan fue un muchacho sencillo, responsable y comprometido con la Hermandad. Lamentó no darse la oportunidad de interactuar más, al menos de conocerlo.

Entonces entendió que sus celos infundados le habían robado momentos irrecuperables. Él jamás pudo ser, ni sería un rival digno de Aidan. Sus bajas pasiones lo alejaron de la única persona que llegó a desear con intensidad, mientras que Aidan solo la dejó ser quién era, aceptándola, aun con sus desaciertos.

Ahora Amina se encontraba sola y desconsolada, pero tan lejana e inaccesible como siempre lo había estado.

Mientras las barcas se acomodaban alrededor de la pequeña isla contempló a su amiga de infancia en su delicado vestido blanco de encaje y falda tipo A, con sus cabellos castaño rojizo suavemente recogidos al frente, sostenida del brazo de Gonzalo, con Ignacio un paso detrás de ella. Llevaba la corona de rosas negras en su mano derecha, donde se podía percibir el enlutado Sello de Ardere exhibiendo las vetas rojizas del Populo, porque Maia dejaba de ser la pareja del Primogénito para convertirse en una más.

—Solo te prometeré que seré siempre su amigo y que estaré a su lado aunque se empate con el idiota de Ignacio —le confesó a Aidan—. A todos les daré una oportunidad. Pero, también te prometo que si la cagan los electrocutaré sin compasión. ¡Y no me importará el hecho de que Nachito sea tu alto pana(2) y tal! —Sonrió entretanto una solitaria lágrima lo sorprendía.

Él también tenía el corazón herido.

Amina solo podía escuchar el distante latidos del corazón de Gonzalo. Ni siquiera el corte que su propia góndola ocasionaba en el mar, dividiéndolo en un suave arrullo, llegaba a sus oídos. En ese instante era imposible que algo o alguien la pudieran perturbar.

Su corazón y su alma estaban tan rotas que sentía que ningún sentimiento podía asaltarla de improvisto. Parecía como si todo en su vida solo fuese pérdidas y, aunque sus padres, Israel y Leticia, así como sus Custodes, se encontraban siempre con ella, aquellas personas a las que simplemente estaba destinada a amar, terminaban despidiéndose por toda la eternidad.

No hubo un momento, desde que volvió en sí, que no dejó de pensar en todo lo que pudo haber hecho para evitar aquella muerte. Sin embargo, enfrentarse a Arrieta o mantener con vida a Aidan, induciéndolo al como como una vez lo hizo con Eugenia, solo habrían sido opciones posibles si aquel maldito dragón no hubiese escupido sus venenosas flechas, hiriéndola.

Aun así, lo que más hizo añicos su alma fue sentir la fuerza del poder tan devastador que su Donum mantenía contenido y darse cuenta que este solo pudo ser liberado gracias a la terrible angustia y aflicción que experimentó en aquel desgarrador segundo, pues sin ese doloroso acontecimiento jamás se hubiese revelado.

Ahora la vida se convertiría en una sucesión de días en donde intentaría sobrevivir hasta que el tiempo impusiera sus propias reglas de juego. Ella no sabía adónde sería llevada, solo tenía claro que en su vida no habría jamás juramentos, pues nadie volvería a ocupar el lugar tan privilegiado que Aidan Aigner ocupó en su corazón.

Las góndolas se posicionaron alrededor de la isla flotante de orquídeas "Flor de Mayo", cada una frente a una vasija de piedras con el color propio de cada Clan —turmalina amarilla de Malawi para Ardere, granate naranja para Lumen, diamante para Aurum, rosa morganita para Sidus, rubí para Astrum y diópsito estrella para Ignis Fatuus y Mane— esperando a que el Prima Alexander Di Santos se dirigiera a toda la Hermandad.

—Hoy es un día muy triste para la Fraternitatem Solem, pero mucho más aciago para Ardere, nuestro Clan. Aidan Aigner siempre fue más que nuestro aguerrido Primogénito. Poseedor de un alma noble, siempre gustaba de dar lo mejor de sí y de luchar por aquello que, visiblemente, era una injusticia. Cercano, amigable, comprometido con su familia, amante del mal y del surf. Nunca esperó ser él quien portara el Sello, sentía poca atracción hacia la Hermandad y todo lo que ella significaba. Sin embargo, aceptó su llamado y en cada batalla lo entregó todo, incluso su vida. —Hizo un breve silencio—. Sé que muchos de ustedes podrían decir palabras más sentidas que las mías, o de las que todo Ardere pudiera expresar, es por ello que mi Clan deseó que ustedes, Primogénitos expresaran su sentir mientras entregan esas hermosas coronas con los tonos de sus Clanes para honrar a nuestro entrañable Primogénito, así mis insípidas palabras quedarán adornadas con las hermosas gemas de sus recuerdos.

»Y tú, Aidan Sael, sé que ahora descansas en compañía de tu adorado abuelo —concluyó, agachándose para tocar la superficie del mar con sus dedos.

Aquel era un momento muy delicado y sensible para los Primogénitos. Ninguno se atrevía a hablar, el dolor no se los permitía, pero debían hacerlo antes de que diera el mediodía.

—Polos del mismo sentido... así me gustará recordarte, porque eso fue lo que tú y yo siempre fuimos. —Se atrevió a decir Dominick, rompiendo el silencio que se había extendido entre ellos—. La primera vez que hablamos solo lo hicimos para marcar nuestros territorios. Sin embargo, fue a ti a quien acudí cuando, perdido en esta nueva realidad, necesitaba saber quién era yo, cuáles eran mis orígenes. Me interpuse entre tu siesta y el Sol. —Sonrió—. Creo que desde ese momento nunca dejé de interponerme en tu camino..., o acaso fuiste tú quien lo hacía... La verdad es que no lo sabré, chamo, pero en todo caso quiero pedirte disculpas por eso. Me contó entender que tú no eras de esos tipos que solo gustan llamar la atención. Tú, simplemente, sabías cómo y cuándo estar y por ello, terminabas ganándote el corazón de todo el mundo.

Dominick dejó su corona en el mar y esta se encaminó hacia la isla flotante.

—El Glorioso Clan Aurum jamás te olvidará, defensor de la justicia.

Y dicho esto, de sus manos brotaron centellas que, agitadas por su intensidad eléctrica, formaron el Sello de Aurum sobre la vasija de diamante, donde se mantendría hasta el final de la ceremonia.

—Acero y vino, así eran tus palabras y acciones para conmigo, catire(3) —continuó Saskia—. Nunca pasaste por alto mi mal obrar pero, aun cuando tampoco te callabas, me diste siempre la oportunidad de rectificar. A pesar de que nunca fuimos cercanos, no dejaste de preocuparte por mí. Sé que ya no podré tener contigo ningún gesto que recompense lo que hiciste por mí, sin embargo, quiero que sepas que velaré por tu hermana así como tú lo hiciste conmigo. —Saskia soltó en el mar su corona de rosas rojas e hizo que una de sus proyecciones apareciera con la Espada del Sol y la Muerte sobre su vasija de rubí—. El valeroso Clan Astrum se despide de ti, verdadero mártir de la verdad —concluyó con los ojos empeñados, justo cuando la Saskia virtual se transformaba en el Sello de su Clan que, al igual que el prodigio de Dominick, se mantuvo sobre la vasija que le correspondía.

—Aidan. —La sola pronunciación de su nombre sacó una sonrisa de Itzel—. ¡Ay, Aidan! Es tan difícil de enumerar todas y cada una de las asombrosas y maravillosas obras que hiciste por los míos y por mí. Poco o nada de egoísmos, ni dobleces, existieron en tu conducta, eras tan claro y transparente como una gota de lluvia. Nunca hubo un juicio tuyo hacia mi persona, ni un gesto que me hiciera sentir mal, aun cuando no estuviera haciendo las cosas bien.

»¿Dónde encontraré, de nuevo, a un amigo como tú? Las personas son irreemplazables en nuestros corazones cuando de verdad se quieren, Aidan Aigner... Aunque me cueste aceptarlo, aunque me parezca un acto ruin, vil y mezquino del destino el hecho de que tu vida haya terminado en este plano, al menos me queda, con tristeza, un doble consuelo: Saber que fuiste más que un amigo, te hiciste mi hermano, y el reconocer que tuviste una muerte digna, una muerte que describe toda tu vida, la de un héroe. —Se agachó, colocando su corona en el mar—. El Sabio Clan Lumen siempre te recordará, guardián de la vida.

Virutas de hierro pulido surgieron de la nada, y con ellas, Itzel formó el Sello de Lumen sobre la vasija de granate naranja, donde permanecería.

—La primera vez que te vi, ibas de la mano del abuelo Rafael... ¡Parecías un niño tan tímido! Pero nunca lo fuiste, solo eras una persona prudente que sabía cómo, cuándo y dónde actuar. Te gustaba pasar desapercibido, aunque nunca tuviste éxito en ello... ¿Quién nos habría dicho que, ese día en el jardín de niños, cuando te invité a mi mesa y compartí mis creyones contigo, estábamos marcando nuestras vidas, escribiendo una nueva historia? Pero, más allá de la Hermandad, crecer a tu lado ha sido uno de los mejores regalos que el Solem me ha dado.

»No fue fácil para ninguno de los dos, pero no desistimos. Cometí muchos errores dentro de nuestra amistad, pero jamás estuvimos completamente alejados. Tus resentimientos para conmigo duraban tanto como un suspiro... Aprendimos a respetarnos, a aceptarnos... Siempre atesoraré cada uno de nuestros momentos juntos, porque hubo lágrimas y risas, ilusiones y derrotas, esperanzas y lecciones de vida.

»Bajar a la playa, vestido de negro, para sentarme en la arena a esperar que te dieras por vencido en esa loca búsqueda tuya de la "ola perfecta", ahora será parte de ese bonito pasado, porque sin ti, no tiene sentido que vuelva a... —Las lágrimas no lo dejaron continuar. Por un minuto se dejó vencer por el dolor, para sobreponerse por unos instantes más. Debía culminar—. Sabes que te voy a extrañar, ¡y mucho, mi bro! Nadie se robará el cariño que te has ganado en mí... Solo te adelantaste, Aidan Sael..., quizás muchos años para mi gusto, amigo mío —gimió compungido—. El Leal Clan Sidus siempre te honrará, celador de la ley.

Después de colocar la corona de rosas en el mar, hizo descender algunos trozos de nubes con los que formó el Sello de su Clan sobre la vasija de rosa morganita.

—Hace cuatro siglos nuestros Clanes marcaron el rumbo de la Fraternitatem Solem, escribiendo una de las líneas más dolorosas y confusas de nuestra Hermandad. Ignis Fatuus sacrificó su vida por amor y, aunque siempre fue una entrega voluntaria de mi Clan, porque nunca se defendieron y yo jamás exigí un pago por lo que ocurrió, tú siempre quisiste honrar la memoria de los míos.

»Me protegiste, a pesar de que no necesitaba protección. Yo pude haberme desecho de esas chicas aquel día en el liceo, quizás muchos males nos habríamos evitado —confesó haciendo alusión a Griselle e Irina—, mas habría corrido el riesgo de acabar con la Hermandad, de manera inconsciente. —Amina sonrió al recordar que no solo Aidan estuvo con ella, Saskia también se encontraba allí—. Gracias por enseñarme que ser vulnerables no siempre es malo y que existen personas tan genuinas y leales que siempre están dispuestas a dar más, aunque algunos recuerdos se les hayan borrado...

»Contigo mi propia vida tuvo su fragancia y su brillo. Sin ti, habría estado sumergida en la monotonía de los días... Lamentaré siempre el dolor que te causé, pero atesoraré cada momento en el que te esforzaste por hacerme feliz, sin importar que no pudiera ver.

» Estoy irremediablemente rota, Aodh, y aunque los fragmentos de mi corazón intenten unirse de nuevo, jamás tendrá la forma que tuvo cuando te conocí.

»No era así como quería festejar este, nuestro primer Solsticio de Verano juntos... Hoy se cumplen seis meses de aquel día en que te pude ver por primera vez... ¡Cuánto me gustaría que estuvieses así, conmigo, a mi lado! Cambiaría mi vida por la tuya... Pero no pude, Ignis de Ignis, simplemente no pude protegerte como tú siempre lo hiciste conmigo...

La sola pronunciación del Ignis de Ignis hizo que más de uno se mirara, pero nadie fue capaz de emitir el más leve murmullo. En otro momento, aquellas palabras habrían supuesto un escándalo dentro de la Hermandad.

—Sin embargo, el sacrificio que no se me permitió hacer, lo transformaré en mi nueva misión: Ardere será tan mío como Ignis Fatuus y Mane lo fueron para ti... Mi vida seguirá fuertemente atada a los tuyos... Tú siempre estarás en mí... Ya no existen deudas entre nuestros Clanes, mi Aodh... Evengeline y tú pueden descansar en paz. —Colocó su corona con ayuda de Gonzalo—. El Magno Clan Ignis Fatuus y el Poderoso Clan Mane siempre te honrarán, restaurador de la Hermandad, noble guerrero del Sol.

Sus palabras fueron la señal para que Ignacio y Gonzalo crearan la Supernova del Sello de Mane con los Munera de Magma e Ignis, debido a que este Clan todavía no había sido reconocido dentro de la Hermandad por estar sometido a Ignis Fatuus.

Sobre este Sello, Amina hizo aparecer el Phoenix, Sello de Ignis Fatuus, y dentro de él podía verse la espiral de Ardere, tal como la visión que una vez Aidan tuvo y que él grabó en el anillo que ella le regaló.

Después de Ignis Fatuus las miradas se centraron en Dafne. La chica tenía un nudo de aflicción en su garganta y las palabras no le saldrían. Consciente de que el dolor le estaba ganando, se arrodilló para depositar en el mar su corona.

—No era así como quería el Donum, hermano... Te amamos —murmuró entre lágrimas—Nuestro Honorable Clan Ardere, siempre te amará, vidente de la luz.

Con ayuda de Eugenia y Celeste se puso de pie. Extendió sus manos, haciendo que hermosas orquídeas "Flor de Mayo" aparecieron. Intentó juntarlas pero algo se lo impedía, a pesar de que lo había ensayado hasta la perfección.

—¡No puedo! ¡No puedo! ¡no puedo completarlo! —se lamentó, derruyéndose de dolor. ¡Había practicado tanto! Mas el Donum parecía no obedecerle.

Sus desgarradores gritos de impotencia movieron al resto de los Primogénitos, pero ninguno podía intervenir: el ritual exigía un Donum único por vasija para que el Solem pudiera aceptar la ofrenda, y ya todos habían usado sus dones.

Entonces, Amina colocó su mano en el antebrazo de Ignacio y este accedió a ayudar. Convirtió las flores en cenizas para formar el Sello de Ardere en partículas de polvo, luego los vestigios volvieron a su estado natural, exhibiéndose así una bonita espiral de orquídeas sobre la vasija de turmalina amarilla de Malawi.

Dafne, sorprendida, fue del Sello a Ignacio. Este la saludó con una venia que ella respondió.

El Donum de quien hasta unos días atrás había sido solo un Custos era el único poder que no se había usado para ese ritual, por lo que el protocolo no había sido violentado.

Los Sellos descendieron, traspasando las tapas cerradas de las vasijas, las cuales se iluminaron interiormente a causa de la energía de los Munera que formaron las marcas de cada Clan.

En cada vasija quedó impreso los Sellos, entonces las luces se apagaron y una bola de fuego, parecida a una minúscula estrella, hizo acto de presencia en el centro de la isla.

La estrella ascendió a gran velocidad, perdiéndose en el claro firmamento.

Esta era la señal de que el Solem aceptaba sus ofrendas.

Elizabeth contemplaba a su dorado muchacho, de piel bronceada y rubios cabellos, vestido con pantalón de mezclilla, franela de cuello panadero blanca y su chaqueta roja predilecta. Sus tres cadenas de cuero, cada una con un dije diferente, esos que él más amaba usar —la púa, la espiral de Ardere y la flecha de obsidiana que Ibrahim le había obsequiado—podían verse sobre su franela. Sus pulseras tipo "cuerito" y el anillo de Ignis Fatuus completaban el atuendo del occiso.

Para sus padres, Aidan solo parecía dormir...

Sus manos descansaban sobre su pecho y la suave brisa mecía algunos mechones de su cabello, mas él no despertó. Su cuerpo había sido preservado por el Donum Maiorum de Sidus, debido a que en la Fraternitatm Solem estaba prohibido embalsamar los cuerpos.

La parte elegida de la Coetum observó a la distancia la pequeña estrella que pronto descendió a alta velocidad, impactando contra la pira, la cual se vio envuelta en llamas en cuestión de segundos.

La madre gritó al ver a su hijo arder. Gritó hasta desvanecerse en los brazos de Andrés, quien sin dejar de llorar, intentaba mantener la compostura por su familia y por su Clan, pero estaba tan destrozado como ellos.

El fuego no se extinguiría hasta que el cuerpo no fuera reducido a cenizas en plenitud, por el que el proceso era muy lento, mas ninguno deseaba retirarse. Sin embargo, solo Elías, Susana, Jung y Montero permanecieron junto a los Aigner hasta el final, aunque solo el encargado podía acercarse al cuerpo y recoger sus restos.

Y cuando el fuego parecía desvanecerse, Montero y Jung vieron como, de las casi extintas llamas, un enorme Phoenix se elevaba, alzando vuelo hacia el infinito cielo.

Los hombres de Ignis Fatuus presentaron, sorprendidos, sus respetos.

***

(1)Quesillo: Es un postre venezolano parecido al flan.

(2) Alto pana: Forma para referirse a una persona que es 100% amiga.

(3) Catire(a): Manera de llamar a las personas rubias.

***

Antes de dejarles la imágenes quería compartir con ustedes varias informaciones (si es que todavía alguien me sigue leyendo luego del capítulo final)

1. El Epílogo, o la escena final, que espero puedan leer a más tardar este fin de semana (no sé si lo saben pero con los problemas de luz e Internet —ahora— en mi país todo se ha vuelto un caos) lo escribí hace año y medio, en un día donde tenía poca inspiración pero esa escena se repetía sin parar, y para mí es el cierre perfecto, y todo el libro estuvo encaminado hacia allá. Así que les pido un poco más de confianza y cariño, que me perdonen por la muerte de Aidan.

2. El 1ro de Enero recibí una notificación de los AmbassadorES notificándome que gracias a mis lectores había sido seleccionada como una de los 90 escritores preferidos de esta hermosa plataforma del 2018 y querían un texto exclusivo para La Caja de Pandora, todo con la condición de no publicar nada hasta que ellos lo revelaran, aspecto que me pareció muy justo. 

Hace unos días publicaron las fechas y quería contarles, pensé en escribir en mi tablero, pero me recordé de ustedes, ¡son tres libros! ¡Tres libros que llevan acompañándome! Entonces, vi justo publicar este capítulo e informarles primero a ustedes, no sin antes agradecer.

¡GRACIAS! ¡MILES DE GRACIAS! ¡MILLONES DE GRACIAS POR ACOMPAÑARME, POR LEERME, POR CADA COMENTARIO, POR CADA VOTO! NO TENGO PALABRAS, Y ESO QUE ESCRIBO, PARA AGRADECER TANTO CARIÑO RECIBIDO. 

Solo quiero pedirles algo más, aunque no me siento digna de hacerlo, que por favor, durante este mes de mayo, visiten el link https://www.wattpad.com/story/165595501-caja-de-pandora-2018-2019 y sigan apoyan a los que escribimos, ustedes incluidos, sigamos creciendo juntos.

Y sí alguno de ustedes me propuso para este apartado de Wattpad, pues INFINITAMENTE AGRADECIDA por confiar tanto en mí.

¡LOS QUIERO MUCHÍSIMO! ¡LOS QUIERO CON TODO EL AMOR QUE PUEDE SENTIR UNA HIJA DEL CARIBE: FUERTE, CÁLIDA Y FIELMENTE!

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La orquídea Flor de Mayo que Dafne tanto quería para su hermano. Esta flor es la flor nacional de mi país, Venezuela.

El Cayo Playa Azul, ubicada en el estado Falcón, lugar donde se llevó a cabo la ceremonia póstuma de Aidan.

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