Sin cuerpo, sin Sello

En cuanto Aidan abrió la puerta de su casa, Dafne dio de bruces con él. Se había quitado el atuendo de luto, aunque seguía bien abrigada.

—¿A dónde vas con tanta prisa? —le preguntó el chico.

—Tomaré un poco de chocolate. ¿Quieres?

Pensar en la espesa y dulce bebida fue más que una tentación para el chico, quien subió corriendo a su habitación a tomar un baño.

Minutos más tarde, sentado en su cama, sacó el celular introduciendo la memoria que Ibrahim le había dado. Una vez más la amable voz de Rafael fue alegría para su corazón. Se sentí dichoso de haber recuperado el último recuerdo de su abuelo, uno de los mayores gestos de amor para con él.

Bajó a la cocina, guardándose el celular. Se detuvo a ver que no solo Dafne se encontraba allí, sino también Eugenia. Su hermana lo vio por encima de la taza que había llevado a su boca, tomó un sorbo, para despedirse de ambos.

Por un instante, Aidan quiso salir de aquel lugar, pero era mejor enfrentarla y acabar con todo de una vez. Eugenia seguía siendo el Oráculo de su Clan, y le gustara o no, sus vidas seguirían unidas, atadas por un lazo que solo la muerte podía romper.

Tomó la jarra y se sirvió la espesa y caliente bebida hecha con el cacao más dulce que había probado su paladar y se sentó frente a Eugenia. La chica lo miró con sus profundos y tiernos ojos café, enmarcados en sus gruesas y bien definidas cejas oscuras.

—Lamento mucho todo lo que te hice, Aidan. Nunca debí malinterpretar lo que dijiste.

—El problema no fue solo malinterpretar, sino todo lo que hiciste para hacerme creer que había decidido llevar una vida contigo y con nadie más... Bueno, por lo menos hasta que se me pasara —comentó con sarcasmo, pero su comentario lastimó a Eugenia.

—Tienes razón. Sin embargo, actúe movida por el miedo. Tarde supe que más que un bien, pude hacerte... —Negó para corregirse—. Te hice un mal. No quería complicar las cosas y precisamente eso fue lo que ocurrió. Corrí a convencerlos de que siguieran mi plan, pensando que tu amor por Maia no era tan fuerte, y que terminaría sucumbiendo ante los sentimientos que una vez tuviste por mí.

—Era un niño cuando te quise, Eugenia. El amor de un niño puede ser muy tierno pero aún no comprende de sacrificios y entregas radicales. Quizás, si te hubieses quedado, habría mucho más para decir, pero no fue así, esa no fue nuestra historia. Tú y yo fuimos... —La miró, suspirando—. No quiero que pienses que no eres una chama muy bella, porque lo eres, no solo por fuera, sino en tu interior. Sin embargo, yo he tomado decisiones que probablemente no sean las correctas, pero son las que, hasta los momentos, me hacen feliz.

—Aidan, los compromisos de amor de los Primogénitos son realmente serios para el Solem. Son para siempre. Mira el ejemplo de Dominick.

—Lo sé. Sé que son definitivos, pero yo los he querido tomar. Aunque no pueda estar jamás a su lado, los quiero. Prefiero ser un alma errante por su amor que estar atado a alguien con quien solo pueda vivir una fantasía.

Eugenia bajó su rostro, cerrando los ojos para reprimir las lágrimas que amenazaban con delatar su dolor. Aidan era consciente de su tristeza, pero no cambio su postura, aunque también le lastimaba; sabía que cualquier gesto solo haría más profundo el sufrimiento de la joven.

—Siento profundamente haber borrado la grabación de tu abuelo y haberte engañado como lo hice. —Balcbució.

—Eugenia. —La llamó, tomando su mano, lo que hizo que la chica no evitara llorar—. No puedo dejar de quererte, lo sabes, ¿verdad? No te amo como lo hace un hombre pero si te llevo en mi corazón, porque eres mi amiga. Eres una persona muy importante para mí, fuiste vital en mi niñez y ahora, eres mi brazo derecho dentro de la Hermandad. Desde este momento, todo queda en el pasado. Tú y yo seguiremos siendo amigos como siempre.

—¡Aidan! —murmuró, viéndolo agradecida.

—¡Pero no te atrevas a besarme de nuevo! ¡¿Okey?! —dijo con una sonrisa en los labios.

La muchacha sonrió tomando las manos del chico entre las suyas, cuando un mensaje entró al celular de Aidan. Este sacó su móvil. Mientras leía, sus verdes ojos se oscurecían.

Miró consternado a Eugenia. No sabía si aquella noticia era cierta o era un macabro juego de algún miembro de la Fraternitatem Solem.

—¿Qué ocurre? —preguntó Eugenia.

—Saskia... —Se le quebró la voz. Palideciendo, tragó grueso-. Han matado a Saskia.

Horrorizada, Eugenia se llevó las manos a los labios, entretanto el joven reaccionaba comunicándose con sus compañeros. Mas ninguno le respondía. Sus líneas se hayan ocupadas.

Desesperado, Ignacio corrió hacia el sitio en donde había dejado a Amina tres horas atrás. 

La encontró tirada en la arena, con las manos apoyadas en la nada. 

Buscó con ansias el cuerpo de Saskia pero no lo vio, así que corrió hacia la chica.

Amina se arrodilló, aferrándose a los brazos de su primo, mientras daba rienda suelta a sus lágrimas.

—¿Qué ha pasado, Amina? ¿Dónde está Saskia?

Pero la chica no podía responderle. El dolor y la confusión habían llenado de caos el corazón de Amina. Sus cuerdas vocales se negaban a emitir más sonido que aquel que su copioso llanto demandaba. Quería hablar, así que recurrió al único medio por donde podía comunicarse, sin necesidad de dejar de llorar.

«¡Ignacio! ¡Ignacio! ¡Yo no quise! No quería que esto pasara».

—¿Cómo fue, Amina? —preguntó, separándola de él para ver su rostro, el cual limpio con filial cariño.

«Ella me citó. Quería saber el paradero de nuestros padres porque los non deisderabilias los están buscando».

—Y me imagino que, al no dárselos, ella te atacó. Entonces, te tuviste que defender. —Infirió, atrayéndola de nuevo hacia él, dado a que Maia se había privado otra vez.

«¡No,no! Ella quería proteger a Soledad, pero se dio cuenta de que, mientras estuviera viva, su madre la manipularía... Extraería información de ella, aprovechándose de su sueño».

—¿También tiene poder? ¿Qué coño es lo que está pasando con los Harusdra?

«Se están alimentando de nuestra sangre... Obtienen poderes de aquellos que secuestran», sollozo.

—Bien, bien... Ahora, explícame cómo fue que comenzaron a atacarse.

—Ella me pidió que... —Sollozó profundamente. Sus palabras no saldrían, no en aquel punto de la historia—. «Me pidió que llevara a cabo mi promesa de matarla. ¡Pero no podía Ignacio! Mis padres están bien y solo la amenacé porque estaba molesta y no me pude contener...»

—Lo sé... Actuaste sin pensar, y por lo visto, Saskia se convenció de ello.

«Entonces, se proyectó... Invocó la Espada del Sol y la Muerte y me atacó. Me defendí, por lo que se dio cuenta de que no cumpliría mi promesa, así que se hirió. Corrí a ayudarla, pero ¡no pude! ¡No pude!», se volvió a quebrar.

Ignacio besó su cabellera, acariciándola con ternura. Dirigió su mirada al mar.

—No fue tu culpa, Amina. ¡No fue tu culpa! —concluyó—. ¿Dónde está el cuerpo de Saskia?

«Desapareció».

—¡¿Qué?!

«Intenté tocarlo y se hizo uno con el viento».

—Entonces, no hablemos más de esto. Si no hay cuerpo, no hay delito. Nadie podrá juzgarte.

—¡No! ¡No! ¡No, Ignacio! Debo ir con la Coetum y contarle lo que pasó.

—¡Te juzgarán! No serán clementes contigo.

—¡Pero su sangre está en mis manos, Ignacio! —El joven y ella se miraron—. Si no saco esto, no podré vivir tranquila... Necesito enfrentarme a la Coetum. Necesito que sean ellos los que me condenen o me absuelvan.

—¿No te estoy diciendo que fue un error, un accidente?

—Pero tú eres mi primo. Me miras con otros ojos, Iñaki. —Se sujetó al chaleco del joven—. Llévame con la Coetum, por favor.

Ignacio la miró. Por primera vez no tenía muy claro lo que debía hacer, cuando su celular repicó.

—¡Alo!

—¡Hermano! ¿Dónde están? Eun In y yo hemos logrado que expulsaran a los traidores, pero algo pasó.

—Lo sé. Saskia está muerta.

—¿Ya te llegó el mensaje? ¿Dónde está Amina? ¡Debe de estar ella una fiera! Jurando matar a quien lo hizo!

—Ella está conmigo. ¿Sigues en el Auditorium?

—Sí.

—Dile a todos que no se muevan de allí. —Miró compungido a Amina—. Tenemos información sobre la muerte de Saskia. —Colgó, entretanto Amina caía sobre la arena.          

La residencia Aurum estaba sumergida en un caos a causa de la muerte de Saskia. 

Los gritos de Itzel estremecían a todos sus habitantes, incluido a los niños Lumen que comenzaron a llorar llenos de pánico.

Era la primera vez que Dominick era dejado a cargo del lugar. 

Él también se encontraba consternado con la noticia. Solo deseaba estar solo en su habitación para entregarse al dolor, pero sentía que Itzel necesitaba de él.

Por más de quince minutos golpeó la puerta que nunca se abrió, así que decidió abrir un portal y entrar a la habitación sin invitación. 

Fue recibida por una almohada que esquivó por escasos milímetros, cuando dio con su agresora.

—Eso no solucionará lo que pasó.

—¡Se la han llevado! ¡Me la han quitado!

—¡No se quedará así, Itzel! —le gritó—. La Hermandad hará algo. ¡La vengaremos!

—¿La Hermandad? —le respondió—. La Hermandad ya no existe. No hay más Primogénitos de los seis Clanes... Estamos a la merced de nuestros enemigos... Mi hermana no volverá. Luis Enrique no volverá... ¡Saskia no entrará por esa puerta y yo...! ¡Yo me quiero morir del dolor! —gritó, tirándose en los brazos del joven.

—Lo sé, It. No eres la única persona que se quiere morir... —Besó su cabello—. No eres la única... —murmuró.

Una hora después, en la sala de la oficina de Monasterio, el Prima junto al Dr. Montero, Eun In y los primos Santamaría, yacían sentados en silencio.

Amina se encontraba entre los brazos de Eun In, cuyo rostro expresaba preocupación y temor. Entretanto, Gonzalo seguía el vaivén de los pasos de Ignacio, quien no se cansaba de recorrer la sala buscando una explicación a lo que había ocurrido.

-Ha sido un accidente- concluyó Montero al terminar de escuchar toda la explicación-. Es una lástima que no haya quedado rastros del cuerpo.

—Sin embargo, si se lo decimos...- intervino Eun In.

—El problema es que la credibilidad de nuestro Clan ha decaído, mucho más veloz que un rayo al precipitarse a la tierra- le recordó Ignacio.

—Eso no puede detenernos ahora- le aclaró Monasterio-. Si lo hacemos, los non desiderabias habrán ganado.

—¡Ya ganaron!- Ignacio se detuvo molesto-. ¿Acaso no lo ven? ¡Esa maldita mocosa no pudo soportar la presión y corrió a matarse!

—¡Ignacio!- le reclamó su hermano.

—¡No, Gonzalo, no!-gritó enfadaado-. Si quería martarse, podía hacerlo... Lo que no le perdono es que haya involucrado a Amina en esto. ¿No lo pudo hacer más fácil para todos?

—Si la mataste, tienes que tener su Sello- dijo Monasterio, en un tono tan ajeno a la conversación que sorprendió a todo, incluso hizo que Amina lo mirara.

—¿Cómo...?- preguntó la chica.

—Es una de las formas de hacerse con el Sello Principal de un Clan. O te unes con el Primogénito o lo matas, si eres otro Primogénito- aclaró Monasterio.

-Es cierto. Él nos los dijo una vez y yo lo leí...-recordó Gonzalo-. Aunque es una forma de apropiarse de un Sello que el Solem maldice.

Amina se llevó las manos al rostro, sabiendo que ahora todos creerían que el motivo por el que había matado a Saskia era por obtener su Sello. ¿En qué tipo de monstruo la convertirían?

***

Laguna La Victoria en el Parque Nacional Sierra Nevada, del estado Mérida. Una laguna de origen glacial.

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