Seducible
En una de las mesas más alejadas de la pista se encontraba Ignacio, sentado con un tazón de maní salado, era lo que más amaba comer, después de los tequeños.
Luis Enrique se acercó a él con un vaso en la mano. Señaló el puesto que el Custos tenía cerca, recibiendo una invitación de este para que lo acompañara.
—¿Cómo sigues?
—Mucho mejor. ¡Gracias por preguntar!
—Me acerqué porque me pareció un poco extraño que no estuvieras bailando.
—Tengo maní salado y tequeños, ¡estoy hecho! Además, como ves, mi prima no anda por aquí, así que no tengo con quien bailar.
—Hay muchas muchachas.
Ignacio subió una ceja. ¿Muchachas? ¿A qué iba todo aquello?
—No te estoy entendiendo.
—Puedes bailar con quien sea. Eres un Ignis Fatuus.
—Y un Mane... No sé si lo sabes, pero si un Clan me hace ver deseable, el otro me obliga a ser selectivo.
—¿Y es por eso que decidiste meterte con mi novia?
Por primera vez, Ignacio fue tomado desprevenido. Subió una ceja, sintiendo su corazón golpear con vehemencia su pecho. Su mente hizo muchas conjeturas en un solo parpadeó. Pensó en negarlo, pero Luis Enrique había sonado tan seguro, que solo empeoraría la situación. Si había soltado la información era porque le habían contado, Itzel le dijo o él había visto algo.
Descartó la segunda opción, pues él la acababa de llamar "mi novia", lo cual significaba que, aun cuando Itzel pudo haber tenido un ataque de asquerosa sinceridad, fue incapaz de terminar con él. Quedaban las otras dos, y poco le importaba preguntar por ellas.
—Y así pasamos de la admiración al odio —murmuró Ignacio.
—¿Lo dices por mí?
—Mira, chamo, ya que vienes en son de "paz"... —Movió sus dedos—. Voy a ser sincero contigo. Sí, lo intenté.
—¿No lo negarás?
—¿Qué mierda voy a ganar negándolo? ¡Nada! Así que, no lo haré.
—Pensé que eras un caballero, como tu antepasado lo fue.
—Lo soy. Sé que estuvo mal besarla, pero no por ti, sino porque esa chama vale su peso en diamantes.
—¡Ja! De verdad que debería levantarme y golpearme.
—Perderías tu tiempo intentándolo.
—Y, además, me haces sentir como una basura.
—No, Luis Enrique, no eres una basura. Pero seamos conscientes, si no hubiese sido por esa maldita Cor Luna, en estos momentos, tú no serías más que abono.
—¿Qué quieres decir?
—Que eres un estorbo. Estás viviendo una época que no te corresponde, así que, ¿no sé por qué te indignas? Si no estuvieras aquí, ella estuviera conmigo.
El chico se levantó, apretando con fuerza el vaso. Ignacio también se puso de pie.
—Debería golpearte.
—¡Hazlo! —Ignacio esperó, pero el joven no reaccionó-. No tienes que dártela de caballero, chamo. ¡Es obvio que ella te prefirió a ti! Y yo no la buscaré más, pero no me vengas con discursos baratos, yo no obedezco a nadie, solo a mi prima. Soy un Santamaría, sigo siendo un Ignis Fatuus y por mis venas corre la sangre de Mane.
Luis Enrique lo miró fijamente. La mirada de Ignacio estaba cargada de experiencia y coraje, sus ojos reflejaban un alma mucho más anciana y sabia que la suya, la cual había logrado prevalecer trescientos años.
En la mesa del fondo, Saskia se percató de la situación. Tomó el brazo de Itzel, apretándolo. La joven miró con el corazón en la garganta a los dos jóvenes hablar. No tenía que preguntar para saber que entre ellos la situación era tensa, mas, ¿cómo podía escoger entre los dos?
Maia subió a su recámara, encerrándose en la habitación. Sentía los labios de Aidan arder sobre los suyos. No debió permitir que aquel beso pasara, pero ya era tarde para retroceder el tiempo.
Metió su rostro entre las rodillas cuando sintió de nuevo el pinchazo en su nervio medio. Aferró con fuerza su muñeca, intentando calmarlo cuando una voz familiar resonó en su mente.
«Estás maldita... y terminarás por maldecirlo...».
Desde aquel extraño sueño, no dejaba de escuchar a Evangeline.
Después de la escena con Luis Enrique, y al darse cuenta de que había llamado de más la atención de todos en la fiesta, Ignacio se dispuso a retirarse.
Todavía le quedaba un día de entrenamiento, el cual debía aprovechar al máximo, tomando en cuenta de que su prima estaba superándolo en fuerza.
—¿Ya te vas?
Ignacio se detuvo al reconocer la voz de Eun In. Sonrió, observando a la delicada chica, quien solo en apariencia parecía una frágil muñeca asiática.
—Mucho drama para una sola noche —confesó.
—Me imagino que esa es la parte negativa de ser Ignacio Santamaría —contestó con una pícara sonrisa.
Ignacio le siguió el juego.
—¿Quieres salir?
—¿Intentarás seducirme? —Ella le preguntó.
—¿Eres seducible?
—Puedes terminar con una fractura.
—¡Ja! Por nada del mundo te subestimaría —respondió señalando la puerta.
Ambos salieron al porche de la casa playera de Aurum. El mar los recibió con un suave susurró que luchaba contra la música del salón de baile. Tomaron asiento, mientras introducían sus manos en el bol de maní que Ignacio había sustraído de la fiesta.
—¡Esto es tranquilidad! —exclamó Eun In, con una sonrisa infantil en sus labios.
—¡Je! Pensé que Jung no te dejaría venir.
—No lo iba a hacer, pero me dijo: "¡Tal! Debes ayudarlos" —respondió imitando la voz de su padre.
—¿Tan frágil nos ve?
—Appa sabe que no son frágiles. Sospecha que ustedes andan en algo más, y quizás yo pueda servir de ayuda.
—¿Venir con nosotros?
—O taparlos. Aunque puedes confiar en mí, si de batallas se trata.
—Lo sé. Después de Amina, eres la fémina a quien más admiro en el campo de batalla —confesó, mientras masticaban en silencio—. Me imagino que tu padre te ha hablado de nuestras reuniones con Monasterio.
—Sí. Te confieso que al principio no creía que ese tipo fuera noble, pero su Sello me hizo cambiar de opinión. Es imposible que un Mane niegue su lealtad, esa sería su condena a muerte.
—Sin embargo, le hizo creer a todos que estaba del lado de Arrieta.
—Tienes razón. Y Arrieta fue fácil de engañar porque no obliga a los suyos a jurarle lealtad. Por eso, ha sido relativamente fácil para appa y para Monasterio.
—Veo que sabes mucho sobre Mane.
—Me gusta estudiar. —Se metió un puñado de maní a la boca.
—¡Eun! —Ignacio la llamó, volteándose para verla de frente—. Cuando mi prima le salvó la vida a Gonzalo, la Umbra se fracturó. —La chica afirmó—. ¿Acaso sabes cómo pudo Arrieta intentar apoderarse de los Munera, si se suponía que la Umbra no serviría para más?
—Ignacio, es cierto que el poder de Amina terminó por fracturar la Umbra Solar, pero su poder también es el único que puede regenerarla. Así como tu Sello se va recuperando, y tu Donum terminará por desvanecerse dentro de la Umbra, la piedra se restauró.
—¿Quieres decir que no contendrá nuestros poderes por mucho tiempo?
—Sí. No puede, por lo menos no con los Munera de nuestro Clan, pero eso de recuperar tus poderes, ya lo sabías, ¿no? —Ignacio afirmó—. Sus Sellos volverán, tarde o temprano. Ahora, si tu pregunta iba enfocada al hecho de que Arrieta intentó hacerse con los Munera, a pesar de la fisura de la piedra, eso fue por culpa nuestra.
—No entiendo.
—Cuando el Clan sometió a nuestra Primogénita a probar su liderazgo, el poder del Phoenix se debilitó, por consiguiente, la Umbra cumplió su función principal: garantizar a la Fraternitatem Solem otro Primogénito.
—Sin embargo, no lo logró.
—No lo logró porque, quien desee tener el Munera de Amina, tendrá que tener una esencia similar a la de ella, y eso significa que tiene que llevar sus Sellos: el del Phoenix y el de Mane... Y José Gabriel no tiene este último.
Ignacio giró su mirada al mar. Si la información de Eun In era cierta, Arrieta debía garantizarse un miembro de Mane para hacerse con el Don de su prima, y así dominar a Ignis Fatuus, lo que quería decir que no podían estar de brazos cruzados.
Y mientras pensaba en qué debían hacer, la noche caía.
La fiesta estaba por terminar. Saskia se encontraba agotada por el entrenamiento de la mañana. En más de una ocasión, Itzel le preguntó si no felicitaría a Dominick, pero luego de verlo aferrarse a los brazos de Leah en horas vespertinas y observar como no la dejó sola ni un momento de la noche, le había congelado la velada.
—Será mejor que me vaya a descansar. Mañana debo completar la rutina y cuando llegue a casa no podré ni con mi alma.
—Es una lástima que el día no haya transcurrido de una manera especial para ti —opinó su amiga, advirtiendo que algo pasaba entre ella y el Primogénito de Aurum.
—No me quejo. Siempre supe mi lugar en este juego y despertar antes siempre es más saludable. —Le sonrió—. ¿Nos vemos mañana?
—Te esperaré donde siempre.
—¡Hay que ganarle a Maia!
—¡Hay que ganarle a Ignis Fatuus! —respondió Itzel, levantando su vaso para beber el último trago. Ella también se retiraría de la fiesta temprano.
Cada paso que Saskia daba la alejaba cada vez más del bullicio y la multitud. No sentía pesar en su corazón. Desde un principio estuvo clara en que lo de ella y Dominick jamás iría más allá de un simple beso, así que no tenía nada que lamentar.
Se llevó la mano a la cabellera, soltando la cola para que su cabello cayera sobre su espalda. Sentí una enorme presión en la cabeza. Un buen baño y un reconfortante sueño la harían despertar como nueva.
Metió una de sus manos para acariciar su cuero cabelludo, mientras subía las escaleras, cuando fue sujetada por el brazo que llevaba suelto. Un poco molesta, se volteó para descubrir a Dominick frente a ella.
—¿Ya te vas?
—Sí. Estoy cansada.
—Pensé que te quedarías un rato más en la fiesta. Incluso que bailarías conmigo.
—Dominick... —Lo detuvo—. No tenemos porque llevar esto más allá de donde está. Tú y yo no formamos parte del mismo Clan, y por lo visto, tú estás muy ocupado atendiendo asuntos amorosos.
—¿Celosa?
—Tengo los pies bien puestos sobre la tierra. Lo de Maia me hizo despertar. Si su Clan, quiénes la idolatraban, fueron capaces de sometarla a tales torturas, ¿qué piensas qué hará mi mamá?
—¿Acaso estás asumiendo que sientes algo por mí?
—No siento nada por ti.
Dominick subió un escalón más, quedando frente a sus labios. La tomó por la cintura y la besó. No era la primera vez que ocurría, y Saskia anhelaba el beso de su compañero, así que se aferró a su espalda con todas las fuerzas que aún le quedaban. No solo Maia tenía que ser la única que podía tener un amor prohibido, aunque este estuviera sumergido en las profundidades del Sarisariñama.
Los besos de Dominick se iban intensificando, todos ellos bien recibidos por Saskia. Sumergidos en la pasión de lo prohibido. El último pensamiento racional del Primogénito de Aurum le permitió abrir un portal espejo que terminó por trasportarlo a su habitación, en la residencia de su Clan.
Pronto la camisa de Dominick yacía tirada en el suelo de la habitación, mientras él la ayudaba a deshacerse de las suyas. Sus ardientes manos trazaron surcos en la anhelada espalda. Él no dejó ni un minuto de besarla. Sus labios no daban tregua a los suyos. El sabor de la piel canelada se iba imprimiendo en el ser del Primogénito, entretanto buscaba en el pantalón de mezclilla el trozo de aluminio.
Sus sábanas olían a mandarina, y embriagado de su aroma, de la suavidad de su piel y del fulgor de sus Sellos, ella se unía a Dominick.
Poco importaron las prohibiciones de la Fraternitatem Solem, ni las promesas hechas a terceros, ellos necesitaban uno de la otra. Habían anhelado en lo secreto estar así de unidos. El tiempo era suyo. Nada podría separarlos ahora.
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