Robar el honor
«¿En verdad quieres hacer esto?», le preguntó Maia con las pupilas dilatas por la rabia y la adrenalina.
«Es lo que querías, Primogénita. Te prometo que seré rápido».
«No prometas nada, Custos. No creo que salgas con vida de esto».
—Doy mi palabra de vencer —gritó Ignacio, atándose al juramento.
Ambos chicos se colocaron en posición de ataque. Amina decidió acercarse.
Ignacio esquivó el ataque, bloqueando cada uno de los puñetazos que la joven le lanzaba. Agachándose, Amina intentó hacerle perder el equilibrio, pero Ignacio dio un salto mortal hacia atrás, volviendo a por ella.
Los movimientos de ambos jovenes eran muy rápidos. Ignacio intentó lastimarla un par de veces, pero la chica dio un saltó sobre su cabeza, colocando sus manos detrás de sus piernas para darse firmeza en el aterrizaje.
Cada golpe arrancaba interjecciones de asombro en la multitud. Se podía ver que ninguno de los dos estaba bromeando.
La rapidez con la que Amina se deshacía de los ataques de Ignacio y los devolvía, no solo eran motivo de sorpresa entre los presentes, también lo eran para su propio primo.
«Lo haces muy bien, pero debo ponerle un fin a esto», le aclaró. «Lo siento».
Amina no entendió las palabras de Ignacio. ¿A qué podía referirse? El combate iba igualado y ambos estaban dando todo lo que tenían. La joven lanzó una patada que Ignacio detuvo, propinándole dos puntapiés en la costilla herida.
Las pupilas de Amina reaccionaron al dolor. Con un nuevo golpe, Ignacio la hizo trastabillar, mientras la chica se llevaba las manos a la herida, sintiendo el tibio líquido manchar sus dedos. Se miró nerviosa las falanges, descubriendo sangre en ellos.
Su mirada pasó de sus dedos a Ignacio.
Este tendió las manos hacia adelante, en señal de que el ataque había terminado.
—Ya sangraste. No es necesario que continuemos.
-¡Eres un desgraciado, Ignacio! —Colocó de nuevo sus manos en su costilla—. No has combatido justamente. Sabías que estaba herida, ¡curaste mis heridas! ¿Y me traicionaste?
—¡Amina, por favor!
Ignacio dio un paso al frente, deteniéndose. Era cierto que los ojos de su prima ya no podían desprender el fuego de Ignis, y pese a ello, centellaron.
La joven se lanzó al ataque. Ignacio se defendió de la brutal embestida. Se supone que debería ser más lenta. La contracción de los músculos faciales de la chica se evidenciaba que estaba sufrimiento; la herida le causaba dolor, y sin embargo, lo estaba atacando como si acabara de iniciar un entrenamiento.
Un descuido, a causa de tan perturbadora revelación, fue lo que le costó a Ignacio su triunfo.
Amina lo tomó de los brazos, y en un rápido movimiento, lo envolvió con sus piernas, haciéndolo caer de rodillas al suelo. Sujetado desde su espalda, la chica apretó el cuello del Custos haciendo una tenaza con su brazo.
Tan fuerte lo apretaba, que Ignacio se olvidó de defenderse, para llevar sus manos a los delgados brazos de la chica, en un intento de minimizar la presión en su cuello. Pero ella no cedía, y él sentía que el aire le estaba fallando, sus ojos blanquearon. Amina lo estaba estrangulando.
Los gritos y la histeria se hizo con todos.
Se suponía que aquello acabaría con sangre, y ya uno de los contrincantes había sangrado, pero al parecer la Primogénita de Ignis Fatuus había decidido llevar esto a otro nivel.
A pesar de la indignación y el miedo que se había esparcido en el campamento, nadie era capaz de intervenir. Temían que aquella "asesina" se viniera en contra, y más de uno resultara muerto.
Ignacio no podía pensar. Por primera vez en su vida se había sentido tan débil que decidió no seguir luchando. Bajó los brazos, cuando sintió que la presión en su cuello había disminuido. Quizá su prima había reaccionado, probablemente su ataque fue una mala broma que se había salido de control. Tomó con desespero una bocanada de aire, todo en menos de un segundo, cuando el cuerpo de su prima cayó abatido a su lado, y él tras ella.
No había visto nada, no sabía que había pasado: Gonzalo había tomado el Bô, propinándole un golpe tan duro a Amina, que lo había partido en su espalda. La joven se desplomó, su hermano lo hizo después. Ese fue el final de aquella pesadilla.
Como Gonzalo lo supuso, el tema de conversación durante la cena fue la pelea entre su hermano y Amina, pero contrario a lo que había pensado, ninguna de las opiniones de los campistas era a favor de alguno de ellos.
Apartado en un rincón, con sus arepas de chigüire y queso de mano, acompañado con jugo de papelón y limón, y su postre de quesillo, meditaba lo que había oído, sin dejar de escuchar los comentarios que llegaban a su mesa.
Su hermano fue catalogado como un traicionero. La noticia de que Amina ya estaba herida antes de iniciar el combate, corrió como pólvora por todo el campamento. Fue un acto bajo por parte de Ignacio, aprovecharse de la condición previa de su prima, para humillarla frente a todos, ¡claro! Más de uno aseguraba que había que "bajarle los humos a la niña", pero aquello había rebasado cualquier comportamiento.
De Amina no había mucho que decir. Pasó de pobre niña, a chica "alzada", para terminar como la "loca del campamento". Sus arrebatos de ira jamás serían olvidado por la colectividad, y si todos llegaron a quejarse de que ella estaba saltándose en el horario, ahora nadie quería entrenar con ella, ni siquiera aceptaban compartir el mismo salón de clases.
El trauma entre las féminas de la fraternidad fue tan apoteósico que, acto seguido al traslado de la joven Primogénita a la enfermería, comenzaron a lloverle peticiones a Zulimar de que le asignaran un baño privado a la chica. Nadie quería estar en el mismo espacio que ella, menos si este era cerrado.
Y, por último, él. Se supone que tendría que quedar como un héroe después de propinarle aquel "palazo" a su prima, con el cual la dejó fuera de combate, pero a cambio, fue criticado por golpear a una mujer por la espalda, por no presentar batalla de frente, y porque, a fin de cuentas, los tres eran familia y se estaban tratando de aquella manera.
No en vano, Eun In le comentó que tenía que agradecer que ninguno era japones, ni vivían en época de deshonra, porque a eso habían llevado a su familia. Sus acciones viscerales acababan de robarle el honor a los Santamaría.
Pero, por irónico que pareciera, aquello permitió que Ignacio y Maia entrenaran lejos de todos, como querían, dándole un poco de paz al campamento.
La segunda jornada de talleres había terminado, por lo que los jóvenes se reunieron en el comedor para retirar las bandejas con el menú que habían solicitado.
Manteniendo la costumbre del colegio, los Primogénitos buscaron sentarse en la misma mesa. Si la Fraternitatem había decidido unirlos para las prácticas, entonces nadie podía sentirse ofendido al verlos compartir la mesa.
Saskia estaba concentrada en su pollo al curry en leche de coco, cuando Leah se sentó frente a ella, a la derecha de Dominick. Era normal que las parejas de los chicos e Itzel, se sentaran con ellos, pero era la primera vez que Leah lo hacía. Sin embargo, su presencia no hizo diferencia.
Los jóvenes continuaron con sus habituales temas de conversación esperando a que los miembros de Ignis Fatuus aparecieran.
—Ibrahim, ¿has hablado con Gonzalo? —quiso saber Itzel, tomando la salsa de tomate que reposaba en el centro de la mesa.
—Desde ayer se ha mostrado un poco taciturno, así que le estoy dando su espacio. —Todos lo miraron, así que el chico subió uno de sus hombros—. Le he mandado mensajes, pero no los ha respondido. Cuando lo haga, me acerco.
—¡Muy inteligente! —aseguró Luis Enrique.
—De pana que no debe sentirse muy bien —comentó Eugenia—. Aún los chicos no han dejado de hablar sobre lo que ocurrió ayer y las críticas han sido muy duras.
—¿Y cómo no serlo? ¿Acaso no vieron que la Primogénita de Ignis Fatuus se volvió loca? —le respondió Leah.
—¡Leah! —Dominick la llamó la atención.
—No sería la única loca que anda suelta —respondió Saskia.
—¿Por qué lo dices? —La chica la interpeló.
—Es cuestión de lógica —intervino Aidan—. No creo que a ninguno de nosotros nos guste ser humillado por un miembro inferior de nuestro Clan —confesó enrollando la pasta a la boloñesa en su tenedor—. Yo tampoco hubiese parado.
—Pero creo que se le fue la mano —dijo Dominick—. En eso todos debemos de estar de acuerdo.
—Yo no lo estoy —respondió Saskia con firmeza—, y mucho menos para llamarla loca. Al menos ella estaba defendiendo su honor y, no tuvo que cortarse las venas.
Volvió a su pollo, mientras que todos dejaron de comer. Pasmados por su palabra y comprobando el disgusto que acaba de pasar Leah, esperaron lo peor, pera la chica solo tomo su bandeja y se levantó. Dominick miró con desaprobación a Saskia, siguiendo a Leah, era su deber estar con ella y pese a todo ello, la Primogénita de Astrum fue incapaz de dejar de comer.
—Creo que el comentario ha estado algo fuerte —le aseguró Itzel.
—En otras circunstancias te hubiese dicho: «¡Chamaaaa! ¡Te pasaste!», pero alguien tenía que ponerla en su lugar —le felicitó Ibrahim, ante la mirada de desaprobación de Aidan y el pellizco de Itzel—. ¡Ay! ¡Pero tengo la razón!
—Aunque no puedo aplaudirte el comentario, dado a que Leah no debió pasársela nada bien, ni siquiera en estos momentos debe estar muy bien, alguien tenía que ponerla en su lugar. Ninguno sabe por lo que está pasando Maia para catalogarla como loca —reflexionó Luis Enrique, sin dejar de cortar el bistec. Lo tomó con el tenedor y se lo llevó a la boca, descubriendo que tenía la atención de toda la mesa.
En esos momentos, lo que Gonzalo necesitaba era aparatarse de la multitud.
Estaba dispuesto a seguir el ejemplo de su familia y abandonar el horario, a fin de cuentas aquellas clases formativas le servían de muy poco, no había nada nuevo que aprender, al menos nada que él ya no supiera.
En el pasillo que daba a las escaleras hacia la sala general, sitio por el que obligatoriamente todos debían pasar para salir de la residencia, se encontró a Ignacio. Su hermano iba arreglándose el tap, lo que indicaba que iría a practicar con el arco.
—¡Iñaki!
—¡Zalo! —respondió, dándole un breve vistazo. No quería que las trenzas del tap se le fueran.
—Pensé que te tomarías unos días más para descansar.
—Eso es imposible. Ya quedan seis días, sin contar que este va por la mitad. No me puedo tomar un descanso, y mucho menos sabiendo que si no me pongo las pilas, Amina barrera el piso conmigo.
—¡Seee! —contestó acompañado de un gesto afirmativo—. Por un momento pensé que podrías controlar la situación.
—No estaba jugando. De verdad la golpeé con todo lo que tenía, quizá eso fue lo que hizo que sangrara tan rápido. —Se detuvo para ver a su hermano—. Ya venía herida —suspiró, bajando los hombros. Gonzalo entendió que se estaba dando por vencido—. Desde que volvimos a Costa Azul hemos estado entrenando a escondidas. Físicamente está agotada, a punto de colapso.
—¿Qué me estás queriendo decir? Te pregunto porque eso no fue lo que vi ayer. La Amina que luchó contigo era una persona con sus capacidades al cien por ciento.
—Su cuerpo es un mosaico de cardenales. Su piel dejó de ser blanca, por lo menos la que le oculta a todos. Si la ves, no llegas a descubrir dónde están los viejos morados y donde los nuevos, sobre un lienzo amarillento... Lo que quiero decir es que el golpe tuvo que dejarla fuera de combate. Su reacción no fue la de una persona normal.
—Iñaki, Amina no tiene Donum, la Umbra Solar se lo quitó. Perdió su Sello —dijo temeroso, más para convencerse a sí mismo.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! Y es lo más extraño, Zalo. Amina solo quedó con el Donum Maiorum porque lo "activo" antes de que le arrebataran todo lo que tenía, pero el don de telepatía no la puede defender, ni darle fuerza.
—¿Dónde está ahora?
—Montero vino a atenderla. Desde esta mañana ha estado ocupándose de ella.
—¿Crees que le prohíba participar en la competencia final?
Ignacio bufó de burla.
—Más temo que ella de desobedezca. Pase lo que pase, Amina subirá a las Torres. Ni dopada se hará a un lado. —Gonzalo lo miró con preocupación. Ignacio sonrió con ternura, dándole un pequeño golpe debajo del hombro—. ¿Practicas conmigo?
—¡Faltaba más!
***
¡Holaaaa! Espero se encuentren bien y perdonen la tardanza.
De nuevo tengo problemas con el Internet. Desgraciadamente, esto se está haciendo muy común en mi país, cada día más atrasado, por lo que pido disculpas.
Les quería comunicar que a partir de esta semana estaré publicando un capítulo menos para que me dé tiempo de terminar todo el libro, y que los cinco capítulos los publicaré los sábados, si continua el problema del Internet =(
Bueno, tengo que tener esperanza y fe en que no será siempre así.
¡Les quiero mucho y gracias por su apoyo y por seguirme!
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