Reemplazo

—¿Crees que deberíamos seguir escuchando las conferencias? —cuestionó Itzel, mientras se dirigía con Ibrahim hacia uno de los auditorios.

—Mentiría si niego que no es tentador fugarse, pero seamos realistas, ellos están en otro nivel.

—¿A qué te refieres?

—No importa si se forman o no, ni siquiera tienen un Sello que los defina o asocie con algún Clan.

—El hecho de que no tengan un Sello no quiere decir que no sigan siendo Ignis Fatuus.

—Lo sé, pero las exigencias para ellos no son iguales a la nuestras, It.

—¿Acaso me estás queriendo decir que en caso de un ataque por parte de los Harusdras, ellos saldrán ilesos?

—¡No! ¡Claro que no!

—¿Entonces?

—Jamás estarán al frente, como nosotros seis.

—Muchos de los que estamos aquí no estarán al frente y, sin embargo, están obligados a asistir a las formaciones, así que esa clase de argumento no es convincente.

—La verdad es que no sé como explicarte.

—Gonzalo está yendo a las formaciones.

—Técnicamente, Gonzalo sigue de reposo.

—¿Y? Al final estará con su hermano y su prima, en el mismo lugar, sea al frente, en el medio o en la retaguardia.

—O quizás no estén —le aseguró Ibrahim.

—¿Qué quieres decir? ¿Manejas información que nosotros desconocemos?

—No están obligados a combatir al Harusdragum.

—¿Cómo puedes decir eso? Sabes muy bien que Maia odia tanto a ese ser como nosotros.

—No lo estoy negando, solo que creo que su objetivo ahora ha cambiado.

Itzel se detuvo, entretanto Ibrahim abría la puerta del salón para introducirse a través de ella. Quizás él tenía razón, y la motivación que movía a los Ignis Fatuus no era la misma que la Hermandad.

Amina se quitó la blanca blusa, acercándose al espejo de la enfermería para supervisar la herida. Subió su brazo izquierdo y apareció el pequeño y profundo corte. Colocó sus dedos carca del él, haciendo una mueca de dolor.

Dando la espalda, buscó un poco de gasa y yodo para limpiar la herida, además de unas cintas adhesivas que le permitieran sujetarla. Leyó cada uno de las etiquetas de los frascos ámbar que estaban guardados en el estante, cuando la puerta se abrió.

—Sabes que estarás en grandes problemas si eres descubierta.

La voz de Ignacio la sobresaltó. Dándose media vuelta, lo miró con rabia.

—Y temblaré como gallina si eso llega a pasar —le respondió, volviendo a lo suyo.

—Te ves bien en top.

—Piensa que estás en la playa y te calmarás.

—Están tan ácida que no me produces ni un mal pensamiento. —Sonrió, escuchando un chasquido de la chica—. Hablando en serio, debiste decirme que estabas herida.

—La herida no es nueva. Mira —le aseguró, mostrando su costado—. Probablemente el batazo que me diste la volvió a abrir.

—¿Batazo? Solo te di con el Bô, y por descuidada.

—Batazo. ¿Acaso pensaste que era una pelota o qué?

—No tendrán compasión contigo, princesa —le contestó, tomando el agua oxigenada—. Aunque no tengas el Sello en tu frente y el poder del Phoenix no esté en ti, tu sangre sigue estando por encima de todos nosotros. Si caes en manos de nuestro Clan o de los Harusdras, no tendrán compasión contigo, no te mirarán con los ojos amorosos de Gonzalo, ni sabrán cuando detenerse, como lo estoy haciendo yo.

—No tienes que darme explicaciones. Sé muy bien que la compasión de Ignis Fatuus hacia mi persona terminó, si es que alguna vez existió. —Ignacio limpió su herida, para luego secarla con un poco de gasa, entretanto ella hacía un gesto de dolor—. ¿Te estás deteniendo?

—¿Eh? —preguntó, concentrado en colocar el yodo sobre la herida.

—¿Te estás conteniendo cuando entrenas conmigo?

—Me detengo cuando sé que no puedes más. —La miró—. La idea nunca ha sido matarte. Si quieres la muerte, tendrás que buscarla de otra manera —confesó colocando las cintas adhesivas sobre la herida.

La joven miró al espejo pensativa. Su Custos tenía razón, no tendrían compasión con ella.

Saskia se encontraba un poco perdida entre los pasillos de la residencia. Todavía no daba con el salón que le correspondía. Dominick iba pasando hacia otro pasillo con un grupo de chicos de Aurum cuando la vio. Se detuvo, pidiéndole a los demás que continuaran.

—¡Sasky! ¿Qué haces?

—Intento ubicarme, pero creo que he descubierto que mi torpeza llega a otro nivel: no sé diferenciar entre un cuarto y un auditorio.

—No digas eso —le respondió sonriendo, mientras la tomaba por los hombros—. No eres torpe, y si te sirve de consuelo, sigues en el pasillo de los salones, así que mal ubicada no estás, solo un poco perdida como el resto.

—Es una bonita manera de decirme desubicada.

—¡Oh, vamos! ¿Por qué debes tomarte todo a mal? —La abrazó, acariciando con mimo su cabellera—. Tu caballero te llevará a tu salón. ¡Déjame ver! —Tomó el horario de la joven, echándole un vistazo—. Por suerte, sé dónde queda.

—¿Sí? ¿Dónde?

—Acabo de salir de él.

Subiendo el Bô sobre su cabeza, Amina evitó un ataque de Ignacio. Era consciente de que su primo terminaría por mandarla al suelo, así que cuando el retiro la vara para golpear su costilla, ella hizo un rápido movimiento, quitándole la estabilidad a sus piernas.

Por primera vez, Ignacio fue a dar al suelo.

—¡Levántate! —le dijo.

—Deberías dejar que te felicite, luego beber un trago.

—Estoy bien. No me siento deshidratada.

—Bien. —De un saltó se puso de pie—. Continuemos, princesa.

Ignacio se puso en guardia, pero Amina no reaccionó, por el contrario, con un gesto le señaló al grupo de personas que se acercaba a ellos. Apoyándose en la vara, Ignacio se giró para contemplar a los visitantes. Venían liderados por una joven de piel tostada y, cabello negro y liso con hermosas ondas en sus puntas. Le sonrió al sentir que tenía su atención sobre ella, mostrando su hermosa dentadura.

—Creo que tenemos visitas —susurró Ignacio, sin dejar de verla.

«Sabes que puedes hablar conmigo así», le transmitió mentalmente Maia.

«Dime que no pueden escucharnos».

«No tengo poder como para que todo mi Clan, ni la Hermandad, gocen de mi Donum Maiorum».

«¿Hermandad?», sonrió con sarcasmo, en la medida que el grupo estaba mucho más cerca.

—Maia Santamaría —saludó la recién llegada.

El hecho de que pronunciara ese nombre, y la forma en que lo dijo, hizo que Ignacio esbozara una divertida sonrisa, para voltearse a contemplar, brevemente, con una ceja levantada en el rostro imperturbable de su prima.

—Lo siento, pero no tengo ni la más remota idea de quién eres.

—Deberías... En especial, después de que caíste en desgracia dentro de nuestro Clan.

«¿Eres una especie de brujo o qué?», le comentó a Ignacio, sin dejar de ver a la chica, ni cambiar su postura.

El chico bajó su rostro, moviendo su cabeza de un lado a otro y apretando los labios, mientras se aferraba al Bô para no soltar la carcajada.

—Mi familia se limita a seis personas, y tú no estás entre ellas así que... —Suspiró, Amina negó con el rostro—. No tengo ni la más puta idea de quién eres.

El rostro de Ignacio se contrajo en un «¡Oh!». Su prima no era una persona vulgar, pero quizás aquello comenzaba a formar parte de su nueva personalidad.

—¡Jum! —La chica sonrió con superioridad—. Tu limitado mundo fue lo que terminó por hundirte. Soy Rosa María Altagracia.

Ignacio no se pudo contener, tuvo que llevarse la mano libre a los labios y apartar la mirada de la joven. Aquello era demasiado para él.

«¡Pobre! Yo en su lugar demandaría a mis padres», le comentó a su prima. Aunque está no se rio, un brilló pasó por sus ojos. El comentario le había resultado divertido.

«Ella no tiene culpa de tener padres tan poco creativos, aunque en ciertos casos exageran».

Al ver que Amina no decía nada, Rosa María continuó.

—¿Ves eso que está allá? —señaló a la galería. Amina miró, pero siguió sin responder—. Son las Torres de la Muerte.

«¿Cuál es el trauma de esta gente con esas pe'azos de torres?», le preguntó a Ignacio.

—Solo los líderes de cada Clan tienen acceso a ella. La prueba final de su entrenamiento se lleva a cabo en ese lugar.

—Quiere decir que jamás te subirás a una.

—¡Je! Eso es cierto, o por lo menos, lo tenía prohibido hasta que la Umbra Solar se hizo con tu Donum.

Amina la miró con intriga, al igual que su primo.

—Quiere decir —continuó Rosa—, que Ignis Fatuus se ha quedado sin líder.

—Hay personas mejor entrenadas que pueden asumir el liderazgo de mi Clan, si es lo que intentas hacerme saber.

Rosa miró con desprecio a Ignacio y rio.

—No puede ser rival para nadie alguien que porte un incompleto Sello, si es que eso que tiene tu primo en la frente puede llamarse así.

Sus palabras hicieron que Amina apretara fuertemente sus puños. Se estaba cansando de esa chica.

«¡Tranquila! Puede que tenga razón, pero jamás olvides que la batalla siempre la gana el astuto, el inteligente, y si pierdes el control, ella tendrá poder sobre ti, ¿o es que acaso no puedes ver que eso es lo que está buscando».

Ignacio tenía razón, pero cuánto costaba controlarse, cuando quería demostrarle que ella seguía siendo la descendiente de Ackley.

—Entonces, ¿me estás retando?

—Eres muy inteligente. —La felicitó aplaudiendo, gesto que fue avalado por sus seguidores—. En seis días te demostraré quien tiene el poder para liderar las fuerzas un Clan como Ignis Fatuus, y probablemente será considerada para portar el Donum de la Primogenitura.

—¿Qué quieres decir?

—¿Es en serio? —preguntó, riendo a carcajada—. ¿Acaso no sabes que nuestro Prima te está buscando reemplazo?

Maia miró a Ignacio. Si aquella información era cierta toda la Fraternitatem Solem estaba en peligro.

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