Punto de quiebre

Con una sonrisa en su rostro, Luis Enrique salió al patio de la casa de Itzel. Su novia yacía sobre la hamaca leyendo una novela de Charles Dickens. Sonrió, sentándose a su lado.

—Me encanta tu selección de libros.

—Necesitaba distraerme un poco, aunque no he podido avanzar de este párrafo.

—Me lo imagino. —Pasó su brazo por los hombros de la chica. Itzel se acomodó en su pecho.

—La Fraternitatem está muy alterada por todo que ocurrió ayer.

—Me gustaría creer que el Prima de Ignis Fatuus desconoce la magnitud de lo que significa arrebatarle el Donum a su Primogénito.

—¿Qué quieres decir?

—Todos creen que es un simple tomar y ceder, pero con ese tomar no solo se arrebata un don, sino que se maldice al que lo portará.

—No te estoy entendiendo.

—La persona que reciba el Donum de la Primogénita de Ignis Fatuus no será una persona escogida directamente por el Solem, y ya ese es un acto de rebeldía contra la fuente principal. Aun cuando por sus venas corra la sangre de la elegida, cada una de las decisiones de vida se verán sometidas entre favorecer o atentar en contra de la Fraternitatem Solem.

—¿En contra? ¿Cómo puede ir en contra de la Hermandad?

—La Umbra Solar no solo castiga a quien porta el don, sino también al que lo recibe, y con él a toda la Fraternitatem. El nuevo Primogénito de Ignis Fatuus será una amenaza para ustedes, los Primogénitos, y lo que más temo es que no puedan combatir contra él y contra los non desiderabilias al mismo tiempo.

—Cielo, ¿cuál crees que sean los verdaderos planes de Arrieta?

—No lo sé, corazón. Es difícil conocer o intuir los verdaderos sentimientos de una persona que se ha dejado corromper por el poder. Pero lo que si te puedo aconsejar es que debes ser muy cuidadosa con cada paso que des.

—Espero que te quedes a mi lado para ayudarme.

—Allí estaré —le aseguró besando su frente.

A pesar de que su padre le había dado una palmada en el hombro en señal de que había hecho lo correcto, Aidan no podía estar en paz con su conciencia, por lo que lo siguió hasta la biblioteca. Su padre yacía sentado en la butaca que solía ser de su abuelo, con los pies cómodamente reposando en el escabel, en sus manos tenía un periódico y alrededor de la butaca otros más.

—¿Y ese desorden? —quiso saber el joven.

—¿Eh? ¡Ah, Aidan! —Sonrió—. ¡Acércate!

—¿Está buscando crucigramas? Porque si es así puedo robarle unos cuantos a Dafne. ¡Sé donde los esconde!

Andrés sonrió con ternura, por un momento Aidan dejó de ser el joven preocupado para convertirse en su pequeño travieso.

—No es necesario. No estoy buscando crucigramas. —Aidan bajó el rostro—. Aunque podríamos hacernos con unos cuantos crucigramas, y ver como el rostro de tu hermana se pinta de un rojo camarón —confesó con picardía, ante la sonrisa traviesa de su hijo.

—¿Sería capaz de hacer eso?

—¡Claro! Siempre y cuando tú cargues con la culpa.

—¡Eso es muy macabro de su parte papá! Pensé que diría que el regaño sería compartido.

—La idea fue tuya.

—Recuérdeme no darle malas ideas —se quejó, negando con el rostro.

Iba a marcharse, pero Andrés lo retuvo.

—Aún no te vayas. —Aidan obedeció—. Me preguntaste por el desorden y creo que es hora de que toque otros asuntos contigo.

—¿Tendrá que buscar otro empleo?

Andrés volvió a sonreír, con ese gesto paternal y protector que derretía el corazón de Elizabeth.

—No. Las finanzas de la casa van bien, hasta ahora. —Lo tranquilizó—. Desde diciembre han ocurrido ciertos hechos que han llamado la atención de nuestro Clan. —Aidan se acercó sentándose en el suelo, luego de tomar algunos periódicos que se encontraban dispersos—.¡Mira! —le señaló Andrés.

Costa Azul, viernes 03 de enero. En las inmediaciones del Muelle "Pescador Marabino" las autoridades policiales encontraron el cuerpo de una joven el cual aparentemente fue desmembrado...

—¿Desmembrado? —preguntó Aidan, mientras miraba confundido a su padre—. ¿Qué quiere decir con desmembrado? —quiso saber sin dejar de leer.

—En el periódico no especifican, pero no es el único.

Aidan leyó cada uno de los titulares que su padre le facilitaba: «Joven fue encontrado sin corazón». «Mujer de mediana edad fue hallada sin vida». «Hombre amputado fue asesinado cerca de los galpones del Puerto». Eran más de veinte sucesos similares.

—No entiendo lo que está ocurriendo.

—El periódico no lo dice, y las autoridades jamás lo sabrán, pero cada una de las víctimas pertenecía a un Clan.

—¿Qué quiere decir?

—Para que las almas se entreguen al Harusdragum se debe sacrificar a un miembro de cada Clan, así los nuevos non desiderabilias recibirán los beneficios de aquellos que se corrompen portando el Sello del Donum.

—¿Eso no es un poco diabólico?

—Lo es. Mas los iniciados anhelan tanto formar parte de los Harusdra, que ya ves. —Le señaló el periódico—. Poco les importa acabar convida de inocentes.

—¿Y qué está haciendo la Coetum? Porque esto es verdaderamente grave, mucho más que el circo que Arrieta ha montado.

—Hasta los momentos no ha hecho nada.

—¡Papá! —se quejó.

No podía entender cómo seguían tan apacibles ante semejante masacre.

—Hay personas que están desapareciendo, pero debemos investigar.

—¡Esto es una locura! —Se tomó de los cabellos, subiendo las piernas—. ¿En qué momento entre al caos? ¡Porque no me di cuenta! Si conoce la salida, deme una señal, le juró que saldré corriendo de aquí.

—Es la típica reacción que esperaba de mi hijo adolescente.

—Le juro que siento que es mucho para mí. Parece que la vida ha conspirado porque crezca, ¡y a las malas!

—¿Y te rendirás?

—Sabe que no lo haré. Pero tengo otra prioridad ahora. No le seré útil a esas personas si estoy pensando en Amina. —Andrés sonrió con empatía—. ¿Ha logrado algo?

—Estamos en ello, campeón. Pronto tendremos respuestas, y espero que sean las que esperamos.

Los cuerpos de los chicos fueron soltados. Rápidamente descendieron hasta detenerse a escasos centímetros de suelos, donde fueron dejados.

La sangre se había secado en sus pies, rostros y cabellos, incluso parte del líquido se había colado por las esterillas empapando las ropas ya humedecidas con sangre. 

Las cadenas fueron liberadas, y las esterillas cayeron al suelo. Los chicos intentaron contener el grito que produjo el golpe de la caída, pero fue en vano.

Sentían que no podían dar un paso, en esas condiciones jamás volverían a sus habitaciones por sus propias fuerzas, mas no fue necesario. 

Llevados por los hombros, fueron arrastrados hasta el corazón de la Coetum. Amina no podía creer que estuvieran de nuevo allí. ¿Qué era lo que quería hacer Arrieta?

Ni siquiera tuvo tiempo de formular la pregunta, fueron amarrados a las barandas como el día anterior. 

Gonzalo le echó un rápido vistazo a su hermano, quien sonreía con sorna, por lo visto Ignacio se lo veía venir. El mayor de los Ignis detestaba estar allí, esperando a que los otros concibieran un plan que les permitiera escapar, mientras él se iba quedando sin energías.

Amina esperaba la aparición de la Umbra Solar, pero es su lugar fue Arrieta quien hizo acto de presencia sobre el patíbulo. Deseaba verlo a la cara, pero hacerlo era ponerse en evidencia, así que, cabizbaja, seguía con cautela los movimientos de sus zapatos.

El hombre aplaudió.

—El espectáculo de ayer fue una obra maestra. Ahora, ¡helos aquí! Sin ninguna defensa, en mis manos. —Caminó hacia Ignacio, sosteniéndole la barbilla al joven con fuerza. El chico opuso resistencia, sin embargo, no lo miró, no le daría el placer de que leyera su impotencia en sus ojos—. ¿Qué se siente Custos de Ignis Fatuus descubrir que no eres más que un vil gusano? ¿Dónde está el Populo que juraste defender?

Silencio. A pesar de la indignación, ninguno habló. «Ni con el enemigo, ni con el diablo se dialoga», les había recomendado Ignacio en cuanto intuyó que los expondrían nuevamente a la Umbra Solar

Ese consejo no era suyo, el señor Jung se lo había enseñado durante su entrenamiento, y lo atesoraba como el mayor de los regalos. Ahora era de todos, y ninguno se atrevía a ir contra semejante enseñanza.

—Te crees muy valiente? —le gritó Arrieta. Ignacio se zafó con un brusco movimiento. El hombre sonrió perversamente—. Conseguiré tu punto de quiebre y te haré sufrir. ¡Te destruiré, Custos de Ignis!

Amina no entendía el motivo por el cual Arrieta se ensañaba en contra de Ignacio. Se sentía orgullosa de la entereza de su primo, no parecía un chico de diecisiete años, mostraba la madurez de un hombre de más de treinta. La vida de privaciones a la que Ignacio fue sometido en cuanto el Donum se manifestó lo hizo crecer, dentro de su jovial cuerpo habitaba un alma vieja, forjada entre el flagelo y la privación.

Arriera descendió del patíbulo. En cuanto su pie estuvo en el último escalón, subió su mano derecha, continuando su camino hasta su curul. Esa señal fue leída por los guardias del Prima. Las cadenas fueron templadas y la Umbra Solar ascendió. Un ligero estremecimiento recorrió el cuerpo de Gonzalo.

«No tengas miedo», le dijo su hermano. «Estamos juntos en esto».

Era un alivio para los chicos poder comunicarse entre ellos sin causar sospechas alrededor, ni que su Donum Maiorum sucumbiera ante la Umbra Solar

Arrieta seguía sin inmutarse, cómodamente tirado en su asiento, viéndose las uñas, mientras Ignacio se preparaba para enfrentar la piedra del castigo.

Nada fue diferente para Ignacio, salvo que el cansancio se sintió con más fuerza. Tuvo deseos de gritar, ¡por los cielos que deseaba hacerlo! Sentía que le estaban arrancando las entrañas, y era lógico sentirse así, su cuerpo había sido maltratado, no tenía energía para soportar el martirio, pero si se derrumbaba perdería a Amina y a Gonzalo, y no podía darse el lujo de hacerlo, mucho menos delante de Arrieta. ¡No se quebraría!

Con la frente empapada de sudor, cayó de rodillas ante el menhir, con sus manos en la piedra caliza, cuando sintió que sus tobillos eran jalados, yéndose de bruces. Su brusca caída enfadó a Gonzalo y a Amina, quien apretó los puños llena de cólera, estaba dispuesta a acabar con todo el lugar.

—No lo hagas —murmuró Ignacio en un dejo de voz—. No le muestres debilidad.

La chica cerró sus ojos, intentando apaciguar la ira con su respiración, pero fue imposible, dado a que las cadenas de Gonzalo fueron soltadas.

Por primera vez Ignacio sintió el terror que produce el roce de las alas del ángel de la muerte: su hermano era el eslabón débil de Ignis Fatuus. Con espanto vio a su hermano retorcerse frente al zafiro. Su grito asemejaba un alarido, el lamento de quien está siendo despojado de su alma.

Gonzalo cayó inconsciente, esta vez Ignacio no vio una sonrisa de humillación en su rostro, ni siquiera pudo contactar con su mente, simplemente su hermano no estaba. Con pavor se fijó en el hilo de sangre que brotaba de la comisura de sus labios y sintió que el corazón se le partía en dos.

—No —susurró, templando las cadenas que le aprisionaban—. ¡NOOOOOOO! ¡NOOOOOOOOOO! —gritó, con los tendones sobresaliendo por toda su piel.

Las lágrimas brotaron de sus rasgados ojos. Nada le importaba, ¿qué le iba a importar si su hermano ya no estaba?

La risa baja y bufona de Arrieta se hizo sentir, Amina la percibió. Inevitablemente giró su rostro hasta ubicarlo.

—¡Ja, ja, ja, ja, ja! Te dije que tenías un punto de quiebre. —Ignacio sollozó lleno de dolor e ira—. No deberías desesperarte, aún no lo he matado. Pero debes estar consciente de que no soportará más frente a la Umbra.

Amina miró la frente de su primo, el Sello rosa de Gonzalo se había cubierto de un rosa ceniza casi en su totalidad. Estaba perdiendo su poder.

—¡Maldito! —masculló entre dientes Ignacio—. ¡Eres un malnacido!

—Un malnacido que tiene un poder del cual nunca gozarás. Sin embargo, no debes sentirte triste, pronto le seguirás, y la dejarás sola. —Señaló a Amina, Ignacio volteó rápidamente hacia su prima. Sus miradas se cruzaron y el joven sintió pavor. No podía perderla—. Terminarás rompiendo tu promesa de Custos, desprestigiando a toda tu familia.

Las cadenas de Amina fueron soltadas.

—¡No! —le pidió Ignacio—. ¡Sométeme a mí, pero déjala!

—¡Iré! —le calló Amina.

Con paso decidido caminó hacia la Umbra, colocando las manos en la piedra, la cual centelló con un placer que se le antojó morboso a la chica, y comenzó a absorber su Donum. Sus pupilas se dilataron, pero no es el terrible dolor que su cuerpo está experimentando lo que lo causa. Se atrevió a subir su mirada, clavándola en Arrieta. 

Este se dio cuenta de que la joven podía verlo.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del macabro viejo, quien se recogió en su puesto, mientras la joven no dejaba de contemplarlo.

La Umbra hacía su trabajo, pero Amina no gritaba. En su interior todo se está transformando. Una nueva emoción nacía de sus entrañas, un nuevo sentimiento quemaba los cimientos de su corazón. Jamás se había sentido tan poderosa y tan oscura. Era la primera vez que sentía odio.

«Juro que te mataré», prometió.

Las palabras pronunciadas en su mente alcanzaron al menor de sus primos. Las cadenas de Ignacio sonaron. Aterrado miró a su prima. Los labios le temblaron, ¿qué era lo que le habían hecho? ¿Qué clase de monstruo había creado Arrieta?    

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