Plan

La nieve dejó de caer para los miembros de la Hermandad.

Ignacio y Gonzalo estuvieron hasta entrada la madrugada en la Biblioteca, por lo que no evitaron tropezar con Arrieta.

Para ambos, aquel encuentro era una mala señal y el hecho de que los encontraran allí solo significaba una cosa: El Prima averiguaría qué era lo que estaba pasando en el seno de la casa madre.

Fue un juego de niños para Arrieta, quien rápidamente se dio por enterado de que Amina había sido envenenada en el colegio. Sin embargo, no fue este suceso el que llamó su atención sino la forma en que, según los testigos y los rumores en el colegio, la joven había creado un campo de protección para defender al resto de los Primogénitos.

El Prima sabía que dicho Donum le pertenece a Ignacio, mas era imposible que Amina se hiciera con él. El Donum Ignis había desaparecido, su fuente que es el Primer Custos, lo perdió por causa de una de las dagas de hielo, y aún no lo recuperaba, por consiguiente, la Primogénita no podía tomar un don debilitado, y si Ignacio tenía algún resquicio de este en su cuerpo y Amina lo tomaba, de seguro lo habría matado, negligencia que la joven no estaba dispuesta a cometer.

Por descarte solo quedaba una opción, el poder del Phoenix no era el único don que Maia tenía, siendo grave en el sentido de que no lo había comunicado al Prima. Además, a Arrieta le urgía verificar si su Primogénita se estaba volviendo más poderosa de lo que ya era.

Gonzalo no paró de bostezar caminó a casa. Ignacio iría al colegio, por lo que tenían que entrar en el hogar antes de que sus tíos se dieran cuenta de que no estaban allí. 

Ambos lograron llegar a sus respectivas habitaciones justo en el momento en que los despertadores comenzaron a sonar.

Ignacio se recostó en la puerta. Lo mejor que podía hacer era ducharse para despejar el sueño, escuchando a los lejos del pasillo los pasos de su tía al dirigirse hacia la escalera.

Su prima salió de la habitación preparada para una nueva jornada académica. Gonzalo se topó con ella en el pasillo, dándole un beso en el cabello.

—¡Buenos días, princesa!

—¡Buenos días! ¿Irás a la Universidad?

—No. Hoy daré algunas vueltas por tu colegio.

—¿Y eso? ¿Desde cuándo te interesa tanto mi colegio?

—Solo quiero atraer un pez gordo. —Volvió a besar su cabello.

—¡Good morning, people! —gritó Ignacio desde las escaleras, metiendo las manos en su chaqueta—. ¡Bendición tía!

—¡Dios te bendiga, mi cielo! —le contestó Leticia, colocando los platos con Gonzalo.

—¿Aún andas padeciendo la nevada de ayer?

—Ciertamente, el día pinta más cálido, pero venezolano que se respeta usa abrigo hasta con treinta y seis grados centígrados.

Leticia sonrió caminando hacia la cocina, acción que Ignacio aprovechó para acercarse a su prima.

—Hemos descubierto cómo sacar el veneno de tu cuerpo.

Maia iba a responder, pero su padre apareció en el comedor.

—¡Buen día! —saludó Israel, dándole un golpecito a Ignacio en la espalda.

—¡Bendición, papá!

—¡Dios te bendiga, princesa!

El beso de su padre, la risa de sus primos y el exquisito aroma de la sazón materna tranquilizó el alma de Amina. Confiaba en las palabras de su primo, por lo que se sentó a disfrutar del desayuno con su familia.

—Ayer me llegó una notificación del Prima —informó Israel, sentándose a la cabeza de la mesa.

—Mi vida, sabes que no me gusta hablar de esos temas en la mesa.

—Lo sé, mi corazón, pero los chicos deben de estar preparados por si Arrieta llega a aparecer.

Bastó con que nombrara al líder del Prima para que los tres se mostraran atentos.

—¿Qué quiere ese viejo ahora? —preguntó Gonzalo.

—Supo que Amina fue capaz de proyectar un nuevo campo, incluso de repeler a uno de los Primogénitos, no se a cual.

—Dominick —respondió Maia.

—Alega que esos poderes no pertenecen al Sello del Phoenix, por lo que deben ser estudiados.

—No seré su rata de laboratorio, papá.

—No está diciendo eso, solo quiere entrevistarse contigo.

—Si me siento con él terminaré borrándole el Sello de la frente.

—¿No cree que Arrieta se está excediendo, tío? —le cuestionó Ignacio—. ¡De pana que ese tipo me está sacando de mis casillas! Y le consta que he intentado ser lo más tolerable que puedo con él.

—Y deben seguir haciéndolo. No asistir a la reunión solo traerá más complicaciones con el Prima.

—Pensaré en una excusa papá, ya que no puedo explicar lo que yo misma no entiendo.

—Me parece una buena idea —intervino Gonzalo—. Nosotros te ayudaremos, pero antes debes deshacerte del veneno o de lo contrario se puede complicar la situación.

Acordando lo que harían, terminaron de comer.

Dominick acomodó su bolso en su hombro, observando a Ignacio entrar con Amina. La pareja se veían muy feliz, tan serenos que tuvo la impresión de que habían olvidado todo lo acontecido durante la semana. Itzel se detuvo al lado del Primogénito de Aurum, viendo cómo se acercaban a ellos. Por un momento creyó que Ignacio se detendría a saludar, pero este solo llevó sus dedos a su sien, dándoles un saludo militar, sin detenerse.

Aun así, le siguieron con la mirada. Delante de ellos, Aidan, Eugenia e Ibrahim también se detuvieron, al igual que Dominick e Itzel, esperaban recibir alguna muestra cordial de los chicos, sin embargo, Ignacio repitió el gesto, sin dejar de conversar amenamente con su prima.

Luego del rechazo, los cinco chicos se reunieron en el pasillo, era la primera vez que lo hacían públicamente desde que la Hermandad prohibió que estuvieran juntos.

—¿Será que ninguno puede recordar lo que pasó? —quiso saber Ibrahim.

—No lo sé, pero me alegra saber que se encuentran en excelentes condiciones —comentó Dominick, un poco molesto.

¿Ignis Fatuus? —preguntó Eugenia.

—Sí. Ya sabes que Amina es su Primogénita y él, es el más importante de sus Custodes.

—He escuchado mucho sobre Ignacio Santamaría. Se ha vuelto un fuerte referente dentro de la Fraternitatem Solem.

—¿Sí? —se quejó Dominick—. Pues su poder no es tan asombroso como todos creen.

—Si sostener y controlar el Donum de Amina no es asombroso, ¿dime qué lo es? —quiso saber Aidan.

Ibrahim sonrió por la respuesta de su amigo. Llamar a la Primogénita de Ignis Fatuus «Amina» era una clara señal que todo estaba muy bien entre ellos.

—No sé que tan grandioso puede ser —concluyó Itzel, dándose cuenta de que David la llamaba—, lo que sí puedo asegurarte es que tiene una capacidad única para pensar rápido cuando las situaciones lo ameriten. Por lo que he notado, él es el cerebro detrás de toda la organización de Ignis Fatuus, estratégicamente hablando. Pero no hay nada más fascinante que verlos a los tres en acción.

Eugenia dio un vistazo a Aidan, este le sonrió. Las palabras de Itzel dieron por concluida, para la mayoría, la conversación, por lo que cada uno se dirigió a su salón de clases.

—¿Es cierto eso? ¿Son tan fascinantes así?

—Lo son— contestó dándole la espalda, Eugenia lo detuvo.

—Aidan, sabes que te quiero. Eres una de las personas más importantes de mi vida, y a pesar de las diferencias y desacuerdos que tuvimos en el pasado, sabes que puedes contar conmigo y que nunca te dejaré, ni te decepcionaré.

—¿A qué viene esto?

—¿Te sientes atraído, de alguna manera, hacia ella?

Aidan le miró inquisitivamente, ¿en serio le estaba haciendo aquella pregunta?

—Sigo sin entender, Eugenia.

—Eres nuestro Primogénito. El honor de nuestro Clan recae en tus hombros, y tú eres una persona muy noble y fiel para —dejó de hablar, bajando el rostro.

—No soy Evengeline, Eugenia —La abrazó al ver la preocupación en los ojos de la chica—. Te prometo que todo será diferente esta vez.

—¿Estás seguro? No creo que sea una buena idea.

—Es la única forma de que saques ese veneno. Los mejores especialistas de la Fraternitatem están trabajando en un antídoto y todavía no dan con los componente del veneno. Los non desiderabilias no se detendrán a esperar a que te recuperes para atacar, y te necesitamos.

—Sin embargo, me ofreces una solución que puede tener consecuencias negativas para todos.

—Mientras más tiempo tenga el veneno en tu cuerpo, más débil será tu Donum, sin contar que no podrás tomar nuestros Munera y nosotros no podremos hacernos con el tuyo, sería muy peligroso. 

—Déjame pensarlo —Se llevó el dedo índice a la barbilla—. ¡Parece una pesadilla!

—Entonces, dime, ¿qué quieres hacer?

—Llama a Gonzalo. Pondremos en marcha el plan. Pero si no puedo concretarlo, prométeme que terminaran la tarea.

—Si lo hacemos nunca te recuperas.

—Y si no lo vencemos hoy nunca lo haremos. No te estoy pidiendo un favor, Iñaki, te ordeno que acabes con él.

Ignacio sonrió, era imposible dejar de sorprenderse con las respuestas de Amina.

—Llamaré a Gonzalo antes de que el timbre suene. 

Amina se quedó sola en la mesa de la biblioteca. No se encontraba preparada para un enfrentamiento contra los Harusdra, pero tampoco era la primera vez que tenía que hacerle frente a un imprevisto. En todo caso, si estos no asistían tendrían que ir a su encuentro.

Una fragancia a frutas llegó hasta ella. Cerró sus ojos para aspirar tan agradable aroma, sintiendo la presencia de alguien que se sentaba cerca de ella.

—¡Hola Eugenia! —saludó dulcemente.

—¿Me has reconocido?

—Tu perfume es el culpable de que sepas que eres tú —bromeó.

—¿Cómo sigues?

—He pasado por cosas peores.

—Maia, sé que no tenemos la suficiente confianza para hablar sobre la Hermandad y que la historia de nuestros Clanes es un poco confusa, algo difícil de digerir.

—No pienso acabar con Ardere —Maia bromeó—. No tengo nada en contra de tu Clan.

—Lo sé, me has caído muy bien, y sinceramente debo reconocer que te admiro muchísimo. También conozco la importancia de tu misión y lo complicado que puede llegar a ser —hizo un breve silencio—. Te exigen mucho más que al resto de los Primogénitos —Sonriendo, Amina bajó su rostro. Ella no tenía ni la menor idea de lo agotador que significaba ser la líder de un Clan como Ignis Fatuus—. En tus manos está el poder de contener ríos de sangre.

—¿De qué hablas? —le cortó. La adulación tenía un punto de quiebre,y al parecer Ivy había dado con él.

Currit per venas sanguine,

fui tintentio frigidam tuae...

—¡Ah, eso!— se recostó en su silla.

—¿Sabes lo que significa?

—Lo sé. Lo tomo como parte de mi guerra personal.

—Traerá muchas muertes, Primogénita. Mucho dolor y muchas lágrimas.

—Fue Evengeline la que en su profecía me sentenció —le recordó—. ¿Pagarás nuevamente con tu vida...?

—Mas la situación ha cambiado desde los tiempos de Evengeline.

—¿Adónde quieres llegar?

—Cuando Evengeline profetizó tu destino, Ignis Fatuus era odiado por el resto de los Clanes. Ahora, muchos no dudarán en seguirte.

No tenía que escuchar más, Amina supo de inmediato cuáles eran las intenciones detrás de aquella conversación.

—Estás rogando por la vida de tu Primogénito, ¿verdad?

—No debes verlo así. Me preocupa la Fraternitatem Solem, pero solo veo oscuridad en el futuro de la Hermandad.

—Eugenia —la atajó—, no pondré a los demás Primogénitos en peligro. Puedo protegerlos y acabar con todo —Eugenia la miró palideciendo—. Así de grande es mi poder. ¡Gracias por preocuparte por la Fraternitatem! —concluyó, levantándose, justo en el momento en que el timbre sonaba.

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