Partida trancada

«¿Sas... Saskia?», titubeó Itzel, haciendo que hasta Dominick perdiera la concentración.

«Soy yo, It. Saskia. La Primogénita de Astrum», respondió, atacando con su báculo a sus enemigos.

«Pero, ¿cómo es posible? ¡Maia te mató!», intervino Dominick, recibiendo un golpe en el brazo que lo hizo volver a la lucha.

«Era lo que quería, pero no pasó», respondió la Primogénita de Astrum, deteniéndose para mirar hacia donde se encontraba Dominick.

En ese instante, una lanza pasó a través de ella, dejando atónitos a todos.

«¿¡Qué...?! ¡¿Qué fue eso?!», la voz temblorosa de Itzel, hizo estremecer a todos, en especial a Aidan, quien, por su incómoda posición, no podía observar lo que estaba pasando en el campo de batalla.

«Realmente no estoy aquí. No me pueden lastimar porque mi cuerpo se encuentra en otra dimensión», confesó.

«¿Otra dimensión?», quiso saber Domininck. «¿Dónde estás? ¿Cómo te sacamos de allí?».

La proyección de Saskia no respondió, solo miró al cielo, descubriendo a la Imperatrix muy cerca de Amina.

«¡Háblame, Ignacio! ¿Cuál es el plan?», preguntó la joven de Astrum.

«Su plan se ha venido abajo», se burló Dominick.

«Si ella muere, yo jamás podré regresar», confesó Saskia, volviendo a la lucha.

Las palabras de la recién aparecida Primogénita de Astrum estremecieron el corazón de Aidan, al darse cuenta de que así como Saskia no podría regresar de dónde sea que estaba, él jamás volvería a ser feliz.  

Tenía que ganar un poco de tiempo, mientras que Ignacio ponía orden en el campo de batalla. Invocó su arco, haciendo desaparecer la Espada del Sol y la Muerte. Esta ya le pertenecía, así que podría invocarla cuando lo deseara, tal como lo podían hacer Saskia y Amina.

Apuntó hacia Natalia y comenzó a lanzar sus flechas de obsidiana en dirección a la líder de los non desiderabilias. No la iba a derrotar, pero al menos ganaría tiempo.

Una de las saetas le dio a la joven en una de sus alas, produciendo un enorme escozor en cuanto la punta penetró a través de la membrana.

El terrorífico grito que le arrancó a Imperatrix, le congeló la sangre. 

Aidan palideció de pánico, por lo que intentó convencerse de que aquello había sido una buena idea, de que el plan que ejecutó no era errado, de lo contrario moriría de una manera muy miserable.

Natalia detuvo su franco vuelo hacia Amina, para mirar con encendido odio a su antiguo Primogénito. La flecha de Aidan había desaparecido, así como el escozor comenzó a disminuir, pero eso no mermaría su ira. Quería vengarse de aquel joven que siempre la despreció.

Se lanzó hacia él, con una rapidez vertiginosa. Si bien no lo mataría, lo haría sufrir, lo suficiente como para luego quebrar su corazón, torturando ante él a la Primogénita de Ignis Fatuus. Estaba convencida que el dolor le haría recordar a la chica, y desearía morirse en el acto.

Sus malévolos ojos brillaban por entre los haces solares. Aidan sabía que Natalia no sería clemente, así que volvió a levantar su arco y disparó sin cansarse. No podía detenerla, pero si retrasarla unos segundos más.

«Espero tus órdenes, Ignacio», le recordó Saskia al aturdido Custos de Ignis Fatuus.

El joven dio un rápido vistazo a todo el panorama: Dominick seguía luchando sin grandes resultados. Gonzalo tenía en sus brazos a un inconsciente Ibrahim, siendo protegidos por Eun In. Zulimar se había puesto en pie, pero sus condiciones no eran muy óptimas. Saskia era la única que, alejándose un poco de la ocupada Itzel, intentaba empujar hacia adelante a los pocos valientes que quedaban en el ejército de la Fraternitatem Solem.

Sobre ellos, Aidan estaba a punto de ser embestido por la Imperatrix, mientras Teodoro mostraba su satisfacción del otro lado. Buscó entre las filas enemigas a Arrieta, pero el hombre no se encontraba allí.

—Si no sobrevives a esta, Ignacio Santamaría, no podrás enfrentar ni al padre, ni al hijo —se dijo, dándose ánimos para continuar.

Su ingenio de estratega volvió a él, recordando que podía desplazarse a través del campo de batalla por medio del Donum Maiorum de Aurum, don que había olvidado cuando Itzel se encontraba en peligro.

«Esperamos por ti», confirmó Itzel, apoyando la petición de su amiga.

«¿Cuántas Saskia puedes hacer aparecer?», le preguntó Ignacio.

«Todas las que necesites?». Los ojos del chico brillaron de emoción. «Bueno, tampoco así. No más de cinco... Estoy en la dimensión de Tiempo pero no soy tan rápida pensando. Todavía no controlo eso». Sonrió.

«No te sobrecargaré. Con una más es suficiente», le confirmó. «¡Eun In! Necesito que saques a Ibrahim de aquí. Llévalo al hospital, que descanse. ¡Ha hecho un excelente trabajo!».

La joven Jung asintió, retrocediendo su posición hasta llegar a Gonzalo.

—Ibra, por favor, respóndeme —suplicó Gonzalo, una vez más.

Custos, necesito llevármelo —le informó Eun In, sin dejar de defenderlo.

—¡Cielo, por favor!— le pidió Gonzalo a Ibrahim.

A duras penas, Ibrahim abrió sus ojos. Se encontraba tan agotado que sentía que con tan solo parpadear perdía más energía.

—Ai... dan —murmuró.

—Sigue con vida, cielo. Aidan sigue con vida. ¡No cayó! —le aseguró emocionado.

Custos, debemos marcharnos. Su hermano me ha pedido... —insistió Eun In.

—¡Espera! —La detuvo—. ¿Acaso no me dejarás hablar con él?

«¡Esta es una malditra guerra, Gonzalo. Si no levantas tu maldito trasero ahora mismo, me daré el gusto de acabar con tu vida, ¡ya!», le gritó Ignacio, al darse cuenta de que su hermano no reaccionaba.

La dura expresión de Ignacio fue una bofetada para Gonzalo, el cual percibió que todo el panorama había cambiado para ellos, incluso que Saskia estaba luchando a su lado. Aceptando lo que ocurría, se limpió el rostro.

«¿Qué ha pasado?», preguntó aturdido.

«Déjame ir con Eun In. Ellos te necesitan», le pidió Ibrahim, haciendo que Gonzalo le mirara con ternura. Él era lo más preciado que tenía en el campo, y no pensaba dejarlo ir con una simple despedida.

Juntó sus labios con los del Primogénito de Sidus, y lo besó con ternura, para luego permitirle a Eun In que lo tomara, entretanto él levantaba una pared de lava para no ser atacado durante el intercambio.

—¡Cuídalo con tu vida, Eun In! —le exigió.

—Lo haré mucho mejor —Lo tranquilizó, pasando su brazo por debajo de los de Ibrahim—. Vamos, Primogénito.

«¡Lo has hecho muy bien, Ibrahim!», le felicitó Ignacio.

El portal de Aurum se abrió, y Eun In desapareció junto a Ibrahim.

Ignacio aprovechó el momento para desplazarse con el Donum Maiorum hacia la posición de su hermano.

—¿Te encuentra bien? —le preguntó a Gonzalo, intentando tener un poco de tacto.

—Al menos vivirá y ya está lejos de aquí. Dime, ¿para qué soy bueno, Iñaki?

—Tenemos la partida trancada. Si vuelvo a dar un mal paso, perdemos la mano.

—Sabes que esto es más que un piche(1) juego de dominó.

—¡Lo sé, lo sé! Solo intento relajarme un poco.

—¡Háblame!

—Necesitamos a Itzel en juego. Haré un cambio con Dominick, lo necesito en el flanco derecho, creo que será mucho más útil recibiendo latigazos.

—Yo apoyaré a las chicas —confirmó Gonzalo—. Pero, ¿cómo ayudarás a Aidan?

El Primer Custos se dio cuenta de que la situación del Primogénito de Ardere era complicada. Natalia estaba a unos escasos metros y ya había desenvainado sus espadas para atravesarlo, o es lo que pensaba que la Imperatrix haría.

Con una mirada decidida, Ignacio fijo sus rasgados ojos en los de su hermano. Gonzalo sintió miedo.

—No, Iñaki, ¡no! ¡Esa vaina es una locura! —reclamó.

—Sabes que no tenemos opción —confesó sin dejar de pelear al lado de su hermano.

—¡Lo mataremos!

—Ya está muerto.

Gonzalo vio la decisión reflejada en el rostro de su hermano. Este blandió la espada de fuego, cercenando la cabeza de uno de los non desiderabilias que en un principio atacaban al batallón de Itzel.

—¡Iñaki, nooooooooo! —le gritó, en cuanto su hermano envainó la espada.

Los Sellos de Ignacio refulgieron con fuerza, el de su frente en un rosa y el de su cuello en amarillo. Mostrando precisión, levantó sus manos hacia Aidan.

—¡Ignis! —gritó con todas sus energías.

La fuerza empleada se reflejó en toda la humanidad de Ignacio, los tendones y la piel se tensaron, mientras que sus pies eran enterrados cada vez más en la arena del desierto.

Su grito llegó hasta los oídos de Teodoro que, con terror, observó como la estela de luz amarilla que se desprendía del cuerpo de Ignacio se dirigía hacia el Primogénito de Ardere.

—Maldición —masculló Gonzalo por lo bajo, pero ya era tarde. Siguiendo a su hermano, redirigió su energía hacia Aidan. Su Sello de Custos resplandeció, al igual que el Sello rojo de Mane—. ¡Magma! —gritó, haciendo que una segunda estela de luz, pero roja, partiera hacia Aidan—. «Sabes que no lo soportará, ¿verdad?».

Fue su último intento de súplica, mas Ignacio lo ignoró. La acción estaba ejecutada, ahora solo le quedaba esperar que sus conjeturas fueran ciertas, de lo contrario, Aidan sucumbiría ante las alas de Mane.

Aidan miraba aterrorizado como Natalia se acercaba vertiginosamente hacia él. Poco podía hacer ya disparando sus flechas.

Seguía desconociendo lo que ocurría bajo él, pero al menos tenía el consuelo de haber hecho algo por la Fraternitatem Solem.

Se dio cuenta de que la distancia entre la Imperatrix y él era tan corta que comenzaba a ser complicado redirigir sus flechas. Echó un último vistazo cargado de todo el sentimiento que su vehemente corazón profesaba por la chica que se alzaba ante ellos como estandarte.

—Lamento tanto no haberte podido decir que te recuerdo, y que te amo. Te amo mucho más de lo que lo hacía antes de olvidarte. ¡Te amo, Amina Santamaría! ¡Te amo simple y jodidamente!— murmuró sin dejar de verla, cuando dos ardientes golpes impactaron en su espalda.

El intenso ardor lo hizo arquear la espalda y gritar angustiado. Apretó sus puños con tanta fuerza que sus manos se emblanquecieron. Pensó que moriría. Sintió que su piel era desgarrada por filosas navajas, mientras que un fuego intenso se incrustaba en su cuerpo hasta aferrarse a él.

Palideciendo, ante aquel dolor como de muerte, se tensó aún más. Su piel se tornó fría y su frente sudorosa. Los vellos de su cuerpo se erizaron, y su mente se volvió un caos. 

Sin embargo, su cuerpo terminó por recogerse, como si tuviera voluntad propia, en posición fetal. Sintió que algo inmenso se desprendía de su espalda y lo cubría por completo.

Volviendo en sí, se vio encerrado entre unas hermosas alas blancas con un plumaje tricolor que exhibía el amarillo, azul y rojo de Ignis Fatuus, y recordó aquellas alas de luz. 

En más de una ocasión las había contemplado en la espalda de Amina.

Su corazón se llenó de valor y abriéndolas, se reincorporó. 

Las Alas de Mane eran tan poderosas que le fue sencillo desprenderse del campo magnético que lo sostenía.

Irguiéndose, miró a Natalia, mientras el color de su bronceada piel volvía a la normalidad, como todo el funcionamiento de su cuerpo. Ya no necesitaba de Ibrahim, ahora él podía volar.

Gonzalo miró consternado a Ignacio. 

Habían pasado los segundos vitales.

Él sabía de antemano que Natalia no podría acercarse a Aidan durante la transformación, pero lo que desconocía era que el Primogénito de Ardere sobreviviría a la misma, pues esas alas solo obedecían a quien tuviera el Sello del Phoenix, y Aidan no era un hijo de la legendaria ave mitológica.

En cambio, Ignacio, después de aquellos segundo que le helaron la sangre, sonrió triunfante, apretando los puños en un claro gesto de que no se había equivocado.

—Pero... ¿Por qué no murió? —preguntó consternado Gonzalo.

Mas Ignacio solo le dedicó una sonrisa con aroma a gloria, dio un disimulado salto y se volvió, entregándose por completo a la batalla.

«¿Alas? ¿Le dieron alas?», los cuestionó Dominick. «Si tenían ese As bajo manga, ¿por qué no lo usaron antes?», les reclamó. «¡Ibrahim hubiera seguido con nosotros!»

«Porque no lo sabíamos», murmuró Gonzalo, al darse cuenta de que su hermano no hablaría más del tema, al menos no hasta que la batalla estuviera concluida.

***

(1) Piche: Palabra usada como adjetivo para decir que algo es una porquería o está podrido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top