Noche de playa

La algarabía se podía sentir mucho antes de entrar al salón de fiesta de Aurum

Las suaves paredes de color arena y la decoración en blanco y turquesa, colores afines al Solsticio de Verano, daban la bienvenida a los invitados por la Coetum.

Aun cuando las luces se encontraban bajas, daba la sensación de que el salón estaba iluminado por una cálida luz dorada, y al fondo el amplio ventanal de vidrio que permitía contemplar el cielo estrellado de junio.

Itzel se detuvo frente a este, observando el tímido halo lunar, y abajo, el suave oleaje del Mar Caribe. Tan extasiada se encontraba con la naturaleza que no notó la presencia de Aidan a su lado. El chico se atrevió a pasar su brazo por los hombros de su amiga, esta lo vio y sonrió.

—Es fácil diferenciar tu aroma, incluso si te encuentras a metros de distancia —confesó Itzel, aspirando la delicada fragancia de calone de Aidan.

—¿Aún estando en la playa? —quiso saber. Itzel le sonrió, dándole un pequeño golpecito en las costillas.

—¿Cómo te preparas, campeón?

—No me queda mucho por hacer, solo no llevarme a alguien por delante cuando deba bailar.

—Aidan... —Hizo una breve pausa, zafándose de su abrazo para verlo de frente—. Creo... Te debo una disculpa. ¡Te debo muchas disculpas!

—¿Por qué lo dices? —La miró con un gesto de confusión.

—¡Ay, Aid! No tengo ni la menor idea de cómo te diré esto... —Observó a un lado. No tenía el valor para hablarle viendo sus ojos—. Mira, hace unos meses todo se complicó dentro de la Hermandad, y sé que nuestra amistad se fortaleció a través de los viajes en el tiempo. —Hizo silencio, atreviéndose a contemplar sus verdes iris con el terror marcado en las de ella.

—¿Viajes al pasado? —preguntó el chico, haciéndola palidecer.

—Aid... Aidan..., yo no... ¡Perdóname!

Aidan echó una carcajada, atrayéndola hacia él.

—¡Tonta! —dijo, besando sus castaños cabellos con una sonrisa dibujada en su rostro.

Itzel se refugió en los brazos del chico, oyendo su rítmico corazón. Se sintió aliviada, justo cuando se dio cuenta de que si Aidan se lo había tomado a broma era porque lo podía recordar todo.

—¡Mira! —Lo golpeó, sonriendo—. ¡Hey! ¿Por qué no me dijiste? —reclamó.

—Podía haberlo hecho, pero estabas muy agobiada por otras cosas —confesó. Itzel asintió, bajando su rostro. Él la tomó con dulzura por la mejilla, para volver a conectarse con sus ojos café—. ¡Lo siento mucho, Itzel! Siento no haber podido estar más para ti.

—No ha sido tu culpa, ni la de nadie.

—¿La de nadie? —La miró fijamente—. ¿Eso quiere decir que...?

—Eso quiere decir que no puedo quedarme varada en lo que pudo ser. Tengo que aceptar lo que fue. Es imposible que cambie el pasado, porque si lo hago... —Se aferró al suéter del chico—. Una vez te dije que todo podía cambiar, y prefiero este presente, aunque sea uno sin la persona a la que quiero.

—Todavía nos tenemos. Y, aunque no es lo mismo, porque yo no soy él, sabes que voy a estar para ti, ¿verdad? 

Ella asintió, y él la abrazó.

—¡Gracias, Aidan!

El Primogénito de Ardere sonrió, sintiéndose dichoso de no tener que ocultar que se encontraba de vuelta.

Con la mirada al frente, Dominick entró en el salón de fiestas de su Clan. La seriedad en su rostro impartía respeto en todos los presentes, privilegio que Leah disfrutaba. Aferrada al brazo de su Primogénito, contoneaba sus caderas en cada paso que daba emitiendo un claro mensaje para todas las féminas: Aidan podría ser el Primogénito agraciado con el triunfo de la Fraternitatem Solem, pero Dominick seguía siendo el más fuerte.

—Parece cordero hacia el matadero —se burló Gonzalo de Dominick, llevándose la copa a los labios.

Ignacio esbozó una sonrisita irónica, imitando a su hermano, quien iba tomando de la mano de Ibrahim.

—A veces me da tanta tristeza —confesó Ibrahim—. Dominick es una pobre alma incomprendida.

Sus palabras hicieron que Gonzalo por poco se ahogara con su bebida. Tosió para despejar sus vías respiratorias, entretanto su hermano lo golpeaba por la espalda, sin perder la compostura y la risa burlona.

«La compasión puede llevar a otros sentimientos —comentó Gonzalo—. ¡No me eches esa vaina, cielo!»

El Primogénito de Sidus parpadeó, actitud que le hizo mucha gracia a Ignacio, quien jamás pensó divertirse tanto en compañía de esos dos.

—Los celos te matarán, Zalo. Procura no beber ni comer nada mientras le reclamas a tu "cielo" en otra escena —se mofó.

La noche había entrado en todo su esplendor. El salón de Aurum se encontraba tan repleto de invitados que a duras penas se podía caminar entre las mesas.

La alegría los había invadido a todos. Lejos se encontraban los problemas y el enemigo fue vencido con contundencia, así que llegada la medianoche, había que rendirle honores al héroe que les había dado la victoria.

Las manos de Aidan comenzaron a sudar de la emoción, su temperatura corporal descendió levemente y su corazón no le daba tregua. La fiesta no estaría inaugurada sin un baile, en donde cada Clan, incluido el suyo, mostraría su reverencia al máximo líder de la Fraternitatem Solem.

Colocándose en el centro de la pista de baile, miró la circunferencia que lo rodeaba. Muchos rostros iban siendo descubiertos por las claras luces de las lámparas, que fueron encendidas para dar comienzo al ritual. Sin embargo, no podía dar con un rostro en la multitud, al que buscaba con desesperación.

Tampoco pudo dar con los primos Santamaría. Desconocía si habían llegado, aunque asumió que si el ritual iba a iniciar era porque la máxima representación de cada Clan estaría allí, de no ser así, se consideraría una ofensa al Clan líder. Eso, sin contar que a Ignis Fatuus y a Ardere los unía el Absolute Office.

La Presidenta de la Coetum, Hortencia Botero, se acercó a él, junto al Secretario, Elías Zambrano. Ambos miembros del máximo poder de la Fraternitatem Solem, hicieron una venia ante el Primogénito de Ardere, acción que fue imitada por todos los presentes.

Aidan se sintió pequeño ante todos. No podía creer que aquel honor se le fuera dado, en especial porque sentía que su triunfo no habría sido posible sin la presencia de los otros.

—Primogénito de Ardere, la gloria del Solem te ha revestido, en tus manos se asentó la justicia y con tu inteligencia, habilidad y astucia derrotaste la oscuridad. La Fraternitatem Solem se inclina ante ti como reconocimiento de tu valiente entrega. No hubo dudas en tus acciones, ni falta de disposición. Hoy te levantas como ejemplo para los que te rodean, te conviertes en un referente para las generaciones futuras. —Hortencia Botero hablaba con el júbilo reflejado en su rostro y transmitido a través de su poderosa voz—. Que en este humilde acto, los Clanes te muestren sus afectos y agradecimientos, y que el Honorable Clan Ardere, Videntes de la Luz, sea ensalzado por los siglos venideros.

Los aplausos siguieron a las palabras inaugurales de la Presidenta de la Coetum. Apartándose de la pista, mientras era completamente despejada, la mujer dio entrada a la primera joven que bailaría con Aidan.

El chico sonrió al reconocer a su hermana, con un sencillo vestido rosa que endulzaba el color de su piel, y sus rubios cabellos recogidos en hermosas trenzas. 

En cuanto Dafne se detuvo frente a su hermano, esta hizo una venia, entretanto el Clan de Ardere colocaba una rodilla en el suelo, para honrar a su Primogénito.

—Mi Primogénito —dijo su hermana, justo cuando los Sellos de Ardere refulgieron en el salón.

El baile inició. Y mientras danzaban, el Primogénito de Ardere tuvo un pensamiento para su querido Oráculo, quien yacía en el hospital de la Fraternitatem Solem, luchando por una pronta recuperación.

Las luces del salón cayeron, y el turno le fue cedido a Sidus. Una joven afrodescendiente entró en la presencia del Primogénito de Ardere, repitiendo la fórmula de su hermana.

Sidus se arrodilló y comenzaron a bailar. 

Entre la multitud, Ibrahim dio un paso. Sus ojos se cruzaron con los de su amigo de infancia, quien le sonrió con amor fraternal. El joven Sidus levantó su copa, la cual resplandeció con el brillo de su Sello. Tiempo atrás, Ibrahim se había sentido humillado por el hermoso girasol que se dibujaba en su mejilla, pero ahora le estimaba tanto como su vida. Ya no deseaba ser un Ignis Fatuus, pues su propio Clan tenía luz propia, y así era amado por Gonzalo.

Y Aidan supo que nunca estaría solo. Ibrahim siempre estaría en su vida, durara esta cuanto tuviera que durar. 

Su amigo lo había elevado, no solo el día anterior en el campo de batalla, sino también dentro de la Fraternitatem Solem, y Aidan estaba dispuesto a cualquier sacrificio para que este gozara de el honor que ahora se le tributaba.  

La música cambió, y Astrum se presentó ante el agasajado. 

En reemplazo de la Primogénita de Astrum, la hermosa hija de Sara Monzón tuvo el honor de bailar con el Primogénito de Ardere.

Fue imposible para Aidan no pensar en Saskia. La presencia de la joven en el campo de batalla y su significativa actuación fueron determinantes para el triunfo de la Hermandad. 

Por causa de Saskia, el infierno vino sobre Amina, así que para Aidan todo estaba claro: Si podía sacar a la joven Astrum de dónde fuera que estuviera, su amada Amina podría vivir una vida tranquila. 

Pero, ¿cómo romper las barreras entre las dimensiones? Había violentado las leyes de la naturaleza, viajando al pasado en compañía de Itzel. 

Era consciente que para poder ir al pasado tuvo que hacer el cruce en algún punto, pasar del Espacio al Tiempo, de la Tercera a la Cuarta Dimensión, mas ¿cómo se detenía en esta sin ser soltado en algún lugar del Espacio?

Solo pensarlo le producía una terrible jaqueca. Oraba por otro golpe fortuito que le permitiera arrebatar a Saskia del lugar donde se había detenido, traerla de vuelta a la realidad y salvar la vida de la persona más importante para él.

A Astrum le siguió Aurum. Los Sellos en la clavícula dejaron de refulgir para darle paso al Sol coronado del Clan de Dominick.

Aidan esperó la llegada de Zulimar, pero en su lugar Leah se inclinó. Era ella la mujer con más poder en su Clan, después de la Prima, la cual estaba convaleciente en el hospital, junto a Eugenia.

El joven correspondió al saludo, tendiéndole la mano a la muchacha ataviada con un hermoso vestido turquesa.

La tomó por la cintura, bailando con mucho respeto. No tenía sentimiento alguno hacia Leah, sin embargo la consideraba una persona de cuidado. Pero, si él se había equivocado tantas veces en el pasado, ¿por qué Dominick no podría hacerlo?

—Goza por ahora del triunfo, Primogénito, pues Aurum se erguirá sobre las cenizas de Ardere —le aseguró antes de dejarlo en la pista.

Sus palabras hicieron que Aidan resoplara algo divertido. Leah siempre había sido una persona desubicada, lo que le llevó a pensar que Dominick tuvo que estar muy confundido y desesperado para terminar con ella.

Sin embargo, la presencia de Itzel hizo que todos sus pensamientos huyeran, como las tinieblas se disipan con la luz. Su amiga caminó con una hermosa sonrisa en sus labios. Él no tuvo reparo en hacer lo mismo.

—Mi Primogénito —dijo la chica, inclinándose.

—Eres una hermosa flor venezolana, It —confesó, besando su mano para iniciar el baile.

Reconciliarse con una de las personas que había sido tan determinante para él dentro de la Hermandad, lo llenó de serenidad, y pese a ello, cada segundo que pasaba lo turbaba. Sabía que después de Itzel, Amina tendría que presentarse por su Clan.

Cuando despertó supo que la Coetum le había concedido un periodo de gracia a la Primogénita de Ignis Fatuus, así que sus esperanzas estaban puestas en lo que ocurriría a continuación.

Itzel le dio un beso en la mejilla, y se alejó de él. El corazón de Aidan retumbó como el cuero del furruco al ser golpeado, dejando las mismas vibraciones. Sintió que se le dificultaba respirar, ¡había anhelado tanto ese momento!

De entre las personas salió una chica. 

La emoción no le permitía ver.

—Mi Primogénito —dijo la joven.

Pero su voz no era la voz, y Aidan despertó a la realidad. Frente a él se encontraba Eun In en sustitución de su Primogénita. Sin disimular su consternación, buscó entre la muchedumbre a los Santamaría, dando con ellos. Gonzalo se encontraba al lado de Ibrahim, así que se fijó en Igancio.

El joven Custos pudo leer los sentimientos que perturbaban al Primogénito. Se sintió mal con él, pues le consideraba una persona muy noble.

«¡Lo siento, Aidan...! Amina no quiso asistir —confesó, mostrando pesar en su tono mental».

Aidan comprendió lo que aquello significaba. Poco valía su triunfo para la persona que más amaba.

Como autómata bailó, hasta que la música terminó. Fue amable con Eun In hasta el final, pero no supo cómo se controló.

Ya no le importaba estar allí. No deseaba estar allí.

La pista de baile se volvió a llenar de personas que comenzaban a disfrutar de la fiesta, personas cuya presencia agobiaban a Aidan. 

Este pasó entre todos, algunos lo dejaron ir, ignorando su existencia, solo Ibrahim lo vio abrir uno de los ventanales y perderse en la oscuridad de la noche.

Preocupado por su amigo, intentó seguirlo con la mirada hasta donde las tinieblas se lo permitieron, cuando sintió el mentón de Gonzalo sobre su hombro izquierdo y su mano en el otro.

—¡Cielo! —susurró—. Deberías ir tras él.

Ibrahim se volteó a verlo, hacer eso era no cumplir con la promesa que le había hecho en el hospital. Gonzalo le regaló una tierna sonrisa, subió uno de sus hombros de manera despreocupada y le guiñó el ojo.

—Sé que harás lo correcto.

El Primogénito de Sidus asintió, marchándose en pos de su mejor amigo.

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