Los regalos del Solem

Amina no volvió a escuchar a Gonzalo, ni siquiera cuando se dirigían a casa. 

Leticia se encontraba de mejor humor, por lo que le permitió a su sobrino manejar. La felicidad le hizo planear un viaje a Los Roques, como si lo que necesitaban en aquel momento era verse rodeados de más playa. El incómodo silencio no perturbó el estado de ánimo de Leticia, quien sin más sacó su teléfono para comunicarle a Israel que lo mejor que podían hacer era irse un fin de semana a las paradisíacas playas luego de que Ignacio fuera dado de alta.

Sentía que la conversación de su madre ocurría a un kilómetro de distancia de donde ella estaba. Sus pensamientos se encontraban sumergidos en aquella batalla de iniciación de Gonzalo, en donde tuvo que enfrentarse a uno de los más terribles Harusdra

En aquel entonces, la historia había llegado a sus oídos pero, como solo tenía catorce años, sus padres, ni su Prima le permitieron involucrarse; por el contrario, sorpresivamente, dieron la orden de mudar a la familia principal de Maracaibo a Valencia, buscando darle la seguridad que Ignis Fatuus no podía ofrecerle en la "Tierra del Sol Amada".

Sin embargo, y a pesar de todo el cordón de protección que su Clan extendió alrededor de ella, a sus oídos llegó la información de la existencia de un militante de los non desiderabilias, Teodoro Durán, que comenzaba a ganar una macabra fama. Era apenas un joven comandante de veintiún años, pero su edad no le impidió destacar por su crueldad en el ataque, su belleza para seducir y un increíble y misterioso don sobrenatural que lo hacía único dentro de los seguidores del Harusdragum

Algunos le llamaban la "reencarnación del dragón", condición que él nunca negó, aunque a Maia siempre le había parecido como mucho aquel apodo.

Lo cierto era que Ignis Fatuus ideó un plan para acercarse a él. Necesitaban matarlo, pues tratar con un enemigo cuya fuerza excede las humanas era tan solo uno de los tantos problemas que comenzaban a tener. Teodoro podía compartir sus talentos con sus hermanos malditos, mientras que ellos, los verdaderos herederos del Solem, solo contaban con las escasas habilidades de defensa de Gonzalo y el Donum de Ignacio, y el incomprensible e incontrolable poder de su Primogénita.

Extrañamente, fue Gonzalo quién pudo acercarse al joven. "Sombra de Muerte", así le apodó Ignis Fatuus. La presencia de Teodoro en el campo de batalla era un claro signo de que no saldrían con vida, y después de enfrentarlo no había otra salida que entregarse al sueño de la muerte. Por esta razón, Gonzalo tuvo  que idearselas para mantener su Sello oculto, para ello tuvo que entrenar por meses de manera ardua, hasta que, finalmente, dominó la técnica y pudo ganarse la confianza de Teodoro.

Ningún miembro del Clan supo a ciencia cierta qué fue lo que pasó, ni los sacrificios que afrontó Gonzalo para lograr su cometido, solo se enteraron de que una noche de abril, en el Mercado de Las Pulgas, los Harusdra se enfrentaron a los miembros de Ignis Fatuus. Ese día, su Segundo Custos tuvo la primera revelación del Donum, y Teodoro pasó a ser una sólida roca de magma.

Su Clan celebró la victoria, incluso a los oídos de Maia llegaron las palabras de orgullo de un padre que se había visto bendecido por el Solem al tener dos hijos con regalos del cielo, mas nunca escuchó a Gonzalo decir palabra alguna sobre lo que pasó aquel día, ni sobre la relación que había mantenido con Umbra Mortis. Sin embargo, su primo cambió, nunca más volvió a ser el chico despistado y alocado, sino que se comenzó a mostrar taciturno e introvertido. Los padres de Gonzalo vieron en él signos de madurez, por lo que no se molestaron en indagar qué era lo que estaba operando aquella transformación. 

En cuanto a Amina, su preocupación duro lo que tardó Gonzalo en tratarla, de nuevo, con el cariño que le profesaba desde niña, sumado a un celo que, como guardián, comenzaba a asumir.

Pero la conversación con Ignacio había despertado las dudas en su interior. ¿Realmente Gonzalo fue capaz de matar a Teodoro o solo fue una simulación? En ese caso, su primo podía ser considerado un traidor y ser castigado con severidad por la Fraternitatem Solem, circunstancia que solo perjudicaría, todavía más, a su conflictiva relación con el Prima.

Ella deseaba hacerlo hablar, pero temía un rechazo de su parte. Era mejor esperar a que Ignacio volviera a casa. Quizás su hermano manejaba alguna información que le pudiera ayudar a aclarar el malentendido. 

Amaba a Gonzalo, le conocía, y por él estaba dispuesta a todo, pero antes tenía que verificar qué tan comprometido estaba con Ignis Fatuus y cuánto ella le podía proteger.

Aidan se detuvo en la sala estar, disimuló revisar la hojas del arbolito que aún descansaba en el rincón donde solía estar la mecedora de su abuelo. En su hogar era costumbre retirar la decoración navideña el día de la Candelaria, por lo que su casa seguía oliendo a festividades decembrinas.

Su padre pasó hacia las escaleras. Aidan sonrió, sabía que lo había visto. Dos segundos después Andrés estaba con él. Caminó hasta el sofá, sentándose para observar mejor a su hijo.

—¿Dafne se encuentra en casa? —le preguntó a su padre.

—No. Escuché que visitaría a Celeste. Al parecer los padres de Eugenia han vuelto a Costa Azul y...

—Desea encontrarse con su mejor amiga —completó. Se llevó las manos hasta su cabellera, frotando con un poco de fuerza la sien—. La verdad es que nunca creí que Dafne se hiciera tan amiga de Celeste. Su familia es muy agradable.

—Eso es cierto. Se podría decir que los Santos son la segunda mayor debilidad de los Ardere.

—¡Ellos son Ardere, papá!

—Lo que los hace más interesante.

—Eugenia siempre ha sido un chica con un corazón de oro.

—¡Y tan grande es su corazón que lastimó el tuyo! ¿Por cuánto tiempo estuviste llorando? ¿Cuatro o cinco meses?

—Fueron seis, papá —le corrigió caminando hasta el sofá—. Tenía catorce, así que la crisis era normal.

—El primer amor nunca se olvida.

—Es lo que dicen —le colocó una mano en la rodilla a su padre—. ¿Y cómo le fue en la Coetum?

—¡Aquello fue una locura! —se quejó, echando su cabeza atrás—. Arrieta está cada día más insoportable y no creo que el resto de los Prima tenga intenciones de detenerlo —Aidan miró al frente, enlazando sus manos entre sus piernas—. A ratos creo que Jung sacará su casta, pero el temor o el respeto que siente por ese desagradable sujeto le impide hacer más de lo que hace.

—Eso quiere decir que no avanzaremos en nada, ¿verdad? —Andrés lo miró—. Me imagino que lo único que hizo Arrieta fue exigir un culpable entre los Primogénitos, y no le debió temblar el pulso para acusarme.

—Tú no eres el objetivo de Arrieta, su objetivo es su propia Primogénita —Las pupilas de Aidan se oscurecieron—. ¿Sabes? Desde noviembre le he dado vueltas a este asunto y todavía no alcanzó a entender qué es lo que quiere, ¿por qué la persigue?

—Quizá lo hace porque no la puede doblegar. Siento que nunca podremos detener a ese hombre.

—No te apures, Aidan. Las malas situaciones no suelen ser eternas.

—¿Acaso es una forma sarcástica de decirme que apenas llevamos tres meses soportándolo y que debemos esperar un poco más? —se quejó—. En fin... ¿Tengo o no razón al pensar que nos quiso culpar por lo ocurrido en el colegio?

Andrés colocó el brazo en el hombro de su hijo, haciendo que sus azules ojos penetraran el verdor del de los del muchacho. Aidan resopló.

—¡No todo fue malo! El Prima de Aurum se aseguró de que el tema no se saliera del carril. Y, ¡claro! Nuestra querida Susana también fue responsable de poner un alto a tan absurda argumentación. Y para solventar el punto de que no estábamos allí para evaluar el desempeño de ustedes, el sr. Jung, en un ataque repentino de valentía habló sobre unos Dardos de Cristal.

—¿Dardos de qué? —preguntó intrigado.

—De Cristal de Fuego... Al parecer es un Donum de los Harusdra.

—Últimamente hay muchos de ellos que tienen dones como nosotros.

—Jung explicó que tal evolución podría deberse a las uniones, durante estos siglos perdidos, entre las razas de los Primogénitos con el resto de la humanidad.

—Pero no se supone que solo los que somos de la línea principal heredamos el Donum.

—Sí, eso es cierto, mas la sangre de todo aquel que descienda de un Primogénito es propicia para el don. Es una condición natural que nuestro enemigo ha sabido aprovechar.

—Entonces buscamos a varios sujetos con la capacidad de producir dardos que, ¿pueden matarnos?

—No los mata, los sumerge en un sueño... Luego, viene la muerte. No es lo mismo —le respondió, adelantándose al chico. Aidan le miró de reojo. ¡¿En serio, no era lo mismo?!—. Actualmente hablamos de un solo sujeto, le apodan "Sombra de Muerte", y es uno de los miembros más destacado de la Logia de los Harusdra.

—¿Logía?¿En serio tienen una Logía? —resopló.

Andrés afirmó. Aidan se levantó del sofá caminando hacia la ventana que daba a la calle.

—¿Esto no es como mucho? ¡Lo único que falta es que el fulano Harusdragum no sea un ser mitológico y termine caminando entre nosotros! —Andrés le miró fijamente—. ¡Mierda, papá! ¡Qué no estoy jugando!

—Esto nunca ha sido un juego.

—Lo sé —Apoyó su mano en el ventanal, la otra en la cintura. Cabizbajo batió su rubio cabello—. Sé que nunca ha sido un juego —Le miró—. Pero a veces me gustaría creer que el peligro no es tan real como se presenta. Temo perder a las personas que quiero, aún más no estar allí cuando necesiten de mí.

—Aidan —Se levantó colocando una mano para sostener la nuca de su hijo—. No eres un dios, eres un simple humano, y no debes olvidarlo. Nunca podrás cambiar la historia, ni siquiera puedes transformar esta realidad, pero puedes dar lo mejor de ti en cada combate, en cada entrenamiento. Conviértete en un buen líder, hijo mío, en una inspiración para nuestro Clan.

—¿Está bien sentir miedo, papá?

Andrés sonrió con los ojos cargados de lágrimas al comprobar que Aidan seguía siendo un joven de diecisiete años cuyo proyecto de vida aún no tiene muy clara.

—¡Ven acá!

Lo abrazó. Lo abrazó con ternura pues su hijo representaba inocencia, con orgullo y amor. Si Aidan temía la pérdida física de las personas, Andrés se sentía inquieto por las tantas veces que la muerte había rozado la vida de su hijo. Estaba preocupado, porque además, la injusticia podía terminar transformando el noble corazón de su hijo.

Con las manos en los bolsillos de su bermudas, Dominick bajó a la sala común. Algunos miembros de Aurum jugaba en las mesas de ping-pong distribuidas por el espacio, mientras que los más intelectuales leían o jugaban ajedrez alejados del bullicio.

Dio un vistazo rápido a la habitación, no parecía que ese día hubiesen sufrido un ataque mortal por los non desiderabilias. Sacudió su cabeza, todavía no se acostumbraba a la normalidad de aquella situación. 

Su Clan había entrenado muy fuerte desde que fueron emboscados por sus enemigos. Las primeras tres semanas fueron realmente fatigosas, pero el trabajo se estaba volviendo costumbre, y a esa hora solían relajarse un poco, jugando, leyendo o viendo alguna buena película.

Dando media vuelta se dirigió a la cocina. Él había sido el único que no había entrado a conversar con Ignacio. La verdad no lo hizo, porque no tenía nada que decirle. Entendía que el Custos de Ignis Fatuus solo había hecho su tarea y, a pesar de lo que todos creían, este era tan humano como ellos, también podía morir.

Zulimar le había entregado una minuta donde exponía los aspectos más relevantes tratados en la Coetum, por lo que ahora, él y Aurum estaban enfocados en conseguir al dueño del Donum de las Dagas de Cristal, antes de que este diera con ellos.

El olor a pernil recién calentado invadió sus sentidos. Se preguntaba cuántos cerditos había mandado a matar Elias para que todavía quedara comida navideña en el hogar. 

Leah, estaba sentada en el mesón, sirviéndose un trozo de la suave carne cuando sus miradas se cruzaron. Dominick le sonrió, mostrándose cautivador, y como un niño coqueto, se acercó a ella. Arrimó la silla que estaba a su lado, tomó un plato, tenedor y cuchillo, sirviéndose.

—¿No sabía que te encantaba el pernil?

—Es lo único que me gusta comer en la Navidad —le contestó la chica, mirándolo de reojo con picardía.

—Así que ese es el motivo por el cual siempre me dabas tus hallacas.

Ella sonrió, mostrando sus níveos dientes.

—¿Cómo les ha ido en el entrenamiento?

—Nada del otro mundo. Pero al parecer, fuistes tú, Primogénito, quien tuvo la verdadera acción.

—¿Eso es lo que dice la Fraternitatem?

—Es lo que corre en los seis Clanes —Miró hacia la sala común—. Nuestra gente siente un poco de alivio al saber que fue un Ignis Fatuus el principal caído. Por lo visto, aún podemos luchar por el primer lugar.

Sin duda alguna la competencia entre Aurum e Ignis Fatuus podía ser comparada a las brasas, cuando crees que están apagadas, sopla el viento y las vuelva a encender. Él no sabía sin sentirse emocionado o no con la caída de Ignacio. Había estado allí, conocía los hechos de primera mano, y lo que el joven hijo del Phoenix hizo no lo hubiese podido lograr nadie, salvo quizás, su Primogénita. La verdad detrás de aquella derrota es que él se echó sobre sus hombros el peso de toda la carga, entregándose hasta el final.

—Nunca me imaginé que fuese tan importante estar por encima de Ignis Fatuus.

—¡Je! ¿Acaso no conoces la leyenda de nuestros Clanes?

—¿Otra leyenda? ¿Tipo Evengeline y Ackley?

—¡Esa fue la metida de pata de Ignis Fatuus! ¡Aún nos cuesta creer que hayan roto las reglas de una forma tan estúpida! —se detuvo para suspirar, entretanto Dominick tomaba un sorbo de refresco—. Bien —Levantó las manos—. La verdad es que no sé que buscaban fuera de sus Clanes, pero lo que ocurrió entre ellos y nosotros no tiene nada que ver con asuntos amorosos.

—Entonces...

—Fue una competencia por el poder.

—¡Oh! ¡Claro! —se burló, echando su espalda hacía atrás—. No sé cómo no lo pensé.

—¡Primogénito!

—Dominick.

—Bien —Sonrió bajando el rostro, para ocultar sus mejillas, las cuales comenzaban a encenderse—. Dominick. Los Clanes salieron de un hombre.

—De un Hijo de Phoenix.

—Eso es lo que Ignis Fatuus dice, pero la verdad es que este era un sujeto cualquiera, quien saturado por sus múltiples dones decidió compartirlos con seis personas a las que valoraba. Los años hicieron lo propio, y los siete elegidos se separaron, tuvieron descendencia y el Harusdragum apareció, entendiendo, cada Clan que debían proteger sus Populo con los poderes que le fueron otorgados. El problema era que no se ponían de acuerdo entre ellos, así que el Solem se les reveló a través de los sueños, convidándolos a ocho pruebas. Al ganador de cada prueba se le otorgaba un Sello, el nombre del Clan y un don natural.

—¿Un Don Natural? ¿Cómo el de Ardere?

—Como el de Ardere, quien superó la prueba de Clarividencia, interpretando los sueños que el Solem sembró en los miembros de la Fraternitatem. El dominio del tiempo para Lumen, quienes ahora están estudiando el origen de la Cor Luna.

—Lo sé —Sonrió con un bufido—. Si esa piedra no hubiese salvado a Natalia, ¡ni se hubieran enterado de su existencia!

Astrum obtuvo fuerza, Sidus el poder de sanar, Mane los escudos de protección.

—¿Mane? Nunca había escuchado de ese Clan.

—No puedo decirte mucho sobre él, la verdad es que desapareció antes del tiempo de Cristo, y no hay registro del mismo. Al parecer terminó por fusionarse con otro Clan quien lo consumió o probablemente corrió con la misma suerte de Ignis Fatuus en los tiempos de Ackley.

—¡Umm! Es un detalle que desconocía. ¿Y qué poder obtuvo nuestro Clan, e Ignis Fatuus?

—A nuestro clan le fue otorgada la teletransportación y ellos, aparentemente quedaron sin nada.

—¿Sin nada?

—Ignis Fatuus significa fuego del fantasma, y su talento pasó a ser solo eso.

—No entiendo.

—Su actitud pasó a ser taciturna. Poco se reunían con los demás Clanes. La verdad es que el Solem los había obligado a servir a los demás.

Dominick no pudo evitar reírse. Aquello no podía ser un regalo sino un castigo.

—Si fueron obligados a servirnos, ¿por qué surgió la rivalidad entre nuestros clanes?

—En la Primera Gran Guerra de la Fraternitatem, el Solem le reveló a Ardere que uno de los Primogénitos debía portar la Comedat Gladius Tenebrae.

—¿Qué rayos es eso?

—Es una espada con el poder de devorar la oscuridad del alma. Debían acabar con el primer enviado del dragón. El problema es que la espada tenía campos de protecciones que debían ser rotos para acceder a ellos. Uno a uno, todos los Primogénitos fueron enfrentando dicho campos, agotando la energía de sus Munera, finalmente solo Ignis Fatuus y Aurum llegaron intactos. Ambos debían mover la espada que se encontraba suspendida en un fuerte campo gravitacional. Aurum usó su Donum, venciendo al campo, pero agotado su don, no pudo hacerse con la espada y el Primogénito de Ignis Fatuus la tomó.

—Es decir, que literalmente nos robó la gloria.

—La gloria y el ser llamados hijos de Phoenix. La espada le otorgó a Ignis Fatuus el poder de resucitar a otros, menos a sí mismos... Y ese fue el motivo de cómo pasaron de ser sirvientes a creerse los dueños de la Fraternitatem. La historia jamás le ha hecho justicia a nuestro Clan, así que, como descendientes de Aurum debemos luchar por devolver a nuestro pueblo su honor.

Dominick se llevó el último bocado de pernil a la boca. Se había imaginado aquella carrera por una espada que tenía un nombre excesivamente largo y ridículo, dejando en el camino a Aidan, para que su esfuerzo le valiera el reconocimiento a Ignacio. Pero, ¿acaso eso no fue lo que pasó esa tarde? ¿Ese no fue el motivo por el cual no quiso visitar a Ignacio? 

El Custos más importante de Ignis Fatuus le había vuelto a robar la gloria a Aurum.

***

Les dejo una imagen del Archipiélago de Los Roques, sitio a donde Leticia quiere llevar a su familia. ♥

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top