La Dama de Aurum

Decepcionado y triste, Dominick emprendió camino por las oscuras calles de Costa Azul. Poco le importaba por dónde iba o hacia adónde se dirigía, porque si pudiera alejarse de su propiavida, con gusto lo haría.

¿Qué más debía dar? ¿Qué tenía que hacer para que su padre lo perdonara? ¿Era tan complicado solo decirle que podía estar tranquilo? ¿Hasta cuándo tendría que mendigar su amor?

Lo necesitaba, eso no lo dudaba, y aunque se había convencido de que podía vivir sin el cariño de su padre, era mentira. Podía pasar algunos días sin pensar en él, mas no la vida entera, y mientras más tiempo pasaba, mientras más lejanía se sembraba, mayor eran los conflictos emocionales que crecían dentro de él.

Su profundo dolor no le permitió ver que no estaba solo. Frente a él, una pareja se acercaba, tomados de la mano.

Los faroles a media luz y sus ojos enmohecidos no le dejaron detallar a la pareja. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón de mezclilla, sintiendo un gran pesar en su corazón, como si la humedad del día más caluroso de verano cayera por completo sobre él. Respirar era complicado, vivir era doloroso.

—Primogénito de Aurum —escuchó a un hombre reconocerlo.

Dominick echó a un lado su tristeza, fijándose en la persona que lo había reconocido. Sacó las manos de los bolsillos, al darse cuenta de que José Gabriel Arrieta estaba frente a él. Pero no se encontraba solo, Irina lo acompañaba.

—¿Qué haces aquí?

—Vengo en busca de un regalo para mi papá.

—Veo que al menos eres sincero sobre el bando al que perteneces. —Le echó una mirada acusadora a Irina, aunque se refería al joven Arrieta.

—Siempre he estado claro. La única diferencia es que dentro de la Fraternitatem pude hacer lo que por fuera se me hace más complicado hacer. Sin embargo, cuento con la suerte de mi señor Harusdragum, y aquí estás, indefenso.

—¡Je! Presumido —respondió Dominick, alzando sus manos, mientras que unas centellas salieron disparadas hacia Arrieta.

El ataque iba en progreso, justo cuando dejó de moverse. Se había olvidado de Irina. Esta lo petrificó, mientras José esquivaba las centellas.

El joven Arrieta rio lleno de maldad.

—¿Acaso el Solem te ha abandonado? —se burló, entretanto sacaba una daga de su bota—Quiero ver que tan resistente eres, Dominick Díaz. Quiero saber de qué están hechos los Primogénitos. —Se acercó a él, llevando la daga a su rostro para afincarla sobre la piel entre el mentón y el cuello, por donde un hilo de sangre hizo acto de presencia—. En especial cuando arranque tu Sello, para que en el ritual apropiado, pueda comérmelo, y hacerme con tus poderes y tu herencia.

La decepción en Dominick se convirtió en indignación. No podía morir de aquella manera, como un cobarde, sin dar batalla.

Empujando su moto, Gonzalo trataba de meterla en el porche de la casa Santamaría, siendo observado por su hermano, quien comía una Susy (1). El Primer Custos observaba a su hermano hacer un esfuerzo casi sobrehumano para subir el vehículo.

—¿Qué pasó con el garage?

—No quiero guardarla allí.

—¿Piensas meterla en la casa? —preguntó, dándole un mordisco a la galleta—. Lo digo porque es lo que te falta.

—¡Muy gracioso!

—Yo en tu lugar la dejaría en el jardín. Pero, de pana, ¿pa' qué la cambias de lugar?

—En caso de que se presente una emergencia.

—Bueno, tampoco es un jet o un helicóptero. En el carro puedes ir a mayor velocidad —respondió justo cuando Gonzalo terminó su cometido.

—¿Sabes qué? ¡Tienes razón! —confesó, bajando otra vez la moto.

—Zalo, pareces enfermo. ¿Qué coño haces?

—No me gustó como quedó en medio del porche.

—¿Tienes la menstruación?

Gonzalo lo miró de mala gana pero no dijo nada. Detuvo la moto en medio del jardín de los Santamaría, llevándose luego, las manos a la cintura.

—Creo que ando ansioso... Si la dejo aquí se la pueden robar.

—Insisto en que deberías volverla al garage, pero... Pon un círculo de magma alrededor, no creo que alguien, en sano juicio, pueda o quiera saltarlo.

—¡Gracias por la idea, hermanito!

Dando un golpe al suelo, la fértil tierra se agrietó, dando paso a un caudal de magma, el cual fue dibujando un círculo alrededor del vehículo.

Satisfecho por su trabajo, Gonzalo rio, asintiendo de alegría.

—Nadie saltará —confirmó Ignacio, después de contemplar los dos metros de ancho del caudal de lava. Dio media vuelta para entrar en la casa, cuando una punzada en el estómago lo dobló a punto de vomitar.

Gonzalo apenas reparó en lo que le estaba pasando a su hermano, mientras que Ignacio soltaba la galleta y se aferraba al umbral de la puerta.

Preocupado, el mayor de los Santamaría corrió hacia él, pero Ignacio se zafó de su agarré con una agilidad que lo tomó desprevenido. El Primer Custos corrió hacia el jardín, saltando los dos metros de lava, encendió la moto, retrocedió, y salió expelido del jardín.

Su hermano no tuvo tiempo de reaccionar, y cuando lo hizo, ni la moto ni su hermano estaban cerca.

Tomando un respiro, Zulimar se detuvo para evaluar el camino que su primogénito había seguido. Todavía su cuerpo vibraba por la discusión que había tenido con Octavio. ¿Cómo se podía llegar a tal nivel de imbecilidad? Aquel hombre era digno de un récord Guiness, y si no se lo daban en el mundo, ella se encargaría de fundar uno para la Fraternitatem, en donde solo Octavio Díaz fuera el ganador, aunque no llevara Sello en su piel.

Divagando tomó calles al azar. Era imposible para ella perderse en Costa Azul, por lo que caminaba sin preocupación. Deseó tener el Donum Maiorum de Ignis Fatuus, así su búsqueda sería menos complicada.

Se iba a dar por vencida cuando una macabra risa llegó a ella. Sintiendo un fuego abrasador en su pecho, corrió con cautela en dirección al sonido que llegaba hasta ella, solo para descubrir un dantesco escenario.

 Dominick yacía petrificado, con los brazos y piernas sangrantes, imposibilitado de emitir palabra alguna, mientras un hombre acariciaba su rostro con una filosa navaja. 

Ella supo de inmediato que aquel hombre era José Arrieta, y se encontraba en compañía de Irina, la misma que los dejó sin movilidad en la Coetum.

Indignada, Zulimar corrió al encuentro de su Primogénito, preguntándose qué lo había llevado hasta allí.

Octavio caminaba de un lado a otro. 

Marcela lo observaba desde la oscuridad de la sala. No se atrevía a acercarse, tampoco había palabra que pudiera cambiar de opinión al hombre, así que decidió esperar y orar, aferrada a la camándula, pues si los sentimientos de su nieto y las razones que le dio Zulimar no obraban un cambio en el hombre, al menos esperaba que Dios transformara su corazón.

Sin embargo, nada parecía surtir efecto.

La anciana bajó su rostro, justo cuando el hombre se detuvo.

—Saldré a caminar —informó, dejándola sola en la penumbra del hogar.

Con sigilo, la Prima de Aurum se acercó por detrás de la pareja. Dominick logró verla, llenándose de esperanzas.

La joven hizo un puño con su manos y golpeó en la nuca a Irina, quien cayó al suelo. 

La derrota de la discípula de los non desiderabilia le devolvió el movimiento a Dominick, quien fingió por un tiempo más el estado de tensión en el cual estuvo sometido su cuerpo mientras se encontraba bajo el dominio de Zulimar.

—Hablando de estúpidos y estupideces —dijo la joven, llamando la atención de José Arrieta.

El rostro desconcertado del joven fue una invitación para Dominick, quien se decidió atacar. Levantó la mano, pero una vez más fue petrificado. Irina seguía consciente en el suelo.

Zulimar no entendía cómo pudo recuperarse tan rápido. Sin embargo, prefirió ponerse a la defensiva, sabía que Arrieta vendría a por ella.

Los golpes del chico no se hicieron esperar. Zulimar los esquivó, atacando. Sus primeros intentos fueron fallidos, luego comenzaron a hacerse daño.

Dominick miraba impotente, deseando librarse de las cadenas invisibles que le afligían, pero no podía. Deseó tanto acabar con Irina, la cual no se encontraba muy bien, pues seguía tirada en el piso, mas no podía salir de su "embrujo".

La lucha se iba tornando intensa, ambos oponentes hacían uso de sus mejores destrezas, pero Zulimar comenzaba a resentirse. No se había recuperado del todo, debía estar en reposo, no tenía que estar haciendo ninguna actividad física, pero ya era muy tarde. Aquella noche era de triunfo o derrota.

Esquivó un golpe de la daga del joven Arrieta, viendo oportuno contraatacar. Lanzó una patada a su oponente, pero este se la sostuvo. Sin energías para dar un salto, golpearlo y zafarse, Zulimar se vio perdida. Fue arrojada al pavimento, donde fue pateada sin piedad.

Sentía como sus órganos internos se estremecían, se despendían en un dolor desgarrador, y sus miedos de muerte se transformaron en una macabra realidad al sentir el tibio buche de oxido salado, la desagradable textura densa del líquido vital invadir su boca, y antes de que José Gabriel la levantara, la sangre salió expelida de su cuerpo.

Sin embargo, eso no detuvo al hijo de Arrieta, quien la tomó por la castaña cabellera, poniéndola de nuevo en pie. La arrastró ante Dominick, quien comenzó a sentir todo el malestar que provoca el escozor en los ojos. ¡Quería llorar, gritar, defenderla! Pero ni siquiera podía moverse, ni pedir ayuda.

La chica pudo leer en su compungido, afligido y atormentado rostro todas las emociones que el Primogénito estaba experimentando. No era ese el último recuerdo que quería llevarse de él, tampoco el que sedeaba dejarle.

—Verás como solo sirves para sembrar muerte, Primogénito de Aurum —sentenció José Arrieta, ante el inmóvil chico.

El hombre puso la daga en el cuello de Zulimar. La joven le sonrió a su Primogénito, haciendole un guiño justo cuando el arma se clavó con calidez en su cuello. No sintió nada, solo un vahío, desplomándose en el suelo bajo un charco de sangre.

Dominick no pudo contener más sus lágrimas. Ella, su Prima, su amiga, la persona que más odió y aprendió a respetar yacía muerta frente a él. No pudo hacer nada, no pudo defenderla, no pudo ayudarla.

—Ahora es tu turno. Luego le quitaré su Sello —confesó, viendo el cadáver de la joven—. ¿Quién me iba a decir que esta noche sería tan productiva?

Sintiendo una extraña corazonada, Ignacio aceleró al máximo la moto. Celebró que las calles de Costa Azul estuvieran despejadas, en especial porque no llevaba rumbo fijo, ni un destino al que llegar.

En cuanto cruzó la esquina, Octavio se encontró con una cruel escena: la joven que unos minutos atrás se había atrevido a insultarlo en su propia casa se encontraba sumergida en el sueño eterno mientras que su hijo era amenazado por otro, quien acercaba el cuchillo a su cuerpo.

Supo que algo imposibilitaba a Dominick actuar. Su hijo no era un cobarde, mucho menos capaz de no reaccionar ante la muerte de una amiga, entonces asumió que todo lo que había escuchado era cierto, que su primogénito pertenecía a una especie de raza superior y que tenía enemigos muy peligrosos.

Un golpe de adrenalina invadió al hombre, emoción, euforia y rabia al ver a su hijo en aquella situación, lo hicieron reaccionar, corriendo al encuentro de su muchacho.

—¡Deja a mi hijo en paz! —gritó, haciendo que José Arrieta se detuviera.

Con una sonrisa, el Harusdra se mostró divertido ante la nueva distracción que se le presentaba.

—Por lo visto, tu prima no será la única.

El corazón de Dominick se llenó de terror. Podría soportar la muerte de Zulimar pero no la de su padre, así que internamente comenzó a negar su espantosa situación. Quería gritarle a José Arrieta que acabara con su vida y su Clan, pero que dejara a su padre en paz, él no tenía nada que ver con la Hermandad, no merecía morir por su culpa.

El padre del chico presentó batalla, pero para José Arrieta aquel compromiso era mucho más ligero que el que tuvo que asumir frente a Zulimar. Fue sencillo doblegar al corpulento pero lento hombre, colocándolo frente a Dominick, luego de someterlo con una llave.

—Tu papá es un imbécil. Ya veo de dónde saliste. —Miró al chico con rostro triunfante. Deseaba saber qué pensaba, pero darle la opción de moverse podía ser perjudicial para él—. Lo dejaré que se desangre frente a ti. —Sonrió, satisfecho con su decisión—. Será divertido, ya lo verás.

Cambió la daga por un afilado punzó y penetró la laringe del hombre, sobre la traquea, perjudicando las cuerdas vocales. 

José Arrieta lo soltó. Octavio cayó de rodillas, llevándose las manos al cuello en un intento de detener el sangrado, para luego caer por completo.

—Y, ahora es tu turno —comentó—. Haré lo mismo contigo, lo mismo que hice con tu padre. Me quedaré a disfrutar cómo se observan mientras mueren. ¿Quién se irá primero? ¡Será tan divertido! —Tomó otra vez la daga y se acercó a Dominick, pero una bala de fuego le quemó la mano—. ¡Maldición! —gritó.

¡Magma! —Ignacio se hizo con el arco de su hermano y le disparó, dándole en el hombro.

Al verse impedido de mostrar batalla, desapareció junto con Irina. Otro día se enfrentaría con Ignacio Santamaría.

Dominick cayó de rodillas, pero en cuanto su cuerpo reaccionó se arrastró hasta su padre, entretanto el Custos revisaba el cuerpo de Zulimar, lamentándose de haber llegado tarde.

—¡Papá! ¡Papito! ¡No te vayas papá! —suplicó Dominick.

Los gritos del Primogénito hicieron que Ignacio reparara de nuevo en él, acercándose a la pareja.

Octavio intentaba hablar, pero no podía. Sus ojos se llenaron de lágrimas que no tardaron en salir.

—No te esfuerces, papá. ¡Por favor! ¡Te quiero! Pero te quiero conmigo.

—Dominick —le llamó Ignacio pero el chico apenas le notó—. ¡Dominick! —le gritó—. Pondré una mano en el corazón de tu padre, y la otra en el tuyo, así podrás escuchar lo que te dice, pero luego, deberás llevarlo al Hospital de la Fraternitatem, ¡o no sobrevivirá!

El chico asintió, e Ignacio hizo lo que prometió.

«¡Perdóname hijo, perdóname! —suplicó, llorando».

«¡Papá! ¡Te quiero mucho, papá! —confesó—. Todo está perdonado y te prometo que todo estará bien».

«¡Yo también te quiero, Dom! ¡Perdóname!»

Ignacio miró a Dominick, quien asintió, así que retiró sus manos para que pudiera abrir el portal que los llevaría al Hospital de la Fraternitatem Solem.

—Zulimar... —murmuró Dominick.

—Yo llevaré a la Dama de Aurum —contestó Ignacio, poniéndose en acción.

Luego de una reverencia, cargó el cuerpo sin vida de la Prima de Aurum, desapareciendo con Dominick a través del portal. 

***

Susy (1): Galleta tipo waffer rellenas de chocolate. La marca es propiedad de Nestlé Venezuela.

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