La Batalla de Los Médanos
La llegada de Eun In al hospital de la Fraternitatem Solem con Ibrahim, colgando en su hombro, alarmó a más de uno.
Con rapidez, los enfermeros y médicos asistieron a prestar ayuda al Primogénito de Sidus. Entre ellos, Montero, el cual no tardó en dar órdenes para que lo aislaran.
—¿Qué ocurrió, Eun In?
—Solo está agotado. Ignacio mandó a sacarlo del campo de batalla y traerlo. Era peligroso que continuara allí.
—¿Cómo va la batalla? —quiso saber Elías, quien se encontraba con otros Primas esperando en el hospital la llegada de los heridos y fallecidos.
La joven bajó el rostro, negando un par de veces. Tenía que ser sincera.
—Mi Primogénita logró frenar el ataque del Umbra Mortis. A mi Custos se le ocurrió enviar al Primogénito de Ardere a combatir a la Imperatrix, la cual optó por transformarse, mostrando toda su esencia. —Hizo una pausa—. El Primogénito de Sidus tenía como tarea mantenerlo en el aire, pero sucumbió ante el esfuerzo.
—Esa fue una estrategia muy arriesgada —se quejó Montero—. Ignacio debió ser un poco más prudente.
—Lo fue. Incluso el Primogénito de Ardere comenzó a descender cual meteorito, pero la Primogénita de Lumen lo auxilió.
—Montero tiene razón. Mandaré a llamar al ejército de refuerzo para que apoyen en el campo de batalla —decidió Elías, dando la media vuelta.
—¡Espere, Prima de Aurum! —Le detuvo la chica—. No es necesario que lo haga —dijo. Ambos hombres se miraron extrañados. Por los sucesos que acababan de relatar, la pelea se encontraba a favor de los non desiderabilias, así que debían intervenir para volver a colocar la balanza a su favor—. Algo extraño ocurrió antes de que viniera.
—¿Qué? —La interrogó Elías.
—La Primogénita de Astrum apareció, y al parecer es inmune a los ataques de los non desiderabilias.
—¡¿Saskia?! —dijeron ambos hombres al unísono.
—¿Cómo es posible? —dudó Elías.
—Llame a Monasterio —recomendó Montero—, o mejor aún, vaya hasta donde se encuentra Jung y reúnase con ambos. Alguna explicación habrá para tan extraño fenómeno.
—Yo llamaré al Prima Monasterio —se ofreció Eun In—. Usted vaya con mi padre. Debo volver al campo, después de la llamada.
Montero le prestó el móvil a la chica, quien sin dudar marcó el número, entretanto Elías caminaba con paso decidido hacia la habitación de Jung.
Por segunda vez en el día, Ignacio se sintió dueño del juego. Luego de quitarse de encima a dos Harusdra dirigió su mirada hacia Teodoro. El Umbra Mortis pudo sentir, desde la distancia, toda la adrenalina del chico.
El Primer Custos se posicionó frente a todo su ejército, dispuesto a dar las últimas instrucciones.
«Dominick irás conmigo por el flanco derecho, con una de las proyecciones de Saskia»
«¿Temes que te pueda quitar la gloria guiando a tu Clan?», se mofó el Primogénito de Aurum.
«Temo que te corten la cabeza», le respondió.
«¡Chinazo(1)!» le gritó Gonzalo, el cual comenzaba a ganar confianza y tranquilidad.
«Me alegra que estés de humor, pero ¡déjate de mariqueras(2)!», le exigió Ignacio. «Gonzalo e Itzel, con la segunda Saskia, atacarán por la izquierda. No permitan que los non desiderabilias avancen más. Estamos completos ahora, así que no tendremos pretextos si salimos derrotados... ¡Hey, Aidan!», llamó al Primogénito de Ardere.
«¡Dime!»
«A Amina se le acaba el tiempo, así que, marico(3) no es por meterte presión, pero si la cagas, no la vamos a contar, y no sé tú, pero yo quiero tomarme unas cocadas(4) en cuanto esto se acabe», confesó en un tono más relajado.
«¡Sí va!», respondió Aidan soltando una carcajada. «¿Estamos en confianza para decirnos "marico"?».
Ignacio sonrió. Había establecido un nuevo vínculo con el Primogénito de Ardere.
Las órdenes de Ignacio fueron acatadas con presteza.
Los Primogénitos se redistribuyeron en el campo de batalla.
«Itzel, necesito que me ayudes a crear anomalías magnéticas en la corteza interna de la Tierra», le pidió Gonzalo. «Mientras más rápido acabemos con esto, podremos ir a por Teodoro, antes de que Iñaki y la versión raquítica de Thor lleguen a él».
«Es peligroso, Gonzalo. Sabes que tengo límites».
«Pues, es una lástima que no tengas tiempo para conocerlos. Amina está por volver a la normalidad y no queremos tener más sorpresas».
«Te comprendo», respondió la chica.
Sin embargo, Itzel no le temía al hecho de que Amina volviera a la normalidad, sino que Saskia volviera a desaparecer. Deseaba, al menos, darle un abrazo a su querida amiga.
Pese a ello, la Primogénita de Lumen se concentró, dirigiendo sus manos hacia la superficie arenosa. Un campo magnético de gran intensidad brotó de sus manos, haciendo que su cuerpo se elevara unos centímetros.
Respiró profundo para mantener la calma, aunque su corazón, galopante de emoción, era difícil de contener. Se estaba dando cuenta de que podía levitar.
Cerró sus ojos, mientras su cabello se batía en una brisa que era inexistente para los demás. Fue bajando sus manos, haciendo que el campo penetrara la corteza terrestre, por completo. Su trabajo estaba prácticamente hecho.
Gonzalo sintió la vibración de la Tierra, invocó su arco, tomando una flecha de lava que enterró en la arena. El desierto falconiano se estremeció, haciendo que el magma surgiera como ríos en la arena.
—¡No teman! El poder del Solem no nos dañará. —Gonzalo alentó a su gente, quienes confiados se lanzaron al ataque contra aquellos seres que parecían inmortales.
Dominick sonrió en cuanto Ignacio se apareció a su lado.
«Usas muy bien mi don».
«Tú también te estás aprovechando del mío», le respondió Ignacio.
El Primogénito de Aurum miró al cielo, hacia Amina.
«¿Cuánto crees que dure allí?», quiso saber, obligando al Custos a mirar a su Primogénita.
«No lo sé, pero ya no le queda mucho tiempo».
«Acabemos con esto de una vez».
Ambos jóvenes corrieron a enfrentar a los non desiderabilias, usando sus poderes para quemarles las entrañas.
Mientras atacaba, Ignacio iba marcando con el poder de Mane a los regimientos de Astrum, Aurum y Lumen, don para que soportaran con más ánimo las quemaduras del enemigo, ahuyentando así el miedo.
«¿Por qué no lo hiciste antes?», le preguntó Saskia al notar el cambio de actitud de su gente.
«El Sello de Mane es reciente, aún no escoge a un Primogénito, y no quiero abusar de sus beneficios, no vaya a ser que el Solem termine castigándome por soberbio», le confesó.
Aidan giró sobre sí para escapar de la primera estocada que le lanzó Natalia. La joven Imperatrix comenzó a preocuparse por la transformación del Primogénito de Ardere. Tener alas propias le daba una posición aventajada, que hasta los momentos no poseía.
El joven Ardere decidió ascender para poner más distancia entre él y la tierra. Estaba siendo tan sencillo desplazarse con ellas. Movió sus alas con fuerza, subiendo cual ángel, hasta lo más alto del cielo, entretanto Natalia observaba molesta y confundida la reacción del chico.
Su vuelo lo llevó a colocarse frente a Amina. La Primogénita de Ignis Fatuus seguía estática en un cielo azulado, con sus brazos extendidos y sus Sellos refulgiendo a través de la tela especial de su traje de combate. Sus ojos se encontraban cerrados, y sus labios estaban velados por el tapabocas.
Sin embargo, su semblante conservaba la inocencia que siempre había admirado, que le enamoró, por la que sentía especial devoción.
—Niña de Ignis Fatuus, ¿qué hiciste para que quedara prendado de ti? Tus ojos jamás penetraron los míos, y cuando lo hicieron, ya era un reo de tu corazón. Sé que fui un cobarde, en muchas oportunidades, cada vez que deseaba protegerte, solo complicaba las cosas para ti. No necesitabas un salvador, pero yo anhelaba convertirme en uno para ti. Ahora puedo ser más. Siento que ahora puedo ser una persona especial para ti. Es el momento de demostrarte, hermosa señorita, que puedo estar a tu altura. Hoy destruiré el terror que he sembrado dentro de la Fraternitatem Solem. Haré que te sientas orgullosa de mí, hija del Phoenix.
—No puede oírte —se burló Natalia—. Tu ingenua princesita yace en la profundidad de otra dimensión. ¡Ni te imaginas qué fácil sería para mí terminar de arrancarle la vida!
—Si te resulta tan sencillo, ¿por qué no lo has hecho?
—Porque no habría diversión en eso.
—Hace unos minutos no pensabas lo mismo.
—Hace unos minutos no tenía tantas ganas de hacer sufrir. ¡No sabes el placer que me daré, luego que te quiebre todos los huesos y vaya a por ella! El solo pensar que te retorcerás de dolor, tanto físico como emocional, me llena de dicha. Morirás odiando, morirás como un vil parásito.
—Sueñas demasiado, Natalia. Apuntas más alto de lo que puedes alcanzar.
La joven lo miró con ira.
—Tu problema siempre ha sido creer que soy una estúpida.
—Te equivocas, mi problema no fue creer que eras una tonta, sino ser tan pendejo para llegar a pensar que necesitabas de mi ayuda, que mi amistad era importante para ti.
—¡Ja! ¿Tu amistad? Quizás en un momento lo fue, pero no eres tan interesante para conservarte en mi vida.
—Tus palabras podrían herirme, si no conociera de antemano cuáles fueron siempre tus verdaderas intenciones. Estoy dispuesto a terminar lo que comencé. Contigo cierro un ciclo de errores. Tengo mucho que hacer, pero tú serás el inicio perfecto.
—No tienes el poder para hacerlo.
—No, no lo tengo, pero lo deseo tanto que lo conseguiré. ¡Espada del Sol y la Muerte!
Descendiendo, con la empuñadura de oro entre sus manos, Aidan enfrentó una vez más a Natalia.
Los golpes de los aceros destellaban por encima de la batalla campal que se desarrollaba en los médanos. Con agilidad, Aidan desviaba cada ataque de Natalia, haciendo que la Imperatrix perdiera el control.
Con toda la vehemencia de su corrompida arma, Natalia golpeó con sus espadas de cristal una y otra vez al Primogénito de Ardere, quien para contener la embestida tuvo que hacer aparecer su escudo.
Aidan era consciente de que Natalia había perdido el control. Pensando en la mejor estrategia, cambió su escudo por una espada pequeña la cual enganchó con una de las de Natalia. En un par de giros, terminó por sacarla de la mano de su portadora.
Horrorizada, Natalia batió sus alas para alejarse, pero Aidan fue a por ella. Pasó la espada corta hacia su diestra y la Espada del Sol y la Muerte hacia su siniestra.
La Imperatrix subió su espada, bajándola con todo su poder. Aidan subió la espada corta, deteniendo el avance de la misma. Natalia gritó en un intento por sacar fuerzas desde sus vísceras, mas el Primogénito de Ardere aprovechó aquel momento de euforia de la líder de los Harusdra para envainar la Espada del Sol y la Muerte en el vientre de esta.
Los azules ojos de Natalia se desorbitaron, sus pupilas se transformaron en la turbulencia del mar embravecido. Sus carnes se desgarraron; la hoja de aquella espada memorable de la Fraternitatem Solem, pasó más allá de sus entrañas, quebrando su vértebra. Su boca se llenó del vital líquido, mientras sus manos se aferraban con el resto de energía que le quedaba a la empuñadura de oro, y sus ojos daban con los de Aidan.
Ella no habló, pero Aidan vio, más allá de la muerte física, lo que la Espada del Sol y la Muerte podía hacer.
Natalia sintió la soledad y el abandono de Dominick al morir su madre, desgarrándose su corazón, el desprecio que Ibrahim vivió por su sexualidad, el maltrato y el desasosiego de Saskia, la culpabilidad de Itzel, el alma rota de Aidan.
Pero, la Espada hizo mucho más, y en la carne de la Imperatrix se marcó cada uno de los signos y torturas que los Santamaría habían padecido, siendo finalmente sometida a la Umbra Solar.
Las extremidades de Natalia se tensaron, y quiso gritar, al sentir como su ser era abrasado por una fuerza sobrenatural que podía arrancar cualquier Donum, mas no pudo. Se ahogaba con su propia sangre, mientras las lágrimas luchaban por salir a raudales de sus ojos.
Y ante Aidan, su piel se fue quemando y convirtiendo en cenizas. Al final solo quedó Aidan y la Espada del Sol y la Muerte entre sus manos.
El grito desgarrador de Teodoro le indicó a todos que la Imperatrix había fallecido.
La adrenalina pareció desbordarse en Ignacio, quien ordenó acabar con el ejército de los non desiderabilias.
La Fraternitatem Solem corrió en pos de sus enemigos, pero muchos de estos se desvanecieron de la misma forma en que habían llegado, incluyendo el Umbra Mortis. Sin embargo, la orden fue no tomar rehenes, así que ningún Harusdra sobrevivió en los Médanos de Coro.
Los Sellos de Amina fueron desapareciendo uno a uno, desde el de Ardere, seguido por el de Lumen, hasta llegar al de Ignis Fatuus, mientras que abajo todos se habían olvidado de ella y, abrazándose jubilosos, se felicitaban por salir vencedores en la Batalla de Los Médanos.
Itzel corrió hacia una de las proyecciones de Saskia, aferrándose a esta con todas las energías que le quedaban.
«Dime que no te irás».
«Desearía estar aquí», confesó Saskia, mientras comenzaba a sentir que algo dentro de ella se iba deshilvanando. «Quiero creer que aún puedo regresar».
«Dime qué puedo hacer para que vuelvas a esta dimensión», preguntó.
Pero Saskia no pudo responder. Su proyección comenzó a desvanecerse como pétalos de flores al viento. Solo la mirada de la Primogénita de Astrum al cielo, le indicó a Itzel que a vida de esta estaba profundamente unida a la de la Primogénita de Ignis Fatuus.
Aidan sonrió al ver el júbilo de su gente. En su mano continuaba la Espada del Sol y la Muerte. La observó, sin desdibujar la sonrisa de su rostro, contemplando cada uno de los Sellos dorados en la hoja plateada. Aquel acero era el arma más poderosa que podría sostener, pero no habría sido posible sin las alas que Ignacio y Gonzalo le habían cedido.
—Y sin tu previo sacrificio —pensó en Ibrahim.
Seguía aturdido por la victoria que obtuvo. No podía creer que había acabado con una Imperatrix tan peligrosa como lo había sido Natalia.
Se habría quedado unos minutos más sin reaccionar, para luego bajar, de no ser por un extraño cuerpo que parecía descender en caída libre desde lo más alto del cielo.
Al no tener los Sellos, ni las Alas de Mane, Amina comenzó a precipitarse a Tierra.
—¡Mierda! —gritó Aidan, volando hacia ella.
Tuvo que ser cuidadoso para tomarla, sin embargo la velocidad de la chica no fue fácil de contrarrestar, así que aplicó la fuerza necesaria para no continuar con ella la caída. Los tendones del cuello se le tensaron una vez más, pero estaba tranquilo. El tibio cuerpo de Amina yacía en sus brazos.
—Ya todo ha pasado, Ignis de Ardere —le dijo, acurrucando, a una inconsciente Maia, en su pecho.
Con ella en sus brazos, bajó.
Ignacio corrió a tomar a Maia en sus brazos. Aidan le sonrió, entregándosela, como lo había hecho aquella vez en la playa, pero con un sentimiento distinto, pues ahora el Primer Custos de Ignis Fatuus era un amigo.
El joven hizo una pequeña venia para retirarse con su prima en brazos. Al darle la espalda al Primogénito de Ardere, las alas de Mane desaparecieron, así como los Custodes.
En el desierto venezolano solo quedaron Dominick, Itzel y Aidan con el resto de la Fraternitatem Solem, a la espera de que el portal de Aurum fuera abierto por su incrédulo Primogénito.
***
¡Hoy es 21 de diciembre! ¡Solsticio de Invierno! Y aunque es un poco tarde, son casi las 11pm en mi país, quería compartir este capítulo con ustedes por ser un día tan especial para la Fraternitatem Solem.
(1) Chinazo: Expresión venezolana utilizada para hacer referencia a una palabra, frase u oración que puede ser interpretada con doble sentido.
(2) Dejarse de mariqueras: Dejar de hacer estupideces.
(3) Marico(a): En Venezuela, se le suele llamar marico(a) a una persona que es muy amiga, muy cercana, muy "pana". Es una expresión amigable que no tiene ningún matiz homofóbico. Se suele emplear para hacer sentir al otro en confianza.
Y una explicación extra, aquí es muy común tener a una persona que lo sabe todo o la mayoría de las cosas sobre ti, un(a) amigo(a) por el cual sientes un amor strogé y philia.
Como aclaratoria: Es extraño que entre sexos opuestos se suela usar esta palabra (mu poco común), tampoco se emplea cuando tu amigo(a) es homosexual, ese es el motivo por el que Aidan nunca ha llamado así a Ibrahim, porque eso si se considera una falta de respeto en mi país.
(4) Cocadas: Bebidas dulces hechas a base de coco y leche.
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