¿La amas?

Vivir en la casa Aurum era como pernoctar en un campus universitario, siempre abarrotado de personas que llegaban y salían al entrenamiento. Dominick se había adaptado a recibir saludos de todos los inquilinos, de hecho tuvo que acostumbrarlos a que una sonrisa, un gesto con la mano y hasta con el rostro serían su respuesta para no incomodarlo.

Sin embargo, muchos decidieron hacerle una reverencia, lo que en un principio le molestó, pero al ver que poco iba a lograr enfadándose, lo dejó pasar.

Ese día, el pecho le dolía. No había dicho nada pero sabía muy bien que Maia, más allá de protegerlo, lo había lastimado. Su imagen de hombre invencible y su cariño por la joven evitaron que se quejara, y así se hubiese mantenido, mas los rastros del ataque comenzaron a hacerse visibles, aun cuando él no se diera cuenta.

Zulimar salía de la sala común cuando lo vio. Su camisa beige exhibía una mancha parduzca, nada que llamara mucho la atención, salvo por sus bordes irregulares, la profundidad del color en el centro de la misma, el hecho de que para nada iba con el diseño de la prenda y porque, todo aquel que ha estado en una guerra sabe distinguir una mancha de sangre de una pintura cualquiera.

—¡Pero...! —dijo alarmada, mientras se acercaba—. ¿Qué es lo que te ha pasado? —preguntó acercándose a Dominick.

Puso sus dedos sobre la tela manchada, el ligero roce de la misma con la piel de Dominick hizo que el chico no solo se estremeciera de dolor, sino que no pudo evitar que se le escapara un grito.

—¿Qué te pasa?

—¿Acaso no te has dado cuenta de que estás sangrando?

—¿Sangrando? —preguntó extrañado.

El escozor había sido intenso, sin embargo su mente estaba sumergida en el ataque que tuvo Amina. Jamás se habría imaginado que la chica lo había herido. Observó el sitio en donde Zulimar tenía puesta su mano y, asombrándose, soltó el bolso.

Leah entraba en ese momento a la cocina. Sin perder tiempo, Dominick se deshizo de su franela. Sobre su pecho reposaba la silueta de un ave que Zulimar reconoció rápidamente.

—¿Por qué tienes el Sello de Ignis Fatuus en tu piel?

Aquel no era el Sello típico del Populo, la marca era de un tono marrón metálico y de ella emanaba un nauseabundo olor a pus. Bastó una seña de Zulimar para que Leah corriera por el botiquín de primeros auxilios.

—Dime qué fue lo que pasó.

—Maia fue atacada en el colegio, corrimos a ayudarla, pero la verdad es que no pudimos hacer nada.

—¿Atacada? ¿Otra vez? —preguntó alarmada.

—Creo que es una especie de juego maquiavélico que los Harusdra desean tener con nosotros —contestó echando el cuello hacia atrás para que Zulimar pudiera examinarlo.

—No te estoy entendiendo, en especial porque no puede verle el lado gracioso a tu comentario —confesó, mientras Leah entraba en la cocina.

Zulimar sacó algunos frascos que le hicieron intuir a Dominick que los mismos contenían alcohol, por lo que se sostuvo con fuerza de las asas de la silla en donde previamente Zulimar le había obligado a sentarse, entretanto pensaba en una forma de persuadirla de que no lo hiciera

—¿No es mejor que llames a un médico?

—Si lo que dices es verdad, él único médico confiable para nosotros debe de estar con los Ignis Fatuus.

—¿Acaso nuestro Clan no tiene buenos médicos?

—Los tenemos, pero de la salud de los Primogénitos solo se encarga Salvador Montero —Le miró inquisitivamente—. Es el mejor internista y tiene un Magister en Munera.

—¡Je! —se burló—. ¿No me digas que existe tal maestría?

Si las miradas mataran, Zulimar hubiese aniquilado a su Primogénito en aquel preciso instante.

—No en vano Ignis Fatuus siempre se ha mantenido a la vanguardia sobre esas cosas. Y aunque me avergüense reconocerlo, nos ha superado. Pero, aún no me explicas cómo fue a parar el Sello de ellos en tu piel.

—Como te dije, Maia estaba siendo atacada. Intentamos ayudarla —Zulimar lo miró, intentando descubrir el transfondo de todo aquello—. Y yo intenté sacarla de allí, pero me atacó.

—¿Quéeee? —gritó alarmada.

—Me atacó —susurró Dominick, dándose cuenta de la gravedad del asunto.

—¿Qué...? Pero, ¿cómo fue capaz de atacarte? El hecho de que tengamos un pacto con ellos no quiere decir que puedan herir a nuestro Primogénito —confesó torva—. Por muchas vidas que le debamos a su Clan, no voy a permitir...

—¡Para ya! —le pidió Dominick, intentando detenerla, pues sus gritos estaban atrayendo la atención de más de uno.

—¡No, Dominick, no! —Era la primera vez que le llamaba por su nombre—. No voy a permitir que ella te ataque, mucho menos que te lastime.

—¡Basta Zulimar! —le gritó, haciendo palidecer a más de uno, incluso a Leah quien detuvo el algodón sobre la boquilla del frasco—. ¡Te dije que no lo hizo a propósito! Me atacó porque yo quería correr a ayudarla, necesitaba alejarme y físicamente no podía. Si la hubiese tocado siquiera, no solo ella, sino también yo estuviera muerto en estos momentos. ¡Solo me estaba protegiendo! 

Zulimar retrocedió, entretanto Dominick se levantaba de la silla, intentando recobrar la serenidad para explicarle.

—Nos dejó fuera del domo. No permitió que experimentáramos su agonía. ¡Sí! Lo confieso, en un primer momento me molestó —Se llevó el puño al corazón—. Me hirió que no me dejara acercar, que no tuviese la suficiente confianza en mí como para dejar que la ayudara. Pero en el transcurso de la mañana comprendí que si me hubiese quedado allí, con ella, habría sufrido más que esto —Se señaló el Sello—. No se defendía de mí. Ni siquiera creo que haya tenido la intención de lastimarme. Sabes muy bien que su poder podría matarme... A cualquiera de nosotros, y sin embargo, solo me alejó, porque los otros no eran capaces de hacerlo.

—¿Los demás resultaron heridos? —preguntó más tranquila.

—Solo Aidan —Sonrió con ironía y tristeza—. Él muy ingenuo pensó que podría acabar con el domo, cuando la verdad es que a él tampoco lo dejó entrar —Leah se aproximó a él colocándole el algodón empapado en la herida—. ¡Aiiiish! —exclamó, intentando no dar una impresión de debilidad—. Al final, Gonzalo fue el héroe, él fue quién terminó por rescatarla.

—Bien, Primogénito, tomaré por cierto lo que me acabas de relatar. Sin embargo, veo muy grave el nuevo ataque a la Fraternitatem. —Dio la media vuelta.

—¡Espera! —le llamó Dominick—. ¿Tienes alguna idea del significado de las palabras: «La sangre que corre por mis venas, fue concebida para congelar tu ser...»?

—¿De dónde has sacado eso?

—Aparecieron luego de que Maia fue atacada. Y así como aparecieron se escurrieron como polvo.

—No —confesó palideciendo —, pero te prometo que lo investigaré.

Dominick apartó su mirada de su Prima. El miedo de haber hablado de más comenzaba a apoderarse de su persona. Jamás intentaría nada encontra de Maia y, aun cuando se sintiera incapaz de entender sus actos, sabía muy bien que estos tenían un motivo.

La actitud de Maia había sido su gran dilema en los últimos meses, intentaba comprender su proceder, la causa o el motor que le motivaba a tomar las decisiones que tomaba. Había aprendido a aceptar que sus sentimientos jamás serían correspondidos, pero aun así no había ninguna razón por la que su amistad se viera afectada. 

Quizás él se había engañado pensando que Maia necesitaba de su ayuda, cuando la verdad era que ella ya tenía a sus primos, y después de ellos a Aidan. No lo necesitaba.

Dolía pensar que su amiga ocultaba secretos para él, aunado a esto, la interacción entre ella y sus guardianes era mucho más fuerte de la que alguna vez tuvo con él; muchas veces culpó a la distancia y al tiempo, muchas veces se preguntó qué habría pasado si él hubiese estado con ella siempre, ¿sería todo igual?

El escozor que le estaba produciendo el remedio que Leah le aplicaba lo hizo volver a la realidad. Tomó las manos de la chica, percibiendo miedo y respeto en sus ojos.

—Lo siento.

—Tranquila. Creo que de verdad me duele.

—¿Hablas de la herida o de la Primogénita de Ignis Fatuus? —Dominick la miró seriamente—. No me malinterpretes —se excuso al notar que su pregunta podía ser tomada a mal—. Lo digo porque muchos quieren ser un Ignis Fatuus.

—¿De dónde sacas eso?

—Después de que fuimos atacados he escuchado a más de uno murmurar que renunciarían libremente a su Sello por llevar el que tú tienes ahora en el pecho. —Dominick bajó su mirada hacia el Sello.

—Jamás podrán tener este Sello.

—Pueden tenerlo si la Primogénita pacta fidelidad con alguno de ellos, pero no creo que Ignis Fatuus se atreva a romper nuevamente las leyes de la Fraternitatem. Aunque tampoco es porque la chica les atraiga, la verdad es que admiran el poder que ese Clan ha llegado a tener luego de que, por nuestra culpa, casi desaparece.

Dominick no respondió a ello, y Leah intuyó que no diría nada si no lo presionaba.

—¿También admiras a Ignis Fatuus?

—¿Crees que admirar su Clan es una señal de debilidad?

—Pienso que es reconocer que son los mejores, mas el alma competitiva de Aurum no debe morir con esta generación. Debemos esforzarnos por volver a ocupar el lugar que nos corresponde dentro de la Fraternitatem Solem.

—En eso tienes toda la razón. —Esta vez Dominick aguantó el roce del algodón con su piel.

—Pero, aún no has respondido mi pregunta.

Dominick levantó su mirada, pues hasta ese entonces había estado vigilando el toque de sus manos en su herida.

—Lo hago por ella, porque la admiro y la respeto. Nunca ha sido por su Clan, ni por su Sello. Maia fue mi refugio en una época en donde creía que lo había perdido todo, y crecí con el deseo de recompensarla, protegiéndola —Se irguió, mostrando su bien trabajada musculatura—. Todo lo que ves lo hice por ella; siempre creí que llegaría un momento en que yo la protegería. Y no hablo de la Hermandad, ni de lo que ahora es nuestra realidad, pues en aquel entonces, la desconocía por completo.

—¿Querías protegerla como un hombre protege a una mujer?

—Quería protegerla de todas las formas posibles, y así pagaría la deuda de amor que tengo con ella.

—¿Y qué pasó? —preguntó compungida, desviando su mirada por completo del rostro de su Primogénito.

—Que descubrió que yo era miembro, el Primogénito, de uno de los Clanes que procuró la destrucción del suyo, que sus primos ya estaban haciendo el trabajo que yo tanto desea hacer y ella no necesitaba más brazos que la protegieran, y... —hizo una pausa desviando su mirada a la entrada de la cocina.

—¿Y...? —preguntó con temor.

—Y otro hombre, uno más "humano", podría decirse —Sonrió con ironía—. No lo sé. Nunca sabré cómo definirlo, pero alguien se ganó su corazón, me lo robó, y ahora no sé en qué plano me encuentro.

—¿La amas?

—No lo sé. Maia me duele, pero esto —dijo llevándose la mano hasta su propio Sello— pesa mucho más que mis sentimientos.

—Entonces, estás luchando por olvidarla.

—Olvidarla no es la palabra adecuada. No puedo olvidarla, pero ya no me abruma. Es como una suave brisa en mi vida.

—¿Y eso es bueno?

Dominick puso una mano en las suyas y otra en su cabello, acariciándolo suavemente.

—Es tan bueno como tú quieras imaginarlo.

Atrayéndola hacia él la besó. Leah soltó el algodón, sus suaves y febriles labios eran más de lo que ella había imaginado. Ser besada por su Primogénito era más de lo que ella había deseado.

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