Justa preocupación
La última planta del edificio se encontraba más concurrido de lo habitual. Allí estaban siendo atendidos los heridos del enfrentamiento.
Aidan marchó de último, detallando los rostros compungidos de los familiares que esperaban un diagnóstico positivo y, que a pesar del dolor que sentían, se detenían a reverenciarlo.
Fue difícil reprimir el sentimiento de culpa. Él debió estar ahí, ayudando a sus compañeros, creando algún muro que evitara el avance de los Harusdra y la pronta salida del Populo.
Les había fallado.
—¡Ardere! —Se escuchó un fuerte grito que rompió el silencio del lugar.
Aidan subió la mirada, entretanto su padre y su hermana se detenían. Dafne parecía un pajarillo asustado entre los brazos de su padre. El chico sonrió al descubrir que el hombre que había gritado era Gonzalo.
—¿Me piensas dejar sin hermana? ¿O está es tu nueva forma de suplicarle a los guardias del hospital que nos saquen?— le preguntó Aidan, adelantándose a su familia, para tenderle la mano a Gonzalo.
—¡Ja, ja! —Soltó una carcajada—. No había reconocido a tu hermana. —Se asomó por el hombro de Aidan—. Ni a tu papá. Aunque debí suponer que eran ellos por la semejanza en el cabello. —Le guiñó el ojo—. Mi tío quiere verte.
—¿Y eso? —preguntó antes de que su padre se acercara.
—Creo que piensa hacer una cena e invitarte. Le ha prometido a mi tía que no te dirá drogadicto ni nada de eso —le confesó, haciendo que Aidan se sonrojara.
—¡Chamo!
—¡En serio se lo prometió! Aunque no sé para qué lo hizo si la idea de invitarte a cenar fue suya.
—Eso quiere decir que Ignacio está bien —insinuó mientras su padre y Dafne le daban alcance.
—¡Nou! —negó—. Iñaki no está muy bien, pero tampoco morirá.
—¡Hola! —saludó Andrés, acomodándose los lentes.
—¿Cómo está señor Aigner? —le saludó Gonzalo, tendiéndole la mano, gesto que fue respondido rápidamente con un fuerte apretón.
—Un tanto preocupados por la situación de tu hermano... Y muy agradecidos —respondió, dándole un vistazo a la apenada Dafne.
—¿Qué tan grave es su situación? —quiso saber Aidan, haciendo que Gonzalo apartara su curiosa mirada de Dafne.
—Al parecer el ataque puede tener efecto adversos en su Donum.
La mirada compungida de Aidan no se hizo esperar, entre el temor de los ojos de Dafne y la oscuridad que se cernió en Andrés. El Primogénito de Ardere, se llevó las manos a la cintura.
—¡Bueno, tampoco fue que perdió su encanto! —les aclaró, aunque el esfuerzo por mantener el ánimo entre los presentes no surgió efecto—.¡Síganme! —les llamó con la mano.
Los Aigner le siguieron al sitio más apartada del edificio.
En unas butacas colocadas en el amplio pasillo estaban sentadas las mujeres de la familia Santamaría, mientras que los hombres hablaban al otro lado. El padre de Amina se irguió al verles llegar. Instintivamente, Andrés y sus hijos se detuvieron. Jamás habían intercambiado palabras, solo las necesarias, por lo que sintieron que estaban interrumpiendo la intimidad familiar.
—¡Aidan! —susurró Israel, caminando hacia el joven.
Amina se incorporó de los brazos de su madre al escuchar el nombre de Aidan, en especial el peculiar tono de voz que su padre empleó. Se puso de pie. Aidan le observó, le era imposible no dirigirle siquiera una tímida mirada, todo su cuerpo tendía hacia ella. En su triste mirada hubo trazos de felicidad. Volvió su vista a la mano que Israel le presentaba.
—¡Gracias por ocuparte de nuestra Amina durante el ataque!
—Señor —titubeó—. No sé qué decir.
—No digas nada muchacho. Sé que no es el lugar ni el momento adecuado, pero me gustaría invitarte a cenar a casa. Si es posible —agregó observando a un sorprendido Andrés.
Aidan vio a su padre, quién no pudo articular palabra ante semejante gesto. Pero, entre los dos, Dafne era la que se mostraba más confundida, ¿no se supone que ella fue la rescatada y que Ignacio había resultado herido?
—Sí —respondió dudoso, viendo a su padre. Andrés asintió, lo que le dio más ánimos para responder. Apretó la mano de Israel y le miró a los ojos—. Sí, con gusto aceptaré.
Más allá Ismael sonrió, cruzándose de brazos al recostarse de la pared. Gonzalo se dirigió hacia Amina, para ayudarla a reunirse con Aidan.
—Hemos venido para conocer la situación de su Custos y agradecerle a Ignis Fatuus por proteger a mi hija —confesó el padre de Aidan.
Sus palabras causaron asombro entre las cuñadas que inmediatamente se observaron, poniéndose de pie. Ismael también se incorporó. ¿Ignacio había ayudado a un Ardere?
Todos conocían su creciente apreció por Aidan, pero este era el único miembro de otro Clan por el cual estaba dispuesto a mover un dedo.
—Sí —respondió Dafne, al verse indefensa ante las miradas escudriñadoras de los presentes. Incluso la de Gonzalo. De reojo se dio fuerza con el gesto de confirmación de su padre y les enfrentó—. Iba saliendo del colegio, y él me salvó de ser alcanzada por una de las estacas. Le vi sangrar, pero no me percaté de que estaba tan mal, así que quise... Mi papá propuso —corrigió— que viniera a visitarlo.
—Ha sido un buen gesto —contestó Gema, luego de un incómodo silencio, tendiéndole sus brazos—. Sé que mi Nachito estará feliz por tu agradecimiento.
—No creo que a Iñaki le importe mucho —masculló Gonzalo.
Aidan alcanzó a oírlo, bajando el rostro para ocultar su sonrisa a través de su cabello.
—Me imagino que este es un momento muy delicado para ustedes y querrán estar en familia —agregó Andrés, sintiéndose fuera de lugar.
—Nada de eso —le aseguró Ismael—. Si quiere vamos a tomar un café. Me hace falta estirar las piernas mientras esperamos los resultados de las pruebas de poder que le están realizando a Ignacio.
Andrés observó a sus hijos, Dafne le miraba horrorizada, pero Aidan se sentía muy seguro en aquel lugar, por lo que decidió dejarlos, marchándose con los hombres.
—¿Quieren ir a verle? —preguntó Amina.
—¿Sí? —respondió Dafne, buscando algún gesto que afirmara su respuesta en Aidan.
Su hermano puso su mano en su espalda y caminó con ella detrás de Gonzalo y Amina.
—No puedo creer que tu padre me agradeciera por llevarte a comer pizza —hizo silencio—. Aun me recrimino no estar allí.
—Estás siendo muy duro contigo —le aseguró Amina.
—Siento que le fallé a la Hermandad.
—A mi tío no deja de dolerle la situación de Ignacio. Mas, debes entender que a diferencia de sus Clanes, el nuestro se ha mantenido activo en lo que respecta a los non desiderabilias. ¡Esos malditos! —rugió—. En fin, si analizamos lo que pasó, fue mi culpa por no llegar a tiempo a por Amina. Sin embargo, me perdonaron porque al menos llegué.
—Pero yo nunca lo hice.
—Aidan —se volteó a verle, haciendo que Dafne le mirara con temor.
Por primera vez en su vida la chica se sentía inferior a otros miembros de la Fraternitatem Solem. Los Ignis Fatuus no solo irradiaban superioridad, lo eran, y tenían una forma muy sutil de mostrarlo: se tomaban todo aquello como un juego de niños, su tranquilidad llegaba a perturbar hasta al más aguerrido miembro de Aurum.
Amina también se detuvo, buscando con su audición la ubicación de su primo.
—Si no te hubieras llevado a Amina, ella hubiese sido la primera en ser atacada. Ni con todo su poder hubiera sobrevivido.
—Es verdad —respondió—. Por mal que suene decirlo, si hubieran atacado en ese momento, quizá me hubiesen matado. Iba a ser imposible para mí, aún viendo, sobrevivir a semejante emboscada.
—Por eso es que mi tío te agradece.
—Pero la Coetum no lo verá así —interrumpió Dafne.
—La Coetum siempre ve las cosas como se le antojan, mas eso no interfiere en lo que nos conviene.
Gonzalo reanudó el camino, con su prima al lado y los Ardere atrás.
—¿Son así de extraños? —le susurró Dafne a su hermano.
—¡Je! ¡Son geniales, Daf! ¡Un poco raros, pero geniales!
—Mamá no dejará que cenes en su casa.
—¿Cómo podría enterarse mamá?
Dafne bajó la mirada. ¡Claro que sabía la respuesta!
—No se enterará por mí —le aseguró.
—¡Aquí está!
Gonzalo llamó la atención de los hermanos que se detuvieron frente a un enorme ventanal que le separaba de una habitación blanca con el techo azulado.
A través de esta podía verse a Ignacio de pie, suspendido en el aire, cabizbajo, de hombros caídos y pies relajados, atraídos por una vencida gravedad. En una de las esquinas se encontraban cuatro especialistas, todos con batas blancas. Uno de ellos tenía en sus manos una tablet donde iba registrando los datos que una de las máquinas le suministraban.
—¿Qué le están haciendo? —quiso saber Dafne, acercándose al vidrio.
—Están estudiando su Donum —le informó Gonzalo.
En ese instante, el cuerpo de Ignacio se elevó aun más. Sus extremidades fueron jaladas por una fuerza invisible. El chico se irguió y empezó a convulsionar, mientras haces de luz azul lo atravesaban. Dafne se llevó las manos a la boca, retrocediendo, para dar contra Aidan. Aquello debía ser doloroso, y todo era por su culpa.
Aidan sujetó los hombros de su hermana, quien se movió para refugiarse en su pecho. Le abrazó. La escena parecía dolorosa.
—Está dormido —le aseguró Gonzalo—. De lo contrario, estuviese despotricando. —Sonrió—. Aunque igual lo hará cuando despierte.
—¿En qué consiste ese estudio?
—El Donum de Ignis Fatuus se encuentra alojado en nuestras vísceras. De allí irradia su protección y energía a todo el cuerpo. Los médicos intentan descubrir las zonas en donde la energía a disminuído o el lugar donde esta desapareció por completo, así determinarán por cuánto tiempo estará convaleciente.
—¿Qué pasa si el daño es mayor de lo que parece?
—Entonces, habré perdido a uno de mis Custodes —le aseguró Maia.
—Eres muy cruel al decir eso —le censuró Dafne.
—Soy realista. Aunque sé que los males de Iñaki no pasarán a mayores.
—¿Tan mortal es el poder de las estacas? —quiso saber Aidan.
—No lo sabes hermano. Yo pude percibir lo que hacían.
—El problema de Iñaki no fue precisamente las estacas que dieron con su campo de poder —confirmó Gonzalo, observando solo a Aidan—, sino en que abusó de su capacidad natural y se apropió de otro Donum sin deshacerse del suyo.
Aidan miró rápidamente a Maia, recordando los quejidos ocasionados por un dolor proveniente de sus oídos.
—Ignacio tomó mi Donum y lo combinó con el suyo —concluyó.
Aidan volvió a mirar a través de la ventana. Ignacio se volvía a elevar por los aires, entretanto los haces de luz azul penetraban su cuerpo.
Itzel tropezó con Ibrahim en la entrada del hospital. Ella se encontraba muy preocupada por la situación de Ignacio, al punto que se había escapado de casa, aun estando convaleciente. Ibrahim le miró con expresión crítica.
—No puede ser tan importante como para aventurarte a desobedecer a tu madre —le dijo.
—Ibra.
—Dime qué no lo es.
—Ibra —murmuró—. No puedo permanecer en casa, intentando mantener la serenidad cuando no sé nada de él.
—¿Tanto te preocupa?
—No puedes entenderlo.
—Porque no me pruebas —le aseguró.
—A pesar de lo mal que se encontraba, Ignacio corrió a socorrerme, una vez más. Si no hubiese sido por él, no hubiera salido viva de allí. ¡Aún no me explico de donde saca tanta fuerza!
—Es un Ignis Fatuus. Es lo que los hijos del Phoenix hacen —le respondió.
—Con todo y eso, es imposible asimilarlo y permanecer imperturbable en casa —le repitió.
Ibrahima sintió, entrando con ella en el hospital.
Cruzaron los pasillos, dando con las butacas en donde se encontraban Dafne y Amina tomando una merengada, entretanto Aidan y Gonzalo charlaban amenamente.
—Por lo visto no se encuentra tan mal —confesó Ibrahim al notar la actitud tan relajada de Gonzalo.
—¡Ibrahim! —le censuró Itzel.
—¡Hey! —les saludó Aidan, acercándose a ellos.
Besó a Itzel, y chocó las manos con Ibrahim. Gonzalo se irguió, sin moverse del lugar. Ibrahim notó su seriedad, preguntándose el motivo por el cuál había cambiado su expresión.
—No se supone que deberías estar en reposo —le reclamó Aidan.
—¡Itzel! —le llamó Amina, levantándose para correr con los brazos abiertos hacia su amiga.
—¡Maia!
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con cariño.
—Quería saber cómo se encontraba Ignacio. Prometo que luego de obtener información volveré a mi casa a descansar.
—¡Pero qué éxito tiene el mequetrefe ese! —exclamó Gonzalo—. Ha pasado de ser la oveja negra de la Fraternitatem al amigo de los Clanes.
—¡Zalo! —le llamó Amina—. Sigues siendo el más querido, pero por hoy, Iñaki es el héroe.
Gonzalo sonrió, a veces necesitaba sentirse consentido por su prima, en especial cuando Ignacio resaltaba.
Ibrahim esperó para saludar al Custos de Ignis, pero al parecer, este no reparó en su presencia, por lo que decidió ignorarlo, aun cuando se le estaba dificultando hacerlo. Necesitaba saber a qué estaba jugando Gonzalo pues no le entendía, y no quería comprometerse con ilusiones que solo iban a terminar destruyendo su corazón.
Aunque, en honor de la verdad, no había transcurrido ni un minuto cuando el doctor Montero salió al encuentro de los familiares. Gonzalo tomó a Maia, dirigiéndose hacia el doctor. Sus padres no se encontraban presentes en aquel momento, así que ellos fungían como representantes, dado a que Gonzalo era mayor de edad.
—¡Bien, señor Santamaría! — le saludó.
Gonzalo unió sus pies, colocándose firme ante el doctor, con su habitual sonrisa de niño travieso.
—Me imagino que está curioso por saber cuál es la condición de Ignacio.
—Todos lo estamos, doctor —le respondió, Amina.
—¿No prefieren esperar a sus padres? —indagó.
Aquella palabras causaron una rápida reacción en los jóvenes. Maia se sujetó fuertemente al brazo de Gonzalo, entretanto este palideció. ¿Tan grave estaba Ignacio?
—¿Es conveniente que les esperemos? —respondió temeroso, pensando en cada palabra que pronunciaba.
—No. Puedo darte la noticia si quieres —su respuesta lo tranquilizó—. Ignacio se recuperará. Efectivamente, el desgaste físico y enérgico se debe al esfuerzo que hizo al retener dos Munera en su cuerpo.
—¡Imbécil! —masculló Gonzalo.
—¡Me imaginé que algo así le pasaría! Pero, ¿su Donum se encuentra bien? —indagó Maia.
—Sí, Primogénita —le respondió—. El Donum del Custos no se vio comprometido. —Gonzalo y Amina respiraron aliviados—. Pero no podrá contar con él por un corto período de tiempo.
—¿Y cómo está? —quiso saber Itzel.
—¿Podemos verlo? —repicó rápidamente Dafne.
Aidan e Ibrahim se vieron las caras. ¿Desde cuándo ambas estaban tan interesadas por la salud de Ignacio?
—Sí —dudó el doctor—. Aunque en estos momentos se encuentra dormido.
—¡No importa! —gritaron ambas.
—¿No prefieren entrar ustedes primero a encontrarse con él? —Montero le preguntó a Gonzalo y a Amina.
—No doctor, entraremos a verle más tarde —contestó Amina, mientras Gonzalo enviaba la misma respuesta con su lenguaje corporal.
—Por mí está bien.
—Entonces, iré yo primero —se adelantó Dafne.
—¡Daf! —le detuvo Aidan, tomandola por el brazo—. ¿No crees que la familia debe decidir quién irá de primero?
—Déjale, Aidan —intervino Amina—. Puedes entrar Dafne.
—Ami... Maia —corrigió—. No creo que sea justo. —Se acercó a su oído.
—Está bien. Ignis Fatuus está agradecido de la presencia y la preocupación que tu hermana y Lumen están mostrando por la salud de mi primo. Es justo que pase a verle.
Aidan no pudo refutar el argumento de Maia, soltando a Dafne, dejó que esta siguiera al doctor Montero, perdiéndose detrás de la puerta.
Itzel tomó asiento, suspirando. Era un alivio para ella saber que Ignacio se recuperaría.
Ayudándose con su bastón, Maia caminó hasta su lado, sentándose. Gonzalo respiró con más libertad, subiendo su rostro y llevándose las manos a la cintura; sinceramente creía que su hermano no se recuperaría con tanta facilidad de aquel ataque, había visto las pruebas que le estaban haciendo, y entendía a la perfección lo que cada haz significaba, por lo que un haz azul era muy mala señal.
Aidan leyó en su lenguaje corporal toda la preocupación que el chico había intentado esconder, sobre todo cuando este apoyó su frente a la pared, y se llevó una mano a los ojos. Gonzalo había estado fingiendo una serenidad que no sentía. Por dentro, el miedo le estaba carcomiendo.
Iba a acercarse, pero el Custos fue más rápido, saliendo del pasillo. Aidan se detuvo, darle su espacio era lo mejor que podía hacer por él, mas Ibrahim no lo entendió así.
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