Jugando con fuego

Ninguno de los tres acompañantes de Maia dijo nada cuando abordaron el vehículo. Las escenas que se habían desarrollado minutos atrás los habían dejado atónitos a todos. Cada vez eran más las preguntas y pocas las respuestas, aunque parecía que Amina las conocía todas.

—¿Adónde vamos? —preguntó Gonzalo, poniendo el auto en marcha.

—Vamos con Monasterio —ordenó Amina—. Es el único adulto cuerdo y preparado que nos queda dentro de Ignis Fatuus... A excepción del doctor Montero que poco sabe sobre emperatrices y Clanes.

Gonzalo obedeció.

El automóvil se llenó de un peculiar silencio. Cada uno tenía su propio problema en qué pensar.

 Gonzalo intentaba entender a sus familiares sin perder la habitual alegría. Quizás los métodos que estaban usando eran muy crueles, sin embargo, en algo tenía razón su prima: aquello era una guerra, no una con soldaditos de plástico, sino con sangre y muertos de verdad. Mas tenía el descanso de que Ibrahim no lo juzgaría; ambos habían sido muy claros antes de que todo comenzara.

Eun In quería encontrar a su padre. A diferencia de Lumen,  quienes podía conservar la esperanza de rescatar a Loren, ella no podría albergar los mismos sueños, porque la sangre de su padre era tan importante para el Harusdragum como la sangre del Populo: la estimaba en nada.

Mientras que Ignacio se había quedado suspendido en un limbo emocional. Las palabras de Itzel no le lastimaron tanto como pensaba que lo harían, aun así, no podía dejar de sentir pena por la joven. Comprendía que el mismo sentimiento de haber traicionado a Luis Enrique, le hacía odiarlo, por lo que perdonaba sus acciones.

Y Amina... Para Amina, solo la mirada de Aidan importaba, y en ella no encontró sosiego, sino dudas y temores. 

Maia, cerró sus ojos, recostando su frente en la ventanilla. Se permitiría un rato de debilidad porque su corazón se lo exigía. Era ella la que necesitaba descansar en sus brazos, esos que sujetaban con fuerza a Itzel. Había sentido unos inusuales celos por la chica, no porque pensara que entre ellos podría existir algo, sino porque al menos, la Primogénita de Lumen podía estar así de cerca de él.

El auto se detuvo frente a una solitaria vivienda escondida entre los cerros de Costa Azul. 

Los cuatros jóvenes bajaron del auto, yendo al encuentro de Monasterio, quien lo esperaba en el interior de la vivienda.

La casa olía a moho, por lo que Amina movió su nariz con un poco de repugnancia, intentando acostumbrarse al olor.

—¿No pudiste escoger otro sitio? —preguntó su Primogénita.

—El edificio de Ignis Fatuus, ¿tal vez? —le respondió el hombre con ironía.

—Tienes razón. —Amina se dio por vencida.

—¿Sabe algo de mi appa? —Quiso saber Eun In.

—No. Nada aún. Sin embargo, la Fraternitatem ha estado en mucho movimiento desde esta mañana cuando consiguieron al chico Lumen entre los ríos Caroní y Orinoco.

—De eso ya nos enteramos —comentó Ignacio—. Y de una muy mala manera.

—Lamento mucho no haberles informado, Custos. Pero debo ser precavido si no quiero ser atrapado.

—¿Has movido a tu familia? —Lo interrogó Gonzalo, preocupado por la seguridad de la pequeña Angela.

—Sí, mi esposa ha partido hacia el Catatumbo, donde el Relámpago las protegerá.

—Me alegra que lo hayas hecho —le aseguró Maia—. ¿Qué nos tienes Monasterio?

—No mucho sobre las muertes y los secuestros. Mi rango de acción se ha visto minimizado a causa de Arrieta. Sin embargo, la soledad en casa y no estar preocupado por mi familia, me ha dado tiempo para reunir información y armar mis propias hipótesis sobre Adele.

—¿Y qué nos tienes? —preguntó Ignacio, detallando un pocillo de peltre que se encontraba abandonado sobre una mesa.

—Esta Imperatrix no es como las otras. La pasada reina de los Harusdra venía del pasado, por una maldición, así que tenía la sabiduría de los años en ella.

—Y la matamos —confesó Maia con ironía, acomodándose en un sillón.

—Sí, pero con esta no será tan fácil. He estado estudiando, con Montero, los beneficios que obtuvo al ser sometida a un tratamiento con el suero extraído de la Cor Luna. Como ya saben, la esencia de esta piedra proviene de los primeros Munera, por eso su poder, el viajar en el tiempo. Sin embargo, todos desconocen cómo funcionaba.

—Hasta que Luis Enrique y Natalia se hicieron presentes —completó Ignacio, mientras continuaba con su inspección de la casa.

—Eso es cierto, pero también he escuchado de los mayores que el Imperartor de ese tiempo necesitaba la sangre de los Primogénitos o hermanos de estos para extraer el poder de la piedra. ¿Acaso no es lo que esta tirana está haciendo? —intervino Eun In.

—Lo es. Mas como es ella quien tiene la esencia de la Cor Luna, necesita la sangre para fortalecerse y darle poderes especiales a quienes se sometan a ella.

—Entonces, ese fue el motivo por el cual mató a Luis Enrique —concluyó Amina, sintiéndose satisfecha de que su teoría se cumpliera—. Ahora, Monasterio, ¿cómo acabamos con ella?

—No será nada sencillo —contestó el hombre.

—Pero podremos hacerlo. — Ignacio se dirigió a él, dejando los objetos a un lado. Necesitaba una confirmación.

—No sé si puedan.

—¡Ja! —Rio Amina—. ¿Acaso estás dudando de nuestras capacidades?

—No, Primogénita, eso nunca. Lo que ocurre es que me topé con una antigua inscripción en latín cuyo grabado en la Cor Luna se fue desgastando con el tiempo, y la cual, parafraseada quiere decir "Tres Sellos Reales serán necesarios para acabar con ella".

—¿Tres Sellos Reales? —Amina se acomodó en su asiento.

—Sellos de Primogénitos —respondió Eun In por inercia.

—Amina tiene dos —dijo Ignacio—. Bueno, uno no está y el otro no ha escogido a nadie.

—Pero tú puedes hacer que el Sello del Phoenix aparezca en ella. —Le recordó Gonzalo.

—Faltaría uno —confesó Amina.

—Si puedes absorber el Donum de algún Primogénito, lo obtendrás. —Ignacio hacía referencia a la vez en que Amina se enfrentó a la prueba de los Primogénitos de antaño.

—No es tan sencillo, señores —interrumpió Monasterio—. Si lo fuera, no sería un problema. El Sello debe pertenecer a la persona, ya sea por nacimiento o...

—¿O? —preguntaron los hermanos, compartiendo una mirada cómplice.

—Hay métodos que no deben ser usados —interrumpió Eun In, sabiendo a qué se refería Monasterio.

—¡Bien! Buscaremos como hacernos con otro Sello sin necesidad de sufrir bajas —aclaró Amina, para marcharse.

—¡Una cosa más, Primogénita! —La detuvo Monasterio.

—Dime.

—Si una Imperatrix está tan cerca quiere decir que un enemigo mayor anda entre nosotros. —Todos se observaron al entender la referencia de Monasterio—. El Harusdragum o algún heredero, mucho más poderoso que la Imperatrix.

—No tienes que temer, Monasterio. Te doy mi palabra de que acabaremos con él.

—Primogénita, si necesitas tres Sellos para acabar con ella, serán necesarios más que esos para detenerlo a él —confesó, llenando de temor a los imperturbables muchachos.

Tres Sellos de Primogenitura era muy complicado obtener. Los cuatro jóvenes lo sabían. Nadie en toda la historia de la Fraternitatem había llevado en su cuerpo más del Sello que por sangre le correspondía, Amina era la excepción y solo porque el Solem aún no había decidido ceder de forma definitiva la primicia en alguno de los tres Santamaría.

Ignacio se trasladaba por toda la casa con la portátil, en donde había conectado uno de los pendrive que Jung le había dado a Eun In antes de ser secuestrado, cuando el amanecer los sorprendió.

—¿No pudo guardar los archivos en PDF? —Se quejó Gonzalo, quien yacía tirado en el sofá con la laptop en su pecho—. Nos hubiese facilitado la búsqueda.

—Amina, ¿no sería recomendable pedirle al Sr. Montero que saque a su familia de Costa Azul? —sugirió Eun In, sin dejar de leer.

—Se lo dije. Espero que se ponga a ello, pues cada día veo más complicada la situación entre nosotros.

—¿Acaso estás insinuando que por fin veremos acción de la buena? —preguntó Gonzalo, mientras Ignacio sonreía con un bufido de satisfacción.

—¿Tú que crees? —le respondió su prima.

El silencio volvió a reinar en el lugar. 

Amina se había topado con información sobre el origen de los Sellos. Le pareció tan interesante saber como Benami fue el primero en pactar con el Solem, y este le heredó la Primogenitura a Razziella, pero fue su hija quien, viéndose agobiada por todo el poder que se le había dado, decidió optar por compartir sus Munera con cinco personas más. Lo que Razziella no previó fue la aparición de un séptimo Clan, el cual se mantuvo alejado del resto, y no se reveló hasta que los Munera pisaron las tierras de Egipto.

Mas, no era la única que se encontraba embelesada con su lectura. Gonzalo, cuyos ojos, después de más de cuatro horas de búsqueda, comenzaban a dar muestras de cansancio dieron con la palabra "sucesión". 

Al principio no le dio mucha importancia hasta que descubrió que dicha palabra se refería a la forma natural de transmitir el Sello, y de las maneras ordinarias de heredarlo, como por ejemplo, el sometimiento a la Umbra Solar o incluso obtener un Sello por otro medio.

El mayor de los Ignis Fatuus se sentó, abriendo aún más sus ojos. No podía dormirse a esa altura, cuando por fin había dado con una información que valía la pena comunicar. Iba a revelar su descubrimiento a los demás, pero Ignacio lo interrumpió.

—¡No puede ser! —exclamó su hermano menor, llamando la atención de todos los presentes.

—¿Qué ocurre? —Quiso saber Amina.

—¡Tus alas! —dijo el joven—. ¡Las alas de Mane! —La miró—. Creo que hemos estado jugando con fuego y no lo sabíamos.

—No te estoy entendiendo nada- le respondió su prima.

—Está hablando tan claro como el Río Cabriales —se burló Gonzalo—. ¿No lo ves?

—¡Escuchen! «Mane fue el único Clan nómada dentro de la historia de la Fraternitatem Solem. Cuando los seis Clanes Principales se revelaban en una zona, ellos solían encontrarse a miles de kilómetros del lugar escogido por el Solem, debido a esto jamás se dieron coincidencias en ubicación, lo que permitió que el mismo siempre fuera desconocido para el resto de la Hermandad.

»Sin embargo, existe evidencia que, luego de la derrota de un Imperator o Imperatrix de los Harusdra, surgía una limpieza del lugar. Este Clan, llevado por sus instintos, se presentaba, asesinando a todo posible candidato que pudiera heredar el maléfico don del Harusdragum». —Ignacio los miró.

—Eso explica el porqué todos los olvidaron cuando el Phoenix se los tragó —comentó Gonzalo.

—Esperen, que no termina aquí. —Ignacio lo detuvo—. «La única coincidencia que, históricamente, se registró de un encuentro entre Mane y el resto de la Fraternitatem Solem data del siglo XIV a. C., cuando el Primogénito de este Clan, Abasi se presentó junto a los suyos en las planicies de Egipto, para restaurar el orden natural que la Imperatrix, portadora de un corrupto Sello de Lumen, se había enfrentado a las fuerzas de la Hermandad, siendo derrotada por Fenyang, de Sidus.

»Durante aquella empresa, se le cedió la responsabilidad al Phoenix de vigilar si la Imperatrix, cuyo donum consistía en regenerarse, volvía a la vida. Sin embargo, la joven Primogénita, Tauret, terminó descubriendo la existencia de un nuevo Clan, al que la Fraternitatem Solem apodó "El Clan Asesino", al conocer su objetivo dentro del campo de batalla.

»El contacto con el nuevo Clan, le permitió a la Hermandad del Sol comprender mejor su origen, incluso reportar otros hallazgos sorprendentes sobre Mane como la dualidad de sus Munera, siendo inmutables a través de los siglos». —Sorprendido, Ignacio vio a su prima.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Gonzalo, algo perdido entre las palabras.

—Que Mane es el único Clan cuyo Donum nunca ha cambiado —le aclaró Eun In.

—No solo eso. Habla de una dualidad de Munera, quiere decir que tenían más de un Donum —interrumpió Amina.

«Donum de Desvanecimiento, talento que les permitía convertirse en partículas ínfimamente pequeñas, las cuales eran transportadas a través de las corrientes de aire, según la voluntad de su Primogénito». —Leyó Ignacio.

—¡Arrechísimo! —exclamó Gonzalo, sorprendido—. ¿Quién te mata así? —Rio emocionado.

—«Sin embargo, el Clan Mane poseía un extraño Donum, las Alas de Fuego, que inicialmente eran cedidas al enemigo para abrasarlo». —Ignacio levantó su rostro—. ¿Lo entendieron? ¡Quemaban a sus enemigos con las alas! —gritó horrorizado.

—Pero debe de existir una excepción —respondió Amina—. A mí no me han causado ningún daño.

—Creo que es mejor que no vuelvan a aparecer —reparó Gonzalo.

—Quizás no lo hace, porque eres una Mane —explicó Eun In.

—¡No! ¡Esperen! «Mane no hacía uso de dichas Alas en sus miembros, debido a que los efectos en estos eran los mismos que padecían sus enemigos. Sin embargo, el encuentro entre Abasi y Tauret marcó un hito en la historia de este Donum.

»Abasi, viéndose descubierto y obedeciendo a su deber como protector de su Clan, cedió las Alas de Fuego a Tauret, siendo este el único poder que le permitía matar limpiamente a sus enemigos. Sin embargo, las alas se acoplaron al Donum del Phoenix, haciéndola "renacer", por lo que Mane quedó subyugado a la autoridad de este Clan, jurando lealtad a Tauret».

—¡Es un maldito! —gritó Amina, enfadada—. ¡Intentó matarla!

—¡Ja, ja, ja! El pobre solo quería defender su Clan —le recordó Gonzalo—. ¡Tú también lo habrías hecho!

—¡No! ¡Claro que no!

—¡Ja! —Se rio Gonzalo, mientras Eun In intentaba esconder su sonrisa de la Primogénita, observando a un concentrado Ignacio, quien seguía sumergido en su lectura.

—¡Y hay más! «La unión entre los Clanes de Mane y Phoenix hicieron que ambas familias gozaran de privilegios que el resto de la Fraternitatem Solem no tenía.

»La Coetum descubrió que las Alas de Fuego no podían aparecer a placer en el cuerpo de Tauret. Estas solo se revelaban cuando Abasi las invocaba. Pero lo más asombroso fue el hecho de que dichas Alas únicamente se hacían presente en la persona que llevaba el Sello original del Clan Phoenix. Ni el Populo, ni el resto de los Primogénitos podían portar este increíble Donum». —Concluyó Ignacio.

—¿Cómo lo saben? ¿Cómo saben que los demás Primogénitos no podían llevar las Alas de Fuego? —interrogó Amina.

—Dice más adelante que los sometieron a una prueba —respondió Ignacio, percibiendo la preocupación de todos—. ¡Tranquilos! ¡Tranquilos! —Los calmó con sus manos—. Nadie resultó herido. Las Alas de Fuego queman a su portador, así que cuando los Primogénitos manifestaban muestras de tan abrasamiento, Abasi retiraba el Donum.

—¡Demasiado brutal! —se quejó Gonzalo.

—En conclusión, solo el Primogénito de Phoenix puede llevarla... y todo lo que este unido a él —dijo Ignacio, sin dejar de ver a Amina.

—Quiere decir que ustedes también pueden tenerla.

—No lo creo, Primogénita —interrumpió Eun In—. La sangre de los Custodes tiene sus orígenes en Ian, mientras que la tuya viene del linaje de Ackley. Es decir, Ignacio y Gonzalo pueden cederte las alas, pero no pueden llevarlas.

—¿Y si le damos las alas a Natalia? —propuso Gonzalo, ganándose la atención de todo.

—Sería un plan maravilloso, hermano. El único problema es que en las venas de Natalia corre la esencia de la Cor Luna... No creo que las Alas le hagan algo.

—Bueh... Es una lástima que las Alas de Fuego no sirvan para ello. Sin embargo, existe una forma de que Amina obtenga un tercer Sello de Primogenitura. ¡Totalmente genuino! —exclamó, entretanto los demás se observaban—. El único inconveniente es que... —Miró a su prima—. No creo que quieras hacerlo.

Amina le sostuvo la mirada. Si Gonzalo no se atrevía a hablar era porque la solución era más perversa que someterse a la Umbra Solar. Sin embargo, estaba resulta a escucharlo.

Gonzalo explicó el método, mientras más de uno palidecía.

—No. ¡No lo haré! —resolvió Amina, luego de escuchar.

—Es la única solución. —Le recordó Ignacio.

—Tendremos que dar con otra, Iñaki, porque no estoy dispuesta a llegar a tanto. —Le repicó su prima.

—Si lo van a hacer, ¡tienen que hacerlo ya! —les interrumpió Eun In—. Creo saber los posibles lugares en donde Arrieta puede tener a mi padre... Incluso, al resto de los secuestrados. —Miró a Amina.

—Llama a Monasterio, que reúna a la Coetum ya —ordenó Amina, poniéndose de pie.

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