Inocentes
Ignacio y Dominick alcanzaron la entrada de patio. Ambos tuvieron que sujetarse del borde de la puerta para no derrapar. Observaron a Saskia acercarse velozmente a ellos, animándolos a continuar. Ignacio le miró con sorna al notar el palo de escoba que la chica traía en la mano. Avergonzada, Saskia lo tiró en el pasillo.
Itzel y David se encontraban en el centro del campo de béisbol. La Primogénita de Lumen tenía las manos extendidas haciendo su máximo esfuerzo por mantener el campo de protección que le custodiaba a ella y a su novio. Sus dientes estaban fieramente apretados, su frente estaba bañada en sudor, la crineja le pesaba más de lo normal, su fluido corporal le había hecho ganar masa al mismo. Su camisa estaba empapada, su cuerpo comenzaba a doblegarse del cansancio, las rodillas contraídas a punto de ceder.
—No va a soportar mucho— confesó Dominick dando un paso adelante, movió sus brazos hacia su izquierda, cuando Ignacio le puso una mano encima.
—¡Espera! Su campo magnético nos puede contraatacar o peor aún, puedes terminar matándola.
—¿De qué hablas?
—Tú como que no sabes nada de electromagnetismo.
—Si ataco su campo se fortalecerá.
—Sí, pero prefiero que lo hagas dentro de esa burbuja que fuera, no vaya a ser que cambie de dirección el campo eléctrico y seamos nosotros los que terminemos calcinados.
—¿Van a ponerse a discutir sobre física o harán algo?— le gritó Saskia, justo cuando una de las rodillas de Itzel iba a dar al suelo.
—¿Cuál es el plan?— se rindió Dominick.
—Saskia— le miró—, sé que esto te sonará a locura, pero necesito que lo lleves adentro.
—¿Qué?— le preguntó horrorizada.
No necesitaba que le explicaran el plan.
—Si lo meto, tú y yo quedaremos expuesto.
—Lo siento, Gonzalo— susurró—. Ignis... Odio nombrar mi Donum— se quejó, entretanto los otros le veían con intriga—. Llévalo, así podrá atacar desde adentro.
—Tú no tienes la fuerza suficiente como para mantener el escudo protector con tu Donum— le aseguró Dominick, al darse cuenta de que el joven estaba muy mal.
—Él no, pero yo sí.
Los tres se voltearon. Gonzalo e Ibrahim acababan de aparecer.
—¡Hermano!— soltó Ignacio, corriendo a abrazarle.
—¡Estoy bien! ¿Conseguiste a Amina?
—No. Ni ella, ni Aidan están en el cole.
—Cambiemos de plan— propuso Gonzalo—. Combinaré tu Donum con él mío. Tú tomarás el de Amina.
—¡El poder de ambos Munera te matará!
—Solo lo usaré como protección. Dominick e Ibrahim lo reforzarán con sus Munera. Tú solo entra allí y deja que el vórtice del Phoenix haga lo suyo.
Ignacio asintió. Estaba muy cansado como para pensar en otro plan.
—Ignis, Magma— murmuró Gonzalo extendiendo sus manos a sus lados.
Un campo verdoso comenzó a brotar de su cuerpo, Ibrahim y Dominick separaron a cada lado de Gonzalo, haciendo un triángulo. En el centro se encontraba Saskia e Ignacio. Alrededor del cuerpo de Ibrahim se comenzó a formar un tornado que los fue envolviendo a todos, mientras que de las manos de Dominick se desprendían relámpagos.
El escudo verde se cubrió internamente de una cálida capa blanca, como las nubes del cielo y por debajo de ella, un enjambre de celdas azules, celdas formadas por la electricidad que emanaba de Dominick. Reforzado el escudo de Ignis Fatuus con el de Sidus y Aurum, Saskia tomó de la mano a Ignacio, cerrando sus ojos.
El joven Custos sintió que sus huesos eran jalados de su cuerpo,creyó que perdería el equilibrio, se sintió mareado y con ganas de vomitar. Jamás pensó que proyectarse, cuando el don no le pertenecía, era tan desagradable.
En cuanto volvió en sí, estaba al lado de Itzel. David le contempló sobresaltado, pero la situación que estaba viviendo no le permitió articular ni una sola palabra.
—¡Ignacio!— exclamó Itzel, con lágrimas en los ojos. No sabía por qué, pero extrañamente sintió deseo de abrazar al joven y llorar en sus brazos.
—¡Vamos!— le calmó, poniendo su mano en el hombro de la chica—. Solo tenemos que hacer lo nuestro, ¿sí?
Itzel asintió. Ignacio se inclinó ayudándola a ponerse de pie. Observó a David, invitándolo a acercarse.
—Debes sujetarla, o de lo contrario, su cuerpo colapsará.
Solícito, David no perdió más tiempo, posicionándose detrás de Itzel. La joven se recostó en él.
—Ahora— Ignacio fue introduciendo sus dedos entre los de ella—, ya sabes cómo es esto.
—¿Estás herido?— le preguntó con ternura.
Ignacio percibió el cansancio y el miedo en la voz de Itzel.
—Ambos estamos heridos, pero, ahora estaremos bien— esbozó una sonrisa, que Itzel respondió—. Respira profundo.
Itzel obedeció. Cerró sus ojos y dejó que el Donum se hiciera con su cuerpo. Su Sello refulgió. Ignacio sonrió: ella lo estaba haciendo muy bien.
David observó con asombro el Phoenix rosa en la frente de Ignacio. Parecía que el ave cobraba vida.
El transparente campo de protección de Lumen se tiñó de un azul rey que se iba oscureciendo gradualmente.
Los Munera fluían entre sí. El cansancio se fue del cuerpo de Itzel, y con él, el miedo. Podía sentir la fuerza del poder de Amina surcar su cuerpo.
—Sentiran un breve jalón, pero no se preocupen, es porque mi prima tiene un poder inmenso. ¿Listo?— David afirmó, sujetando con fuerza a Itzel—. ¿Lista?— Itzel presionó sus dedos en las manos de Ignacio.
Las estacas de hielo intentaban penetrar el nuevo campo de protección en vano.
Gonzalo y el resto observaron como el campo se oscurecía por completo, ocultando a los tres chicos.
—¡Ahora!— gritó Gonzalo, justo cuando un vórtice con la fuerza de un tsunami salió disparado del campo de Itzel.
Tal como si fueran consumidos por una supernova, los cuerpos de los Harusdra comenzaron a desvanecerse, convirtiéndose en partículas de polvo.
Gonzalo, Ibrahim y Dominick sintieron un temblor muy fuerte bajo sus pies, estaban perdiendo el equilibrio, por lo que tuvieron que contraer sus músculos para no caer y ser atraídos por el vórtice.
En cuestión de segundos, todo había terminado.
Aidan había llegado al colegio. Amina bajó de su espalda algo desconcertada. Había sentido como su Donum le abandonaba una vez más, pero esta vez no tuvo ningún malestar, entendiendo que había sido usado como protección.
—¿Qué ocurre?— le preguntó al sentir un incómodo silencio por parte de Aidan.
Frente al colegio se encontraban los cuerpos caídos de los Harusdras y del Populo que había sido herido, pero eso no fue lo que más le llamó la atención.
—La Fraternitatem Solem está aquí— susurró.
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