Explicaciones
La noticia sobre los fallecidos que habían sido desmembrados se estaba convirtiendo en una obsesión para Ignacio. Desde su regreso de Apure, no había dejado de investigar cada uno de los incidentes que se habían registrado en las páginas de sucesos de los periódicos a nivel nacional.
Estaba sorprendido porque ninguno de los hechos había ocurrido en Costa Azul. Eso indicaba que, en el supuesto caso de que los Indeseables estuvieran detras de dichos sucesos, querían mantenersefuera del radar de la Coetum. Y, probablemente lo hubiesen logrado, de no ser por las sospechas del padre de Aidan.
—Leer el periódico puede ser interesante, después de todo —pensó el chico, sin dejar de almacenar información en su tablet.
Tan inmerso estaba en su labor que no se percató de la presencia de Dafne. La chica rubia lo miraba con dulzura, incapaz de pronunciar una palabra para no distraerlo.
Ignacio suspiró, un tanto agobiado por el sadismo con él que actuaban los asesinos de las víctimas del Populo. Bajó la tablet para tomarse un descanso, cuando dio con los ojos ámbar de la chica.
—¡Hola! —Fue lo único que pudo pronunciar.
—¡Me alegra tanto de que estés aquí!
—Sí. Yo también estoy contento de volver, aunque eso suene hasta extraño para mí —le aseguró.
—Estuve muy preocupada por ustedes. Lamento mucho no haber estado apoyándolos en la Coetum, pero no me dejaron ir.
—Fue mejor así —la cortó.
—No quise ser imprudente, de verdad lamento todo esto.
—No fuiste culpable de nada.
—¿Es cierto que estuvieron allí porque se descubrió que tu prima está enamorada de mi hermano?
—Sinceramente, mi hermano y yo no fuimos hechos prisioneros por los sentimientos de mi Primogénita. Nosotros nos ofrecimos a seguirla.
—Eso demuestra lealtad.
—Eso es más que lealtad.
—¿Cariño?
—Ella es el centro de nuestras vidas.
—Sé que como guardián ese es el deber ser, pero tarde o temprano todo va a cambiar. Maia tomará su camino, y ustedes deberán seguir el suyo.
—Dafne, está conversación no irá a ningún lado —la censuró al darse cuenta de los intereses de la chica.
—No creo que ella sea egoísta.
—El punto aquí no es ella, soy yo: mi misión, mis intereses.
—La vida no se centra en la Hermandad.
—Yo he sacrificado mucho por la Hermandad, lo suficiente como para no tirar todo por la borda y seguir un camino rosa que no me interesa. —Bajó la mirada, cerrando sus ojos para controlar su respiración. Tampoco debía ser tan brusco con la chica—. Eres un ángel, Ardere, pero no pertenecemos al mismo Clan, ni tenemos los mismos objetivos. Tu vida está creada para tener un final feliz, mientras que el único final feliz que yo anhelo es morir matando a los non desiderabilias.
—Una sola pregunta —lo interrumpió con lágrimas en los ojos—. Si yo fuera una Ignis Fatuus, ¿me aceptarías?
—Hermana Ardere, ¿cómo quieres que te responda esa pregunta si ni siquiera tengo una idea de que profesión tomaré?
—¿Al menos serás mi amigo?
—Puedes confiar que contarás con mi apoyo siempre que pueda dartelo —le respondió, pasando de sus púpilas ámbar a las cobrizas de su prima.
—¡Hola! —le saludó Dafen, dejándole su silla.
Maia no respondió al saludo, sin embargo su gesto fue más que suficiente para dejar satisfecha a la chica, quien terminó por dejarlos solo.
—¿Has averiguado algo más?
—¿No preguntarás qué quería?
—¿Acaso me dirás?
—Creo que serías la novia perfecta.
—¿Quieres ser mi novio?
—¿Lo dices en serio?
—Tan en serio como sería capaz de caparte.
—¡Paso! —contestó, dándole la tablet—. Todos los asesinatos son iguales.
—¿Y qué es lo que te asombra? —Iba a tomar la tablet, pero se detuvo. Ignacio la miró con curiosidad—. Se supone que sigo siendo ciega.
—¡Claro! —señaló.
—¿Qué es lo que tiene de extraño, entonces?
—Ninguno ha ocurrido aquí.
— Asesinatos en todo el país, que tristemente es normal que nadie les paré, menos cuando la tasa de mortalidad es comparable con la de un país en guerra civil. Eso nos deja claro de que no se trata de un asesino, sino de una banda organizada, que se encarga de descuartizar el cuerpo para hacerse con el Sello.
—Muchos deben pensar que se trata de brujería.
—¡Ni que lo digas! Otra razón para que se hagan la vista gorda, pero a nosotros si nos compete. Los Harusdras están detrás de esas muertes. Y la cereza del postre es que aún no se atreven a matar aquí.
—¡No son tan pendejos!
—No, pero igual pecaron de vivos. Ardere los descubrió y nosotros les daremos cacería.
Ignacio no levantó la mirada de la tablet, pero sus palabras le estremecieron. «Nosotros les daremos cacería». Amaba la adrenalina de una persecusión y más que nadie anhelaba la autorización de su Primogénita para entregarse por entero a aquella misión, sin embargo detrás de esas palabras se escondían nuevas realidades, las cuales no sabía si estaba dispuesto a afrontar.
—Esto no será sencillo. Sin dones y con un enemigo que nos supera en fuerza es mucho lo que podemos perder. Además, Gonzalo aún no puede ver acción.
—Confió plenamente en ti.
—No crees que sería bueno comunicarle al resto de los Primogénitos lo que pensamos hacer. A fin de cuentas, esta investigación no es nuestra, sino que le pertenece a los Ardere.
—Pienso que no debemos involucrarlos. Ellos de por sí tienen otros asuntos que atender. Tampoco creo que alguien como Dominick corra a apoyarnos.
—¿Asuntos? ¿Era de eso que quería hablar Eugenia?
—Como siempre vas directo al grano.
—No soy persona de andar por las ramas cuando puedo saber la verdad de una.
—No hablamos de la Hermandad.
—Pero sí de Aidan.
—Aidan y ella ahora son pareja, por lo que me pidió que por favor nos mantuviéramos lo más alejados que podamos.
—Eso es un verdadero conflicto, tomando en cuenta de que ambos son Primogénitos.
—A mí no me molesta. Si todos llegan a olvidar que alguna vez estuvimos juntos, me estarían brindando el mejor de los apoyos.
—¿Esto tiene que ver con la Umbra Solar?
—Esto tiene que ver con lo que soy.
—¿Y qué eres?
Pero ella no respondió. El timbre del recreo acababa de sonar. Era hora de volver al salón de clases.
Con las manos dentro de los bolsillos traseros, Dominick entró en el salón de Aidan. Detrás de él venía Itzel, quien cerró la puerta tras sí. Ibrahim yacía recostado en una de las mesas, con los brazos cruzados en el pecho y Saskia se miraba las puntas del cabello buscando alguna horquetilla que el estilista pudo dejar.
Frente a ellos se encontraba Eugenia con su mirada serena.
—¿Estamos todos o debemos esperar a los tortolos? —preguntó Dominick con ironía, al darse cuenta de que Amina y Aidan no estaban presentes.
—Ninguno de los dos vendrán —le respondió la chica.
—¿Y eso? ¿Acaso le haremos una fiesta sorpresa o qué? —insistió el chico, entretanto Ibrahim se acomodaba los lentes sintiendo curiosidad por lo que la chica tenía que decirles.
—No, Dominick, no habrá fiesta sorpresa. No los invité. Maia ya está al tanto y deseo que hablemos de Aidan.
—¿Está bien? —se preocupó Itzel.
—Ahora lo está.
—¿Qué quieres decir con eso? —Ibrahim intervino. Saskia dejó de mirarse las puntas del cabello. Aquello ameritaba toda su atención.
—A raíz de todo lo que ocurrió con Ignis Fatuus, Aidan se comenzóa sumergir en un estado de depresión. —Ibrahim achicó sus ojos, mientras Eugenia hablaba; todo aquel protocolo le resultaba sospechoso—. Sus sentimientos por es chica estaban acabando con el Aidan que todos conocemos, y mi deber como Oráculo de Ardere es protegerlo.
—No crees que es un prólogo muy largo —le cortó Itzel, intuyendo hacia donde iba la conversación—. Será mejor que concluyas. Así, sin desarrollo.
—Besé a Aidan.
—¡Ja! —se burló Dominick—. ¿Nos haces perder nuestro recreo para decirnos que besaste a Aidan? Un mensaje por Whatsapp habría sido más que suficiente.
—Me imagino que no fue un beso ordinario, de lo contrario no nos hubieras citado y lo habrías excluido —le dijo Ibrahim, tan certero como lo fue con Irina.
—Tienes toda la razón, Ibrahim. La diferencia de ese beso con uno ordinario, es que utilice mi Donum.
—¿Viste el futuro? —se burló Itzel.
—No. Mi deber como Oráculo...
—Es proteger a tu Primogénito —repitió Itzel con mofa—. Eso nos ha quedado claro.
—Compartí sus cargas.
—Es decir, que le robaste sus recuerdos —concluyó Ibrahim poniéndose de pie.
—Solo los que más le causaban dolor.
—Y nos dirás que corriste con la suerte de suprimir todos sus sentimientos por Maia —le respondió el Primogénito de Sidus.
Dominick miró atónito a Eugenia. Jamás se habría imaginado que aquella chica tuviera semejante poder.
—Lamentablemente, el dolor de Aidan era ella.
—¿Olvidó a su abuelo? —quiso saber Itzel—. ¿Qué tanto le afectará lo que hiciste?
—Recuerda a su abuelo, y su muerte. Recuerda todo, pero entre él y Maia jamás pasó nada.
—¿Y cómo sabes tú que fue lo que pasó entre ellos? —Saskia se atrevió a hablar.
—Porque pude verlo todo cuando lo besé... Incluso sentir sus sentimientos.
—Eso quiere decir que debemos hacer como si ellos siempre se han tratado tipo normalito —intervino Dominick, mientras Eugenia afirmaba.
—¿Cuáles son los riesgos? —le preguntó Itzel—. ¿Qué pasará si la recuerda?
—No la volverá a recordar si no se enamora de ella. Ya hablé con la Primogénita de Ignis Fatuus y me dijo que no estaba interesada en comenzar una relación con Aidan, así que él no se volverá a fijar en ella.
—¿Cómo estás tan segura? —Eugenia miró a Ibrahim. Él era quién hacía las preguntas más asertivas y dolorosas.
—Porque el amor que sentía por mí, cuando lo dejé de ver, ha renacido en él. Somos novios.
En ese instante Ibrahim comprendió la extraña conversación que habían tenido un par de noches atrás.
—Si Maia no piensa intervenir, entonces, nosotros tampoco nos inmiscuimos —le aseguró Itzel, con el consentimiento de todos.
—¡Bien! Creo que me iré a terminar mi malteada —se despidió Dominick.
Uno a uno fueron saliendo del salón. Sin embargo, Ibrahim se quedó con la chica.
—¿Él te autorizó a hacer lo que hiciste?
—Era obvio que lo deseaba.
—¡Eugenia..., Eugenia! No dudo de tus buenas intenciones, pero creo que fuiste imprudente.
—No pasará nada.
—Yo no estaría tan seguro.
—¿Por qué lo dices?
—Para Aidan la Hermandad es Amina. Tú se la arrebataste, por consiguiente, has removido todos los cimientos que le mantenían en la cúspide.
—Solo los reemplacé. Además, ella ha cambiado.
—Lo sé, lo he visto y puedo sentirlo. No apoyo lo que hiciste, pero me mantendré al margen como el resto. Solo espero, por tu bien y por el de él, que jamás se dé cuenta de lo que hiciste.
—No lo hará, Ibrahim.
—Bien —contestó, apretando los labios, mientras caminaba de brazos cruzados hacía la puerta. Se detuvo para ver una vez más a la joven—. Una cosa, Eugenia. Si quieres hacer todo bien, debes borrar toda evidencia.
—¿De qué hablas?
—Hay un mensaje. Un mensaje de voz que Aidan atesora. —La chica lo vio con intriga—. Un mensaje que el abuelo Rafael le dejó antes de morir. Te aconsejó que lo borres. Eso y cualquier otro rastro de ellos.
Eugenia palideció.
—Yo no podría hacer eso.
—Tendrás que hacerlo porque ese mensaje habla de Maia. Si por error lo vuelve a escuchar, se confundirá y, ¡créeme! Lamentarás haber vuelto a Costa Azul.
Sin decir más, Ibrahim salió del salón. Eugenia bajó el rostro. Jamás había pensado que su acción de samaritana incluía acabar con uno de los últimos regalos de Rafael para su nieto.
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