El lado oscuro de la verdad
El joven Ardere caminó deprisa hacia su Oráculo. Si había olvidado a Maia, Eugenia era la persona más indicada para darle respuestas.
Ibrahim intuyó que dos colosos se enfrentarían, y él no podía permitir que se lastimaran aún más.
—¿Qué fue lo que me pasó, Eugenia? —le preguntó, sin saludarla. Ni siquiera se dignó a limpiarse el rostro cubierto de arena y lágrimas.
—Aidan, yo... —titubeó.
—¿Tú? ¡Je! Entonces, lo sabías. Sabías que la había olvidado y te aprovechaste de eso para que anduviera contigo.
—¡No, Aidan! ¡No fue así! —confesó, cubriéndose el rostro con ambas manos, entregándose al dolor de su corazón.
—¿No? Entonces, ¿cómo fue? Explícame, cómo dejé de quererla y creí amarte a ti —le exigió.
—Aidan, por favor. —Ibrahim intentó abogar por ella, pero su amigo no lo miró.
—¡Eugenia! —En su voz había una orden emitida.
—¡Lo siento, Aidan! Pero no fue así. —Bajó sus manos para enfrentarlo—. Tu semblante mostraba tristeza. Parecías un ángel herido, me dijiste que la tarde había comenzado a caer y te respondí que a pesar del triste día, la esperanza se abría para todos, así que me preguntaste qué era lo que veía, y te dije que veía ríos de lava, un cielo de sangre y dolor en el alma.
—Conozco muy bien esa visión, Eugenia. Sabes que me ha perseguido desde que comenzó este año.
—Lo sé. Pero no es solo tuya, Aidan. También ha venido a mí... Creí que habías decidido hacer un nuevo camino, porque me respondiste que los lazos del destino se habían roto, y que no tenía que estar triste por ello. —Gimió, sin dejar de ver los verdes y centelleantes ojos de Aidan—. Te dije que el destino no cambiaría, mientras tu corazón sintiera...
Eugenia hizo una pausa, e Ibrahim se llevó la mano a la sien. ¿Qué era lo que había hecho?
—Yo te pedí que no te alejarás —le respondió.
—Y yo te besé borrando tu tristeza.
—¡¿Qué hiciste qué?! —La interrogó, enfadado.
—¡Aidan! ¡Aidan! —suplicó—. Creí que te romperías... Te prometí que no me alejaría, ¡y cumplí con mi promesa!
—¡Te pedí que no te fueras de mi lado, Eugenia! ¡Jamás te dije que quería olvidarla! —le reclamó—. ¡Nunca te pedí que usarás tu Donum en mí! ¡No quería olvidarla! Solo deseaba tener a una amiga a mi lado, hasta que el dolor pasara. Pero, ¡no!... Ni siquiera entiendo qué mierda estabas pensando cuando decidiste pasar por encima de mi voluntad y cometer tal aberración.
—¡Quería ayudarte! —Le gritó—. ¡Porque te amo!
—¿Amor? ¡Ja! —se burló—. ¡Tú no me amas, Eugenia! Solo soy tu capricho —le respondió—. Solo me sumergiste en una mentira... Ahora, ella es un monstruo al que tengo que rescatar.
—¡Ella, ella! ¡Siempre ella!
—¡No hay nadie más para mí, Eugenia!
—¿Y lo que sentías por mí? ¿Y el amor que profesabas tenerme? ¿Acaso todo era una mentira?
—No, no lo fue. Pero, ese amor pasó.
—¡Y el que sientes por ella también pasará!
—¡No, Eugenia! ¡No lo hará! ¿Por qué crees que la he llamado Fuego de Ardere? —le preguntó acercándose, mientras ella retrocedía, tomándose con el puño la parte del abrigo en donde se hallaba su corazón—. La he llamado así porque le pertenezco, Eugenia. ¡Soy suyo! —le dijo—. ¡Porque así lo he decidido!
—No tienes ninguna idea de lo que dices —le respondió—. Ella traerá la muerte a nuestro Clan porque está maldita.
—¿Y crees que me importa la vida sin ella? ¡Me da lo mismo mi vida y el Clan si no la tengo!
—No dejaré que destruya Ardere.
—Entonces, tendrás en mí a un enemigo.
—No puedo verte de tal manera, Aidan. Sé que no puedes entenderme, pero puedo prometerte que algún día me lo agradecerás —le dijo, echándose a correr de regreso a casa.
—¡Eugenia! —le gritó Aidan para hacerla regresar, pero ella no se detuvo—. ¡Eugenia! —Volvió a gritar, haciendo que todos los tendones de su cuello se tensaran.
Iba a ir a por ella, cuando Ibrahim lo sujetó del brazo.
Eugenia había sentido toda su ira. Sus palabras la habían lastimado, pero no quería regresarse, había perdido dos meses de su vida viviendo una historia que no le pertenecía. En todo ese tiempo se preguntó por qué no terminaba de ser feliz con ella, qué era lo que le impedía entregarle su corazón.
Sin embargo, para Aidan, Eugenia no solo le quitó la tristeza, con ella también se llevó su confianza y, de cierta manera sus ganas de vivir.
—¿Qué tan lejos fueron ustedes dos? —le preguntó Ibrahim a Aidan, luego de ver a Eugenia perderse en la noche.
Aidan lo miró con todo el dolor que su alma podía expresar, así que lo entendió todo.
—Quiero verla.
—No es prudente, Aidan. Amina está preocupada por su padres, y ya sabes que cuando Ignis Fatuus está de cacería, nosotros somos un estorbo.
—Entonces, iré a ayudarla.
—¿Sí? ¿Y qué le dirás? "¡Hey! ¡Volví! Ya recuerdo todo, así que seamos novios de nuevo" —se burló—. Eso sería una estupidez.
—Todos lo sabían, ¿verdad? Sabían que la había olvidado.
—Sí. Eugenia nos dijo. También nos habló de las consecuencias que tendrías si te ayudábamos a recordar. No queríamos intervenir, pero de cierta forma, la actitud de Maia nos impulsó a no meternos, así que callamos.
—No debiste, Ibrahim. ¡Eres mi amigo!
—¿Y qué querías que hiciera? Igual no me ibas a creer, menos aún, recordarías... Sin embargo, tuve las esperanzas de que volverías en sí, cuando comenzaste a hablar de ella.
Aidan bajó su rostro, recordando el momento en que Ibrahim le insinuó que aquel Primogénito por el que Maia se había sacrificado, ocultando su nombre, podría ser él. Mientras que este lo había negado.
Su amigo tenía razón, él no le hubiese creído.
—¿Cómo hago para estar cerca de ella?
—Creo que tendrás que esperar, Aidan. Te repito, los Santamaría andan en otros asuntos, y nosotros solo estorbaríamos en ellos. —Le puso una mano en el hombro—. Ya lo peor pasó. No terminaste loco, ni moriste.
Aidan esbozó una dulce sonrisa.
—¿Y qué haré con Eugenia?
—Yo hablaré con ella.
Pasando su brazo por el de Aidan, Ibrahim y él caminaron de vuelta al hogar de los Aigner.
Dominick e Itzel habían llegado a la casa de Saskia, dejándola en su habitación, luego de que el tabique nasal fue devuelto a su lugar.
La chica se recostó en su cama, mientras Itzel se sentaba a su lado para poder estar a la altura de los ojos de su amiga.
—¿Te sientes mejor? —preguntó preocupada.
Saskia afirmó. Dominick, quien se encontraba dando algunas vueltas en la habitación se detuvo, él también se encontraba angustiado por ella, en especial porque tendrían que dejarla en aquella casa con una mujer que, según Amina, no era su madre.
—Estoy en casa.
—Sasky... —murmuró Itzel con mucha suavidad, tomándole la mano—. Esto es muy duro para mí, pero quiero llegar al fondo de todo esto, porque eres mi amiga y no quiero verte sufrir. —La miró a los ojos, observando como los de la joven Astrum se llenaban de lágrimas; ella sabía lo que le preguntaría, dándole el valor para continuar—. ¿Le contaste a Soledad lo que Maia?
—¡Itzel! —le reclamó Dominick—. ¿Cómo puedes preguntar eso? Maia tuvo que decirnos desde antes lo de su Donum Maoirum, y no lo hizo... ¿No fue una egoísta?
—Sasky... —La llamó con dulzura.
—No lo recuerdo... Quizás si lo dije. —Las lágrimas se le escaparon silenciosamente—. Pero si lo hice no fue consciente de ello.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó Dominick, llevándose las manos a la cintura.
—Anoche mamá me preparó una comida, pero no recuerdo haberla terminado... Solo me dio un profundo sueño y me dormí. Cuando desperté, estaba en mi cama, con mi pijama... De verdad, no sé qué pasó.
—¡La muy maldita! —exclamó Dominick, indignado.
Itzel no dijo nada más. Solo abrazó a su amiga, dirigiendo su consternada mirada hacia el joven. No tenían que darle explicaciones, para Saskia sería muy duro escuchar de sus labios que Soledad la había drogado, en especial, después de que Amina le dijera que aquella mujer no era su verdadera madre.
—Dominick, es mejor que nos vayamos —propuso Itzel, cuando la joven se serenó—. Debemos descansar, y mamá debe de estar muy preocupada por mí.
—Tienes razón —le confirmó a Itzel, para ver a Saskia—. Si ocurre algo, cualquier cosa, no dudes en llamarme.
El joven de Aurum abrió el portal. El Donum Maiorum al ser un don colectivo, que el Populo podía disfrutar con ciertas restricciones, después de que el Primogénito lo reclamara, era el único regalo del Solem que no se alteraba cuando el heredero del Clan rompía sus juramentos de fidelidad.
Saskia los vio marcharse, levantándose de la cama para limpiarse el rostro. Aunque sentía la presión en su tabique, no se detendría, ella tenía que conversar con Soledad.
Puso su mano en el pomo de la puerta de su habitación, justo cuando Soledad entraba en el apartamento. La mujer la observó con un gesto de burla dibujado en el rostro.
—¿Qué te pasó? ¿Acaso un nuevo ataque de los Harusdra?
—¿Qué fue lo que me hiciste anoche, mamá?
—¿Anoche? ¿Por qué lo preguntas?
—La Primogénita de Ignis Fatuus te acusó de haber revelado información a la Coetum, incluso al mismo Arrieta sobre su Clan.
—Sabes que siempre he dicho que a esa niña hay que ponerla en su lugar. Así que solo dije la verdad.
—¿Acaso no fue suficiente lo que pasó en con la Umbra Solar?
—¿Y qué le pasó? No recibió el castigo que se merecía, porque ustedes la rescataron. Sé que la Coetum no irá a por ella, hace un par de horas me di cuenta de ello, pero al menos, Arrieta si puede colocarla en su lugar. Darle el freno que nadie puede darle.
—¿Y qué tiene que ver el Sr. Jung en todo esto, mamá? ¿A él también había que castigarlo?
—Todo el que apoye a esa recogida es digno de castigo. ¡Qué sería de Ignis Fatuus sin Arrieta!
—Quizás fueran el mejor Clan de la Fraternitatem Solem, y las injusticias que se están viendo horita, no se verían.
—¡Ja! ¿Qué vas a saber tú, si no eres más que una mocosa?
—A lo mejor lo sea, mamá... Solo espero que mantengas esa opinión de castigar a los que no son obedientes con todos aquellos que no tienen el Sello del Solem porque le pertenecen al Harusdragum —contestó, dando la media vuelta.
Soledad, indignada, caminó hasta la joven, tomándola del brazo para obligarla a verla.
—¿Qué quieres decir? ¿Cómo sabes lo de los Sellos? ¿Quién te reveló esa información que solo se ha hablado en la Coetum? —Soledad hacia referencia a los miembros de la Asamblea que no tenían los Sellos del Solem, y no a los que habían sido asesinado que tampoco los tenían, pues estos eran miembros del Populo, y en consecuencia, eran considerados inferiores por la mujer.
—Tú la acusaste a ella, y ella lo hizo contigo —respondió, viendo como la mirada de Soledad se desorbitaba—. Nos dijo que tu Sello fue borrado cuando ella y sus primos extendieron su poder sobre la Coetum.
—¿Le creíste?
—Dudé, no lo niego.
—¡Jum! ¿Y confías más en ella que en mí?
—No. No, mamá, es que no entiendes... No dudé porque te considere una mentirosa. Lo hice porque no fue lo único que ella me dijo. —A este punto los ojos de Saskia volvieron a inundarse de lágrimas que amenazaban con salir.
—¿Qué más te dijo de mí, Saskia?
La palidez y la voz temblorosa de Soledad eran señales inequívocas de una conversación no expresada en palabras. Al sentir el fuerte apretón arreciar en su brazo, Saskia decidió terminar con todo eso.
—Que no eras mi madre.
El rostro de Soledad se desorbitó, soltando a la joven, para retroceder un par de pasos. Ella también pudo ver en los gestos de la joven el dolor mezclarse con la decepción, así que soltó una sonora carcajada aplaudiendo, para sentarse cómodamente en uno de los altos bancos del comedor, sin dejar de ver a la que era su hija.
—¿Has escuchado el dicho que reza "madre no es la que pare, sino la que cría"?
Sus palabras terminaron de quebrar las esperanzas de Saskia que, contrario a lo que había imaginado, no lloró. Misteriosamente, las lágrimas que amenazaban con salir, terminaron por evaporarse de un plumazo.
—¿Qué "cría"? ¡Me has maltratado durante todo este tiempo! ¿A eso le llamas crianza?
—¡Mírate, malagradecida! Tu madre jamás podría haberte mantenido como yo lo hice.
—Si lo hiciste nunca fue porque tuvieras corazón. ¡Nunca me mostrarte un solo gesto de cariño!
—Porque jamás pude sentir amor por ti.
—¿Ni por papá?
—Ese era un pobre estúpido al que le ofrecí dinero y educación, a fin de que todos mis conocidos pudieran comerse el cuento de que te había parido.
—¿Y qué hiciste con mi verdadera madre? —le preguntó en un arranque de coraje que desconocía.
—¿Ella? ¡Ja, ja, ja! —Su risa sonó mucho más que despiadada—. Ella y tu hermanita deben de estar durmiendo en las mansas profundidades.
—¿Cómo puedes ser tan cruel, mamá? ¿Cómo pudiste?
—¡¿Mamá?! Te acabo de decir que no soy tu madre —le respondió, poniéndose de pie—. Lo hice porque ella estaba loca. Tu madre era una pobre mujer desquiciada por la desaparición de su marido. No era digna de ser la madre de la Primogénita.
—Entonces, lo hiciste por nuestro Clan.
—¿Nuestro Clan? ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Saskia, querida! —La carcajada fue más intensa—. ¿Acaso no te acabo de decir que nunca te quise? Yo no tengo Clan. Soy una non desiderabilia y tú eras mi asquerosa misión. Gracias a tu sangre, que extraía anualmente, podía tener en mi frente un Sello de elevado nivel en la Fraternitatem.
—¿Mi sangre...? ¿Por qué...? ¿Por qué odian tanto a la Hermandad?
—¿Será porque son nuestros enemigos? —le preguntó con ironía—. Mientras ustedes existan, no podremos vivir a nuestras anchas en el mundo.
—¿Y a Maia?
—¡Esa maldita! —masculló entre dientes—. ¡Fue su nacimiento lo que reactivó los Sellos! ¡Ella! ¡Ella es el obstáculo a derrotar! Sin ella, todos ustedes son basura, ¡son nada! —gritó encimándose a una asustada Saskia.
—¡Eres una perra desgraciada! —le gritaron.
Saskia no sabía cómo había llegado, pero Dominick corrió hacia Soledad, empujándola con tanta fuerza que terminó por hacerla rodar en el suelo. El chico, enojado, iba a ir a por ella, pero Saskia se le arrojó encima.
—¡No, Dom! ¡No la lastimes!
—¡Ella lo ha hecho todo este tiempo, Saskia! ¡Ni siquiera es tu madre!
—Lo sé, pero, pese a ello, no puedo dejar de quererla. ¿Me entiendes? —le preguntó, viéndolo a los ojos.
Dominick, quien había dejado a Itzel en la residencia de Aurum, le había comentado a la chica de Lumen, que regresaría a por Saskia. Temía por su seguridad. Si su madre fue capaz de drogarla, podía hasta matarla. Asintiendo, el chico abrió el portal, haciendo pasar a Saskia.
Se volvió hacia la mujer.
—Si la vuelves a tocar, yo mismo te destruiré.
—¿Con qué Donum, infiel? —se burló Soledad, aún en el piso.
El Primogénito de Aurum apretó los puños, pero la suave caricia de Saskia lo terminó de convencer de dejar ese asunto hasta allí.
Entró al portal, desapareciendo con Saskia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top