De estrellas, ira y sorpresas
Desde el sábado en la mañana la casa de Aurum era movimiento. Mientras los jóvenes se dirigían a los campos de entrenamiento, Zulimar y un grupo de la casa matriz comenzaron los preparativos en el salón de festejos que daba hacia la playa.
La joven Prima quería que su Primogénito tuviese la mejor fiesta de cumpleaños. Había contratado dos DJ, comprado fuegos artificiales e incluso le tenía una sorpresa a Dominick.
Amina comió rápido y salió de la casa. Su relación con Dominick no era la misma, estaba muy deteriorada, lo suficiente como para asumir que el simple hecho de acercarse a él lo ponía de malhumor, y ella ya se encontraba lo suficientemente lastimada como para continuar causándose heridas.
Después de llorar en su habitación, aquella noche lluviosa, se prometió no derramar una lágrima más, y menos frente a otros.
Era muy temprano, sin embargo aprovechó el tiempo para hacer el calentamiento antes de que el resto de los Primogénitos aparecieran. Deseaba que se dirigieran a otro lugar en la playa, pero tenía la fuerte corazonada de que estos la estaban vigilando.
«¡Ay que día tan precioso! Es el día de tu vida, todos llenos de alegría...»
El "Feliz Cumpleaños" se escuchó en todo el comedor. Dominick quedó plenamente sorprendido, no sabía cómo reaccionar.
Cuando despertó, lo primero en lo qué pensó fue huir de alguna manera; de seguro Leah estaría esperándolo, sentada en la puerta de su cuarto, pero no la vio. En las escaleras se encontró con unos compañeros de Aurum, mas tampoco estos lo felicitaron. Les preguntó por Leah, ellos le aseguraron de que la habían enviado con sus familiares, sin embargo, no lo creyó, ella era tan insistente que no lo dejaría solo en su cumpleaños.
Por lo que, mientras cantaban el cumpleaños, la buscó por toda la habitación, sintiendo un enorme alivio al no encontrarla. Daniela tampoco estaba, así que era libre de ser él en toda su expresión. Sin vergüenza alguna sus ojos dieron con Saskia, regalándole una amplia sonrisa que la joven compartió.
Si con alguien deseaba pasar ese día era con ella.
Desde las escaleras, Ignacio escuchó los silbidos y gritos de júbilo provenientes del comedor. Recordó el cumpleaños de Dominick, pero no se acercó. Su relación jamás había sido óptima, solo había entre ellos la mínima tolerancia, y esta no permitía tal tipo de contacto.
Se concentró en amarrar muy bien sus muñequeras de cuero, Maia había ganado fuerza así que no le daría una batalla fácil. No se preocupó en desayunar, ya lo había hecho en su habitación. El sr. Jung le había acomodado una habitación que podía ser comparada a un pequeño apartamento, de esa forma podía ir y venir a sus anchas.
Tuvo que correr por toda la costa, hasta que divisó a su prima haciendo unos movimientos con el Bô.
Se detuvo, sonriendo. No solo había mejorado su técnica, también se veía hermosa ejercitándose con aquella arma de defensa. Continuó caminando hacia ella, notó que lo miraba, sin embargo no dejó de realizar sus movimientos.
Gruesas gotas de sudor corrían por el rostro de la joven. A pesar de ser las ocho y media, el sol estaba golpeando con fuerza la costa.
Ignacio se animó a entrar en combate, intercambiando golpes y técnicas con su prima. Estuvieron así por más de dos horas, ni siquiera la llegada de los otros Primogénitos los detuvo. Aquello era un entrenamiento crucial.
Amina se secó la frente, tomando la botella de agua, luego de pedir un merecido descanso. Bebió el vital líquido, para luego tirarse con las manos y piernas abiertas sobre la arena, recibiendo en pleno cuerpo toda la fuerza del sol.
—Me gustaría ser una estrella.
—¿Quieres brillar?
—Quemar todo lo que se me atraviese. Debe ser agradable sentirse necesitada y a la vez no necesitar a nadie.
—Creo que por eso estás sola.
—Pero los planetas se mueven alrededor de ellas. Nada está solo en el Universo.
—El razonamiento filosófico viene por...
—De cierta forma soy como el sol.
—¡Tus ataques de humildad terminarán por causarme una diarrea emocional!
—¡Tonto! —le dijo, sonriendo, mientras lo mojaba con un poco de agua. Se incorporó para sentarse a su lado—. Estoy destruyendo todo a mi alrededor.
—Irremediablemente los atraes hacia ti —confesó, mirando de reojo al grupo de Primogénitos que practicaban en compañía de Eugenia y Gonzalo.
—¿Por qué llegaste tarde?
—Se me hizo difícil conciliar el sueño.
—¿Una chica? —Ignacio sonrió, mirando el sereno mar—. ¿Quién es la afortunada?
—Tú. —La miró, comprobando que su prima había palidecido—. No creas que estoy chanceando. En estos momentos, la Fraternitatem Solem es mi mayor dolor de cabeza y, en medio de ella, estás tú... ¡Ja! ¡Que bien ha venido tu analogía con el sol!
—Si estuvieras hablando con Aidan te preguntaría qué quiere decir analogía.
—¡Je! Y a pesar de eso ya no habla tan vulgar como antes. Es un poco más decente —confesó, sabiendo que hablar un poco de él hacia que su prima volviera a ser "normal".
—¿Y en qué estabas pensando? ¿Ha ocurrido algo?
—Quizás muchas cosas, Amina. Todas especulativas, sobre tu persona y los dolores en tu muñeca.
—¿Tienes alguna teoría?
—Todos tenemos varias teorías. —La miró, comprendiendo en su rostro que la chica necesitaba saber a que se refería con la palabra "todos"—. El sr. Jung, el dr. Montero y el sr. Monasterio.
—¿Monasterio? ¿Se volvieron a reunir? —preguntó, tomándolo del brazo. Estaba muy interesada en lo que su primo le contaría.
—Solo son hipótesis, Amina.
—¿Sobre qué?
—Sobre el dolor de tu muñeca.
—Ya lo dijiste.
—Mira... —La tomó de la mano—. No es fácil. Quizás te parezca algo extraño.
—Ignacio, ¿qué más me puede pasar? Tengo un Sello muerto y quizás estoy maldita.
—¿Maldita? ¿Qué quieres decir?
—Si no me cuentas, no te diré nada.
—¡Je! Siempre tan habilidosa... En fin, tuve que contarle de nuestro viaje al pasado. —Amina se asustó, iba a quejarse, pero él puso un dedo en sus labios—. ¡No! Me pediste que te contara y no quiero interrupciones. Tuve que decirles todo lo que pasó, y creemos que tus dolores fueron causados por Ackley.
—¿Por Ackley? ¿No entiendo?
—Verás, al besarte absorbió parte de tu Donum, causando un desequilibrio en el tuyo. Monasterio dijo que esa prueba era una especie de mito dentro de la Fraternitatem, una leyenda que habla de un Primogénito cuyo Donum es tan poderoso que puede hacerse con los Munera de los demás.
—Y yo lo hice.
—Sí, el problema es que Ackley se metió.
—Si no se hubiese metido, yo hubiera muerto.
—Para el Clan hubiese sido lo justo. —Amina lo miró compungida—. ¡No me mires así! Si quieres pasar a la historia no puedes andar de cobarde.
—No soy Aquiles.
—Lo sé... Bueno, el hecho es que él debió dejarte concluir la prueba. Sinceramente, pienso que podías dominarla, pero él interfirió. Ese fue el motivo por el que creemos que sus poderes se salieron de control. Es lo que te pasa cuando te da el dolor y empiezas a atentar contra todos.
—Sí. ¡Je! Lo único bueno de eso es que se acabará el mito de que cuando dos Primogénitos se unen sus Munera se salen de control.
—Si eso fuera cierto, Evengeline hubiese padecido el mismo efecto, pero solo fue Ackley. Además, sabes bien lo que hay detrás de la unión de dos Clanes, cuál es el verdadero motivo por el que no se pueden unir.
—Lo sé. La unión de dos Primogénitos supone la desaparición de uno de los dos Clanes.
—¡Exacto! Y por donde lo mires, no será nuestro Clan el que sufrirá tal devastación.
—Porque fuimos los primeros —concluyó con compungida.
Para Amina, las palabras de Ackley cobraron significado: «Ha sido el beso que compartí contigo lo que ha desestabilizado mi poder». Se sintió triste y ansiosa. No quería culparlo, pero Ignacio tenía razón, el acto heroico del chico fue i, no solo terminó por desgraciar su poder, sino el de ella. ¡Tuvo que dejarla concluir lo que debía concluir!
Aquello era más que una hipótesis. Era la verdad absoluta.
—Amina —la llamó Ignacio por tercera vez. La joven salió de una especie de ensoñación, mirándolo un poco perdida—. ¿Por qué dices que estás maldita?
—Solo fue un sueño. No es nada, Iñaki... Solo fue un sueño.
Sabiendo que su prima no hablaría más e intentando pensar rápido para sacarla del letargo emocional en la que se había sumergido, luego de contarle parte de lo que ocurrió la noche anterior, carraspeó.
—¿Ya felicitaste a Dominick?
—Creo que entre nosotros todo esta dicho.
—¡Me alegra saber que lo nuestro no terminó así! —confesó, subiendo su varonil rostro dirigido hacia el horizonte, para regalarle a su prima una hermosa media mirada.
Ella sonrió, dándole un empujoncito con su hombro, lo que le hizo reaccionar, abrazándola y dándole un beso en los cabellos.
—¡Es mejor que continuemos, bella!
Aidan los miraba desde lejos. Había tanta cercanía entre ellos que se sintió enfermo. ¿Cómo podían ser tan cursis si estaban entrenando? ¿Acaso se creían tan superiores que podían gastar el tiempo en coqueteos?
Un fuerte golpe en su espalda lo hizo reaccionar. Se volteó con el rostro torvo, dispuesto a insultar a quién lo había interrumpido cuando descubrió a Eugenia. La chica esperaba el contraataque con una hermosa sonrisa.
El encuentro de sus miradas fue incómodo. Aidan tuvo que deshacerse de su mal genio y ella destruir su sonrisa de felicidad. Algo más había pasado.
El chico no dijo nada, solo pasó por su lado, y ella no tuvo el valor de preguntarle, pero si fue lo suficientemente inteligente para mirar hacia donde él veía, entonces dio con Amina e Ignacio.
Fue inevitable que sus ojos se llenaran de lágrimas, dirigiendo una rápida mirada a Aidan. ¿Qué era lo que le estaba pasando?
Eran las cinco de la tarde cuando Dominick retornó a la residencia de su Clan. Quería darse un baño, suspendiendo el entrenamiento. Mucho hacía con sacrificar el día de su cumpleaños practicando para enfrentarse a los Harusdra, cuando lo que deseaba era estar con su abuela.
A pesar de todo se encontraba tranquilo porque Leah no había regresado.
—¡Mi preciosoooo! —La escuchó gritar.
Su mente había deseado demasiado no verla. Deteniéndose, entornó los ojos, preparándose para dar su mejor sonrisa, mientras se volteaba a contemplar a la joven.
Leah corrió a abrazarlo, estampando un increíble beso en sus labios. Él no se sobresaltó, llevaría todo con calma, no quería un drama en su cumpleaños.
—¿Precioso? —Sonrió.
—¡Sí! ¡Eres mi precioso!
—¿Así? ¿Tipo el anillo que aparece en la película de "El Señor de los Anillos"? —preguntó con mofa.
Leah hizo una mueca, tomando el rostro del chico entre sus manos.
—Dime que me extrañaste.
—Sí, lo hice. —Mintió—. ¿Dónde estuviste?
—Sé que es tu día, así que tenía que ir por un regalo para ti. —Lo tomó del brazo, llevándolo hasta el despacho del Prima.
—Creo que si nos encerramos aquí, Zulimar quemará todo Aurum. —Dominick saltó. Tenía que prevenir a toda costa estar a solas con ella. Ya había aprendido la lección.
—¡No seas tan mal pensado! —contestó, recostándose de la puerta para atraerlo.
Sabiendo que tenía que continuar con su papel, se reclinó hacia ella, besándola con pasión. Era una mujer hermosa, muy deseable.
—Pero, ¡está loca! —le gritó su razón, justo cuando su mano se apoderaba da la cintura de la chica.
Su consciencia hizo que detuviera poco a poco la intensidad del beso, sonriéndole al final del mismo. Feliz, la chica buscó con su mano el pomo de la puerta, abriéndola de par en par.
Los ojos de Dominick viajaron de Leah al interior de la habitación, descubriendo en ella a Zulimar, Samuel, Elías y el sr. Rodríguez. Sin embargo, no eran los únicos que se encontraban en aquella habitación.
—¿Abuela? —murmuró, casi como si se encontrara en un sueño.
Marcela se llevó las manos a los labios, con lo ojos cargados de lágrimas, contemplando a su niño que se había convertido en todo un hombre. Por su parte, Dominick no se estuvo más en su sitio, corriendo a abrazar a su abuela, con las lágrimas corriendo por sus mejillas.
¡Hacía tanto que no la veía!
—¡Dios te bendiga, ni niño hermoso!
—¡Bendición, abuela, bendición!
—¡Mi Dominick! Helenita estaría tan orgullosa de ti, mi niño. Mírate... —Dio un paso atrás para contemplar a su nieto—. Te has convertido en un hombre buen mozo, inteligente. En el hijo que toda madre desea tener.
—¡Ay, abuelita! ¡No sabes cuánta alegría me da, escuchar tus palabras! —La abrazó de nuevo—. Pensé que no te vería, ¡y estás aquí, conmigo! ¡Es el mayor regalo que me han podido dar! —Miró a Zulimar—. De pana, ¡gracias!
—No hemos sido nosotros los de la idea, Primogénito —le aclaró Zulimar. Dominick la observó con curiosidad—. Es el regalo de Leah.
Dominick se separó de su abuela, dándose la vuelta para agradecerle a la chica, pero esta no se encontraba allí.
—Abue, ya vuelvo —le aseguró, saliendo de la habitación.
En la sala común, camino hacia la escalera, la encontró.
—¡Leah! —le gritó.
La joven se detuvo, volviéndose para ver a su Primogénito.
—¿Sí?
—¡Gracias! —confesó, subiendo el par de peldaños que los separaban. La tomó por la cintura, besando con pasión sus labios.
La puerta del recibidor se abrió. Los Primogénitos y Gonzalo volvían de su entrenamiento, quedándo pasmados ante aquella escena romántica.
Itzel no pudo evitar ver a su amiga, mientras Saskia sonreía con ironía. ¿A quién quería engañar? Ese era el verdadero Dominick.
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