Cuando caen las caretas

Saskia podía sentir el dolor de Itzel. Se sentía culpable por la triste suerte que había corrido Luis Enrique, debido a que existía la posibilidad de que su madre hubiese obtenido de ella más información de la que esta recordaba haberle dado.

De lejos miró, como Dominick ayudaba a Susana con Itzel. Los tres subían al auto que los llevaría a la residencia de Aurum, la más segura dentro de la Fraternitatem

Decidió marcharse con ellos, cuando su teléfono repicó. Tomó el celular, dándose cuenta de que Soledad estaba al otro lado. Dudó en responder, pero ignorar la llamada no haría que su madre desistiera; si no la atendía, igual la iba a molestar hasta que lo hiciera.

—¿Qué quieres? —Saludó la joven de mala gana.

—¿Crees que tu tonito va a causarme terror, Saskia? ¡Eres bien ingenua si sueñas con eso!

—Ya sé lo qué eres capaz de hacer.

—Es bueno que lo sepas. Necesito tu ayuda.

—No obtendrás nada más de mí.

—¡Saskia! —La llamó—. ¿En serio? ¿Tan poco te importo?

Saskia titubeó, aquel cambio dentro de la conversación no se lo esperaba.

—¿Y yo? ¿Alguna vez te importe?

—Eres la hija de otra y por años te he educado como mía —respondió, mientras escuchaba a la joven suspirar del otro lado del teléfono—. ¡Bien, bien! No he sido la madre ejemplar, hasta lo último te castigué, pero sabes que lo hice por tu bien. Si hubiese querido ser mala, Saskia, te hubiera entregado al Harusdragum, pero no lo hice.

—¡Sin embargo, me maltrataste!

—Hubiese levantado sospechas si no lo hubiera hecho de esa manera. ¿O tú crees que no me vigilaban? Si te hubiese dado un trato más gentil, me hubieran matado y tú... Tú no estarías entre nosotros.

—Mamá...

—No te di una vida feliz, Saskia, pero hice lo mejor que pude hacer para defenderte... Ahora me encuentro en peligro.

—¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¡Iré a por ti! Le explicaré todo al resto de los Primogénitos y te protegeremos.

—¡No, Saskia! ¿Acaso no lo entiendes? Yo no tengo salvación. Soy hija de non desiderabilias, mi Sello no es puro como el del Solem. ¡Jamás podré pertenecer a la Fraternitatem!

—Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

—Puedes ayudarme —respondió la mujer.

—¿Cómo? ¿Cómo puedo ayudarte, mamá?

—Necesito que, por favor, descubras dónde se encuentran los padres de la Primogénita de Ignis Fatuus.

Saskia palideció ante la petición.

—Mamá, no puedo hacer eso. Maia se molestó muchísimo la última vez que hablamos... No, lo siento.

—¡Saskia! ¡Sasky, por favor! Si no me ayudas, me matará.

—¿Quién, mamita? ¿Quién amenazó con matarte? —preguntó Saskia, angustiada.

—¡Saskia! Hay algo peor que la Imperatrix entre nosotros, hija. Si no me ayudas, él me matará.

La llamada se colgó. Saskia intentó comunicarse con su madre, pero no pudo lograrlo. Temblando como una hoja débil a punto de caerse de un árbol. Buscó dar un par de pasos, cayendo al suelo con el celular a un lado.

Entonces, lo comprendió. Por más que quisiera negarlo, Soledad siempre iba a ocupar un lugar especial en su vida. Ella se había encargado de su educación y había sido la única madre que había conocido. Era consciente de lo malvada que podía ser, pero ¿y si tenía razón? ¿Y si su vida corría peligro, no estaría dispuesta a cualquier sacrificio por Soledad?

Conocía muy bien la respuesta.

Sus lágrimas surcaron por la gélida mejilla, dejando solo temor a su paso, pues ella, la Primogénita de Astrum era capaz de traicionar a toda la Fraternitatem Solem para salvar la vida de su madre, tal como Amina y cualquiera de sus amigos estaban dispuestos a hacer por los suyos.

Echándose en la cama, Itzel trató de tragarse las lágrimas que amenazaban con llenarla de infelicidad. Dominick le había recomendado, durante todo el trayecto, que llorara, pero no se atrevía a hacerlo.

Sintió las cálidas manos de su madre surcar por su espalda, y las tibias lágrimas brotaron sin vergüenza de sus ojos.

—¡Mamita! —Fue el grito desgarrador que Itzel ahogó en el pecho de su madre.

—¡Mi niña! —La consoló, tomándole de la cara—. Ahora, él estará bien, mi querida Itzel. Luis Enrique ha vuelto con los suyos. ¡Es libre!

—¡Lo sé! ¡Lo sé, mamita! Pero no deja de doler. —Se llevó la mano al pecho—. Siento que se fue sin que pudiera explicarle muchas cosas... ¡Y es horrible! ¡Es horrible continuar sin él y sin saber nada de mi hermana!

—La Fraternitatem está trabajando en ello. No estamos solas, hija mía. —La abrazó—. Me gusta imaginar que Luis Enrique se fue defendiendo a tu hermana. Que Loren ha sido protegida por él, y que murió como un guerrero.

—Mamá... Me gustaría tanto verlo así, pero ¿y si sufrió? ¿Y si mi hermanita continua sufriendo?

—Itzel, si hubiese sido de otra manera, el Solem no lo hubiera bendecido con tan hermoso funeral. Creo que él está bien.

—El Phoenix no se elevó, mamá.

Susana sonrió compungida, tendiéndole una nota que Gabriel le había dado de regreso a casa.

El pequeño de los Perdomo había estado corriendo con otros niños por el cementerio, mientras Luis Enrique era despedido.

Itzel tomó la nota, sintiendo un terrible dolor en su corazón: "El Clan Ignis Fatuus se despide, guerrero del Sol... Y Mane no dejará que tu muerte sea en vano. Amina Santamaría, Primogénita de Ignis Fatuus y Mane".

—Mamá... —murmuró la chica, derramando lágrimas.

Sin embargo, Susana no tuvo tiempo de responder, su teléfono le acababa de indicar que un mensaje había llegado.

Dos horas tuvieron que esperar Gonzalo y Eun In para que los Prima de la Hermandad se congregaran en el Auditorium de Astrum.

Habían sido precavidos en convocar solo a los miembros principales de cada Clan y no al Populo. No querían hacer de aquello un espectáculo, sino conseguir acciones concretas, y esa era la forma más viable de hacerlo.

—¿Estás lista? —preguntó Gonzalo.

Eun In asintió, justo cuando la puerta de Ignis Fatuus se abrió, apareciendo Arrieta y su hijo. 

Los chicos habían enviado el mensaje desde el celular de Tae Woo, siendo Monasterio quién lo escribió, causando la intriga del hombre, pues deseaba conocer qué era lo que estaban planeando los primos Santamaría, pero su asombro fue mayor cuando no vio a Amina entre ellos.

—¿Y bien? —preguntó Hortencia Botero, al darse cuenta de que Jung no estaba allí—. ¿Dónde está tu padre, jovencita?

—No lo sé, Sra. Botero. —Un murmullo recorrió la audiencia—. Pero si puedo asegurarle que por mucho tiempo no volverá.

Extrañados por su respuesta, fueron muchos los que exclamaron a viva voz que no podían creer lo que estaban escuchando. Jung Tae Woo era uno de los hombres más responsables y comprometidos con la Fraternitatem Solem, sin contar que era la parte prudente de un Clan que, desde que llegó a la Hermandad, no había hecho más que gala de la crueldad, el despotismo y la arrogancia.

—¿Cómo que no vendrá? —preguntó Elías, rompiendo el protocolo—. Jung nunca se ha caracterizado por ser irresponsable. Si él nos ha enviado el mensaje, entonces debe estar aquí.

—¡Y lo estaría! Créame que lo estaría. Pero, simplemente, no puede —respondió la chica con seguridad—. Hace un par de días mi padre fue secuestrado por un Traidor. Se lo llevó de casa.

—¡Ja! De seguro anda de viaje por Corea con tu mamá —se burló José Gabriel.

—¡Appa no se fue a Corea con mamá! Yo vi cuando hombres que se hicieron pasar por la élite de la Fraternitatem Solem lo obligaron a marchar con ellos.

—Si eso es cierto, ¿qué haces tú aquí? —Arrieta la interrogó—. Pues, no creo que hayan sido tan estúpidos para dejarte escapar.

—La Fraternitatem Solem no tiene ningún escuadrón élite, tampoco es propio de nosotros detener a nuestros miembros sin siquiera una acusación previa —intervino Omar Guevara—. Tuvo que haber un error. Debiste escuchar mal o engañaron a Jung.

—Sé muy bien que no existe tal escuadrón élite, señor. Pero vine aquí a decir la verdad, porque creo en los procedimientos de la Fraternitatem Solem tal como mi padre lo hace. Cree, porque hasta que no me tope con su cadáver, seguiré pensando que está vivo.

—Esto no es normal, presidenta —habló Kevin Gómez—. Es el décimo secuestro notificado en menos de una semana. Sin contar que el número de muertes de nuestros miembros sigue en aumento. Algo verdaderamente grave está ocurriendo, y si no le ponemos un alto, estaremos en eminente peligro de desaparecer.

—Tu comentario es un poco alarmista —comentó Soledad con un bufido—. Solo han encontrado a un chico muerto.

—Y ese chico era un amigo de mis hijos —le replicó Susana, algo molesta—. Fue hallado muerto, Soledad, entre los ríos Caroní y Orinoco, mientras nosotros seguimos sin encontrar a los culpables, ni al resto de los secuestrados.

—Lo peor de todo es que ni siquiera tenemos indicios de dónde podrían estar —comentó Carmen Durán.

—Eso no es del todo cierto —intervino Gonzalo—. Jung fue lo suficientemente inteligente en adelantarse a sus secuestradores y nos dio pistas que, de seguro, darán buenos resultados.

—¿Pistas? Todo surgiere que es un montaje —habló José Arrieta—. No deberías ni siquiera estar en esta sala, Gonzalo Santamaría. ¡No eres más que un paría dentro de la Fraternitatem!

—Puede que tengas razón y yo no deba estar aquí, pero ¡tú tampoco!

—Soy el heredero del Sello del Prima de Ignis Fatuus y vengo en reemplazó de Ortega.

—¡Ja! ¿En reemplazo? Muestra tu Sello, José Arrieta para que pueda creerte.

—¡Basta! —les interrumpió Hortencia—. Si tienes pistas Eun In, queremos conocerlas.

—Las tendrán, Sra. Botero. Gonzalo y yo estamos aquí para revelarlas, pero antes tenemos que pedirle que evite que más Traidores se sigan enterando de nuestras estrategias, o de lo contrario, esta batalla estará perdida antes de comenzar.

—Sra. Botero, con todo el respeto que su investidura demanda, creo que sería propicio que mi Clan manejara las evidencias, pues hemos demostrado eficiencia y eficacia en todo lo que hacemos —propuso Arrieta.

—Me parece prudente que así sea —comentó la mujer—. Esta Coetum te nombró no hace mucho como Embajador de Paz e investigador de la muerte de nuestros miembros, así que, sin temor a equivocarme, todos estaremos de acuerdo con que sigas las investigaciones.

—Con todo el respeto, Sra. Presidenta —intervino Eun In—, no estoy de acuerdo con su decisión. Considero que entregarle las pruebas al Sr. Arrieta es similar a matar a mi Primogénita.

—Niña, pero ¿qué dices? —le reclamó María Portillo—. Tus palabras son muy duras para un hombre que no ha hecho más que velar por la integridad de tu Clan.

—No puedo confiar en el Sr. Arriera luego de lo que ha hecho con mi Primogénita.

—Te entiendo, Eun In. Sin embargo, debes confiar en que todos estamos a favor de la Fraternitatem Solem —le respondió Hortencia con dulzura.

—No, señora. No es así. Y disculpe que le lleve la contraria, pero usted está en un error y mi deber es ayudarla a ver lo que no puede ver. —Se dirigió a Arrieta—. Por años has sembrado el terror en Ignis Fatuus. Tus métodos hicieron que nuestra gente temiera, sin embargo, un grupo permaneció firme. No lo sabíamos porque desconocíamos el origen de nuestro linaje, pero Mane se ha revelado. Nosotros somos los fieles, los que perseveramos hasta el final. —Arrieta sonrió con rabia—. No has podido con nosotros. Ni podrás.

—¿Hasta el final? ¿Cuál final, mocosa? —le respondió el hombre.

—¡Arrieta! Esas no son formas de responder —le reclamó Andrés, pero el hombre de Ignis Fatuus no lo escuchó.

—Podré ser una mocosa. Sus palabras no me insultan tanto como su presencia.

—Soy un real miembro de la Fraternitatem Solem.

—¿Cuántos Ignis Fatuus habrá matado para que eso sea así? —le interrogó la joven con mucha seguridad—. Su Sello es tan real como un tatuaje de henna, dura lo que el tiempo le permite durar. No es perenne como las verdaderas marcas del Solem, porque el Solem escoge a sus hijos, ¡y usted no está entre ellos! —le gritó, señalándolo.

A pesar de que el Auditorio tenía pocos espectadores, las palabras de la joven causaron asombro y preocupación entre todos, quienes comenzaron a verse y murmurar, trazando conjeturas y acusaciones entre ellos. Solo Monasterio permanecía recogido en su curul, incapaz de decir una palabra.

—El Prima de Ignis Fatuus se ha ido mermando, Arrieta. ¿Y usted pretende seguir manchando la reputación de mi Clan con su presencia? —le apuntó Gonzalo—. No es más que un bufón de los Harusdra, pero ¡cuánto daño nos ha hecho!

—¡Si me acusas tienes que tener pruebas! De lo contrario, iré contra ti.

—No sería ni la primera, ni la última vez que lo harías, Arrieta. Pero, no se preocupe, esta vez me daré el gusto de ser infalible. ¡Por toda la tortura que tuvimos que soportar por su sadismo! ¡Por mi familia y por la Hermandad del Sol!

—¡Ja! ¡Lo ha escuchado, Sra. Presidenta! Estos niños han venido a acusarme injustamente —confesó.

—¡Te has llevado a mi padre, Arrieta! ¡Se lo has entregado a la Imperatrix! ¡Tú no eres un Ignis Fatuus! ¡Tu Sello verdadero está grabado con odio en tu corazón, revolcándose bajo el Sello de un Primado que se mantiene vivo por la sangre de los míos! —gritó la joven.

—¡Pruébalo! —le gritó Arrieta—. Si es cierto, ¡pruébalo!

—Amina ya te desnudó una vez en la Coetum. No solo fuiste tú, también, tú, tú y tú —confesó Gonzalo, señalándolo a Fanny Bello, María Portillo y a Soledad. Luego miró a Rodríguez—. Tú.

—¡No tienes pruebas para acusarme! —le dijo Rodríguez—. ¡Es un delito lo que estás haciendo!

—Todos ustedes perdieron el Sello, son usurpadores de los Primogénitos a quienes le corresponde el curul que ocupan. Mi prima ya no tiene el poder para demostrarlo. Sin embargo, espero que esto que le vamos a presentar sea suficiente para que el esbirro de Arrieta y su hijo no pongan un pie más en esta sala... Y, luego iré a por el resto. 

***

¡Hola! Disculpen que no pude publicar este capítulo la semana pasada. Los bajones de luz hicieron que mi tarjeta madre se cortocircuitara, pero al menos pude recuperar lo que tenía escrito (el capítulo 16 completo, del cual están disfrutando), y podré concluir con los dos que me faltan.

¡Sip! Estamos por acabar. ¡Un abrazo! 

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