Confesiones de la ira
Sintiendo como la ira volvía a apoderarse de ella en el justo momento en que su mirada se cruzó con la de Saskia. Corrió hasta la chica, la cual se volteó por inercia.
—¡Maldita traidora! —le gritó asestándole un golpe con el puño cerrado.
Saskia se llevó las manos al rostro, sintiendo el espeso y tibio líquido vital comenzar a recorrer sus fosas nasales.
Por instinto, Ignacio y Gonzalo saltaron contra su prima, sujetándola con firmeza para alejarla de la joven, mientras que Dominick e Itzel se apresuraron a atender a la víctima, la cual al subir su rostro mostró su tabique desviado, las manos manchadas de sangre y las lágrimas corriendo por sus mejillas.
—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Te has vuelto loca?! —le gritó Dominick, saliendo del letargo en donde se había sumergido después del secuestro.
—¡Eres una maldita traidora, Saskia! —Volvió a gritar Amina, intentando soltarse de los brazos de sus primos—. ¡Suélteme!
—¡De qué la acusas, Maia! —exigió saber Itzel, quien para ese momento comenzaba a derramar lágrimas de impotencia, mientras Aidan, Eugenia e Ibrahim observaban la escena sin comprender qué era lo que estaba pasando.
—¡Me has entregado a Arrieta! ¡Estúpida! ¡Imbécil!
—¿Qué? —Ahora Ignacio era el que estaba confundido—. ¿Qué fue lo que pasó?
—¡Suéltame!
—Lo haré, pero si prometes no volverla a golpear —le dijo el joven.
Maia asintió.
—¡Yo no confiaría en esa loca! —le sugirió Dominick, interponiéndose entre Saskia y ella.
Pero Ignacio no lo escuchó y la soltó. Fiel a la promesa que acaba de hacer, Amina se estiró el blusón, sin dejar de ver a Saskia oculta detrás de Dominick.
—¡Era un secreto! Te lo dije en el entrenamiento. No podías revelarle a nadie que podía conocer las estrategias que Dominick y los suyos aplicarían, pero ¡no pudiste quedarte callada!
—¿De qué estrategias habla? —preguntó Dominick, girando levemente el rostro para observar a Saskia, quien tomándose la nariz con una de las manos, se atrevió a ver a Maia.
—No le dije a nadie. ¡No te traicioné!
—Entonces, ¡le contaste que yo asesiné a Ortega! ¡Ortega, un traidor de la Fraternitatem! ¡Y entregaste a Jung!
—¿Tae Woo? —susurró Ignacio—. ¡Primogénita, es grave! ¡Muy grave!
—Nos has dejado sin nuestro mayor apoyo. Arrieta irá a por Jung y su familia, y todo por tu maldita bocota.
—Tenemos que hacer algo, Primogénita. No podemos seguir perdiendo el tiempo aquí. —Reaccionó Gonzalo.
—¿Tienes pruebas de lo que dices? —intervino Aidan, al ver la gravedad de sus acusaciones. Sin embargo, Amina lo ignoró.
—¡Yo no hice eso! Yo no le he contado nada a nadie. Si se han enterado ha sido por boca de otro, y no por la mía. —Se defendió Saskia.
—¡No seas tan hipócrita, Saskia! Aún siendo esas informaciones del dominio de todos, existe algo más que solo tú sabías. —Sakia palideció ante las acusaciones de Amina—. Explícame, ¿cómo es que tu madre le dijo a toda la Coetum que tengo el Donum Maiorum de Ignis Fatuus y qué lo he estado usando?
—¿Donum Maiorum? —murmuró Aidan, entretanto los demás se veían entre ellos sorprendidos.
—¡Explícame! —le exigió Amina.
—Espera, ¿el Donum Maiorum? ¿Tienes el Donum Maiorum y nadie lo sabía? —Dominick dio un paso, indignado por lo que acababa de escuchar.
—Sí. Lo tengo. Lo tengo y solo es mío. ¿Tienes algún problema?
—¿Problema? —Saltó Aidan—. Disfrutas de nuestros dones y, ¿eres incapaz de compartir el tuyo? —Amina se estremeció, era la primera vez que él le reclamaba algo desde que le arrebataron la tristeza. Eugenia lo tomó de la mano para que se tranquilizara—. Desde hace mucho, hasta el mismo Gonzalo te pidió que lo cedieras, pero no quisiste. Ahora lo tienes y, ¿es solo para ti? ¡Nos dejas a todos fuera, mientras disfrutas de nuestros Munera Maiorum! ¡Jamás pensé que fueras tan egoísta!
—¿Y para qué lo quieres? ¿Para qué quieren mi Donum? —le gritó. Ya no podía recuperar su imagen ante él, lo acababa de tirar todo por la borda.
—¡Ja! —Itzel sonrió con un dejo de ironía—. ¿Y todavía tienes las agallas de preguntar? ¡Mi hermana, Maia! ¡Mi hermana estuviera aquí si dominara ese Donum!
—¡Tu hermana no estaría aquí, Itzel! ¡Ni ella, ni tus padres, ni nadie! ¿Acaso son tan brutos que ni siquiera se han detenido a pensar por qué lo hice?
—Creo que deberás ilustrarnos, porque como van las cosas, cada vez estamos más confundidos —intervino Ibrahim, intentando ser imparcial.
—Si les hubiera dado mi Donum, Natalia conocería hasta los más recónditos secretos de nuestras almas, ¿o cómo creen que se fue del parque con David y Loren? —Su respuesta hizo palidecer a Dominick, quien de manera inconsciente, retrocedió—. ¡Lo controla todo! Porque le hemos dado todo. Ortega se defendía con sus Munera Maiorum, ¿y querían que les entregara el mío? ¡Jamás! ¡Prefiero ser una egoísta que seguir pecando de pendeja! ¡No! ¡No! Les dije que nunca se los entregaría, y no lo haré.
—¿Cuándo...? ¿Qué hiciste para que ellos no pudieran obtenerlo? ¿Para excluirnos a todos? —le reclamó Itzel.
—En La Mazmorra. Cuando mi poder mermó. Necesitaba comunicarme con mis primos, mientra me torturaban, sola... —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Nunca lo hubiese usado, pero necesitaba de ellos...
«¡Amina!», murmuró Ignacio, observando con amor y orgullo a su prima.
—Pueden criticarme, no me arrepiento de lo que hice. Ni de la decisión que tomé.
—Ahora la Coetum te obligará a cederlo —dijo Dominick, con un tono de sarcasmo.
—No lo haré. —Sonrió—. Para desgracia de Arrieta, no tengo un Sello, así que el Donum es solo mío y no lo puedo compartir con otros, aunque me obliguen a hacerlo... Y sé que eso es lo que harán. Por eso, Saskia... —La señaló—. Si Arrieta osa tocarle uno solo de los cabellos a mi madre o a mi padre, te juró que acabaré con tu vida. Una vez te dije que escogieras bien de que lado estabas, y que no te cruzarás en mi camino.
—Primero, tendrás que pasar sobre mi cadáver, Maia Santamaría. —Dominick se interpuso, atreviéndose a amenazarla.
Sus palabras causaron intriga en Aidan. ¿Por qué le hablaba de esa manera? ¿Tan fuerte había sido su amor que se odiaban de esa manera?
—Tú no sabes de lo que soy capaz de hacer —le respondió Amina.
La joven se dio media vuelta, caminando hacia la salida, mientras que Saskia sollozaba cada vez con más fuerza.
—¡No te tengo miedo! —le aseguró Saskia—. No dejaré que toques a mi mamá.
—¿Tu mamá? ¡Ja! —Se volvió a ella—. Conozco más de tu madre, que tú misma.
—Eso es mentira. —La miró desafiante—. Mi mamá tiene secretos, pero nunca será capaz de destruir a la Fraternitatem Solem. Si lo hizo, es porque te considera una amenaza y, ¡me alegro! —Se defendió con dignidad.
—¿Te alegras? ¡Ja, ja, ja! —Soltó una carcajada—. ¿En verdad eres tan ingenua para creer que Soledad lo hizo "por ayudar a la Fraternitatem"? ¡Ja! A tu madre no le importa la Fraternitatem, ¡porque no pertenece a ella!
—¡¿Qué?! —murmuraron Dominick e Itzel, expresando la confusión de todos.
—¡Eres una mentirosa! —le gritó Saskia.
—Cree lo que te dé la gana. —Se volvió para marcharse.
—¡Por eso estás sola! ¡Es lo que mereces! ¡Mereces que él no te quiera! —Saskia la atacó, haciendo estremecer a Eugenia con sus palabras, quien miró asustada a un confundido Aidan.
—Pues yo no soy la única a la que no quieren, Saskia —le aseguró la joven Ignis Fatuus, mirándola por última vez. Saskia la había herido, y se encontraba tan molesta que era incapaz de razonar.
Itzel observó a Ignacio, este estaba tan gélido que le inspiró miedo. Entretanto, la mirada de Aidan iba de Amina a Dominick.
—¿Qué quieres decir? —indagó la chica de Astrum.
—¿Alguna vez te has preguntado por qué tu madre te maltrata? ¿Por qué no te quiere y te desprecia? —La miró fijamente, mientras los ojos de Saskia comenzaban a llenarse de lágrimas—. Te desprecia porque tu madre no es una Astrum. ¡Soledad no tiene ningún Sello legítimo dentro de la Fraternitatem Solem! ¡Tu madre no es una Astrum! Mucho menos una "honorable miembro de la Hermandad".
—¡Eso es mentira! ¡Mientes porque te herí!
—Yo no miento, Saskia. No tengo motivos para hacerlo.
—Entonces, ¿cómo explicas que Saskia tenga el Sello de la Primogenitura de Astrum, si sus padres no pertenecen a la Hermandad? —La atacó Itzel.
—Saskia es hija de la heredera de Astrum, pero esa mujer no es Soledad. ¡Soledad no es su madre! —Amina le respondió a Itzel, para volverse a Saskia—. Soledad secuestró a tu mamá cuando eras una bebé. Ella es una non desiderabilia, que como el resto, se apropió de un Sello que no le pertenece gracias a su pacto con el Harusdragum y la sangre de tu verdadera mamá.
—¿Có...? ¿Cómo sabes eso? —preguntó Saskia temblando.
—Porque Urimare me lo reveló. Conozco cada uno de sus temores, sus dudas y debilidades. —Itzel se llevó la mano al corazón, buscando la mirada de un distante Ignacio, de forma inconsciente—. No hay nada oscuro en ustedes que yo no conozca. Y ese es otro motivo para no compartir el Donum Maiorum. —Miro a Aidan—. Si lo hubiese hecho, los hubiera entregado a todos. —Volvió a dirigirse a Saskia—. Si no me crees, busca por ti misma... Yo mantendré lo que te prometí. No repararé en matar a esa desgraciada, y te llevaré por el mismo camino si mis padres terminan en las manos de Arrieta. ¡Jum! Y aun así, estoy siendo clemente contigo —concluyó, saliendo con sus primos.
—¡No puede ser! ¡No puede ser! —repetía Saskia, una y otra vez, mientras se refugiaba en los brazos de Itzel.
—Vamos a llevarla al hospital —le dijo Dominick a la Primogénita de Lumen, abriendo un portal por donde desaparecieron.
Aidan no dijo nada más. Apenas se volvió para ayudar a Eugenia a levantarse, y salir en compañía de Ibrahim del edificio de Lumen.
Hizo todo el camino a casa en completo silencio. Una vez más su razón se debatía con su corazón. ¿Cómo pudo fijarse en una persona sin escrúpulos, dispuesta a acabar con todo lo que se le atravesara? Maia no mostraba ningún respeto por la vida de los demás, le daba lo mismo si era un non desiderabilia, un traidor o un miembro de la Fraternitatem; para ella la vida se medía entre estar o no, salvo si eras parte de su familia.
Pero, por más que su corazón temiera a la persona que ella era, era su razón la que lo obligaba a volver una y otra vez a pensarla, como las olas de la mar, continuas, perseverantes...
Y a él le urgía borrar su recuerdo antes de que su corazón titubeara y volviera a creer que Maia era una persona que escondía un noble corazón, y que podía hacerla feliz. Que podía enseñarle lo que era el verdadero amor.
Jung Tae Woo llegó con premura a su casa. No tuvo tiempo de revisar si había alguien, pues su libertad estaba por extinguirse, y quizás, también su vida.
Abrió la puerta de su despacho dirigiéndose a la caja fuerte, en donde guarda documentos importantes de su Clan, archivados en una docena de pendrive de dieciséis gigabytes. Palidecido y con el pulso tembloroso, hacia hasta lo imposible por darse prisa. Arrieta no tardaría en ir a por él.
Monasterio había insistido en que huyera, pero no podía hacerlo. Si escapaba lo pondría en evidencia, y él tenía una pequeña niña a la que debía proteger, mientras que su Eun In era una jovencita que podía defenderse por sí sola.
Tampoco pensaba dejarle información a Arrieta, menos cuando conocía su naturaleza. Él era un hombre capaz de hacer cualquier cosa, incluso de destruir la Fraternitatem Solem y volverla a crear de acuerdo a sus dogmas.
Si Arrieta quería obtener algún dato sobre Ignis Fatuus que no supiera, tendría que sacárselo a la fuerza, y Jung estaba dispuesto hasta morir antes de hablar.
—¿Appa?
La voz de Eun In lo sobresaltó. Pensó que la casa se encontraba sola. Angustiado, se volteó a verla, con los documentos en la mano.
—¡Hija! ¿Qué haces aquí?
—Estoy leyendo un poco para el examen de Historia de mañana. Mamá ya abordó el avión. Dijo que se comunicaría con nosotros en cuanto llegara. ¿Pasa algo? —preguntó al darse cuenta de que su padre se encontraba nervioso, actitud poco habitual en él.
—¡Mi querida, niña! —La tomó de los brazos—. Toma rápido un bolso con artículos necesarios y esto... —le dio la caja con los pendrives—. Busca a nuestra Primogénita, y no te separes de ellos.
—¿Qué pasa, appa? —quiso saber. La reacción de su padre la tenía nerviosa.
—Arrieta me quiere, y debo ponerte a salvo, Eun In. ¡No soportaría perderte!
—¡Appa! —Lo abrazó—. No pienso dejarte.
—¡No seas tonta, Eun In! Te necesito afuera, a salvo, ¿o quién irá a por mí?
—¡Papito!
—¡Vamos! ¡Ya! —le dijo, dándole su celular.
Eun In lo tomó, corriendo a su habitación por sus cosas. No tenía mucho tiempo para empacar, así que tomó algunas franelas, un par de pantalones, ropa interior y su cepillo de dientes, lo metió en un bolso, junto al celular y la caja que su padre le había entregado. Se colocó el morral, dispuesta a salir cuando escuchó un golpe en la puerta. Por lo que colocó su oído junto a la puerta.
—¡¿Qué es ese alboroto?! —gritó su padre.
La joven sabía que la pregunta no era con ella. Su padre estaba fingiendo desconocer que los hombres de Arrieta venían a por él.
—Señor Tae Woo Jung, Prima de Ignis Fatuus. Pertenecemos al escuadrón élite de la Fraternitatem Solem y venimos por usted.
Eun In frunció el ceño. No existía tal escuadrón élite. Aquello era una farsa.
—¿De qué se me acusa? —Escuchó a su padre decir.
—De traición a la Fraternitatem Solem. Ha actuado en complicidad con la Srta. Amina Santamaría, con el fin de asesinar al resto de los miembros del Prima de Ignis Fatuus. ¡Arréstenlo!
La joven detrás de la puerta se indignó. No escuchó ningún forcejeó, lo que le indicó que su padre no había puesto resistencia, y si no lo hizo fue para protegerla, así que debía salir de allí.
Se dirigió a su ventana. Escalar el muro y correr por los techos de los vecinos era un juego de niños para ella. Justo cuando puso un pie fue de la casa, oyó la orden de registrar su hogar.
Sin perder tiempo corrió hacia la pared del patio, trepando por las gruesas enredaderas. Saltó al patio trasero, escabulléndose entre los matorrales del vecino, para finalmente llegar al muro que le daría acceso a los techos, lejos de la vista de sus enemigos.
Y en medio del recorrido, no dejaba de pensar en su papá. Sabía que Arrieta no sería nada clemente con él, y que un calvario se abría ante ellos, porque ella lo buscaría cada día y esa sería su esperanza, mientras se entregaba al sufrimiento de la carne.
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