Alegrías, mensajes y carta

La mañana del viernes llegó, era el primer fin de semana de la Cuaresma. El calor podía sentirse lo que animaba a los estudiantes a reunirse en la playa. 

Un poco más serio de lo normal, Dominick entró al colegio. A su lado pasó Saskia haciendo maromas con los libros y la maqueta de Biología; el Primogénito de Aurum la miró sonriendo, la chica estuvo a punto de tirarlo todo al suelo, pero un rápido movimiento de este contribuyó para prevenir el desastre.

—¡Hola! —le saludó la joven sonriendo.

—Al parecer eres un verdadero desastre, enana —le respondió, llevando los libros.

—¡Gracias! Se me olvidó que tenía que entregar estos libros, hoy es la fecha límite, si no los llevo me suspenderán el carnet, y la maqueta es demasiado grande aunque no pesa nada.

—¿Quieres llevar la maqueta primero o los libros?

—La maqueta, así podré ir con tranquilidad a la Biblioteca. Si daño la maqueta Itzel hará puré conmigo.

—Te creo, esa chica molesta es de temer —confesó.

—¿Hablan de mí? —Itzel se había acercado—. Ya pasé por el Salón de Audiovisuales, todo está preparado para nuestra clase —le dijo a Saskia—. ¡Buen día a ambos! —saludó, viendo a Luis Enrique entrar al cafetín—. ¡Oh, mi novio! —Le puso una mano en el hombro a Dominick—. ¡Nos vemos!

Ambos chicos se quedaron con la palabra en la boca, ni siquiera les dejó despedirse.

Ibrahim iba saliendo del baño del colegio cuando su celular repicó. Se sorprendió de que alguien pudiera escribirle a un cuarto para las siete, aunque todo el mundo solía estar despierto a esa hora, no era de buena educación comunicarse tan temprano. Se estremeció, tenía el presentimiento de que eran muy malas noticias.

Abrió el sobre de la bandeja, sorprendiéndose que alguien pudiera mandar un vulgar mensaje de texto. El número era desconocido.

—¡Hola! —Leyó—. Espero te encuentres bien. Sé que este no es el momento, ni el medio adecuado, y que esté siendo atrevido, pero necesito hablar contigo. No permitiré que te saltes las clases, así que te recogeré a la una en el colegio. ¡Espérame! Si no estás allí, comprenderé que no te intereso. ¡Te deseo una bonita mañana! Besos. Teodoro.

Sonrió. Era un bonito detalle de su parte desearle los buenos días, y pedirle un momento de su tiempo para conversar, si no podía aclarar sus asuntos con Gonzalo, por lo menos lo haría con él. 

Subió su rostro, después de guardar el teléfono, no le respondió, se merecía sufrir un poco por abandonar la fiesta antes de cantar el Cumpleaños. 

Estaba decidido a olvidarlo cuando el brazo de Aidan se apoyó sobre el suyo. Miró a su amigo extrañado, aquel gesto significaba que estaba tramando algo o se encontraba muy feliz.

—¿No es una hermosa mañana?

—Hará un calor terrible. —Se quejó—. ¿Cuál es la parte bonita de andar empegostados y hediondos a gorilas?

—¡El sudor atrae al sexo opuesto! —respondió, recibiendo una mala mirada de su amigo.

—¿Estás bromeando?

—Algo así. —El timbre de entrada sonó. Aidan se volteó dándole un beso en la mejilla, lo que hizo que Ibrahim se quedara en una sola pieza, y con él todos los que estaban a su alrededor—. ¡Nos vemos! —gritó, echándose a correr por el pasillo.

—¿Está loco? —Dominick se acercó al joven—. Para el segundo recreo todos dirán que quiere contigo.

—Cuando está feliz no la piensa —contestó, ruborizándose.

—Entremos —le invitó Ibrahim.

Desde su puesto, Ignacio podía notar la inusual alegría de Aidan. Se atrevió a pensar si había tenido una sobredosis de vitamina C o andaba en cosas raras y turbias, y no solo él lo notó.

 Mientras que Amina se tomaba con tranquilidad el giró que dio su vida, durante toda la clase, Aidan no dejó de levantar la mano, interviniendo. Para Ignacio fue más que obvio que el chico quería llamar la atención de todo el salón, en especial de su prima, y lo estaba haciendo positivamente, pues todas las respuestas que daba eran correctas. 

Esa era la primera clase, en donde el Custos de Ignis Fatuus se sentía estudiante de segunda, no pudo ni terminar un ejercicio antes que Aidan.

—¿Será que me dejará vivir en paz? —Se quejó.

Amina sonrió, recogiendo sus útiles para salir al recreo. Aidan se acercó a ellos, saludándolos. Su lenguaje corporal le dijo a Ignacio que podía marcharse.

Okey, no estorbo —contestó, levantando las manos para salir de su mesa.

Detrás del chico, salió Natalia, quien no había perdido ni uno solo de los movimientos de Aidan; su felicidad le convirtió en un imprudente.

—¿Estará bien que nos vean juntos? —le preguntó Amina en cuanto salieron al pasillo.

—No creo que esté bien, pero... —Desapareció con ella—. Me he pasado dos meses intentando dominar por completo este Don y lo usaré. —Le tomó de la mano, caminando como neutrinos entre todos los estudiantes.

—Será un poco escandaloso que nos aparezcamos de repente en el patio.

—¡Tranquila! Tengo todo bajo control.

Le arrastró corriendo a uno de los pasillos que se había desocupado de estudiantes.

—¿Te dije que te amo? —preguntó, recostándola de la pared con ternura, mientras que él se apoya cerca, haciendo que sus frentes se tocaran.

Amina pudo sentir el calor de su cuerpo, su propio corazón saltó con vehemencia dentro de su pecho, su cercanía le estaba cortando la respiración. No le había bastado estar con él todo el día, ni dormir juntos en la noche, cada momento juntos era completamente diferente, nuevo, intenso. 

Aidan le miró, rozando su nariz con la suya, ella sonrió y él le imitó, mientras se sonrojaban. Sus labios se tocaron con timidez, él fijo una de sus manos en la cintura de la chica, atrayéndola hacia su cuerpo, entregándose al beso. Era complicado respirar, pero en ese instante no necesitaban del oxígeno.

Ella se aferró a su camisa, y él jadeó, acercándose aún más. Volvieron a sonreír separándose, si continuaban los Sellos de todos refulgirían. No podían darse el lujo de llamar la atención. Era momento de regresar a la normalidad y compartir la merienda con el resto de sus compañeros.   

La jornada escolar había terminado para Ibrahim, en la entrada del colegio le esperaba Teodoro. Sus ojos azules resaltaban con la camisa color cielo. Maldijo por lo bajo, el chico no era nada despreciable, aunque él seguía sin entender aquel triángulo amoroso: todos iban a por Gonzalo o a por él. Este levantó una mano en señal de saludo, acercándose. Por un instante, Ibrahim pensó que lo besaría, pero no fue así, Teodoro fue capaz de contenerse.

—¿Iremos a la cafetería? —quiso saber Ibrahim.

—No. Quiero invitarte a que conozcas mi casa, así te darás cuenta de que no tengo secretos contigo.

—¿Por qué tendría que pensar que ocultas algo?

—Me es difícil confiar en las personas, quizá por eso piense que todo el mundo es igual. Quiero ser más abierto contigo, así como tú lo has sido conmigo.

—Para mí ser abierto no significa que deba saber cuánta ropa tienes en el clóset. Esa clase de información no me interesa.

Teodoro sonrió, sabía que iba a disfrutar conversar con el joven Sidus. La impulsividad de la juventud y la inocencia de un "niño de papás" estaba jugando a su favor.

Saskia se lanzó en el sofá de su casa. Era poca la tarea que tenía por hacer, así que pensó en dedicar un rato al ocio. Con la tablet en las piernas, se dedicó a ver vídeos. Llevaba un rato así cuando su teléfono repicó.

—¡Ey, It! ¿Qué más?

—¡Chama! Mi mamá dice que, por favor, le recuerdes a tu mamá que tiene que llevar mañana tu partida de nacimiento. Al parecer habrá un campamento juvenil durante la Semana Santa, pero necesitan nuestros registros.

—¿Un campamento? ¿En serio?

—¡Sí! —Se le notaba excitada—. Pero no le digas a nadie, todavía es un secreto, todo depende de la preparación del lugar. ¡Estoy tan emocionada!

—Veo que estás muy emocionada. Yo tengo el estómago en un hilo porque pronto comenzarán los exámenes, además de que hay que entregar los dos primeros capítulos del trabajo de grado y yo no tengo ni la más remota idea de qué es lo que haré.

—Lo sé, pero no te preocupes. Aún tenemos un mes para terminarlo. Ven mañana a casa, yo tengo muy adelantado el mío, así que te ayudaré con el tuyo, ¿te parece?

—¡Claro! ¡Gracias amiga!

—De nada. ¡Busca la partida de nacimiento!

—Sí, voy a eso.

Después de colgar, se levantó del sofá saltando alegre hasta el cuarto de su mamá. Un campamento significaba estar todos unidos, todos los jóvenes y adultos guerreros de la Hermandad, no solo practicarían como un ejército, sino que se conocerían. Sería la primera vez que podía mostrar su grandeza ante todos los demás. Había estado entrenando muy duro, todo para que Astrum recobrará su poder ancestral, así que la noticia de Itzel la lleno de mucha ilusión.

Entró al cuarto de Soledad. Muy pocas veces había puesto un pie en esa habitación de paredes matizadas en un rosa pálido y blanco, con un enorme ventanal que daba iluminación a toda la estancia. No tenía que registrar todo el lugar, se agachó frente al enorme baúl de cedro que reposaba a los pies de la cama matrimonial. Tomó el candado en su mano, llevándose la otra a la cabeza. Encontrar la llave sería todo un detalle.

Bien podía esperar a que Soledad apareciera, pero prefirió hacerlo ella misma y darle una sorpresa. Desde que Amina amenazó a su madre en la salida de la Coetum, esta no se había atrevido a agredirla más. No compartían todo lo que Saskia deseaba, mas había tranquilidad en la convivencia, y eso terminó siendo importante para la joven, el primer paso para desarrollar una buena relación con su madre.

Se puso de pie, revisando cada uno de los cofres que su madre tenía en la habitación, con sumo cuidado, lo menos que deseaba era general un desastre. No tenía miedo de ser sorprendida in fraganti, sabía de antemano que su madre llegaría tarde por asuntos de la Hermandad, así que después del trabajo pasaría por el Auditorium

Cada una de las llaves que encontraba la probaba, hasta que dio con la indicada.

Miró su reloj de pulsera, no había pasado más de cuarenta y cinco minutos desde que empezó su búsqueda, por lo que se sentó, relajándose para buscar en el baúl. Dentro habían muchos papeles. Suspiró, lo que más le desagradaba era revisar, pero ya había comenzado su misión y no la cortaría tan abruptamente. Sacó las carpetas con cuidado, ordenándolas para colocarlas de la misma manera en que las había encontrado.

Papeles de propiedad, facturas del negocio, referencias, fotos en las que se detuvo para recordar eran todo lo que había conseguido hasta ese momento. 

Se tiró en el suelo, con las manos a los lados, los dedos le dolían de tanto pasar papeles. No podía tardarse mucho si quería dejar todo como estaba en un principio así que se animó a continuar. Casi vació el baúl, pero terminó por dar con su partida de nacimiento. 

La leyó con orgullo: «Ángel Luis Jimenez Loreto se acercó a este despacho para presentar a una niña que lleva por nombre Saskia Isabel Jimenez Chourio, nacida en la Maternidad Dr. José María Vargas, de esta localidad, el día lunes 19 de julio del presente año, quien es hija suya y de Soledad Clementina Chourio de Jimenez...». 

Sonrió, abrazando la partida de nacimiento contra su pecho. Contenta por haber logrado su objetivo, tomo el primer grupo de carpeta para devolverlas a su lugar, reparando que en el sitio de donde había tomado la partida de nacimiento había una carta.

No se había topado con otro sobre, así que lo tomó. Sacó los folios del envoltorio, dándose cuenta que era una carta de su padre. 

Los ojos se le llenaron de lágrimas, al notar que el contenido era una despedida con la promesa de que, a pesar de romper sus vínculos con Soledad, mantendría todo su apoyo a Saskia, aun cuando la deshonestidad de su madre no lo mereciera. 

No tenía ni idea de qué episodio hablaba su padre, al parecer su mamá no había sido un ejemplo de esposa, mas ella no era nadie para juzgarla.

Quiso quedarse con la carta, pero aquello sería una imprudencia, así que sacó su celular del mono deportivo y le tomó una foto a la dirección. Se limpió el rostro, guardando todo, incluso la partida de nacimiento: si deseaba reunirse con su padre, no debía darle motivos a su madre para que la agrediera, y mostrarle el acta sería entrar en conflicto con esta. 

Pero iría a la casa de Itzel, tenía que convencerla de que la acompañara a buscar a su padre.

***

¡Hola! Sigo con graves problemas de Internet y ahora de luz... Es lo que en Venezuela llamamos tener Patria. Pero seguiré publicando, aunque tenga que subir los seis capítulos los fines de semana que son los días que tengo más tiempo para movilizarme por mi ciudad.

¡Besos y millones de gracias por su apoyo y su paciencia! ¡Los quiero!

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